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imitando acciones victoriosas de los de otros lugares, parece haber un aspecto
oportunista, según el cual las revueltas se iniciaron típicamente en la Tebaida a una
buena distancia de Alejandría cuando la debilidad de las autoridades políticas lo
permitía.
124
En otras palabras, las sublevaciones nativas no necesariamente son de
por sí indicio de un creciente descontento social, sino más bien de un trasfondo
general de descontento combinado con una creciente voluntad de actuar en respuesta
a los agravios.
La «agitación nativa», la fricción entre diferentes grupos étnicos, no puede
divorciarse completamente de la suerte militar del reino, pero el mecanismo por el
cual uno provocaba el otro no es puramente económico. Ciertamente los egipcios que
luchaban en Rafia se sintieron envalentonados, y esto puede tener mucho que ver con
los problemas civiles en las décadas subsiguientes; pero los egipcios, particularmente
los sacerdotes, los guardianes conscientes de la tradición, percibían continuamente
que Egipto había tenido soberanos extranjeros antes —y eran periódicamente
incitados a la rebelión. Durante el siglo V, bajo el dominio persa, los egipcios se
sublevaron desde 487 a 485; se rebelaron otra vez brevemente en 450; y desde 404,
con una fuerte dirigencia, afirmaron su libertad frente a Persia y permanecieron libres
hasta finales de la década de 340. Alejandro llegó unos pocos años después. Entre
188 y 133, también pueden haber sacado fuerzas del hundimiento de otras
importantes potencias griegas (Siria, Macedonia y Pérgamo).
En el marco de las reinterpretaciones de los imperios del siglo XX, como las
de Edward Said, es atractivo ver las dificultades en Egipto como un resultado parcial
de la resistencia nativa. Los súbditos imperiales adoptan por lo común una variedad
de estratagemas, que van desde las expresiones literarias privadas de resistencia a la
violencia directa; hay un claro testimonio de esto último, al menos, desde una fecha
temprana. También había una tradición religiosa de profecía apocalíptica,
ejemplificada en el «Oráculo del alfarero» del Egipto romano (Burstein 106; el
papiro es del siglo III d.C, el texto original c. 130-115 a.C.),
125
en el cual se predice
la caída de la corrupta Alejandría. No deberíamos dar demasiada importancia a esta
predicción en particular, incluso si suponemos que fuera hecha cuatro o seis siglos
antes de la fecha de la copia preservada; pero es parte de un contexto religioso que
recalca la confrontación entre el egipcio y el extranjero.
Los Ptolomeos probablemente no «le chuparon la sangre a Egipto». Pero
puede bien ser que, dada la conciencia cultural de los egipcios y su conocimiento de
su pasado, el sistema agrícola no pudiera soportar sus crecientes demandas de
tributación en pos de objetivos militares sin generar descontento social. La
explotación ptolemaica y griega puede haber provocado estratagemas de resistencia y
aspiraciones separatistas, haciendo al reino incapaz de respaldar las metas de los
Ptolomeos.
1
Véanse descripciones de Egipto en: T. G. H. James, An Introduction to Ancient Egypt (Londres,
1979), cap. 1 (pp. 17-36); A. K. Bowman,
Egypt after the Pharaohs:
332 BC-AD 642:
from Alexander
to the Arab Conquest (Londres, 1986; Oxford, 1990), cap. 1 (pp. 11-20); Kuhrt,
The Ancient Near
East c.3000-330 Bc (Londres
y Nueva York, 1995), i, pp. 118-122.
2
James, Introduction to Ancient Egypt, p. 20.
3
D. J. Thompson, Memphis under the Ptolemies (Princeton, NJ, 1988), pp. 32-35.
4
Oasis, James, Introduction to Ancient Egypt, p. 20. Myos Hormos: Estrabón, 17. 1. 45. ; Ptol. 4. 5. 8
Müller; H. Kees, «Myos Hormos», RE xvi (1935), pp. 1.081-1.083.
247
5
Véase también Plinio, HN6. 26. 103; 6. 33. 168 (que dice que Berenice recibió este nombre por el de
la madre de Filadelfo), pp. 280-281.
6
Se enumeran los recursos minerales en Bowman, Egypt, p. 15.
7
PSI 488; Sel. Pap. ii, p. 346.
8
Para un resumen de la intervención de los reyes helenísticos en el drenaje, la recuperación de tierras
del mar y la administración del agua, particularmente en Egipto, véase D. J. Thompson, «agriculture»,
CAH2 vii, 1, cap. 9 c (pp. 363-370), esp. 365, 366, 369; id., capítulos en A. K. Bowman y E. Rogan,
eds., Agriculture in Egypt from Pharaonic to Modern Times (Oxford, 1999),
123-128.
9
R. S. Bagnall, The Administration of the Ptolemaic Possessions outside Egypt (Leiden, [6), pp. 224-
229.
10
R. S. Bagnall, «Ptolemaic correspondence in P. Tebt. 8», JEA 61 (1975), pp. 168-180; P. Tebt. 8;
W. Chrest. 2.
11
C. Ord. Ptol. 33; IG xii, 3, p. 327.
12
Sobre los grupos étnicos véase Thompson, Memphis, cap. 3 (pp. 82-105). Sobre el carácter de las
ciudades egipcias véase ibid. pp. 6-9.
13
Justicia: E. G. Turner, «Ptolemaic Egypt», CAH2 vii, 1 (1984), cap. 5 (pp. 118-174). Esclavitud: I.
Bie zunska-Malowist,
L'Esclavage dans l'Egypte gréco-romaine, i (Wroclaw, etc., 1974), pp. 134-141
(«Conclusión»), Sugiere (pp. 140-141) que la estimación de P. M. ser de 400.000 esclavos en
Alejandría (Ptolemaic Alexandria [Oxford, 1972], i, pp. 90-91 y n. i, en ii, pp. 171-172) es excesiva.
Anacoresis: Préaux, ii, p. 482.
14
Control central: Turner, «Ptolemaic Egypt», p. 130; sobre la unificación egipcia véase, Ancient
Near East, i, pp. 125-134. Soberanos extranjeros: cf. Turner, «Ptolemaic Egypt», 67.
15
Sobre la tierra del templo en Kerkeosiris y otras partes, véase D. J. Crawford. Kerkeosiris An
Egyptian Village in the Ptotemaic Period (Cambridge, 1971), pp. 86-102.
16
Sobre los templos y sus ingresos, véase Thompson, Memphis, pp. 75-78 y cap. 4. La dieta de los
empleados del templo es estudiada por D. J. Thompson, «Food Ptolemaic temple workers», en J.
Wilkins et al., eds., Food in Antiquity (Exeter, 1995).
17
Sobre el carácter de la evidencia de papiros, y los problemas metodológicos que plan-i, véase R. S.
Bagnall, Reading Papyri, Writing Ancient History (Londres, 1995), esp. cap. 1 (pp. 9-16). Sobre el
demótico véase J. Ray, «Literacy and language in Egypt in the late and Persian periods», en A. K.
Bowman y G. Woolf, eds., Literacy and Power in theAncient World (Cambridge, 1994), cap. 4 (pp. 51
-66), esp. 59-60; Bagnall, Reading Papyri, pp. 18-19.
18
Bagnall, Reading Papyri, p. 11.
19
Ibid. p. 12.
20
Cf. ibid. pp. 69-70; D. J. Thompson, «Literacy and power in Ptolemaic Egypt», en Bowman y
Woolf, eds.,
Literacy and Power, cap. 5 (pp. 67-83), en p. 71.
21
Sobre el término «archivo», que fundamentadamente continúa usándose, véase Bagnall Reading
Papyri, p. 40 y n. 13.
22
Turner, «Ptolemaic Egypt», p. 119; Bagnall, Reading Papyri, p. 20.
23
Thompson, «Literacy and power», pp. 80-83. Bagnall, Reading Papyri, pp. 33-35, examina un texto
de papiro paradigmático para las actitudes griegas hacia el demótico (c. siglo II a.C.y , debatiendo el
estudio de R. Rémondon, «Problémes de bilinguisme dans l'Égypte lagide (LT.P.-JZ. I, 148)»,
Chronique d'Égypte, 39 (1964), pp. 126-146.
24
Para un trabajo reciente véase Alessandria e il mondo ellenistico-romano (Roma, 1995), que
contiene muchos trabajos cortos sobre una gama de temas referentes a la cultura, la arqueología y el
arte de la ciudad.
25
Sobre los Ptolomeos y sus fechas, véase T. C. Skeat, The Reigns of the Ptolemies (Munich, 1969);
G. Hólbl,
Geschichte des Ptolemáerreiches: Politik, Ideologie und religiose Kultur von Alexander
dem Grossen bis zur rómischen Eroberung (Darmstadt, 1994). Sobre Ptolomeo I véase la semblanza
favorable de W. M. Ellis, Ptolemy of Egypt (Londres y Nueva York, 1994), quien tiende a subrayar las
explicaciones personales y psicológicas.
26
El discurso se preserva entre las obras de Demóstenes, pero probablemente no es suyo. Vease C.
Carey y R. A. Reid, eds.,
Demosthenes: Selected Prívate Speeches (Cambridge, 1985), pp.201-204,
211-212.
27
Turner, «Ptolemaic Egypt», p. 123.
28
Menfis: Thompson, Memphis, p. 4. Alejandría: Fraser, Ptolemaic Alexandria, i, pp. 14-17.