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Un ejemplo de la difusión del culto de Serapis dentro de Egipto es la petición
de un ciudadano de Aspendo al administrador Apolonio en 257 a.C; el solicitante,
que ha experimentado una curación milagrosa, lo apremia a financiar la edificación
de un santuario del dios (Austin 239, PCZ 59034). Posteriormente los sacerdotes
egipcios agradecen a Ptolomeo III y a Berenice, y después a Ptolomeo V, por
proteger a Apis y a otros animales divinos del país (véase primero, el decreto de
Canopo, Austin 222, BD 136, OGIS 56; segundo, la Piedra Rosetta, Austin 227, BD
137, Burstein 103, OGIS 90). La protección real no sólo era supuesta; los Seléucidas
también concedieron mercedes a los cultos nativos, particularmente en Mesopotamia.
Lo que era inesperado, y puede haber contribuido a promover la idea de que el culto
acababa de ser inventado, es su rápida difusión. No es sorprendente encontrar
santuarios en lugares dentro de la esfera ptolemaica, tales como Samos y otros
emplazamientos militares donde servían los egipcios, pero el culto se difundió
rápidamente más allá del ámbito ptolemaico. Hay testimonios de él en lugares tan
remotos como Hircania, al este del mar Caspio, bajo el reinado de Antíoco I (281-
261), en el siguiente documento de Gorgan en Irán. Consigna la manumisión de un
esclavo en la forma de una carta dirigida al parecer al gobernador de la satrapía:
Evandro (envía) saludos a Andrágoras (y) Apolodoto.
Hemos liberado a Hermaio en nombre del rey Antíoco y la reina
Estratonice y sus hijos, (de modo que él pueda ser) consagrado a Serapis
y hemos acordado su liberación en el santuario y la de su familia.
[... (día) de Gorpiaio. Adiós.
(SEG xx. 325)
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Una razón para la rápida difusión del culto de Serapis podría haber sido
simplemente que los egipcios viajaban a lugares lejanos como mercenarios y
comerciantes; pero el culto fue protegido por los griegos, tal como demuestran los
edificios de estilo griego y su instalación en los espacios sagrados existentes.
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En
muchos aspectos Serapis se parecía a Asclepio y a otras figuras de culto «nuevas».
Hablaba a sus devotos en sueños y realizaba milagrosas curaciones; Estrabón dice
que el gran Serapeo (o Serapieion; Serapeum en latín) en Canopo (Canopus) cerca de
Alejandría estaba protegido «incluso por los hombres más preclaros», que dormían
allí o hacían que otros durmieran allí por ellos (17. 1. 17 [801]). Como los misterios
eleusinos, el culto implicó ritos de iniciación, que pueden ser reconstruidos a partir
de la novela latina Metamorphoses (El asno de oro) escrita por un autor norafricano,
Apuleyo de Madauro, en el siglo II d.C. Como los misterios, también, su atractivo
era universal —y no sólo entre los grecohablantes, como era el caso con Eleusis.
Otro culto egipcio que arraigó en el mundo griego fue el de Isis, hermana de
Osiris, junto con el hijo de ambos, Horus (llamado también Harpócrates en griego).
El culto era conocido por Heródoto, que menciona que los extranjeros
(específicamente carienses) participaban en su festival (2. 61). Como ocurre con
Serapis, el conocimiento detallado del culto sólo se puede inferir a partir de fuentes
posteriores, Sobre Isis y Osiris de Plutarco y la novela de Apuleyo; pero parece
probable que fue en el período helenístico, quizá bajo el influjo helénico cuando el
culto de Isis fue dotado de ritos de iniciación de estilo griego y la diosa se vinculó
estrechamente al descubrimiento de las técnicas de civilización y la protección del
matrimonio, el orden social y de los individuos en época de peligro.
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La mayor
popularidad de Isis, sin embargo, llegó con el imperio romano, cuando Diodoro
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escribió que su culto era conocido casi en todo el mundo habitado (1. 25). Esto
debería ser visto como otro ejemplo de la disponibilidad griega a adoptar cultos
extranjeros, antes que como un signo de cambio fundamental en la religión griega.
Otra deidad femenina «importada» al mundo griego fue la diosa siria,
Atargatis (relacionada con la Istar babilonia y asiria y con la Astarté fenicia).
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Para
inicios del siglo III su adoración se había difundido desde Hierápolis en el norte de
Siria hasta Egipto y Grecia, alcanzando después Italia y el occidente. Su templo en
Hierápolis fue reconstruido por la reina Estratonice alrededor de 300 y saqueado por
Antíoco IV (175-164); por casualidad sabemos de unos santuarios helenísticos en
remotas ciudades de Etolia y Mesenia, y en Délos. Era principalmente una diosa de
la fertilidad, aunque (como Istar) también era equiparable a Afrodita. (Las fuentes
principales son Sobre las diosas sirias, de Luciano de Samosata del siglo II, y la
Metamorfosis de Apuleyo, 8. 24-30, donde Lucio encuentra a sus sacerdotes.)
Kibele (latinizada como Cibele), llamada Mêtêr Theôn (madre de los dioses)
o Mêtêr Megalê (la gran madre), vino de Pesinos en Frigia a Grecia poco después de
400 y después pasó a Egipto e Italia, donde en 204 la admitió el senado romano por
consejo de los oráculos sibilinos; se convirtió en la «Magna Mater» del imperio
romano. También era una diosa sanadora y protectora, guardiana de la fertilidad y la
naturaleza salvaje. Sus seguidores se flagelaban e infligían mutilaciones y fueron
descritos por Luciano y Apuleyo, y el poeta romano Catulo dedicó un poema (63) a
la leyenda de su consorte Atis.
Délos, activo puerto y sede de culto, atrajo a mercaderes de todo el mundo
mediterráneo; era tal la importancia comercial de la isla que en el siglo III en su
mercado de traficaba con 10.000 esclavos diarios (Estrabón, 14. 5.2 [668-669],
Austin 171). Aquí podemos ver en microcosmos los procesos de introducción y
combinación que caracterizan el rápido intercambio de prácticas religiosas en el
mundo helenístico. Junto a la gran variedad de cultos griegos encontramos indicios
epigráficos y arqueológicos de un área sagrada que contiene tres adoratorios de
Serapis, el más antiguo de c. 275-250 y el principal (llamado Serapeo C), con fecha
del siglo II, contiene un patio de columnas de más de 70 metros de largo, así como el
culto de otras tres deidades egipcias.
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Una inscripción de c. 215 a.C. consigna la
introducción del culto de Serapis (Austin 131, Burstein 102,
Syll3 663).
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Hay
abundante evidencia de una compleja organización del culto y los cuatro dioses
pueden aparecer juntos, como en una inscripción de 109/108, cuando la isla estaba
gobernada por Atenas:
Dionisio hijo de Zenón, de Kefisia [el demes ático], habiendo
llegado a sacerdote suplente de Serapis, dedicó los altares y las
escalinatas a Serapis, Isis, Anubis y Harpócrates. En el sacerdocio de
Apolofanes hijo de Dionisio, de Kefisia, y en la administración de la isla
de [—]imacos de Paiania, y de los funcionarios de las cosas sagradas
Theon de Pa(i)onidai y Argeo de Tricorinto.
(SEG xvi, 452)
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Cerca había un santuario dedicado a los dioses sirios: Hadran, Hadad y
principalmente a Atargatis, a veces llamada la «santa diosa» (
Hagnê Thea) o
identificada con la Afrodita griega,
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como el Serapeo C está edificado en un estilo
completamente griego, con un teatro, stoas, una entrada monumental, etc. También
había una organización cultual permanente, con un sacerdote a veces nombrado en