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década de 260 (Trogo,
Prólogos, 26).
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El nuevo heredero fue su hijo menor, el
futuro Antíoco II.
Los acontecimientos del reinado de Seleuco I y Antíoco I habían hecho de
Siria una zona de fricción entre Asia y Egipto. También habían permitido (fuera del
hiato de 281) a los reyes y a sus gobernadores acumular una experiencia de medio
siglo en consolidar el poder imperial y construir una unidad estable dinástica.
Antíoco II y Seleuco II (261-226 a.C.)
Los reinados de Antíoco II (261-246) y Seleuco (246-226) a veces son
representados como período de grandes crisis que amenazan su control sobre el
imperio oriental. Musti presenta las posesiones iranias como cada vez más
marginales «a la unidad económica y política que estaba madurando en el núcleo
sirio-mesopotamio del estado»,
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pero el énfasis occidental es discutible. Los
soberanos de Bactriana consiguieron su independencia en esa época, pero no hay
testimonios detallados de otros acontecimientos en el oriente; para cualquier comarca
determinada sería más seguro asumir la continuidad del dominio seleucida a no ser
que sea desmentido con pruebas. Desde esta perspectiva, el hecho de que no se sepa
de algún rey seleucida que haya visitado Irán entre la década de 260 y c. 230
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puede
muy bien ser un signo de confianza y estabilidad, antes que de debilidad. Bactriana
permaneció en cierto sentido adscrita al imperio que había necesitado de sus recursos
y protección estratégica; el asunto clave es lo que pertenecer al imperio implicaba, y
volveremos sobre este punto después. Finalmente la Bactriana griega cayó en manos
de los invasores nómadas a finales del siglo II aproximadamente, quizá los
gobernantes la abandonaron mientras que los plebeyos siguieron allí y brindaron su
adhesión a los nuevos amos.
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Al inicio de su reinado, Antíoco II (r. 261-241) luchó en la segunda guerra
siria contra Ptolomeo II, que estaba tratando de ganar territorios en Asia Menor y el
Egeo, pero perdió en favor de Antíoco algunas ciudades griegas en Jonia, en islas
como Samos, y en las zonas costeñas de Cilicia Tráquea y Panfilia. Lo que vino
después puede ser visto como un compromiso o como una victoria diplomática para
Antíoco: se divorció de su reina Laodicea, y se casó con la hija de Ptolomeo,
Berenice. A la muerte de ambos reyes en 246 siguió inmediatamente una nueva puja
por el poder, la tercera guerra siria o guerra laodicea (246-241) en la que Ptolomeo
III invadió Asia Menor con la esperanza de asegurar la sucesión para el hijo de
Berenice y Antíoco. Sin embargo, ella y su hijo fueron asesinados, y el trono pasó al
sucesor elegido por Antíoco, su hijo con Laodicea, Seleuco II. Pese a este revés la
invasión de Ptolomeo llegó realmente hasta Babilonia, aunque al final ganó o
recuperó sólo algunos baluartes mediterráneos, incluida Seleucia (el puerto de
Antíoco) y varias zonas de Cilicia Tráquea, Panfilia y Jonia.
Seleuco II (r. 241-226/225), como sus predecesores, usó el sistema de un
correinado inicial para asegurar el control del imperio; pero el rey correinante fue su
hermano Antíoco «Hiérax» (halcón) y su rivalidad pronto se convirtió en una guerra
(c. 241-c. 239; cf. Estrabón, 16. 2. 14 [754], Austin 144). Átalo I de Pérgamo se vio
envuelto rápidamente en una guerra con Hiérax, que ahora se hacía llamar rey;
después de intermitentes campañas, Átalo lo derrotó en 227 y dominó gran parte de
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Asia Menor; pero en un cuadro más amplio (si aceptamos que el centro del imperio
no estaba en occidente), la pérdida de territorio ante Pérgamo no era quizá tan seria.
Más importante para Seleuco era el control del noreste; alrededor de 230-237 estaba
combatiendo a los partos con vista a reasegurar su control sobre Bactriana.
Los treinta y cinco años de los reinados de Antíoco II y Seleuco II habían
visto pérdidas territoriales y luchas dinásticas, lo cual sugiere que el imperio podría
ser más vulnerable a los trastornos que antes. Una combinación de casualidades y
planes prolongaría la cadena de crisis después de la muerte de Seleuco II.
Seleuco III y Antíoco III (226/225-187 a.C.)
Seleuco II murió pronto, y su hijo Seleuco III (r. 226/225-223) fue asesinado
mientras estaba en campaña contra Átalo I. Fue sucedido por su hermano Antíoco III
(r. 223-187), de 19 o 20 años de edad, quien sería el miembro más duradero y exitoso
de la dinastía desde su fundador. Su ascenso al trono fue seguido en 221 por el de
dos hombres incluso más jóvenes en los reinos rivales: Ptolomeo IV en Egipto y
Filipo V en Macedonia, una coincidencia histórica que no se le escapó a Polibio (2.
71, cf. 5. 34; Austin 223). Sus reinados verían una reorganización completa de la
política global del Mediterráneo oriental, ayudada por la intervención romana.
No obstante, primero Antíoco III tenía que rechazar otras amenazas. Al morir
Seleuco II, el ejército había proclamado a Acayo como rey, un nieto de Seleuco II;
pero éste renunció al trono en favor de Antíoco III y continuó dirigiendo la campaña
contra Átalo (Polibio, 4. 48; Austin 146). Polibio nos dice que, Hermias, el primer
ministro de Antíoco dominaba al joven rey. Molón, comandante de las satrapías
orientales, se sublevó en 222, supuestamente temeroso del poder de Hermias, el cual
fue asesinado. Molón fue derrotado, pero no antes de haber invadido el imperio
occidental. Casi inmediatamente Acayo asumió el título real en Asia Menor, una
región que periódicamente era centro de aspiraciones separatistas. Por un tiempo
Antíoco se conformó con dejarlo actuar, pero en 213 Acayo fue apresado, mutilado y
empalado, el mismo castigo que los reyes persas habían aplicado tradicionalmente a
los traidores.
Las campañas occidentales de Antíoco lo habían llevado ya a invadir Egipto,
donde fue derrotado en Rafia. Ahora, en 212, tomó Comagene y el norte de Armenia
e hizo que el rey del sur de Armenia le pagara los tributos atrasados. Siguiendo hacia
el este, se embarcó en una serie de campañas durante ocho años (212-25/204) que
fueron llamadas anabasis o «ascenso» (como la anabasis de Jenofonte, «viaje al
interior» con Ciro el Joven en 404-399), en las que restableció el señorío seléucida en
las satrapías orientales. El ataque que realizó efectivamente contra los partos debe
verse como la expulsión de las incursiones fronterizas desde Media nororiental, antes
que como una invasión del territorio de éstos, pues los partos, tal como muestran sus
monedas, todavía reconocían la supremacía seléucida.
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Obtuvo el título de Megas,
«el Grande». Atacó a Eutidemo de Bactriana por rebelde y usurpador, pero
finalmente reconoció su realeza; según Polibio, Eutidemo apeló a su mutua
necesidad de seguridad frente a los numerosos nómadas que amenazaban ambos
reinos (Polibio, 11. 34, 1-10, Austin 150, donde averiguamos que venía
originalmente de Magnesia, probablemente de la ciudad lidia de ese nombre). La