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La literatura greco-judía tuvo su origen en las versiones griegas de los libros
narrativos de la Biblia, especialmente las Crónicas, y se convirtió en una rama
distinta de la escritura helenística en prosa.
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Comprendía traducciones y
adaptaciones de otros libros bíblicos, los estudios históricos de la historia judía, los
tratados filosóficos y las profecías. Aunque estos textos estaban al servicio de los
judíos grecohablantes de la diáspora, también eran leídos por comunidades bilingües
que necesitaban integrarse en el contexto griego. Los libros de los Macabeos ilustran
estos diversos aspectos. Los dos primeros tratan de acontecimientos ocurridos a
mediados del siglo II; pero aunque el primero (escrito entre 135 y 104) fue traducido
del hebreo, el segundo (escrito entre 124 y 63) es una paráfrasis de un original
griego. Los libros tercero y cuarto son parcialmente ficticios, y el cuarto en parte
filosófico.
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(Los dos primeros a menudo son impresos con los Apócrifos o libros no
canónicos del Antiguo Testamento en la Biblia cristiana.)
Un rasgo de muchas de estas obras es el esfuerzo por vincular la visiones del
mundo hebreo y griega de alguna manera, como cuando Aristóbulo de Alejandría (c.
finales del siglo II a.C; no el historiador de Alejandro) derivó las ideas de los poetas
y filósofos griegos de Moisés. Leemos en Macabeos que los judíos afirmaban un
parentesco con los espartanos y fueron reconocidos por el rey Areo a mediados del
siglo III:
Viendo Jonatán que las circunstancias le eran favorables, escogió
hombres y los envió a Roma con el fin de confirmar y renovar la amistad
con ellos. Con el mismo objeto envió cartas a los espartanos y a otros
lugares...
«Jonatán, sumo sacerdote, el senado de la nación, los sacerdotes y
el resto del pueblo judío saludan a sus hermanos los espartanos. Ya en
tiempos pasados, Areios, que reinaba entre vosotros, envió una carta al
sumo sacerdote Onías en que le decía que erais vosotros hermanos
nuestros como lo atestigua la copia adjunta. Onías recibió con honores al
embajador ... hemos procurado enviaros embajadores para renovar la
fraternidad y la amistad con vosotros y evitar que vengamos a seros
extraños, pues ha pasado mucho tiempo ya desde que nos enviasteis
vuestra embajada. Por nuestra parte, en las fiestas y demás días
señalados, os recordamos sin cesar en toda ocasión en los sacrificios que
ofrecemos y en nuestras oraciones, como es justo y conveniente acordarse
de los hermanos. Nos alegramos de vuestra gloria. A nosotros en cambio,
nos han rodeado muchas tribulaciones y guerras ... [pero] contamos con
el auxilio del Cielo, que viniendo en nuestra ayuda, nos ha librado de
nuestros enemigos y a ellos los ha humillado. Hemos, pues, elegido a
Numenio, hijo de Antíoco, y a Antípatro, hijo de Jasón, y los hemos
enviado a los romanos para renovar la amistad y la alianza que antes
teníamos, y les hemos dado orden de pasar también donde vosotros para
saludaros y entregaros nuestra carta sobre la renovación de nuestra
fraternidad. Y ahora haréis bien en contestarnos a esto.» Esta es la copia
de la carta enviada a Onías:
«Areios, rey de los espartanos, saluda a Onías, sumo sacerdote.
Se ha encontrado un documento relativo a espartanos y judíos de que son
hermanos y que son de la raza de Abrahám. Y ahora que estamos
enterados de esto, haréis bien en escribiéndonos sobre vuestro bienestar.
Nosostros por nuestra parte os escribimos: Vuestro ganado y vuestros
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bienes son nuestros, y los nuestros vuestros son. Damos orden de que se
os envíe un mensaje en tal sentido.»
(Mac. I, 12: 1-23)
Después los espartanos respondieron a la noticia de la muerte de Jonatán y
renovaron su amistad con su sucesor, Simón (Mac. I, 14: 16-23). Un sumo sacerdote
exiliado, Jasón incluso se afincó en Esparta y murió allí (Mac. II, 5: 9).
Era más factible que fueran las élites griegas (tanto en la ciudad y en los
estados federales) quienes desearan crear y disfrutar la historia, más que los súbditos
de los reyes. Esto es particularmente cierto en relación a aquellos que deseaban
escribir el tipo crítico de historia realizado por Tucídides y los historiadores áticos
del siglo IV. Otras formas de literatura necesitaban del mecenazgo: el apoyo de las
altas esferas era necesario si la redacción de obras científicas o la diligente
investigación en la biblioteca iba a ser algo más que un pasatiempo. Para las élites
independientes el sentimiento de la participación política era suficiente para escribir
historia.
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Por otra parte, la posición prominente de una comunidad como polis o liga
no era garantía de imparcialidad; los historiadores independientes del patrocinio real
podían tener fines interesados. Los integrantes de las élites griegas habrían deseado
leer historia debido a que veían que su comunidad había desempeñado un papel en la
creación de la historia, y había tenido una participación en gestar la historia ahora
«clásica» de épocas antiguas; necesitaban saber de dónde procedían. Esto explica
parcialmente el entusiasmo por las historias locales y las investigaciones de
antigüedades, convertidas en materia de interés público. Muchos de estos escritores
se basaron ampliamente en obras geográficas, que se volvieron más populares y
desempeñaron un gran papel consignando y construyendo los horizontes del mundo
griego después de Alejandro.
Uno de los escritores más partidistas del siglo III fue Arato de Sición (271-
213; no debe ser confundido con el poeta didáctico), general de la liga aquea durante
buena parte del período 245-220. Aunque «de tosco estilo y deslucido por
importantes omisiones»,
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sus memorias (básicamente una apología de sus propias
acciones) fueron la principal fuente de Polibio para el período que va hasta 220.
Polibio era beligerantemente proaqueo y antiespartano, lo cual no es sorprendente
considerando sus orígenes (capítulo 1); lo mismo debe aplicarse a Arato, pese a la
afirmación de Polibio de que las memorias eran «francas y lúcidas» (2. 40, Austin
53). No causa asombro que estos autores tengan una opinión de Cleómenes III muy
diferente de la que ofrece Filarco. Tanto Arato como Polibio ejemplifican el trabajo
histórico de una élite griega independiente, aunque Polibio dominaba horizontes
mucho más amplios que un historiador de la polis.
La historia militar, aunque no exclusiva para los historiadores del mundo de
la política griega, no era menos importante para ellos que para los reyes. Las batallas
y las guerras, que para nosotros son un aspecto específico de la historia que ha de
subsumirse en los problemas sociales y culturales más vastos, eran para los escritores
antiguos la estructura de la historia. Las batallas se convirtieron en piezas literarias,
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uno de los tipos de escritura más cuidadosamente concebidos. Polibio dedica relatos
pormenorizados a batallas como la de Sellasia (2. 63-71) y Rafia (5. 80-86), siempre
esforzándose por ofrecer una explicación convincente de cómo el resultado estaba
destinado a ser el que fue, admitiendo el papel de Tiché (la Fortuna).