403
el Ponto llegó a estar muy influido por la política romana, que primero buscó su
amistad y después la socavó.
Mitrídates subió al trono alrededor de 113. Se dice que había pasado los años
previos exiliado en las montañas del Asia Menor nororiental, cultivando su habilidad
corporal y, al parecer, creando una tolerancia a los venenos temidos por todos los
reyes:
Su futura grandeza la habían predicho incluso fenómenos
celestes. Pues el año en que nació y el primero en que empezó su reinado,
en ambas ocasiones, un cometa brilló durante setenta días con tanta
intensidad, que parecía estar todo el cielo en llamas. Pues ocupaba la
cuarta parte del cielo por su enorme tamaño y superaba el brillo del sol
por su luminosidad, y en su orto y en su ocaso empleaba cuatro horas. De
niño sufrió las insidias de sus tutores que intentaron envenenarlo. Por
temor a esto bebió antídotos muchas veces y, buscando remedios más
seguros, se inundó tanto de ellos, que ni siquiera queriendo, ya viejo,
pudo morir por efecto del veneno.
(Just. 37.2)
Esas leyendas son productos de la mitificación de los autores orientales y,
especialmente, de los romanos; pues Mitrídates se convirtió en la conciencia romana,
en un enemigo arquetípico junto a luminarias como Aníbal y Perseo.
Al inicio de su reinado Mitrídates aceptó el vasallaje del rey de Armenia
Menor y anexionó Colquis, un gran puerto en la orilla oriental del mar Negro. Al
ayudar a Quersoneso contra sus vecinos escitas, ganó el control de Crimea; dio ayuda
militar a Olbia y Apolonia en el noroeste, y se convirtió virtualmente en el amo de
todo el mar. Esto alarmó a los romanos, particularmente cuando este expansionismo
afectó a las regiones colindantes con su esfera de influencia. En 108-107, junto con
Nicomedes de Bitinia, conquistó Paflagonia; ignorando la orden romana de retirarse,
ocupó en cambio parte de la Galacia. Un intento de persuadir al senado para que
ratificara sus conquistas no tuvo éxito. Él y Nicomedes riñeron por Capadocia, antes
regida por la hermana de Mitrídates y parte de su esfera de influencia; hacia 101
había disuadido a Nicomedes con una masiva invasión de Capadocia donde había
instalado a un rey títere. Cuando, pocos años después, la disputa se reavivó, el
senado ordenó a Mitrídates que abandonara Capadocia y a Nicomedes que
abandonara Paflagonia, estableciendo posteriormente un nuevo rey de Capadocia
elegido por los nobles locales.
56
Mitrídates aprovechó la muerte de Nicomedes en 94 como una oportunidad
para apoderarse de Capadocia y Bitinia, lo que hizo en 91/90 mediante su yerno,
Tigranes I («el Grande») de Armenia (r. 96 o 95- c. 56). Una vez más cedió a las
demandas romanas y se retiró, pero cuando el rey de Capadocia, restaurado por los
comisionados romanos y animado por ellos a resarcirse por los costos incurridos,
atacó el Ponto, Mitrídates protestó por este hecho y después reconquistó Capadocia
desatando la primera guerra mitridática (89-85; véase esp. Ap. Guerras mit. 15. 50-
58. 240; también Plut. Sila, 11-14), que fue esencialmente iniciada por los
comisionados romanos destacados en el campo, dirigidos por M. (Manio) Aquilio,
antes que por el senado. (La amplitud de las reservas de Mitrídates y la resistencia de
sus ejércitos combatientes son evidentes por la escala de sus constantes esfuerzos.)
404
Derrotando a los romanos cuatro veces en 89, ganó Bitinia, Frigia, Misia, Licia,
Panfilia y Jonia, desmantelando la provincia romana de «Asia». Cuando Aquilio fue
capturado, fue cruelmente ejecutado:
No pasó mucho tiempo antes de que capturase a Manió Aquilio,
el principal responsable de la misión diplomática y de esta guerra. Lo
hizo atar a un asno y lo paseó por allí (con un cartel) proclamando su
nombre, Manió, a los que pasaban, hasta que en Pérgamo hizo que le
vaciaran oro derretido en la garganta para que se viera la vergüenza de
aceptar el soborno de los romanos.
(Ap.Mit. 21.80)
El mar Negro. (Basado en parte en Austin xv, fig. 1.)
Muchas ciudades griegas dieron la bienvenida al fin del dominio romano,
aunque la resistencia en Caria, Rodas y otras partes nació de las anteriores mercedes
y privilegios existentes concedidos por Roma. Cuando L. Cornelio Sila, el futuro
dictador de Roma y antiguo procónsul de Cilicia, recibió del senado el mando de la
guerra, Mitrídates emprendió su más bárbara y audaz hazaña, nada menos que la
limpieza étnica de Asia Menor. Probablemente en la primera mitad de 88, por una
disposición secreta a cumplirse en el plazo de treinta días, las autoridades de cada
ciudad de Asia Menor dieron muerte a todos los itálicos residentes —hombres libres,
libertos, mujeres y niños— en un solo día (Ap. Mit. 22. 85-23. 91). Plutarco dice que
150.000 hombres fueron asesinados (Sila, 24), pero incluso si la cifra más baja de
80.000 dada por otras fuentes es todavía exagerada, esta deliberada atrocidad tuvo un
impacto estremecedor. Esta masacre señala la impopularidad de los representantes
oficiales de Roma, especialmente entre los propietarios griegos en las zonas romanas
que pagaban los costos de la administración colonial. También debe de haber
endurecido las lealtades en ambos bandos («aseguró entonces que ninguna ciudad
que hiciera su capricho pudiera jamás ofrecer su adhesión a los romanos»)
57
y
fortalecido la obstinación del senado romano.