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Cornelio Polihistor (siglo I a. C). Éste, a su vez, se conserva sólo en extractos de
Josefo (siglo I d.C.) y Abidenos (siglo II d.C.) y en una versión de inicios del siglo
IV a.C. por el obispo griego Eusebio de Cesárea, en el libro I de su Chronika. Beroso
relató primero (en un griego bastante deficiente) la creación del mundo y la
revelación de los principios de la civilización por el mensajero de los dioses, Oanes:
En el primer año [del reinado de Alorus] un animal llamado
Oanes salió del mar Eritreo [Golfo Pérsico] en un lugar cercano a
Babilonia. Todo su cuerpo era como el de un pez, pero le había crecido
una cabeza humana debajo de la de pez y también pies humanos a partir
de la cola ... Dio a los hombres conocimientos de las letras y las ciencias
y oficios de todo tipo. También les enseñó como fundar ciudades,
organizar templos, introducir leyes y medir la tierra. También les reveló
las semillas y la recolección de frutos, y en general les dio todo lo que
hace la vida civilizada.
(Babyloniaka, 1. 1.5)
La obra continuaba con la historia de los reyes babilónicos y sus sucesores
hasta Alejandro, con bastante brevedad; esto le atrajo las críticas de los escritores
griegos y romanos que esperaban un contenido más histórico. Parece, sin embargo,
que el propósito de Beroso era no tanto histórico como cultural: ofrecer a los griegos,
en particular a los soberanos de Babilonia, un esbozo de la cultura y las creencias
babilónicas. A juzgar por las posteriores tergiversaciones sufridas por esa cultura, su
obra tuvo poca influencia.
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Mejor preservado que Beroso ha sido un autor egipcio, Manetón (o Manetos;
FGH 609, véase p. 285). No es seguro si él o Beroso escribieron primero, pues
fueron casi contemporáneos.
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Siendo un sacerdote, como Beroso, dedicó su
Aegiptiaka (
Historia egipcia) a Ptolomeo II. Si es cierto que Ptolomeo I le pidió
consejo cuando el culto de Serapis llegó a Alejandría (Plutarco, Sobre Isis y Osiris,
28), era una figura importante en la corte de los primeros Ptolomeos. Su libro se ha
preservado en la forma de citas y paráfrasis en Josefo, y en citas de un epítome
(perdido) entre las obras de autores romanos y bizantinos tardíos tales como el
cronógrafo latino Africano (siglo III d. C), Eusebio (arriba, preservado en griego y
armenio), y el monje griego Sincelo (siglo VIII).
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Ocasionalmente tenemos amplios
sumarios o paráfrasis como cuando Josefo critica su relato de las costumbres y la
historia judías (Manetón, frag. 54 = Josefo, Contra Apión, 1, 26-31, 226-87). Un
fragmento típico, sin embargo, aparece en la siguiente forma (copio las tres
versiones):
La XXXI Dinastía consistió en tres reyes persas. 1. Oco, en el
año veinte de su reinado sobre los persas, se convirtió en rey de Egipto y
gobernó durante dos años. 2. Arses reinó tres años. 3. Darío reinó cuatro
años. Total de años en el tomo tercero, 1050 [los editores sugieren 850].
Aquí termina la Historia de Manetón.
(fr. 75 a, en griego, de Sincelo, según Africano)
La XXXI Dinastía consistió en tres reyes persas: 1. Oco, en el
año veinte de su reinado sobre los persas, se convirtió en rey de Egipto y
gobernó durante seis años. 2. Su sucesor fue Arses, hijo de Oco, que
reinó cuatro años. 3. Despues reinó seis años Darío, el cual fue muerto
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por Alejandro el macedonio. Esto es lo referido en el tomo tercero de
Manetón. Aquí termina la Historia de Manetón
(fr. 75 b, en griego, de Sincelo, según Eusebio)
La XXXI Dinastía consistió en reyes persas: 1. Oco, en el año
veinte de su reinado sobre los persas, ocupó Egipto y lo gobernó durante
seis años. 2. Su sucesor fue Arses, hijo de Oco, que reinó cuatro años. 3.
Después, reinó seis años Darío, al cual mató Alejandro el macedonio. Y
estas son las cosas referidas en el Tomo tercero [segundo en la versión
original armenia] de Manetón.
(Manetón, fr. 75 c, en latín de la traducción armenia de Eusebio)
Las numerosas discrepancias, particularmente cronológicas, ilustran el
problema que afecta a todas las fuentes fragmentarias del período helenístico, aunque
este es un caso extremo. No obstante, Manetón siguió siendo el fundamento de la
cronología egipcia preptolemaica,
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y otro ejemplo importante (si bien raro) de
intercambio entre griegos y no griegos.
Entre las fuentes no historiográficas más valiosas de época más tardía están
las cincuenta biografías en griego de Plutarco de Queronea (n. antes de 50 d. C; m.
después de 120 d. C), que también escribió profusamente sobre filosofía y ética. En
estos breves, y a menudo brillantes, relatos de las vidas individuales explora las
raíces de los caracteres humanos en sus rasgos heredados y adquiridos, tal como los
mostraban sus acciones, con el fin de hacer accesible a sus lectores una verdadera
comprensión del carácter y la moralidad. Cuarenta y seis de estas vidas van en pares:
las Vidas paralelas, en las que un estadista griego es comparado explícitamente con
uno romano; en la mayoría de los casos, un tercer texto más corto llamado la
Comparatio acompaña el dúo. Plutarco era un beocio de Queronea, pero aunque
preservó sus raíces allí, como Polibio y otros muchos griegos educados, se
beneficiaron de contactos intelectuales con Roma y Alejandría y de sus visitas allí. El
emperador Trajano le otorgó honores. Veneraba los ideales de la Grecia clásica, que
estaban siendo reformulados para una nueva audiencia durante el período llamado la
Segunda Sofística (c. 60-230 d. C), bajo el mecenazgo de emperadores tales como
Nerón, Trajano y especialmente Adriano. Plutarco asumió seriamente sus
responsabilidades como encargado de un sacerdocio en Delfos.
En las Vidas paralelas la preferencia general de Plutarco se decanta por las
figuras heroicas de la Grecia clásica que podían equipararse a los romanos que había
escogido; parece pensar menos en Grecia bajo Alejandro y después de él. De la
Atenas de finales del siglo IV, retrata a dos víctimas de la toma de la ciudad por los
macedonios: Demóstenes (comparado con el orador romano Cicerón, también
víctima de una guerra civil) y Foción (junto a Catón el Joven, una víctima honorable
semejante). Por lo demás, junto a Alejandro (yuxtapuesto a Julio César), nos da sólo
siete figuras helenísticas. De los años posteriores a la muerte de Alejandro escribió
sólo tres biografías. El rey Demetrio I es su único personaje regio de la generación de
sucesores de Alejandro; es comparado con Marco Antonio, otro hombre al que
Plutarco atribuye una debilidad de carácter revelada por las circunstancias. Eumenes
de Cardia, el único general no macedonio entre los Epígonos, es comparado con
Sertorius, un soldado igualmente talentoso y marginado. El rey Pirro del Épiro, que
invadió Italia, es colocado en contrapunto a Mario. El descuido de Plutarco en incluir