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Los «escritores» en la antigüedad griega pertenecían casi invariablemente a la
élite social, intelectual y detentadora de la riqueza. Tampoco las fronteras entre los
diversos géneros literarios y sus practicantes estaban trazadas entonces de modo
estricto. El reformador ateniense del siglo VI, Solón, no sólo era un político sino
también un poeta prolífico, un jefe militar exitoso y un poco filósofo. Es probable
que nadie decidiera ser un «escritor» como hacen hoy en día las personas; no existía
la profesión de escribir como tampoco la de político o deportista. Igualmente, en los
siglos IV y V los escritores a los que todavía leemos poseían probablemente riquezas
heredadas procedentes de la propiedad de la tierra o habían hecho fortuna como jefes
militares. Con respecto al origen social de los autores y eruditos helenísticos, hay
pocas razones para suponer que las cosas hubieran cambiado;
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es típico que
Aristófanes de Bizancio, un erudito homérico, fuera el hijo de un renombrado jefe
mercenario (Suda, s.v.).
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Igualmente, los usuarios de la literatura eran una élite más o menos
estrechamente definida; se consideraban, o pueden haber sido considerados, como
diferentes de los que no participaban en ella y su apreciación de la literatura como
parte esencial de esa diferencia. En la Atenas clásica, también, las comedias de
Aristófanes fueron escritas para ser representadas ante una gran audiencia, pero la
mayoría de la audiencia pertenecía a un grupo privilegiado: los ciudadanos.
Este capítulo examinará las nuevas sedes de la producción literaria, y después
examinará cómo la producción literaria puede haber sido influenciada por su
contexto imperial o colonial. Se analizará el nexo entre la escritura literaria y la
innovación. ¿Estaban los autores destinados a intentar escribir «mejor» que sus
predecesores, o de modo diferente a ellos?, y si este era el caso, ¿cuál fue el
propósito de dicha innovación? ¿Cuál es la importancia de los nuevos estilos con los
que los autores abordaban lo aparentemente privado o personal en escritos que eran
obviamente públicos?, y ¿cómo cambió la representación de las mujeres?
Finalmente, ¿de qué manera los cambios en la ciudad-estado afectaron la escritura?
Las sedes de producción
En las sedes más antiguas de producción literaria, tales como Atenas y las
ciudades-estado de la antigua Grecia, los miembros de la élite social continuaron
escribiendo en estilos nuevos y antiguos. En los territorios nuevos, particularmente
Alejandría, el mecenazgo real dio origen a nuevas formas de literatura
particularmente interesantes.
Un resultado del mecenazgo real de los escritores fue lo que suele
denominarse «poesía cortesana», un ejemplo famoso de la cual es un poema de
Teócrito,
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uno de los poetas helenísticos más leído hoy en día. Nacido en Siracusa,
en Sicilia, se trasladó a Alejandría alrededor de 270, pero habría trabajado de modo
independiente de la biblioteca y el Museo (el instituto de investigación ptolemaico).
Hay algunos indicios en sus poemas que sugieren que, no habiendo conseguido el
mecenazgo de Hierón II de Siracusa, lo obtuvo en la corte de Filadelfo. Sus poemas
preservados, los Idilios (eidyllia, «pequeños cuadros») tienen como escenario ante
todo la campiña de Sicilia y del sur de Italia, y pueden ser considerados los
antecesores de la poesía pastoral, pero no participan del primor de los poetas
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pastorales del siglo II como los de Mosco y Bión, de quienes han quedado varias
obras.
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Muchos de los poemas de Teócrito, aunque por lo común considerados
pastorales, pueden ser mejor definidos como bucólicos («sobre los pastores»; la
palabra boukolikos es suya, usada por Tirsis para definir su propia canción en
Teócrito, Idilio 1, y por Lícidas en Idilio 7),
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un término ideado para significar que
tenían raíces reales en una tradición de la canción rural, aunque también procedían de
poesía literaria más antigua. Escritos en una forma poética del dialecto dórico de su
patria, apelan al interés alejandrino por probar el gusto del «otro». Teócrito hizo
esfuerzos para subrayar la extrañeza de sus escenarios y caracteres;
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incluso los
pastores que compiten en el canto en varios de sus poemas podrían ser parcialmente
representativos del modo de vida griego más antiguo y más puro que suscitaba la
nostalgia de los ciudadanos nacidos y criados en Alejandría. Unos de los caracteres
más memorables no es humano en absoluto, sino Polifemo, el cíclope torpe y tuerto,
víctima de su peculiar capricho antropoide por la nereida Galatea (Idilio 6 y
especialmente el 11). Teócrito puede haber sido un poeta bucólico, pero su campiña
era un poco artificial, para deleite de personas para quienes el campo griego era
remoto y sólo una reminiscencia.
El Idilio 17 no es bucólico; puede ser definido con justeza como un poema
cortesano. Alaba a Ptolomeo II, y quizá fue escrito para un festival o una ceremonia
real. El padre de Ptolomeo se sienta con Alejandro en el banquete de los dioses,
como su antecesor Heracles; su madre Berenice es un dechado de la virtud conyugal;
signos del favor divino se manifiestan en su nacimiento en la isla de Cos; es el dueño
de amplios y ricos territorios y el defensor de su reino. Por encima de todo era
piadoso:
El solo entre los antiguos y entre los que aún dejan sobre el polvo
que pisan sus huellas recientes ha levantado fragantes templos en honor
de su madre querida y en honor de padre, y les ha puesto allí bellísimas
estatuas criselefantinas,
*
tutelares de todos los humanos. Muchos muslos
rollizos de bueyes él quema al paso de los meses sobre las aras cubiertas
de rojo, él y su ilustre esposa, más noble que la cual mujer alguna abraza
a su marido.
(Teócrito, Idilio 17. 121-128, cf. Austin 217)
La oda puede ser comparada con otras prácticas para la elaboración de la
imagen regia (capítulo 3); el rey debe ser rico, justo, pío y un guerrero triunfante.
El Idilio 15 contiene un tributo indirecto a Ptolomeo. Al final, las mujeres
escuchan la interpretación de un himno a Afrodita que es a la vez un tributo a la reina
de Filadelfo y a la riqueza de la ciudad.
Y en honor tuyo, Señora, de muchos nombres y de muchos
templos, la hija de Berenice, tan bella como Helena, Arsínoe, acoge a
Adonis con todos los honores. A su vera se hallan todos los frutos que la
estación produce; a su vera, los gráciles jardines cobijados en macetas de
plata; vasos de oro con perfume sirio; cuantos manjares elaboran las
mujeres, en la amasadera, combinando toda suerte de colores con la
blanca harina; cuantos componen de dulce miel y de líquido aceite. Todos
*
«Criselefantina» describe a las estatuas cuyas partes visibles estaban hechas de oro (chryiot en
griego) y marfil (
elephantinos en griego) (n. del t).