413
Alcock ha desmentido la antigua idea de que Grecia bajo el dominio romano
estaba en una situación ruinosa.
79
Este estereotipo equivocado se reflejó en antiguos
estudios de la Grecia tardohelenística y romana;
80
se deriva de las exageraciones
retóricas así como de la relación del estado de las ciudades griegas escrito por Servio
Sulpicio Rufo en una carta a Cicerón en 45 (Cicerón, Cartas a amigos, 4. 5). Los
resultados de la arqueología urbana y rural están comenzando a mostrar que el
cambio fue a largo plazo y más sutil. Hubo (en algunos lugares) una tendencia a la
fundación de asentamientos rurales más grandes y a la ampliación de las propiedades
rurales de la élite, apreciable en la mayor diferenciación de edificaciones en el campo
y el probable crecimiento de las poblaciones urbanas en ciertas partes de Grecia.
81
En
las ciudades, la intervención romana habría repercutido en la modificación radical de
los centros monumentales urbanos, como cuando el templo de Ares fue traído del
campo ático al agora de Atenas y reedificado, o cuando el emperador Nerón intentó
abrir un canal por el istmo de Corinto.
82
Continúan los trabajos sobre la red caminera
imperial de Grecia, y hay ejemplos espectaculares de reorganización política, como
la creación de nuevas ciudades (coloniae), una de las cuales fue Corinto, bajo Julio
César.
83
Bajo el principado romano las diferentes áreas del mundo helenístico se
hicieron de un carácter más semejante, pues las poleis dejaron de ser, aun en teoría,
las entidades políticas que estructuraban el paisaje, convirtiéndose esencialmente en
unidades administrativas y fiscales en un sistema imperial más vasto. Los miembros
de las élites cívicas en Grecia, Asia Menor y Levante miraban hacia Roma, o por lo
menos a los gobernadores provinciales en busca de patronazgo y mercedes. En cierto
modo, la red internacional de las élites griegas continuó como en el período clásico y
el helenístico, pero el escenario donde uno mostraba su categoría era ahora más
amplio: podemos destacar la red internacional de culto establecida por el emperador
Adriano (r. 117-138 d.C.) bajo el nombre de Panhelenion,
84
el patronazgo accesible a
los
literati griegos de la clase alta como Arriano y Plutarco, y las oportunidades de
ocupar el cargo puramente ceremonial de cónsul en Roma. Este honor fue concedido
en 129 d.C. al administrador e historiador Arriano; antes, en 114, lo había obtenido el
príncipe de Comagene y ciudadano ateniense honorario Gayo Julio Antíoco
Filopappo, cuyo monumento se eleva en el monte de las Ninfas. Algunos de los
monumentos más espectaculares de la Grecia romana son debidos al propio Adriano,
como el templo de Zeus Olímpico en Atenas, finalmente terminado en su época.
85
El otro benefactor cuyas obras sorprenden nuestros ojos hoy en día fue un
ateniense: Herodes Ático (Lucio Vibulio Hiparco Tiberio Claudio Ático Herodes),
hijo del primer cónsul griego en Roma y él mismo cónsul en 143. Utilizó su vasta
riqueza heredada para ornamentar muchas ciudades y santuarios griegos,
reconstruyendo el estadio de Atenas, edificando el famoso Odeón (sala de
conciertos) que lleva su nombre, un suntuoso ninfeo en Olimpia y otras obras.
86
Estas
manifestaciones egotistas no siempre eran recibidas sin controversia, pero son
características de una época en que el ejercicio del poder ceremonial y político
mediante la riqueza no estaba constreñido por las exigencias de una comunidad más
amplia. Los monumentos hablan para todos, pero no necesariamente hablan por
todos. La conquista romana había gestado una transformación en la polis griega.
1
Un tratamiento completo examinaría los estudios fundamentales de la pasada generación como los
de E Badián,
Foreign Clientelae (264-70 BC) (Oxford, 1958), que analiza el papel de las relaciones
414
grecorromanas de amiatia (amistad), análogas al vinculo patron-cliente de la sociedad romana. W Y
Harns, War and Imperialism in Republican Rome 327 70 BC (Oxford, 1979, 21984), pinta un cuadro
mas siniestro de sistemática agresión resultante de la dinámica social de la aristocracia (véase id,
«Rome and Carthage», CAH2 viii (1989), cap 5 (pp 107-!62), esp pp 152-156) E S Gruen, The
Hellenistic World and the Corning of Rome (Berkeley, etc , 1984, de aquí en adelante «Gruen, HW»)
y otras obras (véase Bibliografía), adopta una postura mas afín a los estudios mas antiguos que veían a
Roma como esencialmente reactiva, y subraya la tradición griega de philia (amistad) que esta tras
estos vínculos, para coméntanos sobre sus argumentos véase J Briscoe, CR 100 [nueva época 36]
(1986), pp 91-96, cf id, Commentary on Livy Books XXXIV-XXXVII (Oxford, 1981), id, «Rome and
the class struggle in the Greek states 200-146 BC», Past and Present, 36 (1967), pp 3-20, reimpr en M
I Finley, ed, Studies in Ancient Society (Londres, 1974), cap 3 (pp 53-73). J L Ferrary, igualmente,
examina el funcionamiento del patronazgo a partir de 146 en «The hellenistic world and Roman
patronage», en Cartledge, Constructs, pp 105-119, que amplia sus Philhellenisme et imperialisme
aspects ideologiques de la conquete romaine du monde hellenistique de la seconde guerre de
Macédoine a la guerre contre Mithridate (Roma, 1988), pp. 117-132, que fue reseñado por J. Briscoe,
CR 104 [nueva época 40] (1990), pp. 373-377; para otras reseñas véase la nota 9 más adelante. R. M.
Errington, «Rome and Greece to 205 BC», CAH2 viii (1989), cap. 4 (pp. 81-106), y «Rome against
Philip and Antiochus», ibid. cap. 8 (pp. 244-289), prefiere dejar que la interpretación aflore de los
hechos: aunque las consideraciones pragmáticas eran prioritarias para todas las partes, los romanos
hacia inicios del siglo II fueron inducidos por el éxito a procurar sus intereses desafiando las
sensibilidades de otros.
2
Particularmente sobre las últimas fases de la conquista, mi capítulo refleja intermitentes discusiones
a lo largo de muchos años con el finado W. G. Forrest y con P. S. Derow, aunque las opiniones
expresadas no son suyas en todos los aspectos. Derow ha presentado las suyas con elegancia y
claridad en «Rome, the fall of Macedón and the sack of Corinth», CAH2 viii (1989), cap. 9 (pp. 290-
323); «Polybius, Rome, and the east», JRS 69 (1979), pp. 1-15; y en otros artículos citados más
adelante.
3
Harris, War and Imperialism.
4
Sobre el desarrollo del poder romano en Italia, véase T. J. Cornell, The Beginnings of Rome: Italy
and Rome from the Bronze Age to the Punic Wars (c. 1000-264 BC) (Londres y Nueva York, 1995),
cap. 14 (pp. 345-368); id., «The conquest of Italy», CAH2 vii, 2 (1989), cap. 8 (pp. 351-419). Sobre el
carácter del estado romano en el siglo III, véase id., Beginnings, cap. 15 (pp. 369-398), en pp. 369-
380.
5
Los antiguos contactos entre Roma y los griegos son resumidos por Errington, «Rome and Greece»,
pp. 81-85; Walbank, HW, pp. 227-229; Cornell, Beginnings, pp. 394-398 (cfr. pp. 145-146, sostiene
que los reyes contemporáneos de Roma deliberadamente imitaban a los tiranos griegos arcaicos; pp.
261-264, influencia de los cultos y la democracia griegos en la Roma del siglo IV). Sobre la adopción
romana de la cultura griega hasta el saco de Corinto, véase E. Rawson, «Roman tradition and the
Greek world», CAH2 viii (1989), cap. 12 (pp. 422-476).
6
Cornell, Beginnings, p. 397, cita a Q. Publicio Filo (pretor en 336 a.C), P. Sempronio Sofo (cónsul
304) y Q. Marcio Filipo (cónsul 281).
7
Rawson, «Roman tradition», pp. 425-426; A. Momigliano, «Fabius Pictor and the origins of national
history», en id.,
The Classical Foundations of Modern Historiography (Berkeley, etc., 1990), cap. 4
(pp. 80-108).
8
Sobre las etapas en las que la cultura griega fue traducida y después adaptada, véase M. Beard and
M. Crawford,
Rome in the Late Republic: Problems and Interpretations (Londres, 1985), cap. 2 (pp.
12-24).
9
Véase R S. Derow, «Philhellenism», OCDI pp. 1.159-1.160, con muchas referencias adicionales,
incluido Ferrary, Philhellénisme con reseñas por E. S. Gruen, Classical Philology, 85 (1990), pp. 324-
329 y P. S. Derow, JRS 80 (1990), pp. 197-200; A. Erskine, «The Romans as common benefactors»,
Historia, 43 (1994), pp. 70-87.
10
Véase A. Momigliano, Alien Wisdom: The Limits of Hellenization (Cambridge, etc., 1975), esp. cap.
1 (pp. 1-21).
11
P. R. Franke, «Pyrrhus», CAH2 vii, 2 (1989), cap. 10 (pp. 456-485); Cornell, Beginnings, pp. 363-
364.
12
Paxos, etc.: detalles en E W. Walbank, «Macedonia and the Greek leagues», CAH2 vii. 1 (1984),
cap. 12 (pp. 446-481), en pp. 452-453.