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Sardis, del siglo I a.C, que lleva inscrito un conmovedor epigrama métrico; la piedra
y la inscripción fueron pagadas por el público.
Esta piedra señala a una mujer de talento y belleza. Quién es ella
lo revelan las inscripciones de las musas: Menófila. Un lirio esculpido, un
alfa, un libro y una canasta, y con éstas una corona de flores muestran
que es honrada. El libro indica que eras sabia; la guirnalda que llevabas
en tu cabeza muestra que eras una adalid; la letra alfa que eras una hija
única; la canasta es un signo de tu ordenada excelencia; la flor muestra la
de tu vida, que el destino robó. Que en la muerte el polvo te sea leve.
¡Ay! tu padres están sin hijos; para ellos has dejado las lágrimas.
(Lefkowitz y Fant, n.° 49)
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Entre las restricciones legales impuestas a las mujeres estaba el gynaikonomoi
(censores de las mujeres) nombrados por Demetrio de Falero, cuya función podría
haber sido limitar el despliegue excesivo de riqueza y de fiestas fastuosas. Sin
embargo, el propósito fundamental de tales funcionarios puede haber sido controlar
la competencia entre los ciudadanos (siendo la propiedad de mujeres una de las
formas de ostentar riqueza). Es más, no hay pruebas de que tales instituciones fueran
comunes. Asimismo, aunque las mujeres todavía necesitan un tutor de sexo
masculino (kyrios) para muchas transacciones legales, hay numerosos indicios de que
las mujeres griegas disfrutaban de un papel más público: las mujeres ricas hacían
donaciones a las ciudades en su propio nombre. Euxenia de Megalópolis en el siglo
II era sacerdotisa de Afrodita, y costeó la edificación de una muralla que rodeara el
templo y un hospedaje para los visitantes. File de Priene (siglo I a.C.) «dedicó a su
costa un receptáculo de agua y las tuberías de agua de la ciudad» (Lefkowitz y Fant,
n.° 48, Burstein 45). Pomeroy da ejemplos como estos de la propagación o
disolución de los antiguos privilegios de la ciudadanía masculina, en un momento en
que el foro político de la ciudad no era ya tan importante en el mundo; Van Bremen,
sin embargo, no percibe ningún cambio real en la situación legal de las mujeres.
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Ni la intervención de las mujeres en el espacio público fue resultado de una falta de
riqueza en la élite, pues muchos hombres tenían todavía grandes cantidades de dinero
para hacer lo que les placiera.
La gama de actividades públicas accesibles a las mujeres era más amplia que
en la Grecia clásica —o al menos en Atenas, pues es probable que otras ciudades-
estado no limitaron a las mujeres tan drásticamente en el período clásico.
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La
literatura y los documentos se combinan para sugerir cierta distensión del control, al
menos en el ámbito de la élite (el único donde normalmente aparecen mujeres). La
rígida ideología de una vida política, social y pública exclusivamente masculina,
particularmente fuerte en la Atenas clásica, quizá puede haberse comenzado a
resquebrajar; se podía hablar de las mujeres en formas nuevas, al menos en los
documentos y en la literatura. Así como la ideología común de la virtud ciudadana
tuvo que cambiar para dar cabida a los reyes y un nuevo tipo de euergesia, del
mismo modo habría dado entrada a las mujeres, de un modo controlado. Así como la
«familia real» se convirtió en un medio de representación pública de los reyes, las
mujeres de los ciudadanos tuvieron ese mismo papel para éstos, aun cuando el
contenido de la ciudadanía estuviera cambiando. Estos cambios no fueron
planificados, ni fueron completamente producto del período helenístico. La sociedad
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griega se estaba desarrollando bajó el estímulo de las poderosas monarquías nuevas,
y en parte, al margen de ellas.
El período helenístico se ha representado a veces como una época en que la
libertad individual aumentó y en que surgieron nuevas oportunidades para la
realización del destino individual. No se debe exagerar esta tendencia, ni afirmarla
precipitadamente sin pruebas contundentes, pero hay signos de cambio. El mayor
número de estatuas e inscripciones que nombran a hombres, mujeres y niños
individualmente, en particular en un contexto religioso, son testimonio de que, al
menos entre las personas acomodadas, era posible un nuevo tipo de conmemoración
tanto en vida de una persona como después de su muerte.
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Esto no equivale al
debilitamiento de los vínculos comunitarios, pero es parte de un creciente cuerpo de
evidencia de que los individuos de ambos sexos fueron representados de nuevas
formas en el discurso público.
Las nuevas relaciones entre los individuos son probablemente un requisito
para nuevas relaciones entre los sexos. La arqueología ofrece algunos indicios. Se ha
sugerido que la creciente semejanza entre los objetos encontrados en las tumbas de
hombres y mujeres en el Ática a partir del siglo IV implica una nueva intimidad entre
los sexos; que las representaciones de Afrodita, sumada a la más común de Hera,
como patrona del matrimonio son signos de una demarcación más laxa entre las
mujeres respetables y las hetairai (prostitutas de nivel social superior); y que las
figuras de una mujer o una diosa en el baño o desnuda están vinculadas con una
propensión a la exhibición personal del lujo y de signos de un estilo de vida
despreocupado, todo lo cual tendería a disminuir la distancia de estatus entre los
géneros,
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al menos en Atenas, y en el nivel de prosperidad en que se pueden
encontrar vestigios de los individuos en el registro arqueológico.
Muchos atenienses emigraron a Délos cuando cayó en su poder en el 167. En
esta sociedad cosmopolita, las lápidas de atenienses y no atenienses en su conjunto
apuntan a una visión más convencional del papel de los hombres y las mujeres que el
señalado por la escultura no funeraria de la propia ciudad de Délos y de Atenas.
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Sin embargo, esto parecería quizá el caso excepcional de una sociedad próspera,
parcialmente colonial, que se hizo más convencional que la sociedad dejada atrás, y
que transmitió su tradicionalismo a los que provenían de lugares que no eran el
Ática.
Para inicios del período romano, el discurso de Plutarco Sobre el amor
(
Erôtikos) presenta el matrimonio como una sociedad que implicaba un nivel de
igualdad y amistad para las mujeres, aunque en un tipo de participación en la
masculinidad y como una relación que tenía aspectos privados importantes que no
habían sido previamente examinados. La familia ahora tenía más que una
importancia meramente cívica.
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Es de suponer que tales cambios en el concepto de
la persona tuvieron lugar poco a poco y gradualmente, y que en verdad no existió un
«estado fijo». La negociación de las relaciones sociales es un proceso continuo.