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septentrionales y el interior de Irán). No sólo son difíciles los accesos y salidas por el
extremo oriental, sinoque en general la costa occidental ofrece más puntos de fácil
acceso.
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Este hecho y las divisiones topográficas tendieron a desalentar la unificación
política. El potencial agrícola de la planicie, comparativamente limitada, atribuible al
clima antes que al relieve del suelo, ha hecho que las ciudades en la mayoría de las
épocas estuvieran sobre todo en la costa o próximas a ella. La helenización del
interior no avanzó mucho hacia finales del siglo IV, y Alejandro no tuvo tiempo de
conquistar todas las regiones (varias áreas del interior y del norte, como Comagene y
Ponto, no fueron conquistadas por él y nunca estuvieron firmemente bajo el poder
seléucida),
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pero las estrechas planicies costeras del norte y del oeste estaban
bordeadas por
poleis griegas. Las más famosas estaban en la costa occidental:
Pérgamo en la Tróade, pasando por la Eólida y después Jonia, con ciudades como
Éfeso y Mileto, hasta las zonas parcialmente helénicas de Caria y Licia en el
suroeste, donde estaba situada Halicarnaso. En el interior de Jonia estaba la satrapía
persa de Lidia con su capital, Sardes. Las regiones de Asia Menor eran famosas por
sus vinos, por frutos como los higos y, en general, por productos animales como las
pieles de cordero y los tejidos de lanas.
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El imperio seléucida (Adaptado de Kuhrt y Sherwin-White, Hellenism)
Las áreas sombreadas representan el territorio por encima de 1.000 y
3.000 m.s.n.m
.
Aunque las ciudades griegas disfrutaban de una mezcla típica de comercio y
agricultura (algunas, como Priene, dominaban un territorio habitado por pueblos no
griegos reducidos casi a la servidumbre), las tierras del interior, aunque parcialmente
urbanizadas, eran en general menos prósperas. Más hacia el este, la península se
dividía en Bitinia, Frigia, Panfilia y Paflagonia (un traspaís montañoso tras la costa
norte). Aunque no todas eran satrapías seléucidas, la mayoría estaban dentro de la
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esfera seléucida de dominación. (El Ponto se incluye en la sección «Anatolia
oriental», más adelante).
Si bien las regiones urbanizadas al oeste del Tauro eran capaces de producir
rentas sustanciales, la región era naturalmente difícil de controlar desde el oriente, y
se convirtió en el teatro de guerras y secesiones intradinásticas, aun cuando es de
suponer que los reyes habrían dedicado esfuerzos considerables a consolidarse en
ella. La distancia exclusivamente no parece una explicación adecuada para estas
dificultades, puesto que Seleucia de Pieria (para mencionar siquiera una de las
capitales seléucidas) no estaba más lejos de las partes más ricas de Asia Menor que
del Irán occidental; la distancia era más corta por mar. Los problemas probablemente
se debieron en parte a la fragmentación geográfica y política de Asia Menor, en parte
a las tradiciones de independencia de la ciudad griega, pero en una medida muy
grande a la proximidad de Egipto y Macedonia, cuyos soberanos periódicamente
trataban de desestabilizar el poder seléucida.
El Asia Menor occidental (Adaptado de J B Salomón, en Talbert, Atlas,
p. 73)
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El Levante o el «Creciente Fértil»
Esta zona costera abarca los actuales países de Israel, Jordania, Líbano, Siria
e Iraq, y sus áreas suroccidentales, que fueron continuamente disputadas por los
Ptolomeos. Es con buen fundamento que los escritores modernos llaman a este
conjunto de regiones el «Creciente Fértil»; efectivamente, su fertilidad puede haber
sido mayor en la antigüedad.
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Siguieron siendo una importante fuente de riqueza y
no menos porque tenían la mayor concentración de grandes ciudades en todo el
imperio. Muchas eran ya antiquísimas, como Babilonia y Uruk en Mesopotamia, y
los puertos fenicios de Tiro y Sidón.
Mesopotamia (los dos tercios noroccidentales de Iraq) es un área baja de unos
90.000 km cuadrados de extensión, formada por las planicies fluviales del Eufrates y
el Tigris unidas. Para mitigar las temperaturas extremas asociadas al clima
continental (inviernos secos y fríos; veranos cálidos y secos),
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el Tigris y el
Eufrates, con abundante agua proveniente de la nieve fundida, tienen una crecida
anual como el Nilo, permitiendo las complejas combinaciones de riego que describe
Estrabón (16. 1. 9-11 [740-741]). Alejandro concibió la idea de remozar un canal que
bajaba de Babilonia, de modo que en la estación seca pudiera ser más fácilmente
contenido en un dique y hacer así que el Eufrates permaneciera lleno de agua:
para ello decidió cegar drásticamente el desagüe del Eufrates en el
Palácopas, justo en el punto en que las aguas de aquél se desvían hacia
éste. Al avanzar unos treinta estadios, advirtió que el terreno se hacía
rocoso, y pensó que si abría una zanja hasta conseguir unirla al antiguo
canal de Palácopas, el agua no podría así desparramarse por ser el terreno
muy compacto; además, cuando interesase, sería muy fácil cortar la
corriente. Más tarde, navegó hasta el Palácopas y bajó por él hasta los
lagos en dirección a Arabia. Encontró allí un lugar bien situado y en él
fundó una ciudad, toda ella amurallada, en que asentó a algunos
mercenarios griegos que voluntariamente se lo habían pedido, así como a
otros que por su edad o por sus heridas resultaban inútiles para la guerra.
(Amiano, Anáb. 7.21. 6-7)
La fertilidad de la región era legendaria:
La tierra produce cebada en tales cantidades que ninguna otra
región la iguala, dicen incluso que trescientas veces más. Sus demás
necesidades las cubre la palmera, a saber pan, vino, vinagre, miel y
granos; y todo tipo de textiles provienen de ella; y los forjadores de
bronce usan las cascaras en lugar de carbón, y éstas cuando se humedecen
son forraje para los bueyes y las ovejas de engorde.
(Estrabón, 16. 1. 14 [742])
Además de los productos agrícolas, las ciudades de Mesopotamia
probablemente cobraban peajes al comercio terrestre de caravanas.
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La agricultura y
el comercio mantuvieron su contribución al tesoro real en un alto nivel. La mejor
tierra estaba en la convergencia de los dos ríos. Aquí, frente a Babilonia, Seleuco
fundó una nueva ciudad, Seleucia del Tigris, que se convirtió en un punto nodal de
las rutas hacia Asia; Estrabón describe cómo se hizo más grande que Babilonia y la