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Bajo Areo
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I (r. 309/308-265), los espartanos estaban otra vez
militantemente activos, ayudando a sus parientes en Taras (Taranto.en Italia) contra
sus vecinos no griegos (303). Laconia fue invadida por Demetrio I en 294, y en 281
Areo dirigió a los beocios, megarenses y algunos aqueos y arcadios en una
expedición fallida para liberar Delfos de la dominación etolia. Una vez más sufrieron
graves bajas, lo cual sin duda agudizó la oligantropía espartana. Pirro invadió en 272
pero fue rechazado, irónicamente, por una fuerza mercenaria macedonia enviada
desde Corinto.
Areo acuñó moneda en Esparta por primera vez, algunas de sus emisiones
siguen el molde de Alejandro y llevan la leyenda: basileos áreos,
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otras ponen su
perfil por una cara y el de Alejandro en la otra. En el decreto de Cremónides es
nombrado junto con los lacedemonios y sin el rey compañero. Esparta, o al menos
Areo, parece haber estado asumiendo el lenguaje y el estilo de las otras monarquías
cuando era conveniente. Puede responsabilizarse a Areo de no lidiar con los
problemas sociales; pero un rey, particularmente uno espartano, era el producto, y
quizá el prisionero, de su sociedad, y sabemos demasiado poco de la sociedad
espartana de este período para atribuirle un fallo.
La guerra cremonidea terminó en un fracaso y con Areo muerto. Entre esa
fecha y la subida de Agis IV en c. 244 sabemos sólo de un acontecimiento: un ataque
fallido contra Mantinea. Desde Queronea, los espartanos habían seguido su propio
camino; pero difícilmente pueden ser culpados de aislacionismo. Han sido criticados
por no percibir que sus días de gloria habían terminado y por no actuar en
consecuencia; pero para las personas que vivían en la época, particularmente en el
Peloponeso, esto podría no haber sido evidente. Una sublevación contra los
macedonios tenía más de una oportunidad de triunfar, y la victoria podría acarrear
una renovada hegemonía espartana sobre el Peloponeso; con todo, escapar de la
dominación macedónica dejaría a las ciudades estado en dependencia de un nuevo
señor en Egipto.
Agis y Cleómenes (c. 244-219 a.C.)
El punto de partida de esta historia de Agis y Cleómenes es la afirmación de
que se había dejado el tradicional modo de vida militar en tiempos recientes.
Encontramos aquí inmediatamente el mayor problema de nuestras principales
fuentes, Polibio y Plutarco. Dados los antecedentes de Polibio como jefe militar e
hijo de un prominente general de la liga aquea, a duras penas podemos esperar que
no sea sino apasionadamente antiespartano. Plutarco, por otra parte, que utiliza a
Filarco de Atenas (como lo hace Polibio mismo), adopta una posición mucho más
favorable a los reyes, que ha influido en algunos escritores actuales (incluida Naomi
Mitchison que, en su novela histórica The Corn King and the Spring Queen, con el
escenario de la Esparta de finales del siglo III y un sólido fundamento en las fuentes
históricas, idealiza a Cleómenes como una especie de protosocialista).
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Polibio estaba motivado por sus intereses personales; para él los hechos de los
reinados de ambos reyes estaban casi dentro de la memoria vivida y tenían una
resonancia en sus propios días. Plutarco, sin embargo, mira hacia atrás desde una
Grecia que en el siglo II es parte del imperio romano, en un momento en que la
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antigua historia griega era admirada y estaba siendo modificada para una nueva
audiencia. Su presentación de los reyes espartanos refleja parcialmente su punto de
vista y el de sus contemporáneos sobre el rey justo y estoico y sobre el carácter de las
amenazas al buen orden social; quizá los coetáneos de estos reyes no vieron la
cuestión de esta manera. Los escritores modernos, igualmente, tienden a ocupar los
diferentes puntos de un espectro; algunos ven a Agis y a Cleómenes como unos
reaccionarios que trataban de retrasar el reloj, mientras que para otros son idealistas
que deseaban la ciudadanía para todos.
Como ocurre con la polaridad en algunas representaciones modernas de
Cleómenes como cuasifascista o socialista liberal, la verdad probablemente está en
medio de la versión de Polibio y la de Filarco. Las peculiaridades de la sociedad
tradicional espartana, y su deseo de preservar su modo de vida y de resucitar su
poder militar, no deben ser menospreciadas como anacronismos excéntricos y
tratadas como instrumentos regresivos de la lucha de clases (Esparta no era ni mucho
menos la única en tener clases sociales subordinadas), sino que deberían ser vistas
como una posición significativa. Cuando los reyes afirmaban que estaban
restableciendo el tradicional modo de vida espartano, que los espartanos creían que
había sido instituido por un antiguo reformador, Licurgo, estaban en lo correcto y en
lo erróneo a la vez: estaban resucitando costumbres que se creía que habían caído en
desuso, pero les daban un significado que, estrictamente hablando, no habían tenido
antes. Cuando afirmaban que estaban creando una sociedad más justa, también
estaban (correctamente según la norma de la época) tratando de hacer su polis
poderosa. En el pasado admirado había un valor propagandístico y un poder de
legitimación a los cuales apelar.
Plutarco presenta a Agis IV (r. c. 244-241) conmovido por la pobreza de la
masa de ciudadanos que han perdido sus tierras a manos de los ricos. Dice que se
aglomeraban en la ciudad con ánimo de revuelta, aunque aquí su imaginación parece
estar teñida por los episodios de la historia romana de finales de la república. Lo que
el joven rey (n. c. 262) hizo efectivamente tras su subida al trono fue proponer, a
través de un partidario que era éforo,
que los deudores quedaran libres de sus deudas; que se dividiría el
territorio, y de la tierra que hay desde el barranco de Pelenes al Taigeto, a
Malea
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y a Selasia, se formarían cuatro mil quinientas suertes (
klêroi), y
de la que cae fuera de , esta línea, quince mil, y ésta se repartió entre los
colonos que pudieran llevar armas, y la de dentro de la línea entre los
mismos espartanos, que el número de éstos se completaría con aquellos
colonos y forasteros que se recomendasen por su figura y su educación
liberal, y que estando en buena edad tuviesen la conveniente robustez; y
finalmente, que de estos nuevos espartanos se dividirían en quince mesas
o banquetes de doscientos a cuatrocientos, observando el mismo método
de vida que sus progenitores.
(
Plutarco, Agis, 8, Austin 55 6).
Agis logró obligar al otro rey, Leónidas, a exiliarse cuando se le opuso; pero
habiendo efectuado la abolición de las deudas fue obstaculizado por los propietarios
de latifundios que se contentaban sólo con quedar libres de los compromisos, pero no
deseaban perder sus tierras. En 241, fue enviado a auxiliar a los aqueos para rechazar
la invasión etolia (Plut. Agis, 13), y a su regreso fue ejecutado —junto con su madre