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Las ligas y el «federalismo»
Una de las estrategias adoptadas por las élites políticas fue promover lo que
los modernos historiadores llaman a menudo «federalismo»;
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con más precisión, un
tipo particular de alianza o liga para la cual el término griego es
koinon (simplemente
«algo en común», i.e. «comunidad»).
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Hasta cierto punto el precedente fue
establecido por los reyes: la liga de Corinto de Filipo (338) era una alianza militar
contra Persia, con él mismo como hêgemón (jefe) y un consejo (synedriori) formado
por delegados de las ciudades miembros en proporción a sus poblaciones. Esto a su
vez seguía el modelo de la llamada segunda confederación ateniense de inicios del
siglo IV, donde la libertad de las ciudades miembros habían sido formalmente
garantizada con el fin de salvaguardarlas de un recrudecimiento de las actitudes
imperialistas de Atenas. La liga de Corinto fue, desde luego, una herramienta de la
dominación macedónica, y algunas ciudades tenían guarniciones; pero Filipo
necesitaba atraer a las ciudades-estado potencialmente rebeldes.
Figura 4.4. Grecia central y meridional (adaptado de Talbert, Atlas, p.
29).
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En épocas anteriores había habido muchas asociaciones semejantes, con
frecuencia con un centro religioso. Una de ellas era la anfictionía délfica, una especie
de consejo de gobernadores del santuario de Apolo en Delfos nombrado por las
ciudades-estado de Grecia central, a veces de lugares tan lejanos como Atenas; en la
época de Filipo II este consejo detentaba una considerable influencia política, pero
no tenía como meta subsumir las comunidades de la polis cuyos delegados asistían a
ella. Otros koina habían sido más parecidos a estados, aunque indefectiblemente con
una capital religiosa. Las ciudades miembras de la confederación beocia, por
ejemplo, que fue constituida en el siglo VI, habían desarrollado en el siglo V una
forma de representación proporcional y actuaban generalmente de modo concertado.
Tebas generalmente dirigió la liga, proporcionando cuatro de los once «beotarcas» en
c. 386 a.C. La confederación sobrevivió a la batalla de Mantinea (362) y continuó
desempeñando un papel importante hasta que se deshizo después de Queronea (338).
Tres años más tarde, Alejandro arrasó Tebas.
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Algunas regiones donde los habitantes, aunque establecidos en una pluralidad
de centros, se identificaban como pertenecientes a un solo
ethnos (traducido
aproximativamente como «nación») habían fundado instituciones políticas comunes
y actuado juntas en los negocios militares. Los arcadios fundaron una efímera liga
democrática a consecuencia de la derrota de Esparta en Leuctra en 371.
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En el
período helenístico una antigua liga de
poleis jonias en Asia Menor occidental siguió
existiendo; se preserva su decreto en honor a Antíoco I (Austin 143, BD 20, OGIS
222).
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Este trasfondo étnico se refleja en una de las principales ligas helenísticas, la
de los etolios de Grecia centro-occidental. Los etolios, famosos en los estados
importantes como proveedores de tropas mercenarias de armas ligeras, habían
fundado un koinon que en 367 reconocía la tregua sagrada en la temporada de los
misterios eleusinos en Atenas (una ciudad miembro lo violó entonces; véase el
decreto ateniense en Harding 54). En la época de Alejandro los etolios estaban
completamente integrados en el mundo político griego. Este rey los tuvo en cuenta
en su Decreto de los Exiliados (324), por el cual tuvieron que reintegrar a los
habitantes de Oiniade en Acarnania, a quienes habían expulsado (Diod. 18, 8, Austin
16). Como resultado se unieron a la rebelión griega que desató la guerra lámica, para
entonces ya se habían adherido algunas ciudades vecinas acarnanias (Paus. 1.25,
Austin 23).
Hacia el siglo III, si no antes, los etolios estaban realizando asambleas
bianuales de los hombres adultos, y tenían un stratêgos anual (jefe militar) y un gran
consejo permanente (boulé o synedrion) que se reunía en el intervalo entre las
asambleas; el consejo estaba formado por delegados de las ciudades, en proporción
aproximada a la población de cada una. Dentro del consejo una comisión especial de
apoklêtoi («hombres escogidos») administraba los asuntos diarios.
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En otros
aspectos los etolios eran típicos griegos habitantes de ciudades y adoraban a los
dioses olímpicos. La propia liga tenía santuarios de deidades olímpicas como el de
Apolo en Termón, el lugar de culto central del ethnos. Si bien que todos los hombres
adultos pertenecían a la unión etólia, seguían siendo ciudadanos de sus propias poleis
—algunas de las cuales eran muy pequeñas incluso para la norma griega.
A inicios del siglo III la liga amplió su poder para incluir Delfos, donde
dominaba la anfictionía; los etolios adquirieron gran prestigio por haber defendido el
santuario contra los gálatas en 278. En la década de 240, los quianos, al otro lado del