353
La muralla septentrional de la fortificación de Eleuteria en la Ática
noroccidental. (Fotografía del autor.)
Los puntos clave de este pasaje son, primero, el presunto contraste entre la
desordenada experimentación anterior y la investigación posterior basada en la
búsqueda de un factor constante; segundo, el papel de la protección real. Entre los
principales modelos de artillería descritos por Filón está la catapulta inventada por
Ctesibio que estaba dotada de resortes de bronce y aire comprimido (Filón, Bel. 67.
28-72. 23)
31
.
Las armas ofensivas podían servir para la defensa; el inventor podía ser el
benefactor de la ciudad así como servidor del rey. Arquimedes inventó arpeos y
catapultas que contribuyeron a que los siracusanos mantuvieran a raya a las naves
romanas durante tres años (descrito extensamente por Plut. Marc. 15. 1-17. 3), y se
dice que ideó espejos que concentrarían los rayos del sol en las naves para
incendiarlas (Tzetxes, Chil. 2. 118-127, GMW ii. 20).
32
La importancia de la táctica
antiasedio, y la estrecha relación entre la experimentación mecánica y la seguridad
pública, se ve realzada por la diversidad de tretas defensivas que las ciudades
adoptaban,
33
particularmente aquellas que implicaban máquinas defensivas que
lanzaban armas arrojadizas, guadañas y redes, o vaciaban sustancias perjudiciales o
paralizantes sobre la cabeza de los atacantes. Por tanto, es indicativo del pensamiento
helenístico y romano que Vitrubio, fuertemente imbuido de las ideas helenísticas,
terminara su obra De la arquitectura con capítulos sobre las armas ofensivas y las
estratagemas defensivas (10. 10-16).
Algunas de las respuestas más visibles a las nuevas tácticas son los vestigios
existentes de las fortificaciones, que adoptaron trazados cada vez más complejos y de
más sofisticación táctica a partir de la segunda mitad del siglo IV en adelante. El
trazado de las murallas del fuerte de Eleuteria en el noroeste de Ática estaba
concebido para obstaculizar a los atacantes, con complejas entradas de diferentes
formas y con salientes y entrantes en las murallas para permitir a los defensores
disparar a los atacantes de costado.
34
Hasta 1981 la obra de arquitectura más grande
que quedaba era la torre en la esquina sureste del fuerte de Aigosthena en la punta
354
del golfo de Corinto (las hileras más altas de la mampostería saltaron debido a los
daños causados por el terremoto); el fuerte puede estar vinculado con Demetrio I o
algún otro de los diadocos, pero ha sido también tentativamente atribuido a los
atenienses y datado en la década de 340.
35
Una potencia militar sin precedenes exigía construcciones a una escala sin
precedentes.
36
Así como el patronazgo real dio origen a una arquitectura colosal, del
mismo modo produjo aparatos militares enormes tales como la famosa Helépolis
(«tomaciudades») de Demetrio Poliorcetes. Usó una de estas contra la ciudad de
Salamina en Chipre en 306 (Diod. 20. 48. 2-3); tenía ballestas capaces de lanzar
proyectiles que pesaban tres talentos (c. 80 kg), pero los ciudadanos la incendiaron
(20. 48. 6-7). Durante el sitio de Rodas en 304 se edificó una versión más grande:
Después de haber juntado una masa de todo tipo de materiales,
construyó una máquina llamada helépolis, cuyo tamaño excedía en
mucho a la que había fabricado antes. Hizo que cada lado de la
plataforma cuadrada fuera de casi cincuenta codos de largo, hechos de
troncos unidos con hierro. El espacio interior lo dividió con vigas
separadas entre sí por un codo, de modo que hubiera espacio para los
hombres que empujarían la máquina hacia adelante. Toda la estructura
era movida por ocho sólidas ruedas; sus aros, reforzados con fuertes
láminas de hierro, tenían un grosor de dos codos ... El edificio tenía una
altura de nueve pisos, el primero tenía un área de cuarenta y tres akainai
[c. 400 m2], el noveno superior nueve akainai [c. 80 m2]. Los tres flancos
visibles estaban cubiertos con láminas de hierro remachado por el
exterior de modo que fueran invulnerables para los que les lanzaban
fuego. Los pisos tenían ventanas en el frente, correspondientes en tamaño
y forma a las particularidades de los proyectiles que iban a ser lanzados.
Estas ventanas estaban dotadas de cerraduras que podían cerrarse
mecánicamente, con lo cual los hombres en cada piso ocupados en el
lanzamiento de proyectiles podían estar protegidos; pues las cerraduras
estaban unidas por costuras de cuero y estaban rellenas con lana, con el
propósito de absorber el impacto de la artillería.
(Diod. 20. 91.2-6)
Vitruvio (10. 16. 3-8) y autores posteriores traen otras descripciones. La
máquina estaba movida por 3.400 hombres, los de la parte externa estaban protegidos
por colgadizos y pasadizos cubiertos. Cuando la helépolis fue traída hasta las
murallas, acompañada por arietes y cargada con la artillería (Diod. 20. 95. 1-2),
parece haber probado su valor, puesto que partes de la muralla rodia fueron
derribadas (95. 5). Después fue dañada por el fuego y sus láminas de metal
desmontadas, aunque el incendio fue apagado (96. 4. 7). No obstante, el sitio fue
abandonado finalmente (99. 1), y semejantes artilugios desmesurados parecen haber
caído en desgracia.
Otras fuentes hablan de enormes naves de guerra construidas por Antigono
Gónatas y Ptolomeo Filadelfo, que tuvieron, respectivamente, veinte y treinta bancos
de remos; se sabe de ellas por la dedicatoria realizada por Ptolomeo II encontrada en
el santuario de Afrodita en Pafos, en Chipre: «El rey Ptolomeo (honra) a Pirgoteles
hijo de Zoés, arquitecto de la nave de treinta bancos (triakontérés) y el de veinte
bancos (eikosérés)» (OGIS 39). Ateneo (5. 203 d-e; Austin 219) lista las
excepcionales naves de Filadelfo, mencionando la de «veinte» y la de «treinta». La