sí durante varias generaciones, apenas dos de ellos son iguales, y enton-
ces la dificultad de la labor se hace patente.
Razas de la paloma doméstica. Sus diferencias y origen
Creyendo que es siempre mejor estudiar algún grupo especial, des-
pués de deliberar, he elegido las palomas domésticas. He tenido todas
las razas que pude comprar o conseguir y he sido muy amablemente fa-
vorecido con pieles de diversas regiones del mundo, especialmente de la
India, por el Honorable W. Eliot, y de Persia, por el Honorable C. Murr-
ay. Se han publicado muchos tratados en diferentes lenguas sobre palo-
mas, y algunos de ellos son importantísimos, por ser de considerable an-
tigüedad. Me he relacionado con diferentes aficionados eminentes y he
sido admitido en dos clubs colombófilos de Londres. La diversidad de
las razas es una cosa asombrosa: compárense la paloma carrier o mensa-
jera inglesa y la volteadora o tumbler de cara corta, y véase la portentosa
diferencia en sus picos, que imponen las diferencias correspondientes en
los cráneos. La carrier, especialmente el macho, es también notable por el
prodigioso desarrollo, en la cabeza, de las carúnculas nasales, a lo que
acompañan párpados muy extendidos, orificios externos de la nariz muy
grandes y una gran abertura de boca. La volteadora de cara corta tiene
un pico cuyo perfil es casi como el de un pinzón, y la volteadora común
tiene una costumbre particular hereditaria de volar a gran altura, en ban-
dada compacta, y dar volteretas en el aire. La paloma runt es un ave de
gran tamaño, con pico largo y sólido y pies grandes; algunas de las sub-
razas de runt tienen el cuello muy largo: otras, alas y cola muy largas;
otras, cosa rara, cola corta. La paloma barb es afín de la mensajera ingle-
sa; pero, en vez del pico largo, tiene un pico cortísimo y ancho. La bucho-
na inglesa tiene el cuerpo, las alas y las patas muy largos, y su buche,
enormemente desarrollado, que la paloma se enorgullece de hinchar,
puede muy bien producir asombro y hasta risa. La paloma turbit tiene
un pico corto y cónico, con una fila de plumas vuelta debajo del pecho, y
tiene la costumbre de distender ligeramente la parte superior del esófa-
go. La capuchina tiene detrás del cuello las plumas tan vueltas, que for-
man una capucha, y, relativamente a su tamaño, tiene largas las plumas
de las alas y de la cola. La trumpeter y la laugher, como sus nombres ex-
presan, emiten un arrullo muy diferente del de las otras razas. La colipa-
vo tiene treinta o hasta cuarenta plumas rectrices, en vez de doce o cator-
ce, número normal en todos los miembros de la gran familia de las palo-
mas; estas plumas se mantienen extendidas, y el animal las lleva tan le-
vantadas, que en los ejemplares buenos la cabeza y la cola se tocan; la
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glándula oleosa está casi atrofiada. Podrían especificarse otras varias cas-
tas menos diferentes.
En los esqueletos de las diversas razas, el desarrollo de los huesos de
la cara difiere enormemente en longitud, anchura y curvatura. La forma,
lo mismo que el ancho y largo de las ramas de la mandíbula inferior, va-
ría de un modo muy notable. Las vértebras caudales y sacras varían en
número; lo mismo ocurre con las costillas, que varían, también en su an-
chura relativa y en la presencia de apófisis. El tamaño y forma de los ori-
ficios del esternón es sumamente variable; lo es también el grado de di-
vergencia y el tamaño relativo de las dos ramas del hueso furcular. La
anchura relativa de la abertura de la boca, la longitud relativa de los pár-
pados, de los orificios nasales, de la lengua -no siempre en correlación ri-
gurosa de la longitud del pico-, el tamaño del buche y de la parte super-
ior del esófago, el desarrollo o atrofia de la glándula oleosa, el número de
las rémiges primarias y de las rectrices, la longitud del ala, en relación
con la de la cola y con la del cuerpo; la longitud relativa de la pata y del
pie, el número de escudetes en los dedos, el desarrollo de la piel entre los
dedos, son todos puntos de conformación variables. Varía el período en
que adquieren el plumaje perfecto, como también el estado de la pelusa
de que están vestidos los polluelos al salir del huevo. La forma y tamaño
de los huevos varía. La manera de volar y, en algunas razas, la voz y el
carácter difieren notablemente. Por último, en ciertas razas, los machos y
hembras han llegado a diferir entre sí ligeramente.
En junto, podrían escogerse, por lo menos, una veintena de palomas
que, si se enseñaran a un ornitólogo y se le dijese que eran aves salvajes,
las clasificaría seguramente como especies bien definidas. Más aún, no
creo que ningún ornitólogo, en este caso, inclúyese la carrier o mensajera
inglesa, la tumbler o volteadora de cara corta, la runt, la barb, la buchona
inglesa y la colipavo en el mismo género, muy especialmente por cuanto
podrían serle presentadas en cada una de estas razas varias sub-razas cu-
yos caracteres se heredan sin variación, o especies, como él las llamaría.
Con ser grandes como lo son las diferencias entre las razas de palo-
mas, estoy plenamente convencido de que la opinión común de los natu-
ralistas es justa, o sea que todas descienden de la paloma silvestre
(Columba livia), incluyendo en esta denominación diversas razas geo-
gráficas o subespecies que difieren entre sí en puntos muy insignifican-
tes. Como varias de las razones que me han conducido a esta creencia
son aplicables, en algún grado, a otros casos, las expondré aquí breve-
mente. Si las diferentes razas no son variedades y no han procedido de la
paloma silvestre, tienen que haber descendido, por lo menos, de siete u
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