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Lisímaco), pero a finales de la década de 280, Antígono II Gónatas, hijo de Demetrio
I, retuvo el control de Corinto, Calcis, varias ciudades peloponesias y El Pireo.
Después de Curopedio (281) los griegos del sur quizá sufrieron como resultado de las
invasiones de los gálatas, pero no hubo probablemente efectos duraderos; sólo en
Tracia, y posteriormente en Asia Menor, se establecieron los gálatas de modo
permanente.
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Bien fuera por un respeto sentimental por el pasado de Atenas o bien por el
peligro de suscitar la oposición de potencias rivales, Atenas nunca fue
despiadadamente aplastada, pero marcó el límite de los intentos de extender el
dominio macedónico en Grecia meridional.
Dominación y resistencia bajo Antígono Gónatas (276-239 a.C.)
Después del asesinato de Seleuco en 281, Ptolomeo Cerauno impidió a
Antígono II Gónatas (r. c. 277-239) que tomara Macedonia de inmediato. La batalla
de Curopedio provocó un alzamiento griego dirigido por el rey Areo I de Esparta,
que sin duda deseaba restablecer la hegemonía espartana en el Peloponeso. El
levantamiento derivó en una campaña contra los etolios (Just. 24.1). Gónatas resultó
virtualmente intocable a causa de que había heredado las guarniciones que
controlaban Tesalia, el golfo de Eubea, El Pireo y Corinto. Después del fracaso de
Areo, se vio libre para invadir Asia Menor, en el que sería el último intento de
realizar las ambiciones de su padre y su abuelo. No obstante, la invasión gálata lo
trajo de nuevo a Europa y en 277 les infligió su única derrota aplastante en
Lisimaquea, Tracia.
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Con más de cuarenta años de edad, era finalmente dueño de su
reino.
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Tetradracma de plata (17,07 g) de Antígono Gónatas, 277-239 a.C.
(SNG 3260). Anverso: escudo macedomo con el busto de Pan,
posiblemente a semejanza del rey. Reverso: Atenea. (Ashmolean
Museum, Universidad de Oxford.)
Como resultado de la muerte de Pirro en Argos en 272, la cual debe haber
sido un golpe a las esperanzas griegas (específicamente atenienses),
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Gónatas
consiguió Argos, Mégara y zonas de Eubea. Las fuentes presentan su trato a los
griegos como represivo, dando apoyo a los tiranos y a las oligarquías, en contraste
con la política, presuntamente más pragmática, de Filipo II y la mayoría de sus
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sucesores. Las razones quizá estriban en su deseo de maximizar las rentas,
especialmente las cuotas portuarias, pero el carácter del poder macedonio engendraba
conflicto. Dio a Ptolomeo II un pretexto para intervenir en los asuntos griegos,
permitiéndole aparecer como partidario de la liberación. Los testimonios epigráficos,
incluido el decreto de Callas citado antes, muestra a Atenas cultivando asiduamente
su relación con Egipto en las décadas de 280 y 270.
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Entretanto la liga etolia,
todavía independiente en Grecia central, reclutó nuevos miembros de la costa
occidental a la oriental, fortaleciendo su control de las rutas terrestres desde el sur de
Macedonia, de ahí la importancia del control macedonio de «las cadenas».
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Cuando estalló la guerra, en 268-267 o en 265-264,
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se basó en una alianza
formada por Atenas (aún independiente) y una serie de ciudades sobre todo
peloponesias, apoyadas por Egipto. Como los promotores no estaban sujetos a
Macedonia, la guerra no debe ser vista como una revuelta; estaban intentando liberar
a sus compatriotas griegos. Los antiguos decretos de los dinastas asegurando
conceder la libertad a los griegos tuvieron evidentemente repercusiones,
fortaleciendo la resistencia ante la absorción imperial. Ptolomeo II y su consorte
Arsínoe pueden haber sido los principales promotores, alarmados por el creciente
dominio de Gónatas sobre Grecia meridional.
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Los etolios no se involucraron, como
vemos en esta inscripción que registra el decreto ateniense cuyo promotor dio
nombre a esta guerra:
Cremónides hijo de Eteocles de Aitalidai propone:
Ya que anteriormente los atenienses, los lacedemonios [i.e.
espartanos] y sus respectivos aliados después de establecer una alianza y
amistad comunes han luchado juntos en muchas gloriosas batallas contra
aquellos que querían esclavizar las ciudades ...
y ahora, cuando circunstancias parecidas han afligido toda Grecia
a causa de aquellos que procuran subvertir las leyes y las constituciones
ancestrales de cada ciudad; y el rey Ptolomeo (II), siguiendo la política de
sus ancestros y de su hermana [Arsínoe II], notoriamente muestra su celo
por la libertad común de los griegos; y el pueblo de Atenas, habiendo
hecho una alianza con él y otros griegos, ha aprobado un decreto para
invitar a todos a seguir la misma política...
sea resuelto por el pueblo que la amistad y la alianza traídas por
los embajadores entre los atenienses y los lacedemonios, los reyes de los
lacedemonios, los eleianos, los aquellos, tegeates, mantineos, orcomenos
[de Arcadia], figaleos, cafianos y todos los cretenses que están aliados
con los lacedemonios y Areo, y los demás aliados, deban ser válidos todo
el tiempo...
(Austin 49, BD 19, Burstein 56, Syll3 434-435)
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El recurso a las antiguas alianzas se refleja en un decreto en honor a Glauco,
hermano de Cremónides, que había estado al servicio de Ptolomeo II. El decreto fue
aprobado entre 261 y 246 en nombre del «koinon de los griegos» en ocasión de la
Eleuteria o festividad de Zeus Eleuterio («de la libertad»), una asamblea panhelénica
en Platea que conmemoraba las guerras médicas de 480-479 a.C. (Austin 51).
51
Pese al apoyo ptolemaico y a los ataques espartanos contra Corinto, los
baluartes macedonios resultaron decisivos, aunque Atenas independiente no cayó
sino hasta 263/262 (o 262-261), después del sitio y la hambruna. Gran parte de la
acción tuvo lugar entorno al Ática, probablemente implicando el uso de una fortaleza