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Quizá en respuesta a este tipo de iniciativas ptolemaicas, el mecenazgo
seléucida promovió las obras de Beroso (Berossos; FGH 680), un sacerdote
babilonio que escribió en griego una Babyloniaka, o historia de Babilonia hasta
Alejandro, uno de cuyos objetivos era dejar claro a los griegos la diferencia entre
Babilonia y Asiria,
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y de Megástenes (FGH 715), un jefe macedonio que escribió
sobre la India a partir de un conocimiento de primera mano aunque superpuso una
glosa filosófica griega a su presentación de las culturas nativas. La obra de
Megástenes se ha preservado indirectamente a través de la descripción de la India de
Diodoro (2. 35-42).
Sigue siendo cierto que decidir asimilar o diferenciar implica una posición de
poder cultural. El contexto imperial está siempre presente y puede influir en los
escritores de modo consciente o inconsciente. En el Idilio 14 el enamorado Esquines
piensa aliviar su pena yéndose con Ptolomeo como mercenario.
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La posibilidad de ir
a los lugares lejanos del mundo estaba siempre presente para los griegos de finales
del siglo IV y del siglo III. Pero aunque la representación del bárbaro sí contribuyó a
constituir la identidad griega, no debemos asimilarla demasiado al racismo moderno.
LA HISTORIAGRAFÍA Y LA COLECTIVIDAD
Con el fin de esbozar las líneas generales para abordar el papel social y
cultural de los historiadores durante el período helenístico, el examen se centrará
ahora en los historiadores que escribieron durante los siglos III y II, se hayan
preservado sus obras o no. No trataré de las fuentes escritas posteriormente, que se
han examinado en el capítulo 1. Todas las historias contemporáneas están más o
menos perdidas, con excepción de la de Polibio, aunque ésta sólo parcialmente. El
análisis no se ocupará del relato de los acontecimientos, sino de los objetivos del
autor y sus características.
Para el público lector, historia significaba historia política y militar. Ya en el
período clásico esto entrañaba un fuerte énfasis en los «hacedores de la historia»
individuales; Jenofonte, por ejemplo, había escrito semblanzas biográficas de los
hombres que admiraba, como La educación de Ciro y Agesilao, incluso su Anabasis
de Ciro y Hellênika, tenían un fuerte tinte biográfico sumado al autobiográfico. El
retorno de una amplia monarquía al mundo griego acentuó este rasgo de la
historiografía, aunque paradójicamente serían los individuos más poderosos (reyes
como los Ptolomeos, los Seléucidas y los Antigónidas) quienes disfrutarían del
registro literario más deficiente (véase el capítulo 1).
El elemento biográfico era particularmente notorio en la obra de Duris de
Samos (c. 340-c. 270; FGH 76), un discípulo de Teofrasto. Como su padre, Caio, se
convirtió en tirano de su ciudad (no eran tanto monarcas como gobernadores
militares de los Antigónidas
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y después de Lisimaco). La Historia macedónica
(
Makedonika) de Duris abarca los años de 370/369 hasta c. 281/280 y fue muy usada
277
por Diodoro y Plutarco en sus vidas de Eumenes de Cardia, Demetrio I y Pirro. Su
historia se considera a veces sensacionalista, y parece haber incluido anécdotas
escandalosas dirigidas a mostrar a los reyes macedonios desde un ángulo poco
favorable, incluidos los Antigónidas y Lisimaco (quizá compuso su historia después
de la muerte de Lisimaco y del fin de la tiranía en 281/280). Su vida de Agatocles,
tirano de Siracusa, es igualmente hostil; también fue usada por Diodoro. Un estudio
sugiere, sin embargo, que los rasgos predominantes de su escritura no fueron el
escándalo sino «el mito, la anécdota, las lecciones morales, las historias maravillosas,
los proverbios, la poesía y la etimología».
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Se aprecia un énfasis biográfico y personal en la obra de Timeo (Timaeus) de
Tauromenio en Sicilia (c. 350-260; FGH 566), que mientras vivió en Atenas durante
varias décadas escribió una historia de los griegos occidentales hasta la muerte de
Agatocles (289/288) y, al parecer, un relato separado de las guerras de Pirro (hasta
272); fue la principal fuente de Diodoro sobre Agatocles. También era contrario a
éste, quien lo desterró de Sicilia; es claro que Timeo era propenso a atacar a otros
historiadores, por lo cual era llamado Epitamio («calumniador»). No toda la extensa
crítica que le hace Polibio es justa (ocupa todo el libro 12); era un investigador
cuidadoso, y sus investigaciones sobre la datación sincrónica son probablemente
responsables de que los historiadores adoptaran una cronología estándar basada en
las olimpiadas (los intervalos de cuatro años entre los juegos olímpicos: Polib. 12.
11). Parece haber evitado el tono más emotivo de Duris; y fue reconocido como el
primer historiador griego en prestar la debida atención a la historia romana, aunque
desde un punto de vista occidental (FGH 566, testimonios, 9 b-c).
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Muy pocos de
los fragmentos tratan directamente de Roma, pero sabemos que escribió sobre los
Penates (los dioses del hogar de los romanos; frag. 59), dio una fecha equivalente a
814/813 para la fundación de Roma (frag. 60) y probablemente dijo que el rey Servio
fue el primero en utilizar el bronce grabado como moneda (frag. 61). Es famosa su
observación (frag. 139) de que Alejandro conquistó Persia en menos años que los
que Isócrates empleó en escribir su Panegirikos, donde exigía una guerra
panhelénica contra Persia.
Un coetáneo casi exacto de Timeo, y residente como él en Atenas, fue
Filócoro (c. 350-c. 260), ciudadano de esa ciudad y el último de una vital tradición
de historiografía local ateniense. Su Atthis (el nombre, dado probablemente por
Calimaco, era el de una legendaria princesa ática) abarcaba la historia ática desde las
edades míticas hasta 320-261, que ocupaban los últimos dos tercios de su obra (libros
7-17). Lamentablemente, debido al prejuicio clásico de los posteriores compiladores,
casi todos los fragmentos que se han preservado pertenecen a los primeros libros.
Filócoro se distinguió por su investigación de las antigüedades; fue «quizá el primer
historiador académico». Pese a ello, encarna la participación de los intelectuales y
artistas helenísticos en la vida pública, aunque sólo fuera porque acabó embrollado
en la política de la guerra crimonidea y fue ejecutado por Antígono Gónatas por
simpatizante de Egipto.
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El siguiente historiador importante cuya obra se ha perdido fue Filarco de
Atenas o Náucratis (FGHSl), que escribió las Historias desde la muerte de Pirro
(271) hasta la de Cleómenes III (220/219) y utilizó ampliamente a Duris.
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También
es criticado por Polibio (2. 56-63) por su escritura emotiva y sus prejuicios, aunque
Polibio tenía muchos motivos para distorsionarlo pues Filarco presentaba a los reyes
espartanos Agis y Cleómenes favorablemente; es esta versión la que se manifiesta