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En otras partes, incluso en los más altos círculos, la sociedad griega y la
egipcia estaban lejos de estar herméticamente selladas una frente a otra. Algunos
egipcios alcanzaron puestos de gran responsabilidad, como el general Nectanebo
bajo Ptolomeo I, nieto de un importante jefe de los inicios del siglo IV y sobrino
nieto de uno de los últimos faraones.
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Del mismo período tenemos el caso del
sacerdote Manetón, que ayudó a Ptolomeo a cerrar la brecha entre la cultura griega y
la macedonia. Algunos egipcios han dejado sus propias reivindicaciones a la fama en
los epitafios de sus tumbas, aunque es posible que sus realizaciones hayan sido
infladas. Petosiris, de más o menos la misma época, quien provenía de una rica
familia terrateniente y servía como sumo sacerdote de Tot en Hermópolis se jacta:
Fui favorecido por el soberano de Egipto
Fui amado por sus cortesanos.
Aquí también están las palabras de un egipcio llamado Wennofer:
Fui un amante del vino, un señor de la fiesta,
Mi pasión era deambular por las marismas
Pasé la vida en la tierra gozando del favor del rey,
Fui amado por sus cortesanos.
Otro hombre presume: «en la época de los griegos fui consultado por el
soberano de Egipto, me amaba y conocía mis intenciones». Finalmente podemos
citar la estela funeraria de Tathot; su nieto «estuvo al servicio del rey y daba
informes a los magistrados; el rey lo prefería a sus cortesanos en cada consejo
secreto en el palacio».
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Turner duda de que tales casos sea otra cosa que
excepciones;
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pero muchos egipcios utilizaban nombres griegos en los contextos
adecuados, de modo que son invisibles para nosotros.
Un punto de partida para la helenización era ser capaz de citar un antecesor
griego o macedonio, como hizo Menches, un escriba aldeano de finales del siglo II.
Su padre y él eran «griegos nacidos en este país» (Hellênes enchôrioi), lo cual podría
significar que eran egipcios con un antecesor griego al menos, o griegos que usaban
nombres egipcios cuando eran designados para ciertos puestos; también «heleno»
podría haber denotado una situación tributaria privilegiada.
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Menches tenía el
nombre griego de Asclepiades, su padre Petesoucos también era llamado Ammonio,
y sus hermanos tenían nombres griegos. Podemos suponer que la familia pertenecía
más al lado egipcio, pero esto no es seguro. (Para ejemplos del trabajo de Menches,
véase Austin 260, BD 68.)
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Otra ruta de ascenso para un egipcio era ingresar en el ejército,
particularmente si tenía un antecesor griego. Lewis explica el caso de
Peterharsemteo, hijo de Panebkounis, y de sus parientes (mediados del siglo II).
Como su parentela masculina, Peterharsemteo era un soldado de la guarnición, lo que
no requería que abandonase sus actividades agrícolas y comerciales. El servicio
militar podía situar a un egipcio por encima de sus compatriotas.
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La larga vida de Driton de Ptolomais (c. 195-c. 112 a.C), un soldado
profesional probablemente de ascendencia cretense que sirvió en la Tebas egipcia (a
la que se dio el nombre de Gran Diospolis o ciudad de Zeus) y sus alrededores es
instructiva. Transferido a una guarnición en la ciudad egipcia de Pathyris alrededor
de 152, casó con Apolonia-Senmonthis, una mujer de una familia egipcia helenizante
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cuyos miembros llevaban nombres duales. Esto de por sí indica una familia de
elevado estatus, y la pareja se convirtió en una importante propietaria y prestamista
de dinero. Sin embargo, sus descendientes que vivieron en una sociedad casi
completamente egipcia, tendieron a usar sus nombres griegos cada vez menos.
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En períodos anteriores, la clase sacerdotal estaba situada por encima de los
egipcios plebeyos en razón de su riqueza y educación, aunque no era distante: por el
contrario, los sacerdotes en las regiones agrícolas eran agricultores y cabezas de
familia, arrendaban tierras del templo y se ocupaban de sus fincas tres meses de cada
cuatrimestre; en el cuarto mes servían a tiempo completo en el templo. Como
egipcios que vivían la mayor parte del tiempo entre ellos, eran potenciales
representantes de su pueblo,
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y desempeñaron un importante papel en la agitación
social que parece haber sacudido cada vez más el reino (véase más adelante).
Hemos visto las razones para modificar la visión de Préux de las relaciones
grecoegipcias de que las dos comunidades se desarrollaron separadamente; esa
misma visión representa un cambio frente a suposiciones anteriores de una
integración cultural bajo la égida de la helenización.
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Antes bien parece haber
indicios de la activa formación de multifacéticos vínculos económicos y sociales
poco después de la muerte de Alejandro (en realidad, desde el momento en que la
evidencia papirológica comienza a ser abundante). Esto no significa que hubiera
igualdad —el grupo (o los grupos) étnico grecomacedonio era dominante claramente
en muchos aspectos pese a estar completamente superado en número por los
egipcios, quizá en una proporción de setenta a uno.
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Igualmente, esto no significa
plantear relaciones armoniosas en todas partes, y menos aún negar que las relaciones
comunales parezcan haber empeorado a finales del siglo III y el siglo II.
LA ADMINISTRACIÓN ECONÓMICA
Los papiros proporcionan testimonio de una administración minuciosa y muy
intervencionista; pero puede decirse que no debemos exagerar la coherencia y la
efectividad del sistema.
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Si esta opinión se acepta, tiene importantes implicaciones
para los fines de la administración ptolemaica.
Uno de los documentos más citados fue probablemente (aunque no
explícitamente) escrito por el dieceta (dioiketes) a un ecónomo (oikonomos,
administrador local), que le informa con cierta amplitud de la serie de sus deberes y
responsabilidades. El subordinado es instruido para inspeccionar
los acueductos que van por los campos, si las tomas en ellos tienen la
profundidad prescrita y si hay suficiente espacio en ellos; los campesinos
están habituados a llevar el agua de éstos a la tierra que cada uno siembra.
De igual modo con los canales referidos de los cuales salen las tomas van
a los ya mencionados acueductos, (debéis inspeccionar) si están hechos