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ciudad tesalia de Larisa en el 217, intentaba reformar no sólo el aspecto físico sino
social de la ciudad:
El rey Filipo a los tagoi [magistrados principales de los tesalios]
de Larisa, saludos. Petrao, Anangkipo y Aristono cuando vinieron en
embajada declararon ante mí que debido a las guerras vuestra ciudad
necesita más habitantes. Hasta que piense en otros que merezcan vuestra
ciudadanía, por ahora mando que aprobéis un decreto que conceda la
ciudadanía a los tesalios u otros griegos que residan en vuestra ciudad.
Pues cuando se haga esto ... estoy seguro que resultarán muchos otros
beneficios para mí y para la ciudad, y la tierra cultivada será mayor.
La misma inscripción conserva una carta del 214 en la que se queja de que
aquellos que reciban la ciudadanía conforme la carta que os envié y a
vuestro decreto, cuyos nombres fueron inscritos, han sido borrados ...
Que es la mejor situación que tantos como sea posible disfruten de los
derechos ciudadanos, que la ciudad sea fuerte y la tierra no quede
tristemente desierta, como ahora; creo que ninguno de vosotros lo
negaría; y uno puede observar que otros otorgan la ciudadanía del mismo
modo. Entre éstos están los romanos...
(Austin 60, BD 31, Burstein 65, Syll3 543, IG ix. 2. 517)
Buscaba aparecer como un benefactor preocupado, pero deseaba preservar la
seguridad de su territorio. El documento revela ambos aspectos del poder real sobre
las ciudades griegas.
La intervención real en los asuntos de las ciudades existentes no siempre fue
mal recibida, particularmente cuando las ciudades tenían dificultades financieras. Las
guerras de los diadocos causaron probablemente problemas económicos a la élite; en
Éfeso en la década de 290, los terratenientes estaban envueltos en graves problemas
de deudas, pues sus propiedades se habían arruinado durante el conflicto entre
Demetrio y Lisímaco (BD 9; Syll2 364). A veces las ciudades eran obligadas a
obtener suscripciones públicas para nuevas edificaciones; entre los ejemplos de
inicios del período está la ciudad de Oropos, en la frontera entre el Ática y Beocia,
que consiguió dinero para una fortificación (Austin 101, Syll3 544),
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y Halicarnaso
en el Asia Menor suroccidental que homenajeó a los que contribuyeron con más de
500 dracmas a edificar una stoa ('columnata') en honor de Apolo y del rey Ptolomeo
(Austin 100, OGIS 46). Istria en los inicios del siglo II agradece a un ciudadano por
cancelar los intereses de una antigua deuda pública a su padre (Austin 102, ISE ii.
130), y a mediados del siglo II Cranon en Tesalia incluso intentó resolver los
problemas de endeudamiento consiguiendo una suscripción pública (Austin 103, ISE
ii. 199).
Una posible repercusión de tales problemas financieros era que de vez en
cuando una ciudad no podía encontrar ningún ciudadano dispuesto a incurrir en el
gasto de un cargo público;
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quizá la resistencia era también natural cuando la
independencia estaba limitada por la necesidad de adoptar una postura adecuada
hacia un poder superior, y la preeminencia política de que uno disfrutaba en la ciudad
podía acabar por obra de un rey enemigo. A veces un rey asumía temporalmente un
papel público, como el de alto magistrado o sumo sacerdote, que implicaba el
financiamiento de festividades u otros eventos públicos. Alejandro desempeñó esa
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función en Mileto en 334-333 (
Syll3 272), tal como hicieron Demetrio en 295 y
Antíoco en 280-279 (Syll3 322), Estas crisis parecen haber sido particularmente
frecuentes durante las guerras de los diadocos.
Las ciudades trataban de obtener dones de los reyes.
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En otros casos los
reyes podían nombrar a los funcionarios de la ciudad; una carta fragmentaria de-
Eumenes I a la ciudad de Pérgamo (una ciudad que reconocía que disfrutaba de una
relación única con una dinastía)
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muestra la cuidadosa intervención del rey en la
ciudad:
[Eumenes, hijo de Filetaero, saluda al pueblo de Pérgamo.
Palamandros, Escimno, Metrodoro, Teotino] y Filisco, los generales,
parece que, durante su año de sacerdocio, en todo momento
desempeñaron bien su cargo. Pues en esta función y en todas las demás
han actuado con justicia, y no sólo en las cuestiones públicas sino
también en lo referente a las finanzas del templo administradas de forma
provechosa para el pueblo y para los dioses; incluso atendieron lo dejado
por hacer durante los cargos anteriores ... decidimos que, en las
Panateneas, se les ofrezca una corona; pensamos que debíamos escribiros
sobre esto, para que en el tiempo que media, penséis la forma de
honrarlos como tengáis a bien. Adiós.
(Austin 195 a, BD 67, RC 23, OGIS 267 i)
Los soberanos a menudo hacían donativos a las ciudades y a los santuarios.
Particularmente antes de la conquista romana, estos regalos podían ser dinero en
efectivo, aunque sería más conveniente para el soberano donar en especie de los
recursos de su imperio.
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Antígono I donó 150.000 medimnoi de grano a Atenas en
307-306 (Plut.
Demetr. 10, Austin 34), así como madera para edificar barcos de
guerra; ese regalo era parte de un esfuerzo para tratar de ganarse el favor de un aliado
importante. Una serie de soberanos ricos hicieron generosas donaciones, en dinero y
en especie, a la ciudad de Rodas después de un devastador terremoto en 227-226
(Polibio, 5. 88-90, Austin, 93). La reina seléucida Laodicea realizó parecidas
donaciones de grano a la ciudad de Iaso en Caria, con las cuales se debía financiar a
las hijas de ciudadanos necesitados (Austin 156, Burstein 36, c. 195 a.C.).
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Los
dones a los santuarios podían ser hechos con el objetivo de dar más
brillo general a la
posición del rey en Grecia, como cuando en 160-159 Eumenes II y Átalo II de
Pérgamo dieron dinero a Delfos para la compra de trigo, la refacción del teatro y la
educación de los niños:
Resuelto por la ciudad de Delfos ... ya que el rey Átalo (II) hijo
del rey Átalo (I), cuando le envió emisarios a él ... escuchó
favorablemente nuestros pedidos y envió a la ciudad 18.000 dracmas de
plata de Alejandro para la educación de los jóvenes y 3.000 dracmas para
honores y sacrificios, de modo que su donación pudiera ser perpetua y los
salarios de los maestros puedan ser pagados con regularidad y los gastos
para los honores y sacrificios puedan ser provistos con los intereses del
préstamo del dinero: con buena fortuna, resuelve la ciudad que el dinero
sea consagrado al dios...
(Austin 206, Burstein 89, Syll3 672)
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