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su propio hijo Arcagato, cuya ambición era gobernar Siracusa; después de lo cual el
tirano antes que permitir que su nieto lo sucediera, devolvió el poder a los oligarcas.
(Alrededor del 264, no obstante, Hierón de Siracusa fue reconocido como rey de la
ciudad después de su triunfo sobre los mamertinos de Campania: Polib. 1. 7-9.)
Desde una perspectiva amplia los logros de Agatocles pueden ser vistos como
meramente temporales, pero las opiniones modernas al igual que las antiguas, están
divididas respecto a su habilidad y a su trayectoria.
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Aunque, para los principales diadocos, el título de «rey de los macedonios»,
al menos en principio, encarnaba un derecho al gobierno universal; un gobernante
que se llamara a sí mismo basileus estaba proclamando su supremacía sólo dentro de
su propio territorio, no sobre todo el mundo griego.
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La Basileia se convirtió, en
efecto, en un rango antes que el derecho formal a ser el único sucesor de Alejandro,
con quien muchos de estos gobernantes no tenían vínculos directos.
LOS GÁLATAS
El mundo griego no era una entidad independiente, aislada de los pueblos no
griegos. Un recordatorio sorprendente de este hecho tomó la forma de las invasiones
gálatas de inicios del siglo III. Por generaciones los gálatas o celtas (galatai o keltoi
en griego) habían estado emigrando al sur y al este desde su tierra natal en Europa
noroccidental; sociedades enteras se habían puesto en marcha como resultado de la
presión demográfica en su país. Los gálatas incluso habían saqueado Roma en la
década del 390 y Casandro y Lisímaco tenían ahora que defender la Grecia
septentrional contra las incursiones de los gálatas o de otras tribus a quienes aquéllos
habían forzado a abandonar sus tierras de origen.
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La muerte de Seleuco en el 281 provocó una crisis en el norte, que empeoró
cuando su asesino, Ptolomeo Cerauno fue muerto en una batalla contra los nuevos
invasores gálatas.
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Una banda de gálatas llegó a Delfos, donde fue rechazada por los
etolios y otros griegos del centro con la ayuda del dios del santuario, Apolo, que
envió una nevasca para detenerlos. El acontecimiento se conmemoró en un decreto
emitido en el 278 por los ciudadanos de la polis insular de Cos; el texto es una buena
prueba de la organización del culto y, de paso, del continuado prestigio de los dioses
tradicionales griegos (cf. capítulo 5):
Diocles hijo de Filmo propone:
Puesto que, después de la expedición de los bárbaros contra los
griegos de Delfos, se ha informado de que los atacantes del santuario han
sido castigados por el dios y por los hombres que vinieron a defenderlo
contra ellos; que el santuario ha sido salvado y adornado con los despojos
del enemigo, y que, de los restantes atacantes, la mayoría han perecido
combatiendo contra los griegos:
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Sea manifiesto que el pueblo comparte la alegría de los griegos
por la victoria y está ofreciendo al dios dones de agradecimiento por
manifestarse durante los peligros que amenazaron al santuario y por la
protección de los griegos.
Mediando la buena fortuna, sea acordado por el pueblo que el
jefe de la sagrada embajada [de Cos] y los embajadores sagrados que han
sido electos, al llegar a Delfos, sacrificaren a Apolo Pitio un buey con
cuernos dorados en pro de la segundad de los griegos.
...Que el heraldo sagrado proclame que «el pueblo está guardando
este día como sagrado debido a la seguridad y a la victoria de los griegos;
y que todo sea lo mejor para aquellos que llevan las guirnaldas»...
(Austin 48, BD 17, Syll3 398)
Una división de los gálatas dirigidos por Breno llegó con 2.000 carros, lo que
implica que tenía un contingente total (incluidos los no combatientes) que llegaba a
las decenas de miles.
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Justino (24. 3), sintetiza Pompeyo Trogo, dice que «cuando
los macedonios, vencidos, se escondieron tras las murallas de sus ciudades, Breno,
vencedor y sin que nadie se lo impidiera, saquea los campos de toda Macedonia». El
número total de personas en marcha, incluidos los no combatientes, puede haber
llegado hasta los 300.000.
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La fuerza de los gálatas puede medirse por sus victorias
sobre Cerauno y su sucesor Sostenes.
Algunos gálatas pasaron al Asia Menor, en parte por invitación de Nicomedes
de Bitinia, que los convirtió en sus mercenarios (Memnon, FGH 434 frag. 11, Austin
140, Burstein 16).
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Saquearon el campo y hay una información que habla de muchos
habitantes helenizados de Asia Menor noroccidental que fueron capturados por los
gálatas y rescatados por un funcionario del rey seléucida (Austin 142, Burstein 19).
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Impusieron tributos a las ciudades y dinastas por igual hasta que fueron derrotados
por Filetairo de Pérgamo, y también por Antíoco I, alrededor del 270. Antíoco los
estableció en una zona del norte de Frigia que vino a ser llamada Galacia, «país de
los gálatas», aunque los asentamientos permanentes no deben haber sido anteriores a
finales del siglo III. Continuaron preocupando a los gobernantes greco-macedonios,
pero probablemente no eran agresivos de modo innato, sino que buscaban un país
para vivir.
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Estuvieron dispuestos a ser reclutados como mercenarios, por ejemplo
por Antíoco Hiérax en el 241. Las triunfantes campañas de Filetairo contra ellos
contribuyeron a que Pérgamo se estableciera como un estado independiente, y fueron
conmemoradas, junto con otras victorias posteriores sobre ellos, con esculturas de los
gálatas luchando contra los griegos que decoraron la acrópolis de Pérgamo (fig. 8.6).
Átalo I se hizo famoso por no pagarles el tributo acostumbrado, quizá con el fin de
provocar la lucha que terminó con una gran victoria de Pérgamo. Sin embargo,
estaban lejos de ser subyugados; en el 189 los romanos comandados por Gneo
Manlio Vulso todavía estaban expulsando a los galos de las regiones costeras de Asia
Menor.
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Eumenes II de Pérgamo luchó en grandes campañas en las décadas de 180
y 160 y su sucesor Átalo II se planteó atacarlos unos pocos años después.
En Tracia, Antígono II Gónatas exterminó una gran fuerza gálata en el 277.
No hubo más incursiones en Grecia; aunque el reino gálata de Tylis permaneció
hasta c. 212. El prestigio de la victoria ayudó a Gónatas a tomar el control de
Macedonia (aunque él fechaba su reinado desde la muerte de su padre Demetrio I en
283). Esta marcó un momento decisivo en el desarrollo político global de los reinos
helenísticos: Gónatas, a diferencia de los anteriores diadocos, fue capaz de