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Tetradracma de plata «de nuevo estilo» (16,75 g) de Atenas, c. 125 a C.
Anverso: cabeza de Atenea. Reverso: buho sobre ánfora. (Ashmolean
Museum, Universidad de Oxford.)
La nueva moneda se encuentra ordinariamente en Délos, que tenía estrechos
vínculos económicos con Atenas. Los miembros de la aristocracia en ambos lugares
estaban con frecuencia emparentados, y la relativa independencia de Délos parece
haberla hecho atractiva a los atenienses ricos con intereses en los negocios. Un
programa de construcción en la isla, y la necesidad concomitante de que se grabaran
las cuentas del templo, dieron empleo, casi con toda seguridad, a grabadores de letras
que habían estado antes ocupados en la factura de inscripciones en Atenas.
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Los
prósperos comerciantes no griegos emigraron a Délos, haciendo que sus hijos
entraran en la versión local de la ephebeia, que finalmente dominaron. A finales del
siglo II, cuando la prosperidad délica alcanzaba su cénit y el número de residentes
itálicos crecía, los miembros de la élite, que sabían que debían su prosperidad al
favor romano, comenzaron a dedicar votos al «pueblo de Roma» junto con el demos
de los atenienses. Por esa época también (c. 119 a.C.) se comenzaron a erigir estatuas
honoríficas de romanos notables en la misma Atenas.
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De Pidna al saco de Corinto (168-146 a.C.)
Nuestras fuentes desde el año 167 al 150 son incompletas: Livio está perdido,
Polibio es fragmentario. Aunque hay pocos indicios, es posible que esta fuera
realmente una época tranquila al menos al comienzo. Los romanos apoyaron a
Calicrates como jefe de la liga aquea, pero retuvieron rehenes aqueos hasta que
Polibio contribuyó a asegurar su regreso en 150 (Plut. Catón el viejo, 9 = Polib. 35.
6). El senado también continuó interviniendo de buen grado en las disputas locales,
como la de Esparta y Argos, o de Atenas y los delios expulsados después de 167
(Polib. 32. 7; en este caso el juicio se falló en contra de Atenas en 159/158). El
senado parece también haber desestimado a los atenienses en una cuestión referente a
un sacerdocio délico privado de Serapis (Burstein 75, Sherk 28, Syll3 664).
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Roma trató de debilitar a la liga aquea separando ciudades de ella (Paus. 7.
11. 1-3). En un comentario revelador, Polibio (32. 13) informa que el senado temía
que el ejército romano perdiera su capacidad bélica si no era usada, y por tanto se
implicó ávidamente en una efímera guerra en Dalmacia en 156. La revuelta de
Andrisco en Macedonia, que buscaba reconstruir la realeza y consiguió un apoyo
considerable en las cuatro repúblicas, dio a los romanos una razón para intervenir
completamente en 149-148.
En el sur de Grecia a finales de la década de 150, un persistente contencioso
entre Atenas y la liga aquea por la posesión ateniense de Oropo en la frontera Beocia,
llevó a una ruptura entre Esparta y la liga: se dice que Menálcidas, un general
espartano, habría estafado a Calicrates en la parte que le correspondía de un soborno
que pagaron los oropenses (Polib. 32. 11. 5-7, fragmentario; Paus. 7. 11. 4-7. 12. 9;
cf. también Austin 137, Syll3 675, al relatar la mediación de un aqueo).
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Aunque
Calicrates murió en 150, Menálcidas y el aqueo Dieo asistieron al arbitraje en Roma
(149/148), pero esto fue superado por los acontecimientos. Al quedar Calicrates fuera
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del juego, fue más difícil de contener a la liga. Dieo insistió en la acción militar
contra los periecos de Esparta, pese a que había acordado esperar una comisión
senatorial, y Menálcidas se comportó de modo igualmente desafiante (Paus. 7. 13. 2-
8). Harto de la obstinación aquea, el senado proclamó que Esparta, Corinto, Argos y
otros lugares debían ser separados de la liga, con lo cual las relaciones con la liga
quedaron rotas y los romanos declararon la guerra en 146 (Paus. 7. 14. 1-15. 1).
Como en 172, hubo un amplio apoyo para la causa antirromana, aunque esto
pueda parecer fútil. Polibio hace una notable observación, aun cuando está teñida por
prejuicios de clase, sobre la composición de la asamblea de la liga aquea en el verano
de 146, donde los emisarios romanos intentaron apaciguar a los delegados:
La masa los escuchó, pero no les hizo el menor caso; se burlaba
de los legados romanos y acabó echándoles entre alborotos y tumultos.
Allí se juntó una masa de artesanos y obreros manuales como nunca se
había visto; todas las ciudades estaban resfriadas,
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pero más que ninguna
Corinto, su población entera. A unos pocos les agradaban mucho los
discursos de los embajadores romanos.
(Polib. 38. 12. 4-5)
Como señala Wallbank, tal gama de representación era improbable en una
(mera) reunión del consejo;
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es presumible que fuera una sesión plenaria del consejo
y una asamblea conjuntamente. Corinto era uno de los dos grandes centros
manufactureros en Grecia, y probablemente los «gamberros» fueran en buena parte
hombres del lugar y no miembros del consejo. No se trata de una toma del poder por
trabajadores radicales, pero indica el sentido y la fuerza del sentimiento popular, que
tenía una rara oportunidad de manifestarse debido al lugar donde se realizó la
reunión.
El desafío resultó inútil, y quizá fuese tan absurdo como Pausanias lo calificó
tres siglos después (7. 14. 5-6). Los romanos derrotaron a las fuerzas de la liga en
tres ocasiones (Polib. 38. 14. 3; Paus. 7. 15. 4-6); después de la tercera derrota, en
agosto o septiembre de 146, Dieo (en opinión de Pausanias) podría haber llegado a
Corinto y forzado a Mumio a un sitio interminable (Paus. 7. 16. 4). En cambio,
Corinto se rindió. Dos días después la ciudad fue incendiada, la mayoría de sus
ciudadanos fueron asesinados; las mujeres, los niños y los esclavos, vendidos; y las
reliquias, incluidos los exvotos, saqueadas (Polib. 39. 2; Paus. 7. 16. 8, Austin 82).
Algunas de estas acabaron en Pérgamo, que había proporcionado tropas en apoyo de
los romanos (Paus. 7. 16. 1 y 8).
Macedonia se convirtió en una única provincia con un gobernador romano.
Pausanias describe el acuerdo político impuesto a la liga aquea:
Las murallas de todas las ciudades que lucharon contra los
romanos las derribó Mumio y les quitó las armas antes de que los
romanos les enviaran sus consejeros. Cuando llegaron sus consejeros,
acabó con las democracias y estableció los cargos de acuerdo con las
fortunas. Se gravó un impuesto a la Hélade y a las clases adineradas se les
prohibió adquirir propiedad en el extranjero. Las ligas por naciones, la
aquea, la de los focidios, la de los beocios, o de cualquier otro lugar de la
Hélade, todas fueron disueltas igualmente.
(Paus. 7. 16. 9)