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LAS FUENTES NO LITERARIAS
Un rasgo sorprendente del período helenístico, en comparación con el clásico,
es el número muy grande de textos no literarios que quedan, y su preponderancia
sobre los datos historiográficos. Por una parte, dichas fuentes —papiros
documentales, inscripciones, monedas y restos arqueológicos— nos dan un acceso
mucho más directo al período. Por otra parte, estas fuentes plantean problemas
especiales de interpretación y necesitan conocimientos especializados para ser
evaluadas directamente. No pueden hablarnos con su propia voz, como Tucídides y
Polibio; debemos analizarlas tanto internamente y cotejarlas de modo que podamos
interrogarlas con rigor, no subjetivamente.
Los papiros
Uno de las categorías más importantes de tales datos es la que corresponde a
las decenas de miles de papiros preservados en Egipto. Sin embargo, como son de
relevancia casi exclusivamente para la historia egipcia, y no para el mundo griego en
general, son examinadas en el capítulo 6.
Las inscripciones
El estudio del período en general se beneficia del hecho de que queda una
gama mucho más amplia de inscripciones (testimonio «epigráfico») que para los
períodos más antiguos de la historia griega.
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El presente libro cita muchos de esos
documentos. Mientras que los papiros contienen con frecuencia la fecha exacta según
el calendario ptolemaico, la mayoría de las inscripciones tienen que ser fechadas
interpretativamente sobre la base de la forma de la letra. Ésta indica muchas veces
cuándo y dónde fue grabado un texto, dentro de amplios límites; un epigrafista
especializado podrá típicamente inferir una fecha con un margen aproximado de un
cuarto de siglo más o menos. La asignación a un determinado lugar puede basarse en
el idioma del texto, que puede estar asociado a una ciudad particular. Los límites
varían, sin embargo; las simples lápidas funerarias, nunca fechadas, pueden ser
difíciles de asignar a un período determinado de un siglo, mientras que otras
inscripciones preservadas sin contexto, carentes de procedencia arqueológica, no
siempre pueden atribuirse a un lugar. En el otro extremo del espectro, un decreto que
nombre a un rey, incluso sin un sitio de hallazgo, puede ser usualmente datado dentro
de un determinado reinado en particular —aunque, como los reyes de una
determinada dinastía solían tener el mismo nombre, y no estaban numerados como
ahora, no es siempre seguro a qué rey se refieren.
El grupo más importante de textos epigráficos son los documentos cívicos de
la polis griega (las ciudades-estado). La mayoría de las ciudades seleccionaban
ciertas transacciones públicas para que fueran grabadas en piedra, aun cuando ya
estaban bajo el dominio de Alejandro y sus sucesores. No sólo aumentó el número de
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ciudades en este período, sino que se dedicaron con creciente energía a la
preservación de estos registros. El enorme aumento del número de inscripciones de
las ciudades griegas del Asia Menor es uno de los rasgos más asombrosos de este
tipo de testimonio, y en ausencia de narraciones ininterrumpidas y de papiros, son
particularmente valiosas para el estudio del imperio seléucida occidental. Entre las
fuentes para la historia económica de las comunidades, las inscripciones de Délos,
especialmente las cuentas de los encargados del templo (hieropoioi) son
particularmente ricas en datos (véase Austin 104, de los relatos para 279 a.C.).
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El
documento arquetípico de la época, sin embargo, es el decreto del Consejo y el
Pueblo (vg. SEG i, 363) que con frecuencia preserva los nombres de los ciudadanos
políticamente activos o registra las relaciones de la ciudad con el rey.
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En número,
las lápidas son probablemente los textos más comunes, un hecho que en algunos
casos ha permitido estudios demográficos de comunidades urbanas tales como la de
Rodas.
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Las lápidas, las listas de nombres registrados para algún propósito colectivo
y los documentos cívicos que contienen los nombres de ciudadanos políticamente
activos ofrecen muchas posibilidades para la prosopografía (estudios de los vínculos
entre individuos relacionados a través del tiempo), que pueden a su vez permitirnos
rastrear los cambios en las élites políticas y en otros aspectos.
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Otro tipo importante
de documentos (algunos de los cuales son decretos de la polis, como ya se dijo) es la
«correspondencia real».
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Las monedas
El testimonio histórico de las monedas no es menos importante que en el
período clásico. Una de sus más notables características es su grado de uniformidad
en todo en mundo helenístico, que hace tanto más significativas las desviaciones y
las excepciones.
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Otra es el surgimiento de las denominaciones más pequeñas, lo
que apunta a una mayor monetización de la economía cotidiana, aunque es probable
que todavía la mayoría de las transacciones se hicieran en especie (véase por ejemplo
el decreto del siglo III de la ciudad de Gortina sobre la nueva moneda de bronce,
Syll3 525, Austin 105).
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Siguiendo el ejemplo de su padre, Alejandro Magno promovió una moneda
uniforme en todo su imperio,
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aunque sin excluir las emisiones regionales y
municipales, y adoptó el patrón ático de medida de 17,2 gramos para el dracma de
plata. Después de su muerte se mantuvo esta norma excepto en Egipto, donde
Ptolomeo I pasó gradualmente a un patrón de menor peso, fijado en 14,3 gr. hacia
290 a.C. Las monedas emitidas en nombre de Alejandro fueron acuñadas por los
reyes y las ciudades durante más de doscientos años, mientras que la moneda en
nombre de las ciudades, aunque continuó esporádicamente, ocupó un lugar menos
importante. Para confusión del lego, algunas ciudades en ciertos momentos emitieron
monedas en nombre de Alejandro o del rey de la región, antes que en su propio
nombre sencillamente. Éfeso, en el Asia Menor, bajo el dominio ptolemaico, incluso
acuñó emisiones de monedas reales y municipales según el patrón ptolemaico, que
hasta entonces no había utilizado
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Hay dos aspectos principales de la evidencia que dan las monedas, el
ideológico y el económico, aunque ambos se yuxtaponen. Emitir moneda, validada