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de poderes externos, fuera Alejandro o Ptolomeo. La libertad podía ser el lema, pero
la libertad plena no era posible.
Arato se convirtió en strategos de la liga en 245, atacando a los etolios que
antes habían intentado atacar Sición. Éstos a su vez se adueñaron del territorio de los
beocios, ahora aliados de los aqueos. En el mismo año, Antígono Gónatas recuperó
Corinto, aplastó la liga eubea y puso guarniciones en sus ciudades (Plut. Arat. 17. 2).
Los etolios estaban tratando de incorporar ciudades del oeste del Peloponeso, pero
Arato restableció la ruta alta de los aqueos al recuperar Corinto en 243 con un ataque
sorpresa. La liga ahora reunía a Corinto, Epidauro, Mégara y Troizen, y eligió a
Ptolomeo III como su hegemon (jefe) probablemente un puesto honorífico. Arato
intentó amedrentar a Atenas para que se adhiriera, e hizo una alianza con Esparta.
Incluso Polibio admite que las ciudades eran forzadas a unirse a la liga, y es tentador
preguntarse si Arato y sus aliados intentaban crear el imperio más grande posible
para sus propios fines u ofrecer a las ciudades la opción de un desarrollo autónomo y
sacudirse el miedo de la dominación macedónica. Debemos tener en cuenta que
atraer una ciudad a una liga implicaba poco más que el reemplazo de un grupo
dominante por otro, no una guerra abierta, ni mucho menos la esclavización de la
población. Probablemente ambas ambiciones no pueden ser separadas.
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Para comprender si la liga aquea representaba un imperio sicionio o una
estrategia colectiva de resistencia, debemos hacer más que considerar los procesos de
toma de decisiones aparentemente democráticos de la liga; es también demasiado
fácil para un grupo pequeño dominar una estructura semejante, y no es difícil
imaginarse cómo esto podía suceder. Puede también ser útil preguntar si las ligas del
siglo III eran como los modernos estados federales, como se afirma a menudo. El
término federal, del latín foedus, «tratado», indica su origen en tratados, sea
acordados voluntariamente o impuestos después de derrotas militares. El término
griego ordinario, sin embargo, es simplemente koinon, un uso que se remontaba a los
primeros días del etnos y a sus festividades comunes.
Algunas ligas fueron instrumentos de dominación. En 302 Demetrio I revivió
la liga de Corinto de Filipo II (inscripción, BD 8; parte en Austin 42, cita antes),
específicamente con vistas a la guerra contra Casandro («la guerra común»). La
alianza de Antígono III Dosón, fundada después de la guerra de Esparta en 222
(véase más adelante), incorporó tanto a la liga aquea como a muchas comunidades
griegas del centro (Polib. 2. 54, 65; 4. 9). La liga de los insulares («koinon de los
Nôsiôtai») fue organizada en 315-314 por instigación de Antígono I; aquí otra vez
había una razón política: la enemistad de los Antigónidas contra Ptolomeo. Ptolomeo
a su vez se apoderó de la liga a inicios del siglo III y tanto él como su sucesor se
presentaron como protectores de los insulares, como lo muestra el decreto de la liga
de alrededor de 280 donde se acepta tomar parte en el festival de la Ptolomea:
[Resuelto] por los delegados (synedroi) de los insulares:
con respecto a los asuntos que [Filocles] rey de los sidonios y
Bacon el [nesiarca (comandante de las islas)] escribió a las ciudades, de
que deberían enviar delegados a Samos para hablar de que el sacrificio,
los emisarios (theoroi) sagrados y el concurso que el rey Ptolomeo (II)
está creando en honor a su padre en Alejandría, deberían ser iguales en
rango a los juegos olímpicos, [y] (referente a lo cual) Filocles y Baconte
han [ahora hablado] con los [delegados] que han llegado de las ciudades:
sea resuelto por el koinon de los delegados:
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puesto que el rey Ptolomeo (I) Soter ha sido el causante de tantas
bendiciones para los insulares y los demás griegos, al haber liberado a las
ciudades, restablecido las leyes, restaurado todas sus constituciones
ancestrales y perdonado los impuestos;
y como ahora el rey Ptolomeo (II), habiendo heredado el reino de
su padre, continúa mostrando la misma buena voluntad y cuidado con los
insulares y los demás griegos, y está ofreciendo un sacrificio en honor de
su padre ... preservando su [piedad] hacia los dioses y manteniendo su
buena voluntad hacia sus [ancestros]...
[aceptar] el sacrificio y [enviar] emisarios sagrados en la
[estación apropiada de aquí] en adelante, como sea instruido por el rey...
y coronar al rey Ptolomeo hijo del rey Ptolomeo Soter con una
corona [de oro] por el mérito [con el valor de] mil estáteros, por su
excelencia y buena voluntad hacia los insulares...
(Austin 218, Burstein 92, Syll3 390)
Las asociaciones de este tipo estaban concebidas con conciencia de las
tradiciones de acción colectiva, pero tenían jefes «reales» (hêgemones) y eran reflejo
obviamente del poder macedónico y egipcio. Incluso un koinon que actuara
independientemente del patronazgo real, como los aqueos o los etolios, podía escoger
un protector real; los aqueos eligieron a Ptolomeo III como su jefe titular (con pocas
consecuencias prácticas) y más tarde los etolios escogieron a Antíoco III como su
strategos en un momento en que se avecinaba la guerra con Roma.
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Varias ligas creadas durante el siglo V o antes estaban aún activas y se
desarrollaron más a inicios del período helenístico. La liga epirota, anteriormente
estructurada según los vínculos tribales y formada por los molosos, caonios y
tesprotianos, asumió su nuevo nombre alrededor de 300 y era una mezcla de
monarquía, federalismo y organización tribal. Los tesalios retuvieron su constitución
hasta que se liberaron de Macedonia y se reorganizaron en 194; la federación perduró
hasta la época romana, como ocurrió con la antigua federación clásica focia, que fue
absorbida por los etolios durante 197-191 y después liberada. La liga acarnania,
creada en el siglo V, tuvo una historia con más altibajos: después de su
reorganización por Casandro en 314, cuando los acarnanios aceptaron concentrarse
en menos ciudades pero de mayor tamaño, sufrió la dominación del Épiro y Etolia y
una periódica desorganización, siendo refundada finalmente alrededor de 230.
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Entre las nuevas confederaciones se cuentan la de los magnesios en Tesalia,
fundada después de la segunda guerra macedonia (200-197), con su centro en
Demetria, y la de los licios, un pueblo helenizado que tenía una estructura federal
hacia 200 a.C. Finalmente, las cuatro repúblicas macedonias fundadas por Roma en
167 tenían una estructura federal en que cada una tenía una asamblea de
representantes y un general en jefe.
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Para entonces era menos común que hubiera
una asamblea primaria con facultades de decisión.
La participación en una liga limitó hasta cierto punto la autonomía de las
poleis integrantes; éstas asumieron la lucha en conjunto y el respeto a la constitución,
y a veces la emisión de moneda con un diseño común. No debe sorprender, quizá,
que no se acordaran procedimientos para retirarse de una koinon; las ciudades que
intentaron hacerlo tuvieron que luchar por ello, y podían ser forzadas a volver. Hasta
ese punto, por lo menos, se había cedido la soberanía. Las disputas entre los
miembros eran ordinariamente sometidas al arbitraje del cuerpo gobernante de la