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los animales del aire y de la tierra aquí están junto a él. Se han levantado
verdes enramadas, cargadas de tierno eneldo, y por encima revolotean
amores niños, cual jóvenes ruiseñores que en el árbol prueban sus alas
aún crecientes volando de rama en rama... Mileto y el que pastorea en
Samos podrán decir «Un nuevo lecho está dispuesto para el bello
Adonis».
(Teócrito, Idilio 15. 110-127)
Nada hay en este poema que pueda ser tomado como un testimonio, aunque
sin duda convierte a Alejandría en la encarnación de la sofisticación cosmopolita
basada en la dominación imperial del Egeo (quizá exagerada aquí). Los soberanos
son descritos como píos y como protectores del reino.
Sin embargo, el mecenazgo no buscaba sólo suscitar celebraciones explícitas
de la realeza. Se hizo una gran inversión en el Museo y en la biblioteca de
Alejandría.
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A Ptolomeo I y al antiguo tirano de Atenas, Demetrio de Falero, se les
atribuye la fundación de la biblioteca en el Broucheion de Alejandría. Ptolomeo II
agregó una segunda biblioteca más pequeña en el Serapeo; algunos lo consideran
como el verdadero fundador. El contenido de la biblioteca, o bibliotecas, se calculaba
en varios cientos de miles de rollos de papiro, compuesto en parte, como se ha dicho,
de libros que el edicto de Ptolomeo V había obligado a entregar a los barcos
atracados en Alejandría antes de partir.
A mediados y a finales del siglo III, los reyes Atálidas de Pérgamo emularon
a los Ptolomeos al edificar una biblioteca y atraer artistas e intelectuales de Atenas y
Alejandría, tales como Antígono de Caristo (escultor y escritor), Polemón de Ilion
(que escribía de arte) y el filósofo y estudioso homérico Crates de Malos en Creta,
que enseñó en Roma en 168. El escritor romano Plinio el Viejo (HN 13, 17) dice que
el pergamino fue inventado en Pérgamo (en el griego posterior era pergamênê,
evidentemente por el nombre de la ciudad) como resultado de un edicto de Ptolomeo
V al que acabamos de referirnos, que tuvo el resultado, o aun la intención, de obstruir
el aumento de la biblioteca de Eumenes II. (La vitela había sido utilizada desde antes
de Heródoto (5. 58), de modo que lo que ocurrió ahora fue una mejora técnica o
simplemente una resurrección de un estilo antiguo.
Tampoco deberíamos ignorar a la corte macedonia de Pela como centro del
mecenazgo literario, particularmente desde la época de Antígono Gónatas en
adelante. Entre los escritores notables que residieron allí por una temporada
estuvieron el poeta didáctico y erudito Aratos de Soli, el poeta épico Antágoras de
Rodas, el erudito y dramaturgo Alejandro de Etolia, y filósofos como Timón de Fleio
y Menédemo de Eritrea. Algo inusual entre los historiadores fue Jerónimo de Cardia
que pasó algún tiempo en Pela. El filósofo cínico Bión de Boristenes disfrutó del
mecenazgo de un Antigono, probablemente Gónatas (Dióg. Laer. 4. 46. 54); Zenón,
también, recibió una invitación de Gónatas pero no la aceptó, enviando a Perseo en
su lugar (Dióg. Laer. 7. 6). El último rey de Macedonia, Perseo, poseía una notable
colección de libros que fue capturada por el general romano Emilio Paulo (Plut. Aen.
28. 6).
Otros reyes, también, protegieron a los intelectuales griegos. Diodoro
atribuye a Arriarates V de Capadocia (c. 163-130) el haber hecho de su reino «un
lugar de estancia para los hombres cultivados» (31. 19. 8). Ciudades como Rodas y
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Atenas estaban orgullosas de sus vínculos con los pensadores y escritores más
prestigiosos de su época.
Las bibliotecas en el mundo griego antes de Alejandro eran una rareza, si es
que existía alguna; los tiranos del siglo VI Polícrates de Samos y Pisístrato de Atenas
poseían grandes colecciones de libros, según Ateneo (1.4), pero esto no está
confirmado por otras fuentes y puede ser una proyección retrospectiva de la época
helenística. Estrabón, en un aparte de su descripción de Asia Menor noroccidental,
dice de Aristóteles que «dejó su propia biblioteca (bibliothêkê) a Teofrasto ... y fue el
primer hombre de quien sabemos que coleccionó libros y enseñó a los reyes de
Egipto la disposición de una biblioteca» (13. 1. 54. [608-609]). Aristóteles murió en
322. De modo que el enunciado es literalmente falso (si se refiere a los Ptolomeos);
quizá efectivamente aconsejó a Alejandro, o quizá esto también es una invención de
alguien que recordó que Platón enseñó al tirano siciliano Dionisio II y Aristóteles
(supuestamente) al joven Alejandro. Es realmente posible que la de Aristóteles fuera
la colección de libros más notable de la época — una suerte de biblioteca
universitaria para investigadores. (En el mismo pasaje Estrabón dice que los propios
libros de Aristóteles terminaron en la ciudad de Skepsis, y que aunque los reyes
pergamenenses se empeñaron, no pudieron conseguirlos.)
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La organización de la biblioteca de Alejandría no es conocida, pero
conocemos los nombres de los bibliotecarios. Estos eran también escritores: entre
ellos figuraban Apolonio de Rodas, el poeta (bibliotecario c. 270-245), Eratóstenes el
geógrafo (vivió c. 285-194), Aristófanes de Bizancio el homerista (c. 257-180) y
Aristarco de Samotracia el crítico literario (c. 216-144). El primer bibliotecario,
Zenódoto de Éfeso (c. 325-270, bibliotecario desde c. 284), inventó la notación de las
marcas sobre las vocales griegas para mostrar la acentuación tonal,
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y desarrolló una
ciencia de crítica textual basada en la comparación de diferentes manuscritos, que
debe haber sido antes casi imposible. En poco tiempo la biblioteca se convirtió en la
principal fuente de textos confiables de autores tales como Homero, que eran cada
vez más reconocidos como clásicos.
El Museo ha sido descrito sintéticamente por Estrabón; los detalles básicos
pueden haber sido los mismos que en la época ptolemaica:
El Museo también forma parte de los palacios reales; tiene un
paseo cubierto, una arcada, una exedra y una gran casa, en la que está el
comedor común [Estrabón utiliza la palabra espartana «syssition» que
designa la mesa común de los ciudadanos] de los sabios [o «hombres
eruditos»: philologoi] que son miembros del Museo. Esta asociación de
hombres comparte la propiedad común y tiene un sacerdote a cargo del
Museo, que solía ser designado por los reyes, pero ahora es nombrado por
el cesar [i.e. el emperador romano].
(Estrabón, 17. 1. 8 [794], Austin 232)
En la biblioteca y el Museo el archivo escrito de la cultura griega podía ser
completado, listado y clasificado, una operación para la que filósofos como
Aristóteles y Teofrasto habían establecido un patrón. Esto a su vez hizo posible el
crecimiento de lo que es con frecuencia denominado «erudición»; pero es importante
no inferir que el principal motivo fuera el progreso del saber. Ni deberíamos ver la
biblioteca y el Museo como importantes sólo por lo que proporcionaron a la cultura
posterior, o como pasos en el camino a la racionalidad moderna. La recopilación y la