311
(Oh) Nabú, primogénito, cuando entres a Ezida, la verdadera
casa, te pluga favorecer a Antíoco (y) el favor para Seleuco, el rey, su
hijo, (y) Estratonice, su consorte, la reina, esté en tu boca.
(Austin 189)
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El reino seléucida se parece a los imperios modernos en ciertos aspectos: un
grupo dominante étnicamente definido, la explotación económica de territorios
conquistados (en este caso mediante los impuestos, el tributo y el servicio militar), y
así sucesivamente. Pero no se hizo ningún intento (como en los imperios británico y
soviético) de homogenizar la ley o estandarizar la producción económica. Entre sus
peculiaridades estaba que los soberanos greco-macedonios eran, en efecto, exiliados
de su patria étnica, y que eran tanto los creadores como los herederos del imperio. La
teoría del centro-periferia (o núcleo-periferia), con frecuencia utilizada en el análisis
de las relaciones modernas político-globales (basadas en la idea de que los sistemas
económicos extraen riqueza de las áreas lejanas desfavorecidas hacia la zona central
dominante), puede esclarecer ciertos aspectos pero no puede ser transferida por
completo al contexto de la antigüedad, sobre todo porque el imperio no tenía un
único centro —un análisis moderno menciona cinco lugares como capitales bajo los
Seléucidas: Antioquía, Seleucia del Tigris, y los antiguos centros aqueménidas de
Ecbatana, Susa y Sardes
82
— o un centro económico o administrativo. La diversidad
y la falta de centralización eran los distintivos de este panorama tributario. En cierto
sentido el «núcleo» estaba dondequiera que el rey estuviera; Antíoco II todavía se
ocupaba de los asuntos rutinarios durante su anabasis. En 210, desde algún lugar de
Irán, escribió a Zeusis, virrey de Asia Menor, sobre el nombramiento de un
sacerdote, tal como sabemos por Josefo, historiador judío del siglo I d.C:
El rey Antíoco a Zeusis, su padre, salud. Si tú estás bien de salud,
me alegro; yo también estoy bien.
(149) Habiendo sabido que algunos en la Lidia y la Frigia promueven
movimientos sediciosos, pensé que debía prestar al asunto la mayor
atención. Después de consultar con los amigos lo que parecía más
conveniente hacer, nos ha parecido indicado transferir dos mil familias
judías con todo su equipo desde Mesopotamia y Babilonia a las
guarniciones y lugares más importantes. (150) Creo que han de ser
buenos custodios de nuestros asuntos por la piedad que practican... Por lo
tanto quiero que, no obstante lo trabajoso que es, se los traslade, con la
promesa de que se les permitirá atenerse a sus leyes. (151) Después de
que los transportes a los dichos lugares, les darás lugar donde edifiquen
sus casas y campo para plantar viñas, y durante diez aflos estarán libres
de todo impuesto por los frutos de la tierra... (153) Procura también, en la
medida de lo posible, que nadie los incomode.
(Jos. Antigüedades de los judíos, 12. 148-153, Austin 167, Burstein 29,
cf. 35)
83
Desde otro punto de vista, el «núcleo» del imperio se define verticalmente (en
términos de clase social) antes que horizontalmente (en términos de regiones
geográficas), y consiste en la élite dominante grecomacedonia.
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312
El país y los impuestos
Un pasaje casi al inicio del libro 2 de Económicos atribuido a Aristóteles,
pero probablemente escrito por otro erudito después de la muerte de éste, analiza la
administración «real» y «satrápica» de un modo que sugiere que el escritor tenía en
mente el imperio seléucida.
Así pues vemos primero la economía propia del rey (basiliké
oikonomia). Ella es universal en sus posibilidades, pero tiene cuatro
aspectos especiales: la moneda en circulación, las exportaciones, las
importaciones, y los gastos.
Tomemos cada uno de éstos: con la moneda en circulación me
refiero a qué tipo y cuándo se ha de acuñar de valor alto o bajo; en
relación a las exportaciones e importaciones, en qué momentos y cuáles
productos le será ventajoso disponer de ellos, una vez recibidos de los
sátrapas en tributo real; respecto de los gastos, cuáles habría de suprimir y
en qué momento, y si deberían pagar los gastos con moneda, o en lugar
de moneda, con mercancías.
En segundo lugar, veamos la economía satrápica (satrapiké
oikonomia).
Pertenecen a ésta seis tipos de ingresos: de la tierra; de los
productos peculiares de la región [o «cosas especiales»], del comercio [o
«mercaderes»], de los impuestos, de los rebaños y demás fuentes. De
ellos, el primero y más importante es el que proviene de la tierra; este es
el que algunos llaman ekphorion [impuesto sobre el producto] y otros
«diezmo»; el segundo en importancia procede de los productos
peculiares, en un lugar oro, en otro plata, en otro cobre, cualquier cosa
que se pueda hallar en un lugar determinado; el tercero es el derivado del
mercado exterior [o «mercaderes»]; el cuarto es el que resulta de los
impuestos por el paso por tierra y de los mercados. El quinto procede de
los rebaños, llamado «primicias» o «diezmo»; el sexto procede de las
personas, al que se da el nombre de «capitación» y cheirônaxion [¿una
tasa de los artesanos?].
(Pseudo-Aristóteles, Económicos, 2. 1.2-4, 1345a-b)
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Debería subrayarse que el autor está describiendo dos aspectos de un único
sistema, no dos sistemas alternativos. El extracto resalta nítidamente los diferentes
intereses de los distintos grupos: el rey recibe productos de los sátrapas y desea
maximizar el ingreso de su tesoro; el sátrapa está ocupado en recaudar la renta en el
ámbito regional y regular directamente la actividad económica de su provincia, pero
también tiene propiedades privadas, cuyo producto puede ser embargado. El sátrapa
era quizá también responsable del mantenimiento del sistema del «camino real» que
Heródoto admiraba tanto (5. 52).
Sin embargo, en una provincia (al menos en la parte occidental del imperio),
el rey tenía responsabilidad directa de ciertos arreglos económicos. Los bosques y las
minas, por ejemplo, probablemente pertenecían al rey. Los impuestos a las ventas
mencionados en el texto citado implican el control real de las ferias y mercados
(véase también la inscripción Austin 78, BD 40, Sherk 21, Syll3 646).
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Dicho
control también se deduce en una carta del rey Antíoco (probablemente I o II) a un