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usado las fuentes más confiables sobre Alejandro y haberlo hecho críticamente. Sus
obras existentes comprenden la famosa Anábasis de Alejandro («La expedición de
Alejandro al interior»), fundamento de todos los estudios modernos sobre Alejandro,
y el Indike, un relato del viaje de regreso de la India de la flota del rey. Quedan
extensos fragmentos en papiros y en manuscritos medievales, de su Ta meta
Alexandron (Qué pasó después de Alejandro, FGH 156; partes en Austin 22a, 24),
que cubren los primeros cuatro años después de la muerte del rey.
Diodoro (sobre el cual véase más adelante) utiliza a Clitarcos en su relato
sobre Alejandro de su libro XVII. El otro historiador principal de Alejandro es un
romano, Quinto Curcio Rufo (del siglo I o II d.C.), una figura bastante nebulosa, que
escribió en latín, refleja la tradición populista o vulgar. Esto da a su obra un carácter
moralista y retórico, pero complementa de forma útil a Arriano en el período que se
inicia en 333 (la parte más antigua de su trabajo se perdió). En el llamado Romance
de Alejandro, una colección parcialmente legendaria de cuentos que han quedado en
versiones romanas medievales se reflejan elementos de la tradición vulgar,
provenientes quizá de las tradiciones populares escritas no pocos después de la
muerte del rey.
La historiografía del período helenístico
Los historiadores del período helenístico fueron numerosos, pero se han
conservado pocas obras suyas. Las ramas de la historia local, regional y de las
antigüedades florecieron, pero la mayoría de los autores son ahora nada más que
nombres para nosotros (véase el capítulo 7). La falta de una narración continuada es
un problema para gran parte de este período, particularmente en relación a los inicios
y mediados del siglo III. Los principales historiadores del siglo III se han perdido:
Jerónimo, Duris, Timeo, Filarco y Arato de Sición.
Como señala Wallbank: «Hay claros indicios de que son estos cinco quienes
imprimieron su carácter y su versión de los hechos en la tradición existente».
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Una
pérdida igual de lamentable es la de Filocoros, el último y más grande de los
actidógrafos (escritores de historia ática, es decir, ateniense), que trató tanto de los
acontecimientos contemporáneos como de los más antiguos. La desaparición de estas
obras es resultado, en parte, de los cambios en el gusto romano a que nos hemos
referido antes, pero también se explica por una aparente falta de interés en los años
transcurridos de c. 301 a c. 229 por parte de los escritores posteriores, que pueden
haber preferido no centrarse en una época en que la dominación macedónica no había
sido prácticamente desafiada. Todos estos escritores son examinados más adelante,
aquí debo centrarme en los autores cuyas obras se han conservado en parte o en su
totalidad.
Para el período desde 229 en adelante, tenemos la primera narración casi
contemporánea que tiene afortunadamente una alta calidad. Polibio de Megalópolis
(c. 200-c. 118) es el único historiador helenístico del que ha quedado una obra casi
completa. Su obra, sin embargo, presenta mutilaciones; sólo un octavo de ella (los
primeros cinco libros de cuarenta) permaneció intacto; el resto fue compuesto a partir
de «fragmentos» (en el sentido explicado antes) más cortos o más largos,
especialmente un resumen casi continuo del libro 6 al 18.
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Polibio fue testigo de acontecimientos importantes y se relacionó con
hombres que hicieron historia. Su padre fue un destacado estadista en la liga aquea
durante los inicios del siglo II. Polibio fue uno de los mil aqueos retenidos en Italia
después de la derrota de Macedonia; gozó de la compañía de estadistas y literatos
romanos mientras vivió allí. Fue testigo del saco de Cartago en compañía de los
principales generales romanos (146), y exploró la costa atlántica más allá del
Estrecho de Gibraltar. Escribió su historia con el fin de explicar cómo los romanos se
apoderaron de Grecia entre 220 y 167 y por tanto incluyó un proemio (libros 1-2)
sobre el surgimiento de Roma, las primeras guerras contra Cartago, la situación de
Grecia bajo Macedonia y la derrota de Esparta por Antígono II de Macedonia. Al
final añadió un relato de los efectos de la dominación de Roma sobre Grecia (libros
30-39). No sorprende que esta dominación hiciera una fuerte impresión en Polibio,
quien parece haber deseado explicarse por qué el éxito de los romanos fue tan
completo, así como comunicar estas razones a sus lectores griegos de modo que éstos
aceptaran el ineluctable nuevo orden mundial y se acomodaran a la situación.
Aunque resulta casi injusto para con los historiadores perdidos concentrarse
tanto en Polibio, debemos asumir que la razón de que su obra se conservara se debió
a que fue ampliamente leída y copiada, y por tanto que era considerada excelente.
Junto con Tucídides, es uno de los dos historiadores griegos que puede, al menos en
términos de metodología y objetivos, ser llamado científico, aunque ambos eran
artistas literarios y distaban de ser desapasionados. Llama a su obra pragmatiké
historia, «historia pragmática», basada en testimonios escritos, en su propio
conocimiento de los hechos, en el testimonio de testigos oculares y así
sucesivamente. Organizó su material de modo sistemático: en la parte principal de su
obra abarcó un año cada vez, tratando de los hechos en el occidente (incluida África),
Grecia, Macedonia, Asia y Egipto, siempre en ese orden. Desarrolló los principios
explicativos de Tucídides a un nivel más alto de complejidad, que su insistencia en el
papel de la Fortuna (tyché, cf. pp. 199-200) no invalida. El corolario a su análisis de
sus propios métodos históricos son sus ataques, a veces imprudentes, a los métodos y
prejuicios de otros historiadores, especialmente de Timeo en el libro 12. Él mismo
está claramente predispuesto en favor de los aqueos y netamente en contra de los
espartanos; pero el comentario de un estudioso de que «por supuesto sin ser neutral,
no obstante, era honesto» parece justo.
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La historia universal del escritor romano Tito Livio (Titus Livius,
probablemente 59 a.C.-17 d.C.) incluyó muchos pasajes basados en los libros
perdidos de Polibio. Queda una amplia porción de la obra de Livio, que permite a los
estudiosos llenar los vacíos de Polibio. Sobre la participación romana en Grecia hasta
167 a.C., Livio ofrece una narración detallada y valiosa en los libros 26-45.
Un contemporáneo de Livio, Diodoro de Sicilia (Diodorus Siculus, el
«Siciliano») escribió una Bibliothéke (Biblioteca), una historia universal hasta 60
a.C. Los libros 18-20 son la única narración ininterrumpida de que disponemos para
los años de 323-302 a.C.; se basan en buena parte en las memorias de Jerónimo de
Cardia, archivero de Alejandro que fue también oficial del ejército. Del resto de la
obra de Diodoro quedan fragmentos, pero es claro que para la historia de su Sicilia
natal hasta el segundo cuarto del siglo III utiliza a Timeo; para la historia griega del
siglo III tardío y el siglo II sigue mucho a Polibio, y para el período posterior a 146
utiliza al erudito estoico Posidonio (135-51 a.C.). Los libros sobre los hechos de 301
a 60 a.C. son fragmentarios.