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haber sido fenicio étnicamente, aunque su nombre y el de su padre son griegos. Una
vez que hubo formulado sus ideas independientemente de sus maestros, comenzó a
enseñar en Atenas en la Stoa Pecile (el Pórtico Pintado), de la cual deriva el término
«estoico».
Zenón, según los antiguos escritores, sostenía que el único bien real es la
acción buena; todo lo demás no es bueno ni malo, sino moralmente indiferente. El
universo opera de acuerdo con la razón; como en el epicureismo, los dioses no son
activos, pero el hombre sabio actúa según sus leyes. Puesto que sabe que está
actuando rectamente, es feliz incluso en circunstancias calamitosas: «feliz incluso en
el tormento».
Esos son al menos los principios centrales del estoicismo, que tuvo una larga
vida y se desarrolló por más de cinco siglos. Las propias obras de Zenón no se han
conservado Es probable que sus concepciones fueran más radicales que las de sus
sucesores. Su principal obra fue Politeia (De la constitución, el título es el mismo
que el gran diálogo de Platón, llamado, bastante erróneamente, La República).
Describía una sociedad ideal como la que vivía «en armonía con la naturaleza»; no
una comuna ecológica, sino una sociedad con valores racionales, por tanto
«verdaderos». Diógenes Laercio preserva elementos de la posición de Zenón en la
forma de los ataques que se acumularon contra él:
Algunos en efecto entre los seguidores de Casio el Escéptico, que
acusando a Zenón decían, primero, que al inicio de su Politeia declaraba
que la educación convencional no tenía valor; segundo, que describía
como enemigos, a los enemigos, esclavos y extranjeros de todos los
hombres que no eran virtuosos; los padres de los niños, los hermanos de
los hermanos, los amigos de los amigos ... Igualmente, en la Politeia,
decían, que plantea la idea de que las mujeres (debían ser) comunes, y por
la línea 200 que ni los santuarios ni los tribunales ni los gimnasios debían
ser construidos en las ciudades. Y sobre la moneda, decían, que él
pensaba que no debía usarse ni para el comercio ni para viajar al
extranjero. Y mandaba que los hombres y las mujeres usaran el mismo
traje y que ninguna parte (del cuerpo) estuviera completamente oculta.
(Dióg. Laer. 7. 32-33)
Parece que alguna homosexualidad habría sido aceptable; al menos, tenemos
la declaración de Diógenes de que los estoicos
dicen que el hombre sabio siente deseo por los jóvenes que muestran en
su apariencia una buena disposición natural hacia la virtud, como Zenón
dice en la Politeia. Crisipo en el primer libro de su obra De los estilos de
vida, y Apolodoro en su Ética.
(Dióg. Laer. 7. 129)
A diferencia del estado ideal de Platón, la comuna no sería necesariamente
una ciudad; Zenón estaba probablemente más preocupado de que comprendiera a
todos los hombres sabios. Podían vivir en ciudades, pero éstas no tenían que ser las
típicas poleis griegas.
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Zenón no estaba escribiendo una prescripción que pudiera ser puesta en
práctica, sino que examinaba una situación hipotética. Aunque es fácil, ver el papel
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desempeñado en su pensamiento por los valores cínicos, para no mencionar los
platónicos, tenía sus propias ideas y no era simplemente el producto de sus
profesores.
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Además, puesto que él mismo era solicitado como profesor u orador en
Atenas, sus ideas deben haber conectado con sus oyentes y correspondido a sus
preocupaciones. ¿Cuáles eran éstas? Si deseamos subrayar el idealismo de Alejandro
Magno (como historiadores como Tarn han hecho) y considerar que aspiraba a
romper las barreras entre las razas, podríamos ubicar a Zenón en referencia a lo que
sería visto como el fracaso de Alejandro y el caótico legado de su reinado. O si no,
podríamos restar importancia al idealismo de Alejandro (como hacen ahora los
estudiosos) y subrayar la inestabilidad de la sociedad cívica en la Grecia del siglo III,
particularmente la frecuencia de las alteraciones civiles y el conflicto de clases, o la
amenaza de éstos. Uno puede ver realmente que Zenón respondía a esta amenaza,
externa o interna, a la polis de su época. Su respuesta sin duda era diferente del
epicureismo en que preconizaba la acción positiva —la participación política—,
antes que el quietismo. Algunas de sus ideas democráticas eran de valor práctico,
siendo adaptadas y usadas en el contexto de resistencia a Macedonia a inicios de la
guerra cremonidea.
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No obstante, una vez que Atenas fue vencida en 263/262, un hecho que
coincidió aproximadamente con la muerte de Zenón, el estoicismo tuvo que bregar
con el problema de crear el estado ideal en un universo monárquico. Bajo Cleante de
Aso (c. 261-232) y su sucesor Crisipo de Soli (232-c. 206) la Stoa parece todavía
haberse mantenido como un foco de teoría antimacedónica. Esfero de Borístenes
ayudó a Cleómenes III de Esparta en sus reformas, y sus vínculos con Ptolomeo III
sugieren que la desestabilización de Macedonia era un objetivo que compartían.
Roma, a finales del siglo III e inicios del siglo II, parecía un aliado prometedor
contra Macedonia, pero su influencia orientó al estoicismo en una dirección más
conservadora. A partir del siglo II en adelante, el estoicismo fue gradualmente
adaptado para el uso de una filosofía del gobernante justo, y sus elementos más
radicales fueron suavizados. Posteriormente los estoicos negaron incluso la autoría
de Zenón de la Politeia, o la descartaron como una obra inmadura. «La Stoa se
convirtió de una escuela ampliamente crítica de la sociedad contemporánea en una
que la aceptaba en su mayor parte.»
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También siguió siendo lo que había sido
siempre: una filosofía para la élite política.
Los utópicos
Todas estas tradiciones filosóficas refleja un problema que los griegos
educados encaraban: cómo participar en la actividad política que era un derecho de
los ciudadanos, dada la existencia de las monarquías macedónicas. En diferentes
modos todos abandonaron la confiada teorización filosófica y el compromiso
político, con excepción de Zenón y los primeros estoicos.
Mientras algunos filósofos teorizaban sobre los estados ideales, otros
describían tierras imaginarias que podrían ser llamadas utopías con más exactitud.
Evemero (o Euhemeros) de Mesina, que sirvió al rey Casandro desde 311 a 298,
escribió la Hiera anagraphê (Narración sagrada), un relato imaginario de un viaje a
un archipiélago de islas en el océano índico, donde no sólo la naturaleza humana sino