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demos había recibido (y presumiblemente esperaba seguir recibiendo) asistencia u
ofrendas. Los romanos así honrados aparecen desde la primera mitad hasta el último
cuarto del siglo I, y entre ellos figura P. Servilio Isaurico (cos. 79), al que se llama
sôtêr y euergetes. Los más notables son Apio Claudio Pulcro, el benefactor de
Eleusis (antes) y, desde 27 a.C. o poco después, Agripa, el lugarteniente del
emperador Augusto: «El demos (honra) a Markos Agrippa, hijo de Leukio [ie.
Marcus Agrippa, hijo de Lucius], tricónsul, .su propio benefactor» (Petraco,
Amphiareion, n. 19).
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Los sacerdotes de Anfirao quizá no buscaban favores, pero los
reyes y los notables romanos pensaban que era importante vincularse al santuario.
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Agripa también fue homenajeado con una estatua ecuestre colocada en lo alto
de un antiguo pedestal que todavía está junto a la entrada de la acrópolis ateniense.
El pedestal originalmente tenía una estatua, que posiblemente conmemoraba la
victoria del equipo de carros de Eumenes II de Pérgamo en los juegos panateneos de
178. Posteriormente, fue usado para las estatuas de Marco Antonio que lo
representaban como el «nuevo Dionisio» y de Cleopatra como Isis; se dice que sus
estatuas fueron arrancadas por el viento durante una tormenta (Plut. Ant. 60. 6; Casio
Dión, 50. 15. 2)
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—justo antes de la batalla de Actium, lo cual puede significar que
el acontecimiento es ficticio. El nuevo uso del monumento de Agripa está
documentado por una inscripción con las mismas palabras que las del Amphiareion
citadas arriba (IG ii2 4122).
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El mismo Agripa donó después una sala de conciertos
(
ôdeion) a la ciudad de Atenas, que fue edificada en medio del agora alrededor de 15
a.C. y fue llamado el Agripeo (Filostrato, Vida de los sofistas, 2. 5. 4).
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Todas estas ofrendas y renovaciones de ofrendas muestran que los santuarios
de la polis no eran menos importantes que antes. En cuanto al culto rural, se ha
sugerido que la religión decayó en la campiña ática basándose en el virtual cese de
los decretos del demes;
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pero dicho testimonio es también congruente con la parcial
reubicación del culto antes que con una disminución del apego popular, puesto que
hay un aumento de las inscripciones cultuales en guarniciones cercanas como
Ramnunte y Sunion. Una vez más, los cultos de los olímpicos y de los héroes con
una amplia reputación, como Anfirao, no sufrieron ninguna pérdida en su clientela.
Tyche
Los historiadores ponen particular énfasis en el fenómeno religioso de Tyche
o la Fortuna. La palabra griega tyche, al igual que «fortuna», tiene un espectro de
significados que van desde la ciega casualidad o accidente hasta una providencia
activa que funciona en el cosmos. En esta última versión tyche puede operar contra
uno, y es mejor tratar de ponerla de nuestra parte, por ejemplo dándole el nombre de
Eutiches (buena suerte) a un hijo o invocando a
agathê tychê (buena fortuna) como
hacían el demos ateniense y otras entidades al inicio de sus decretos. Los
dramaturgos y los poetas a veces convertían a la tyche en una diosa: Píndaro la llama
hija de Zeus (Oda Olímpica 12), y el trágico del siglo IV, Cairemon la hace «tirana
de los dioses» (Stoabeus, Florilegium, 1. 6. 16).
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Menandro es citado refiriéndose al
«divino aliento o comprensión que guía y preserva todas las cosas» de
tyche (Stob. 1.
6.1); pero el concepto abstracto y la diosa personificada no estaban forzosamente
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demarcados de modo estricto (el antiguo griego no tiene letras mayúsculas y
minúsculas separadas, de modo que no hay diferencia entre las dos palabras).
Sólo de vez en cuando se encuentra a Tyche como diosa a quien se le rendía
culto realmente. Tenía un santuario en Tebas, donde Pausanias vio en el siglo II una
estatua suya llevando a Plutón niño («la riqueza»; Paus. 9. 16. 1); el mismo autor
informa de muchos lugares de culto semejantes en Grecia continental. En la Atenas
del siglo IV, Agathe Tyche recibió sacrificios junto con Eirene (la Paz) y
posteriormente hay vestigios de cultos en Antioquia, Alejandría y en ciudades más
pequeñas.
La tyche fue un tema de investigación intelectual. Los filósofos y los
historiadores trataron de definirla con rigor. Aristóteles planteó una distinción entre
tyche y simple accidente, mientras que el dictador filósofo Demetrio de Falero
escribió un tratado sobre la tyche, el cual cita Polibio. Refiriéndose a la caída del
poder persa y al auge de Macedonia dice Demetrio:
La Fortuna en nuestra vida resulta inescrutable, lo innova todo
contra nuestros cálculos y me parece que demuestra su fuerza en lo
inesperado, incluso ahora, a todos los hombres, cuando sitúa a los
macedonios como colonizadores en medio de la prosperidad de Persia.
Pero también a los macedonios les concederá disfrutar de ella hasta que
decida cualquier otra cosa.
(Polibio, 29, 21. FGH 228 fr. 39, Austin 20)
La idea de la Fortuna como fuerza histórica fue desarrollada por Polibio, que
dice que los romanos no podrían haber conquistado Grecia sin su ayuda. Puede haber
estado influenciado por la Fortuna romana, que ya era adorada como diosa pero era
benéfica y no caprichosa. Invoca a la tyche para «explicar» el elemento no previsible
en la guerra, observando que si Cleómenes III de Esparta hubiera esperado unos
pocos días antes de presentar batalla, o antes de fugarse a Egipto, los macedonios
habrían tenido que suspender su invasión de Laconia a causa de las noticias de un
ataque ilirio contra Macedonia. «La Fortuna —dice— acostumbra a decidir de
manera absurda las mayores empresas» (2. 70). Polibio nunca resuelve las
contradicciones en su uso del concepto de tyche, que es a veces una fuerza directriz
en los asuntos humanos, pero otras veces es simplemente el elemento imprevisible
que sólo tratamos de tener en cuenta lo mejor que podemos. Seguro que Walbank
está en lo correcto al concluir que «hasta qué punto los hombres realmente
personificaron tal abstracción y si tenían una concepción coherente sobre ella es un
problema casi imposible de resolver».
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No parece haber testimonios (o son muy pocos) de una amplia participación
en el ritual del culto de la diosa Fortuna, al igual que en el caso de las nuevas diosas
universales. Tenía un culto oficial de la ciudad en muchos lugares, pero la diosa
personificada siempre parece convertirse en la buena fortuna o tyche propia de la
ciudad. El proceso de definir el concepto histórico y filosófico de tyche era
probablemente bastante independiente de estos cultos. Es erróneo elevar a Tyche,
como hacen muchos historiadores, a paradigma de la religión helenística, un símbolo
de inestabilidad y de ruptura sociocultural; o ver que los cultos de la «diosa
universal» compartían una «antítesis común al dominio de Tyche/Fortuna».
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Tyche
no era tan importante.