148
no podemos suponer que esto significara una diferencia para las ramas de actividad
manufacturera o del comercio por El Pireo, por ejemplo. Es verdad que cuando los
romanos convirtieron Délos en un puerto franco, las rentas de Rodas, el centro
comercial rival, recibieron un duro golpe; pero hay razones para dudar de la seriedad
de estos efectos, y en la Grecia peninsular del siglo III todos los bienes que entraban
en la esfera macedonia por cualquier ruta serían probablemente gravados, de modo
que un puerto en particular no sería peor que otro. El Pireo y Corinto eran todavía los
puntos de desembarco más importantes para los comerciantes. No sabemos siquiera
si los impuestos reales eran agregados a los impuestos de la ciudad preexistentes o
simplemente los reemplazaron. Lo más importante es que el comercio de
importación y exportación no debe ser visto puramente en términos de las fuerzas del
mercado y la balanza de pagos. Demóstenes a finales del siglo IV define un préstamo
comercial de un modo que implicaba que un exportador importaría sólo lo que él
pudiera pagar en efectivo (Contra Formio, 6).
La élite consumidora de Atenas obtenía su riqueza principalmente de sus
vastas propiedades de tierras, y continuaría comprando objetos de lujo, locales e
importados, para la ostentación y el consumo inmediato, mientras que exportaba sus
excedentes de aceite de oliva y otras mercancías. Sobre ellos recaía el principal peso
de los pagos especiales a los reyes.
El verdadero cambio puede haber sido que la élite tenía menos que gastar en
la ciudad (compárese la prescripción cívica de Jenofonte citada anteriormente). Esto
estuvo acompañado por un cambio político: en Atenas la democracia radical ya no
existía para obligar a los ricos a gastar en el bien público, o al menos no tan
generosamente como antes. En las ciudades fuera de Atenas hay indicios de que la
élite estaba menos dispuesta a servir a la ciudad con gran gasto. El mismo hecho de
que los euergetai ricos fueran distinguidos con conmemoraciones sugiere que tales
donaciones se hacían rara vez; no necesariamente debido a un cambio económico,
sino porque las exigencias políticas de gasto a la élite no comportaban ya la misma
fuerza.
Es difícil detectar efectos económicos más amplios de la dominación
macedónica, antes se aprecian los políticos. Sin embargo, los cambio políticos
podrían haber tenido efectos económicos; es bajo esa luz como tenemos que
considerar los indicios de creciente tensión social en la Grecia del siglo III. Hemos
ya observado el modo en que las ciudades se apoyaron cada vez más en benefactores
ricos; pero esto no es necesariamente una prueba de crisis económica como de un
cambio político (véanse páginas anteriores). Hay posibles indicios de pobreza en
Grecia en el relato del gobernador macedonio de Cirene, Ofelas, que en 307 reunió
una fuerza mercenaria para ayudar a Agatocles de Siracusa contra los cartagineses:
Ofelas se había casado con Eutídice, hija de Milcíades que fue
llamado así por el jefe de los vencedores de Maratón [490 a.C.]. Debido a
este vínculo matrimonial y a otros signos de favor que había mostrado
hacia la ciudad, muchísimos atenienses se alistaron con empeño en la
expedición, y entre los demás griegos, no pocos se apresuraron a tomar
parte en la empresa, esperando participar en las asignaciones de tierra en
la parte más rica de Libia [i.e. norte de África] y saquear la riqueza de
Cartago. Pues la situación en toda Grecia, debido a las continuas guerras
y la rivalidad (philotimiai) de los dinastas, se había empobrecido y
arruinado (tapeina), de modo que consideraron que no sólo se
149
convertirían en dueños de muchos bienes, sino que también se librarían
de los males presentes.
(Diod. 20. 40)
Este pasaje debe ser leído con cuidado. Diodoro atribuye directamente las
penurias experimentadas por muchos griegos a los efectos de las acciones de los
diadocos, y establece que los vínculos personales entre Ofelas y los atenienses eran
el factor clave. No está necesariamente describiendo una crisis económica. Grecia
siempre había experimentado superpoblación, los griegos siempre habían recurrido a
la emigración y a la colonización ultramarinas.
73
El pasaje de Diodoro presupone que
había hombres sin tierra o con tierra insuficiente, pero ¿cuándo había sido de otro
modo?
En este contexto podemos examinar algunas referencias claras al conflicto de
clases en los estados griegos. En 316 Agatocles pudo conseguir apoyo para su golpe
en Siracusa prometiendo la cancelación de las deudas y la redistribución de tierras a
los pobres (Diod. 19. 9, Austin 27a). En los estatutos de fundación de la liga helénica
en 302 hay referencias fragmentarias a las preocupaciones tradicionales de los reyes
y las ciudades-estado: «[que sea tomado cuidado ... de que el] mar quede libre [de
piratas (?)] ... de usar las constituciones ancestrales ... no con el propósito de
revolución...» (BD 8, Harding 138; secciones posteriores en Austin 42).
74
Estas
frases recuerdan documentos anteriores y posteriores que ser refieren a los lemas
gemelos de «redistribución de la tierra» (gês anadasmos) y la «cancelación de las
deudas» (chreôn apokopê). En Itanos, en Creta, un juramento en una inscripción del
siglo III, probablemente votado por aquellos que eran recién admitidos al (limitado)
cuerpo ciudadano, incluye una promesa de no «iniciar una redistribución [de tierra] o
de casas [o de sitios poblados] ni una [cancelación] de deudas» (Austin 90, Syll3
526).
75
En las postrimerías del siglo III, las guerras locales entre las poleis cretenses
estaban acompañadas por la posibilidad, o la realidad, de
stasis (véase por ejemplo,
el juramento cívico de Dreros, Austin 91, Syll3 527).
76
Las referencias a la tierra y a las deudas no deberían necesariamente ser vistas
en términos modernos, como prueba de graves privaciones o de la existencia de un
proletariado marginal. Esta era una sociedad esclavista, donde un hombre libre era,
en razón de ser libre y ciudadano, un individuo privilegiado que disfrutaba de
derechos políticos y económicos que lo situaban por encima de otros hombres. Su
estatus vis-á-vis sus conciudadanos, y la fuerza de su voz política dependían de que
tuviera tierra para cultivar, u otros que la cultivaran, y de cuánto dinero sobrante
disponía para la ostentación en sociedad. La obra de Finley sobre las inscripciones de
hipotecas áticas ha mostrado que la deuda no era un problema tanto para los pobres
como para la élite — como los terratenientes de Éfeso— se prestaban grandes sumas
con la garantía de sus tierras, y después, por cualquier motivo, se encontraban en
dificultades, quizá perdiendo sus tierras. Mientras los hombres que nunca poseyeron
tierras habrían intentado servir como mercenarios de los diadocos, es más probable
que las personas que demandaran una redistribución fueran aquellos que alguna vez
habían tenido tierras pero ya no las tenían. El conflicto civil en las ciudades griegas,
bastante corriente en este período, probablemente estalló más debido a las disputas y
rivalidades entre ciudadanos relativamente privilegiados. Las demandas de reforma,
quizá, no eran un llamado a la revolución o a un nuevo orden social, sino a una nueva
asignación de puestos en el orden existente.