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¡Ay, dioses, qué gentío! ¿Cómo vamos a pasar por este jaleo?
¿cuándo? ¡qué muchedumbre! Parece un inmenso hormiguero. Muchas
cosas buenas has hecho, Ptolomeo, desde que tu padre está con los
inmortales. Ningún malhechor se acerca a uno en la calle a la manera
egipcia y le hace una canallada, broma que antes gastaba esta gentuza que
lleva la mentira en la sangre, todos de la misma calaña, tramposos,
chusma maldita.
(Teócrito, Idilio, 15. 44-50)
Teócrito era un poeta cortesano, y las mujeres que representa no eran pobres
puesto que iban acompañadas por esclavos. La actitud es inequívoca, aunque
deberíamos tener en cuenta que Teócrito no está hablando con su propia voz sino
adoptando la apariencia y la dicción de su personaje, una mujer doria estrecha de
miras de Siracusa; el chiste se hace parcialmente a costa suya.
Sería interesante saber si tales actitudes desdeñosas se observaban en los
niveles inferiores de riqueza. En un ejemplo conocido, un camellero escribe a Zenón
una queja; es de suponer que empleó un escriba o intérprete para escribir esta carta:
Sabes que me dejaste en Siria con Croto [el agente de Apolonio]
y que cumplí todas las instrucciones referentes a los camellos y que no
tengo culpa para ti. Y cuando le ordenaste que me pagara mi salario,
(Croto) no me dio nada de lo que habías mandado... Aguanté por mucho
tiempo esperándote, pero cuando se me acabó lo necesario y no pude
conseguirlo de ninguna otra fuente, me vi obligado a huir a Siria
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para
evitar morirme de hambre...
Y cuando tú me enviaste a Filadelfia a Jasón, e hice todo lo que
me ordenaste, desde hace nueve meses que no me ha dado nada de lo que
tú mandaste, ni aceite ni grano, excepto que cada dos meses me paga el
(estipendio para) el vestido. Y estoy angustiado el verano y el invierno. Y
me dice que acepte el vino corriente como salario. Pero me ha tratado con
desprecio porque soy un bárbaro [es decir, no griego].
Por tanto te pido, si te agrada, ordenarles que me permitan
obtener lo que se me debe y que en el futuro me paguen con regularidad,
de modo que no muera de hambre por no saber hablar griego
(hellenizein)...
(Austin 245, BD 114, P. Col. Zen. 66)
Es dudoso si el camellero es egipcio o pertenece a otro grupo étnico (los
editores originales sugieren que podría ser un árabe, como otros camelleros). En todo
caso, el documento parece contener claros indicios de la existencia de un prejuicio
griego contra los «bárbaros», puesto que fueran o no ciertos los reclamos específicos
del corresponsal, éste debía presumiblemente creer que su empleador reconocería un
fundamento legítimo de apelación. La frase final indica que no conocer el griego
podría entrañar desventajas prácticas.
A veces vemos las relaciones desde el otro lado. En el siglo II un cierto
Ptolomaio, de origen macedonio y un «preso»
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en el Serapeo de Menfis (un templo
regentado principalmente por sacerdotes egipcios) envió la última queja de una larga
serie al strategos local sobre el personal no griego del templo:
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Pues he sufrido una grave injusticia y mi vida ha sido
frecuentemente amenazada por los limpiadores del templo cuyos nombres
listo abajo, me amparo en vos en la convicción de que de esta manera me
aseguraré conseguir justicia. El 8 Phaophi del año 21 [161/160 a.C]
vinieron al Astarteo, que está en el santuario... Algunos de ellos llevaban
piedras en las manos y otros palos, y trataron de entrar por la fuerza para
saquear el templo y matarme porque soy griego...
Cuando estos mismos hombres me trataron del mismo modo en
Phaophi del año 19, de inmediato os elevé una petición, pero como no
tengo a nadie que cuide este asunto, se vieron impunes y se
envalentonaron. Por tanto, os pido, si os place, que les ordenéis que
comparezcan ante vos de modo que reciban el castigo que se merecen por
estas fechorías. Adiós.
(Austin 257, BD 115, UPZ i. 8)
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Antes, en 163/162, Ptolomaio había sido atacado por los panaderos locales:
«porque soy griego» (UPZ i. 7).
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Estos incidentes eran parte de un patrón en los
años que siguieron a la abortada invasión de Antíoco IV, cuando reinaba una
renovada agitación nacionalista. Como con la queja del camellero, no obstante, no es
seguro que la afirmación de un odio racial estuviera justificada. Igualmente el odio a
los griegos sólo explica parcialmente hechos tales como la quema de contratos (P.
Amherst, ii. 30), que puede haber sido impulsada por un deseo de destruir los
registros de deudas y así sabotear a las autoridades. (Para un caso de quema de
archivos en Dimê, en Acaya, en 115 a.C, castigado por el procónsul romano como
susceptible de poner en peligro el orden establecido y llevar a la abolición de las
deudas privadas, véase Sherk 50, Syll3 684, RDGE 43).
Los indicios anteriores parecen sugerir que la sociedad egipcia en un ámbito
local estaba separada de los otros (griegos y no griegos); pero esto debe interpretarse
con prudencia. En un estudio de 21 contratos hechos en 232/ 231 a.C. entre los
colonos ptolemaicos en una aldea (probablemente nueva) de El Fayum, ha sido
observado que diferentes grupos étnicos no egipcios —tracios, judíos y persas—
estaban haciendo contratos y casándose entre sí (a excepción de los judíos), pero
ningún egipcio aparece en estos documentos.
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La evidente exclusión de los egipcios,
sin embargo, puede indicar simplemente que estaban usando su propio sistema legal
separado, no que nunca hicieran contratos con los griegos.
Hay pruebas de matrimonios entre griegos y egipcios, particularmente de
hombres griegos y mujeres egipcias, ya desde el siglo III y en el interior de Egipto.
La adopción de los modales griegos podía ser un pasaporte para el ascenso social de
los advenedizos nativos, y era más probable lograrlo en lugares alejados de la
Alejandría dominada por los griegos. Es posible que los Ptolomeos, particularmente
a partir de Soter, promovieran activamente la helenización (o con más precisión, el
uso del griego) mediante la educación y los incentivos fiscales.
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En la Tebas egipcia,
aunque los griegos parecen haber sido un grupo de élite claramente delimitado de
unos cuantos cientos o miles de familias, hay indicios de que muy pronto formaron
lazos estrechos con la élite egipcia nativa mediante relaciones profesionales y
vínculos matrimoniales, los cuales se hicieron cada vez más frecuentes.
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Esto no
quiere decir que los griegos no fueran los socios dominantes; que esto era así lo
sugiere el hecho de que los escribas egipcios comenzaron a aprender la escritura
griega en una fecha temprana.