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Aunque en las ciudades griegas pudo darse apoyo popular al ataque, puede
que un cambio de soberano fuera urdido por un grupo de la élite propietaria con el
fin de superar tácticamente a sus opositores políticos. No hubo probablemente una
mayor libertad; en algunos lugares los dictadores (tyrannos) asumieron el poder en
nombre de Mitrídates. En 88 Mitrídates sitió Rodas, el último baluarte sólido de
oposición y un centro de lealtad hacia Roma, pero se vio forzado a retirarse. Fue su
primer revés serio; Apiano (Mit. 26. 103-127) le atribuye el hundimiento del
gigantesco plan de asedio de Mitrídates.
En la antigua Grecia, las reacciones a la «liberación» de Asia Menor fueron
diversas, aunque la liga aquea y la mayoría de las ciudades beocias se unieron a su
causa, como lo hizo Esparta. En Atenas, la mayoría había estado a favor de Roma; en
102-100, por ejemplo, se habían enviado naves en apoyo de la campaña de M.
Antonio contra los piratas del sur de Asia Menor; y el hecho de que en 109/108 una
disputa entre Atenas y Sición fuera dirimida por una tercera parte sin referencia a
Roma sugiere que la mano del dominio romano no siempre era pesada.
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Ahora, sin embargo, un partido antirromano ganó influencia, al parecer con
apoyo popular (Paus. 1. 20. 5 habla del «elemento perturbador» de la ciudadanía).
Atenión, un filósofo aristotélico, seguramente en favor de las clases propietarias, no
sólo de los pobres, volvió de una misión diplomática ante Mitrídates portando la
promesa del rey de apoyar la abolición de las deudas y la democracia, y fue elegido
general hoplita. Mitrídates probablemente fue hecho arconte epónimo de la ciudad en
87/86. Este sorprendente cambio de la anterior posición pro romana debe ser
explicado por una combinación de resentimiento con los acreedores romanos y de
crítica al trato dado a Mitrídates por Roma. Uno se pregunta si los cambios en los
intereses económicos de la élite no estuvieron detrás de un cambio en el cálculo
político: Habicht señala el auge de los nouveaux viches con intereses comerciales en
Délos, que a finales del siglo II comenzó a eclipsar a la antigua aristocracia
terrateniente.
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Otro probable factor en la opción ateniense es el hecho de que
Mitrídates controlara el Helesponto, siempre presente en sus preocupaciones a causa
de sus intereses en la provisión de grano del Egeo nororiental y el mar Negro.
Sobre Mitrídates, no todos los atenienses eran de una misma opinión. Una
fuente principal sobre Atenión, el Poseidonio estoico (FGH 87 frag. 36), lo ridiculiza
probablemente para usarlo como ejemplo moral y para demostrar la irracionalidad
del demos ateniense.
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Incluso el jefe de la Academia de Aristóteles, Filón, buscó
refugio en Roma, y la comunidad insular de Délos desertó de Atenas. Una
expedición ateniense contra la isla, dirigida por otro filósofo peripatético, Apelicón,
fue fácilmente aplastada por un ejército romano, pero poco después el general
Arquelao de Mitrídates tomó la isla y la ofreció a Atenas (según se informa con la
pérdida de 20.000 vidas itálicas) (Ap. Mit. 28. 109). Un ateniense llamado Aristión,
un filósofo de la escuela epicúrea rival, había acompañado a Arquelao y ahora se
convirtió en «tirano» de Atenas (aunque algunos creen que Atenión y Aristión eran el
mismo hombre)
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y ayudó a Arquelao a preparar Grecia para el ataque romano.
Sila llegó a inicios de 87 y sitió Atenas y El Pireo (Plut.
Sila, 13-14; Ap.
Mit.
30. 118-138. 150). Aunque finalmente abandonó el sitio de El Pireo, en Atenas los
ciudadanos soportaron condiciones espantosas. Por último, en la primavera de 86, se
rindieron:
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sabiendo que los de la ciudad estaban muy apurados y que habían matado
todo su ganado, hirviendo las carcazas y el pellejo y chupando cuanto
alimento podían sacar de allí, que algunos habían incluso echado mano de
los muertos, (Sila) ordenó a su ejército que cavara un foso alrededor de la
ciudad de modo que ningún ciudadano se pudiera evadir sin ser notado, ni
siquiera de uno en uno. Y cuando hubo tomado esta medida, trajo
escaleras y al mismo tiempo comenzó a excavar las murallas. Estando los
hombres débiles dentro, una derrota aplastante tuvo lugar.
Irrumpió en la ciudad, e inmediatamente hubo una masacre
enorme y despiadada: pues estaban imposibilitados de escapar al estar
muriéndose de hambre, tampoco hubo ninguna piedad para los niños ni
las mujeres. Sila ordenó matar a todos los que se hallaran. Estaba furioso
de que hubieran cambiado de bando tan rápida y absurdamente, y se
hubieran unido a los bárbaros, sin mostrar otra cosa que hostilidad hacia
él. En este punto, la mayoría de la gente, conociendo su mandato, se
arrojaban al paso de sus matadores; pero unos pocos muy debilitados se
encaminaron hasta la Acrópolis. Aristión huyó con ellos, después de
poner fuego al Odeón de modo que Sila no tuviera un suministro de
madera listo para el asalto de la Acrópolis. Sila prohibió incendiar la
ciudad, pero la entregó a su ejército para que la saquearan. En muchos
edificios se encontraron porciones de carne humana preparada para
consumir.
(Ap. Mit. 38. 148-150)
Unas semanas después, los que estaban en la acrópolis se rindieron y fueron
pasados a cuchillo.
Durante el sitio de El Pireo, Sila demolió la larga muralla que comunicaba El
Pireo con Atenas, y utilizó los árboles sagrados de la Academia y el Liceo para leña
(Ap. Mit. 30. 121); también confiscó los tesoros de los santuarios griegos de
Epidauro, Delfos y Olimpia (Paus. 9. 7. 5). Cuando Arquelao abandonó El Pireo, los
romanos incendiaron la ciudad y destruyeron la base naval (Ap. Mit. 41. 157). Los
soldados romanos robaron los escudos votivos de la Stoa de Zeus Eleuterio que
conmemoraban a los muertos de las guerras pasadas (Paus. 10. 21. 5-6). Los
vestigios arqueológicos del saco de Atenas comprenden los daños a los edificios del
agora y el abandono del edificio procesional (Pompeyón) en la puerta de Dipilo,
donde se han desenterrado armas arrojadizas.
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Sila hizo embarcar para Italia muchas
obras de arte, incluyendo las columnas del templo inconcluso de Zeus Olímpico que
fueron colocadas en el Capitolio en Roma (Plut. Publicola, 15. 4). Es posible que las
bellas estatuas denominadas los bronces de El Pireo, descubiertas en el puerto en
1959, se hubieran perdido al ser llevadas a Roma, quizá desde Délos.
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Plinio el
Viejo informa que una pintura del artista del siglo V Zeuxis se perdió en el mar (HN
36, 45). La biblioteca de Aristóteles y Teofrasto, que Apelicón había comprado
después de su descubrimiento en Scepsis, fue enviada a Roma (Estrabón 13. 1. 54
[609]; sin embargo, un relato diferente aparece en Aten. 1. 3 a-b).
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La constitución de Atenas fue modificada para dar más peso a las clases
propietarias y para que los magistrados fueran elegidos antes que designados por
sorteo. El nuevo régimen parece no haber alentado el debate político, a juzgar por la
parquedad de los documentos oficiales desde mediados del siglo I. Por otra parte, a
los atenienses se les permitió conservar Délos, aunque nunca recobró su prosperidad,
y probablemente Salamina.
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