En busca de la soberanía agrícola



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La época del doctor Francia y los López (1811-1870)
En busca de la soberanía agrícola

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La historia de los cultivos agrícolas en Paraguay durante los años posteriores a la independencia y bajo el gobierno del doctor José Gaspar Rodríguez de Francia, presenta un importante registro de manos de uno de los propios próceres de la gesta patria, Mariano Antonio Molas, quien realizó una minuciosa descripción de la entonces provincia y luego República del Paraguay. Hoy es considerada la única obra nacional que ha quedado del período dictatorial 1814-1840.

Molas enumera así los distintos rubros agrícolas que existían en estas tierras en aquellos años: “Las labranzas, cultivo y cosecha de frutos que se recogen en esta provincia son las siguientes: amis (sic), mandioca, maní, judías (habas), guisantes, calabazas de distintas clases, batatas, arroz, cebada y otras legumbres. Naranjas dulces y agrias, con demasiada abundancia; limas dulces y agrias, toronjas y limones de toda especie: pacobas (pakova) con abundancia, dura no poco y no bueno, piñas en gran cantidad: mamones, sandías, melones y uvas con abundancia en parrales y viñas, de que se hace regular vino, y la caña dulce muy abundante de la cual se cosecha mucha miel para azúcar y aguardiente: se recogen también óptimas cosechas de algodón”. (1)

Molas describe cómo de la mandioca se saca el almidón, del cual se elabora la chipa aramirõ y el mbeju, que dice es consumido sobre todo por la gente pobre, principalmente por los indígenas. Cuenta además cómo utilizaban la ralladura de la mandioca, y en qué forma empleaban lo que quedaba luego de haber exprimido y extraído el almidón, que en guaraní se llaman “typyraty”.


Tanto ese período como el siguiente, con el gobierno de don Carlos Antonio López y luego de su hijo Francisco Solano López, se caracterizan por la clara resolución de garantizar el autoabastecimiento agrícola de la nación, mediante una sostenida presión estatal hacia el sector campesino para fomentar la producción. La era del dictador Francia y de los López se diferencia fundamentalmente en la política exterior, ya que mientras el primero cerró las fronteras al comercio, el segundo estimuló las exportaciones y otorgó ciertas libertades a la iniciativa privada en la economía.

Milda Rivarola señala que bajo la dictadura de Francia se produce una “recampesinización” de la población, como consecuencia del cierre del comercio exterior. La gente, que hasta la llegada del doctor Francia al poder trabajaba como asalariada en la extracción de yerba mate o que servía en las embarcaciones que llevaban este producto y otros como tabaco y cueros río abajo, vuelve a ser campesina. Una derivación de este proceso económico y social es la rehabilitación de la legislación colonial contra la vagancia.

“Entonces nadie podía ser vago. Si perdías tu trabajo tenías que volver a ser campesino, y tanto Francia como los López obligaban a sembrar determinadas cantidades de mandioca, habas y poroto, para alimentarse ellos mismos y para producir excedentes, o sea era un régimen medio feudal, de obligaciones del campesino, que no tenía mercado, comían lo que producían”, explica Rivarola. (2)

http://tierra_y_conocimiento.inbio.org.py/imagenes/soberania_2.pngNacionalización del comercio con el doctor Francia
Adriano Irala Burgos detalla que durante la dictadura del doctor Francia el país se dedicaba a la producción de acuerdo a la región, y el comercio era solamente interno, con un gran control del traslado de las personas de un lugar a otro.

“Otro punto de la ideología del doctor Francia es su plan económico-social de dividir el país en zonas productivas de productos de campo y de artesanía, y así todo el Paraguay fue coordinado para suministrar cereales, miel, azúcar, etc., y artesanías”, afirma Irala Burgos. (3)

Con el comercio exterior bloqueado, las relaciones comerciales solo se daban a nivel regional, y en la capital los comerciantes asuncenos migraron al campo a causa del monopolio de la tienda del Estado.

Es elocuente el relato de Efraín Martínez en este sentido: “Con el cierre de la frontera y de los principales negocios de Asunción y la migración hacia el campo, la agricultura era el único camino para salir al frente. La tierra comenzó a trabajarse, inclusive por los españoles e hijos de españoles que hasta entonces se dedicaban únicamente al comercio y a la política en la capital”. (4)

Esta reactivación agrícola se registra sobre todo a fines de 1819, cuando un fuerte ataque de plagas arrasó la producción, obligando al doctor Francia a tomar medidas al respecto e iniciando un período de control y presión del Estado sobre la producción.

Es imposible obviar en esta parte los testimonios de Rudolf Rengger, un médico y naturalista suizo que vivió en el Paraguay durante algunos años de la dictadura, y quien cuenta cómo el dictador “se aplicaba a florecer la agricultura y la industria”. (5)

“A principios de octubre de este mismo año pasaron desde la orilla derecha del río Paraguay a la izquierda innumerables enjambres de langostas, y se diseminaron en una extensión de terreno de ochenta leguas de circunferencia, que infestaron con sus huevos”, cuenta el naturalista suizo que escribiría sus impresiones en su libro “Viaje al Paraguay”. (6)

La plaga asoló la parte más cultivada del país durante todo el mes de diciembre, por lo que el pueblo en general temió la escasez, más aun con la poca producción de la última cosecha.


“Para precaverla, dispuso el dictador que se obligase a los propietarios a sembrar nuevamente una parte de las tierras que habían quedado enteramente asoladas. Su tentativa tuvo un éxito completo, pues los trigos se levantaron con mucho vigor, y el año 1820 fue uno de los más abundantes que se hubiesen visto; cosa que causó grande admiración a los labradores que hasta entonces ni siquiera habían imaginado que en un año pudiesen hacerse dos sementeras”, relata Rengger. (7)

Este modelo quedó y fue extendido a todo el país, donde los propietarios fueron obligados a dedicarse a los cultivos que el dictador les señalaba, y a su vez convirtió al Paraguay en un país capaz de autoabastecerse.

“En tiempo de los españoles su agricultura se limitaba a cultivar el tabaco, la caña de azúcar y el casabe; además de que casi todos los brazos se ocupaban al beneficio de la yerba del Paraguay, cuyos árboles crecen sin cultivo en los extensos bosques del norte y del este. Las órdenes del dictador remediaron este abuso, y con la extensión de terreno que se hizo cultivar a cada individuo, aumentó considerablemente la producción agrícola”, sigue la narración de Rengger. (8)

Las descripciones del suizo incluyen cómo el arroz, el maíz, dos especies de casabe y otros productos se cultivaban con mucha más abundancia y con mayor esmero; las verduras y legumbres antes desconocidas llenaban las plazas y mercados, y “el cultivo de algodón, antes proveído por Corrientes, ahora aumenta y es materia prima de los tejidos hechos por los indígenas, con lo que se da un crecimiento de la industria manufacturera”. (9)

Francia además logró introducir por el puerto de Itapúa herramientas de trabajo para la agricultura y los repartió según su propio y personal criterio, tal como era hábito en todos los asuntos de su gobierno. La producción creció notablemente pero la resistencia al comercio exterior se mantuvo rígida.

Reapertura del comercio exterior con Carlos Antonio López
Con el gobierno de don Carlos Antonio López la política exterior paraguaya experimenta un verdadero golpe de timón, aunque es innegable que el sustento económico del país se apoya en las bases sentadas por el doctor Francia. Paraguay vuelve a vender al mercado exterior la yerba mate, el tabaco y las maderas, principales rubros de exportación que recuperan el protagonismo y dinamismo que tenían en tiempos anteriores a la dictadura.

Molas señala que cada año, antes del cierre de las fronteras, el país exportaba regularmente 320.000 arrobas de yerba, que se distribuían por las provincias del Río de la Plata, Chile y el Perú, mientras que el mercado local consumía más o menos 40.000 arrobas. (10)

La provincia de Corrientes fue la llave para entrar nuevamente al mercado exterior. El puerto de Pilar fue reabierto tras firmarse los tratados de amistad, navegación y comercio, así como de límites, el 31 de julio de 1841, con dos comisionados correntinos. (11)

El 25 de marzo de 1849 llega a Paraguay el encargado de negocios de Brasil Pedro de Alcántara Bellegarde, quien describe en sus informes al emperador la situación del Paraguay. Brasil había iniciado contactos con Paraguay primero con Antonio Manuel Correa da Cámara ante el dictador Francia y más tarde a través de la persona de Pimenta Bueno, con Carlos A. López.

El diplomático informa que el ejército paraguayo está formado por unos 12.000 hombres, además de 20.000 guardias nacionales, y señala que para solventar este aparato bélico el Estado compraba la yerba mate de los productores a razón de 5 reales por arroba de 25 libras y la vendía a 18 a los exportadores, esto es, compraba a razón de 50 reales por libra y vendía a 180. El derecho de importación oscilaba entre el 20 y el 25%, aparte había que contar lo recaudado en concepto de exportación.

El Estado, además, era “el mayor propietario y el más fuerte comerciante”. El tráfico internacional se realizaba por Pilar. “El país estaba sólidamente organizado”, el Presidente “ha consolidado y mejorado la obra que heredó del Dr. Francia”, comenta con cierta admiración el enviado brasileño. (12)

Carlos A. López acuña las primeras monedas nacionales a través del norteamericano Enrique Gilbert. Aquella primera partida se compone de 2.880.000 monedas de cobre de 1/12 avos, con igual equivalente a 30 mil pesos de plata, que empezaron a circular el 1 de marzo de 1847. A principios de 1851 ya se instala en el país una máquina de acuñación traída del Brasil, pero la monetarización netamente paraguaya comenzó recién en 1858. (13)

La creación de un astillero y un arsenal favorecieron a la incipiente flota mercante. Con la concurrencia de ingenieros navales europeos se construyen siete grandes unidades y unas treinta embarcaciones menores. (14)



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Francisco Solano López y la economía de guerra
Los últimos años de Carlos A. López ya estuvieron marcados por una situación tensa con los países vecinos, pero fue su hijo Francisco Solano López quien debió lidiar finalmente con los conflictos regionales. Francisco Solano, nombrado brigadier general por su padre, ocupó los cargos de vicepresidente y ministro de Guerra y Marina. A la muerte de Carlos A. López, fue designado jefe de Estado por diez años el 16 de octubre de 1862, y aunque tres años antes fue actor protagónico en calidad de mediador en la firma del Pacto de San José de Flores entre la Confederación Argentina y Buenos Aires, Francisco Solano no pudo evitar que la guerra acabara ensombreciendo al Paraguay en 1864.

Durante los años de la Guerra contra la Triple Alianza las mujeres asumen una activa participación en la organización de la agricultura debido a la ausencia de hombres. Ellas son obligadas por el Gobierno a evacuar Asunción y a establecerse en Luque, Altos, Limpio, o fijar residencia en lugares propicios para el cultivo.

Tal como escribe María Graciela Monte de López Moreira: “El propósito era distribuir equilibradamente a la población en las diferentes localidades con el efecto de conducirla hacia aquellas regiones escasas de agricultura, sector que desde el primer año de la contienda se hallaba estrictamente reglamentado y organizado exclusivamente por las mujeres debido a la citada exigüidad varonil, y por otro lado, implementar la política de “tierra arrasada”, evitando que los aliados se alimenten del país”. (15)

Notas:
1 MOLAS, Mariano Antonio, “Descripción Histórica de la Antigua
Provincia del Paraguay”, Ediciones Nizza, Asunción-
Paraguay, 1957.
2 Entrevista a Milda Rivarola, tema tratado en su libro: “Vagos,
pobres y soldados”, Servilibro, 2010.
3 IRALA Burgos, Adriano, y otros “Crónica Histórica Ilustrada
del Paraguay” Tomo II, Distribuidora Quevedo de Ediciones,
Buenos Aires-Argentina, 1997, p 375.
4 MARTíNEZ Cuevas, Efraín, “Los eslabones del oro blanco. La
historia del algodón en el Paraguay”, La Rural Ediciones,
Asunción-Paraguay, 1984, p 60.
5 RENGGER, Johan, “Ensayo histórico sobre la revolución del
Paraguay y el Gobierno Dictatorio del Doctor Francia”,
Imprenta de Moreau, Paris, 1828, p 68.0
6 Ibid, p 69.
7 Ibid, p 69-70.
8 Ibid, p 71.
9 Ibid, p 72.
10 MOLAS, ibid.
11 WHIGHAM, Thomas, “Lo que el río se llevó. Estado y
comercio en Paraguay y Corrientes, 1776-1870”, Centro
de Estudios Antropológicos de la Universidad Católica
(CEADUC), Biblioteca de Estudios Paraguayos Vol. 75,
Asunción-Paraguay, 2009. (372 pag)
12 RAMOS, R. Antonio, “Misión de Pedro de Alcántara
Bellegarde. La Alianza con el Brasil de 1850”, Separata de
Historia Paraguaya, Anuario de la Academia Paraguaya de
la Historia, Volumen XVIII, Asunción 1981.
13 MONTE de López Moreira, María Graciela, “Crónica histórica
ilustrada del Paraguay”, Tomo II, Distribuidora Quevedo
de Ediciones, Buenos Aires-Argentina, 1997, p 427.
14 Ibid, p 458.
15 Ibid, p 530.

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La República Liberal (1870-1936)


Paraguay 1870: Tierra arrasada

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El período de posguerra en el Paraguay volvió a tener como protagonista a la mujer paraguaya, quien acostumbrada a ser jefa de familia y pilar de la sociedad, tomando las riendas de la producción para alimentar a los suyos. La historiadora Milda Rivarola describe cómo el progreso paraguayo fue interrumpido por la guerra y la población masculina diezmada, entre ellos obreros calificados, lo cual sumió al país en un completo estancamiento.

“La población femenina sobreviviente vio, de este modo, incrementada sus tareas agrícolas: eran mujeres las que comercializaban sus productos en los mercados, hacían estibaje de naranjas en los puertos fluviales, hilaban el algodón y laboraban el tabaco, alimentando el mito surgido de la posguerra de un país donde el trabajo era exclusivamente femenino, mientras los escasos hombres se dedicaban a la holganza”, dice Milda Rivarola. (1)

Zonas amplias de bosques, yerbales, zonas de pastura –en territorios en litigio– fueron adjudicados a los países vencedores, y la infraestructura vial, tanto en caminos, vías y medios de transporte fluvial y terrestre, fueron destruidos por el ejército enemigo. El ganado vacuno bajó de 2.000.000 a apenas 15.000 cabezas en 1870, y las 205.000 hectáreas sembradas en todo el país, según el censo de 1863, se redujeron a 64.000 en 1872. (2)

El Paraguay así inicia su largo camino de recuperación política, social, económica en medio del caos, con un panorama incierto, los medios de producción devastados por la guerra y la desolación por la hambruna que significó la desaparición de más del 50% de su población. La República Liberal se inicia con la promulgación de la Constitución de 1870 bajo la presidencia de Cirilo Antonio Rivarola.
En medio de la crisis económica y social se firman los tratados de paz y Paraguay pierde gran parte de su territorio. Sin embargo, una porción importante del actual territorio paraguayo, el Chaco, se salva de la ocupación argentina gracias al arbitraje del presidente norteamericano Rutherford B. Hayes, quien dicta el fallo a favor del Paraguay el 12 de noviembre de 1878.

La venta de tierras públicas
La Constitución liberal de 1870 consagra la propiedad privada en un marco donde la mayoría de las tierras eran públicas y la gente que poseía tierras no contaba con títulos que los acreditaran como propietarios. La destrucción del aparato productivo y la virtual condición de quiebra en que se hallaba el Estado —gravemente endeudado, por otra parte— condujo a la venta masiva del único bien que podía generar ingresos en corto tiempo: las tierras públicas. Este proceso, cargado de aprovechadores y de irregularidades, trajo consigo consecuencias duraderas en la estructura de la propiedad agraria y en la economía rural.

Un trabajo muy interesante sobre este tema fue obra de Carlos Gómez Florentín, quien detalla los procesos y cita la creación en 1875 de la Oficina de Tierras Públicas y, más tarde, el gobierno de Juan Bautista Gill subasta tierras públicas inaugurando la era de las ventas masivas de tierras del Estado.

“La ley de subasta de tierras públicas de 1875 habilitaba a los ocupantes ilegales a comprar las propiedades que estaban explotando a pesar de que éstos estaban claramente imposibilitados de acceder a los fondos necesarios para pagar por ellas. La ley otorgaba una posibilidad legal al campesino aunque la misma estaba fuera del terreno de lo materialmente posible”, escribe Gómez Florentín. (3)

Ya con el general Bernardino Caballero en la presidencia promulga la ley del 2 de octubre de 1883, que pone un tope de 150.000 pesos fuertes a la venta de tierras públicas, se determinan tres precios diferentes: 1.500 pesos la legua cuadrada para tierras de primera clase, 1.000 para las de segunda y 800 para las de tercera. Eran categorías basadas en la densidad poblacional y en la existencia de praderas dentro de las tierras.

“Así, lugares como Luque, Villeta o Guarambaré, entre otros, pertenecían a la primera clase; San Pedro del Paraná, San Juan Nepomuceno o San Ignacio, a la segunda y todos los lugares no incluidos en las dos primeras clases, fundamentalmente correspondientes a la Región Occidental, a la tercera”, explica Gómez Florentín. (4)

Corrientes migratorias
Las corrientes migratorias que llegaron al Paraguay aportaron un nuevo enfoque de la agricultura en el país, ya que cada grupo traía un estilo propio en su forma de trabajar la tierra. Justo Pastor Benítez resalta el rol de los inmigrantes en el desarrollo local, y si bien habla del fracaso en la experiencia en Nueva Burdeos y Trinacria, destaca el éxito de Hohenau, Independencia, San Bernardino, Carmen del Paraná y las colonias menonitas. (5)

Citando un trabajo de C. R. Acosta en “Materiales para el Estudio de la Clase Media en la América Latina”, publicado en 1950 por la Unión Panamericana en Washington, señala que en el período comprendido entre 1870 y 1900 se incorporaron al Paraguay 20.000 extranjeros, e incorporándose entre 1905 y 1942, 36.543.

“Las principales colonias fundadas en el período constitucional fueron: San Bernardino (1883); Nueva Germania (1887); Colonia Nacional, hoy Yegros (1891); Elisa (1897); Nueva Australia, con exiliados australianos (1899) y su derivada, San Cosme; 25 de Noviembre, en Coronel Oviedo; Gaboto, en Villa Francia; Trinacria (1900), con poco éxito; Hohenau, en Itapúa (1898), todas ellas con mayoría de alemanes, italianos y australianos. Posteriormente llegaron los sirios, libaneses y algunos japoneses. En 1920 se inició la colonización del Chaco con la venida de los menonitas, que se adaptaron y prosperaron”, comenta Justo Pastor Benítez. (6)

El 7 de junio de 1881 fue promulgada la primera Ley de Inmigración y Colonización, que autorizó al Poder Ejecutivo a establecer colonias agrícolas con inmigrantes agricultores en tierras públicas o en propiedad de particulares, no pobladas o cultivadas, aptas para la agricultura y ubicadas preferentemente sobre los ríos.

“Cecilio Báez (1905-1906), preocupado por la situación, optó por apelar a la inmigración extranjera europea como único recurso para el repunte de la economía, para la extensión de la agricultura y el fortalecimiento de las incipientes industrias; la posesión de la tierra era la dádiva para iniciar la colonización”, señala el mismo autor. (7)

Entre 1900 y 1929 llegaron al Paraguay 18.606 extranjeros, de los cuales 6.486 fueron registrados como agricultores. (8)



Comienza el “milagro menonita”
En 1921 llegaron a instalarse los primeros inmigrantes menonitas, que continuaron arribando al país hasta la década del 50, amparados en la Ley Nº 514. El terreno inhóspito y la falta de agua fueron algunas de las dificultades que tuvieron que atravesar y las que lograron superar con su esquema cooperativo de ayuda mutua, con lo que constituyeron colonias que hoy son ejemplos de progreso.
“Las cooperativas tuvieron un rol muy preponderante en el tema del desarrollo de la agricultura. Si no fuera por las cooperativas no existiría ninguna agricultura en el Chaco, así de tajante. Porque el primer grupo que formó una comisión fue el grupo de la Cooperativa Chortitzer, de la colonia Menno, que se formó en el año 1927. Este era un grupo que vino de Canadá, que eran agricultores por historia. Su historia data de 1536 en el norte de Europa, en Rusia, Polonia y Canadá. Desde aquel entonces fuimos agricultores y vinimos al Paraguay con el objetivo de hacer agricultura”, señala Gustav Sawatzky, dirigente menonita del Chaco. (9)

La Ley Nº 514, del 26 de julio de 1921, otorgó a los menonitas libertad de culto, exoneración del servicio militar, derecho a un propio sistema educacional en su idioma y una educación religiosa en las escuelas. Del mismo modo les otorgó el derecho a administrar un seguro mutuo en las colonias y tener un propio sistema de seguridad social para viudas y huérfanos. También obtuvieron exención impositiva por 10 años. (10)

“Los colonos empezaron a trabajar en primer lugar con productos para comer, tales como poroto, sandía, melón, maíz y un poco de sorgo. Cuando tuvieron la posibilidad de entrar en el tema de la renta, trajeron semillas y plantaron trigo en el Chaco. No salió exactamente lo que ellos pensaron porque no fue un buen año. Después entraron en el rubro del sorgo por mucho tiempo y posiblemente empezaron con el maní. Del Chaco sigue siendo el 90% del maní paraguayo hasta hoy. Primero entonces fue para comer y después empezaron a comercializar, después entraron en el tema del algodón. Y el algodón fue por muchos años el fuerte, toda la base de la agricultura en el Chaco se basó en el algodón y el maní”, detalla Sawatzky sobre la experiencia menonita hasta casi 1940.

El “Boom” Agroexportador
El crack económico regional de 1914 y las secuelas de la Primera Guerra Mundial en Europa beneficiaron a Paraguay en cuanto a la demanda de materias primas de los países europeos y flujo de entrada de capitales en las empresas agro-extractivas. Este auge económico tuvo sus bases en la industria de la yerba y el tanino, la carne, la madera, así como en la exportación del tabaco. La exportación del ganado en
pie llegó a 60.000 cabezas en 1917, la mayoría de capital anglo-argentino, y en 1920 el rubro se convierte en la principal exportación ocupando el 37% de la misma, la madera y el tanino ocupan el 32,4% y los productos agrícolas el 30,2%. La explotación de yerba permanece estacionaria y su valor de exportación promedia 4.000 toneladas anuales en la década, controlada por tres grandes empresas: La Industrial Paraguaya, Barthe y la Mate Larangeira. El volumen promedio de exportación de tabaco fue de 6.000 toneladas/año entre 1912 y 1922, duplicando a la década anterior, y eran tres las plantas procesadoras de cigarros y cigarrillos nacionales. El cultivo del algodón es promovido a través del Banco Agrícola y la producción anual de esta fibra pasó de 56.000 kg al final de la Primera Guerra Mundial a 1.250 toneladas en 1921-1922.

Fuente: RIVAROLA, Milda, y otros “Crónica Histórica Ilustrada del Paraguay”, Tomo III, Distribuidora Quevedo de Ediciones, Buenos Aires, 1997, pp 715-717.



Ley de Homestead y recuperación de tierras
Un gran crítico y observador de la situación de la agricultura y el campesinado paraguayo fue el propio Eligio Ayala, presidente del Paraguay entre 1923 y 1928, promotor del cultivo del algodón, y quien enfrentó el grave problema de la migración de paraguayos del interior a la ciudad o a otros países, señalando el panorama incierto que no pudo paliar la Ley de Homestead, en 1918.
“Los cultivos agrícolas son discontínuos, durante una parte del año se paralizan. No existen industrias domésticas que podrían suplir ese paréntesis, evitar el paro forzoso del trabajo (…) Esta periodicidad de la agricultura es una de las causas más importantes de la desafección de los asalariados”, observa Ayala. (11)

A su vez, señala que los obrajes, los yerbales y las industrias en general ofrecen ocupaciones permanentes, por lo que los trabajadores aceptan una menor compensación salarial. Al mismo tiempo critica duramente lo que fue la venta de tierras fiscales y la mala distribución de la tierra, y habla de las consecuencias de la migración.

“Tardíamente, con la Ley de Homestead se intentó atajar esta hemorragia. La aplicación de esta ley ha dado resultados poco satisfactorios. Claro está que ella, por sí sola, no puede abolir los complejos y múltiples factores del éxodo rural, no puede hacer atractivo al suelo paraguayo para los que lo habrían dejado decepcionados”, sigue el análisis de quien fue uno de los mayores estadistas de nuestra historia. (12)

Bajo estas premisas, se organizan las colonias nacionales con la política de recuperación de las tierras enajenadas en 1883. El 15 de junio de 1926 se sanciona la ley conocida como “Ley de creación, fomento y conservación de la pequeña propiedad agropecuaria”, que afecta a las fincas no menores a 6 hectáreas y no mayores a 20 hectáreas, que quedan sujetas a las restricciones de dominio y al régimen de adquisición y sucesión.

El Ejecutivo queda como responsable de fomentar el asentamiento de 30 familias por cada 600 hectáreas, que fueran agricultores en proporción, por lo menos, del 60%. Las tierras debían ser expropiadas por ley del Congreso cuando el Ejecutivo agotara las negociaciones con los propietarios.

En 1927 se contabilizan ya 55 colonias oficiales y particulares y a fines de 1931, meses antes de la Guerra del Chaco, se recuperan más tierras en las cuales se organizan 77 centros rurales de producción agropecuaria, con una superficie total de 228.808 hectáreas, divididas en 17.697 lotes distribuidos entre la población campesina, beneficiando a unos 100.000 campesinos de los aproximadamente 900.000 habitantes en el país. (13)



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Notas:
1 RIVAROLA, Milda, y otros, “Crónica Histórica Ilustrada del
Paraguay”, Tomo II, Distribuidora Quevedo de Ediciones,
Buenos Aires-Argentina, 1997, p 563.
2 Ibid
3 GóMEZ Florentín, Carlos, “El Paraguay de la Post Guerra
1870-1900”, Colección La Gran Historia del Paraguay, 8,
Editorial El Lector, Asunción-Paraguay, 2010.
4 Ibid.
5 BENíTEZ, Justo Pastor, “Formación Social del Pueblo Paraguayo”,
Editorial El Lector, Asunción, 1996, p 136.
6 Ibid p137.
7 PALAU, Tomas, y otros, “Inmigración y Emigración en el
Paraguay 1870 – 1960”, BASE Investigaciones Sociales,
Asunción, 1997. (Texto extraído de la Biblioteca Virtual
del Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales http://
www.clacso.org)
8 Ibid
9 Entrevista a Gustav Sawatzky, presidente de la Federación de
Cooperativas de la Producción (Fecoprod).
10 PALAU, ibid.
11 AYALA, Eligio, “Migraciones”, Editorial El Lector, Asunción,
1996, p 93.
12 Ibid p 110.
13 PASTORE, Carlos, “La lucha por la tierra”, Editorial Antequera,
Montevideo, 1972, p 304.

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La agricultura entre 1936 y 1954


Lento avance tras la guerra

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La economía en el período inmediatamente anterior a la guerra del Chaco, y también durante el conflicto, fue bien administrada por Eligio Ayala, José P. Guggiari y Eusebio Ayala, quienes aprovecharon el saneamiento de las cuentas y el ahorro durante el período de bonanza hasta 1928. Durante ese período la producción y la población también aumentaron. A pesar del enfrentamiento bélico, el algodón, el arroz y la yerba mate registran mayores áreas de siembra, mientras que el sector agrícola mantiene el nivel de exportación ante la disminución del ganado y el tanino. (1)

La posguerra trajo nuevamente agitación política, sobre todo por el descontento popular en varios frentes, entre ellos el de los militares excombatientes, agrupados en torno a la figura de Rafael Franco, quien llega a la presidencia el 17 de febrero de 1936 tras un golpe de Estado contra la presidencia de Eusebio Ayala. En este breve lapso de gobierno –Franco permaneció en el poder por alrededor de 18 meses– se impulsaron importantes iniciativas, como la creación del Ministerio de Agricultura y una ley de Reforma Agraria, donde las atribuciones del Departamento de Tierras y Colonias pasaron a un Consejo de Reforma Agraria y la facultad de emitir bonos al Banco Agrícola. (2)

Estatuto Agrario
Más adelante, el 29 de febrero de 1940, durante el gobierno de José Félix Estigarribia, fue sancionado el Estatuto Agrario, que consolida los derechos del pueblo sobre las tierras. “La ley declara sujetos o beneficiarios inmediatos de la reforma agraria, a todo paraguayo de 18 años de edad; a toda mujer paraguaya, soltera o viuda a cuyo cargo se encuentre la obligación de satisfacer sus propias necesidades o las propias y las de su familia a la vez; a los extranjeros agricultores; a los núcleos de población de más de 20 individuos sujetos de la reforma agraria; a los pueblos y villas de una población menor de 5.000 habitantes; a los industriales que se ocupen de la transformación de productos agrarios; y a las cooperativas de agricultores”, comenta Carlos Pastore en su emblemática obra. (3)

Esta nueva legislación tocó temas sensibles como la ocupación, la cual pasa a un estado de “arrendatarios por anualidades en la extensión que ocupen con sus casas y plantaciones”. La redistribución de la propiedad inmobiliaria rural es realizada en centros de población clasificados según naturaleza, topografía y superficie del suelo, en colonias agrícolas y ganaderas y en colonias escuelas; y éstas, a su vez, en secciones urbanas, rurales y comunales.

Se dispone que las parcelas de las secciones urbanas sean distribuidas gratuitamente a los sujetos de la reforma agraria y a título oneroso a los que no fueren beneficiarios de la ley. Los lotes rurales agrícolas son enajenados en compra-venta con una superficie mínima de 20 hectáreas y una máxima de 200, con un plan de promover el progreso técnico de la agricultura y de considerar las necesidades de los agricultores. (4)

“En el período que comprende los últimos meses de 1938 y los años 1939 y 1940, se consolidan los derechos del pueblo sobre las fuentes de producción de riquezas, se organiza sobre bases modernas el Instituto de Reforma Agraria, se da solución a los problemas individuales de distribución de tierras existentes, se organizan los centros rurales de producción agrícola ya habilitados y se crean y prepararan nuevos centros; se unifica la legislación en el Estatuto Agrario y se da intervención directa a las masas campesinas en la solución de los problemas relacionados con la instalación de los agricultores en fundos propios”, sigue relatando Pastore. (5)

Las reformas instaladas son cortadas al llegar al poder Higinio Morínigo, quien cambia la política y desmantela lo instituido antes. En 1942 crea el Consejo Superior de Reforma Agraria, de muy poca duración, y finalmente autoriza a delegados del Departamento de Tierras y Colonias a disponer, durante todo ese año, la ocupación de tierras privadas por agricultores con carácter de arrendatarios por anualidades, abusando del artículo 28 del Estatuto Agrario.

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“El régimen de gobierno de Higinio Morínigo se prolonga en la administración de J. Natalicio González, quien el 26 de noviembre de 1948 sanciona una ley, al margen del Estatuto Agrario, “que declara zonas de colonización las tierras que se hallan a lo largo de la Ruta Nº 1 (Asunción-Misiones-Encarnación) entre los kilómetros 200 y 300, en el tramo comprendido entre las poblaciones de San Juan Bautista, San Ignacio, Santa Rosa, San Patricio y San Ramón” y “las que se hallan a lo largo del ramal caminero Acahay-Ybycuí”, en la extensión y profundidad que serán determinados en cada caso de acuerdo con las condiciones de la tierra declarada colonizable, de utilidad pública y sujeta a expropiación”, señala Pastore, indicando luego que la aplicación trajo resultados negativos al final. (6)

La inestabilidad política dada con la revolución del 47 y la seguidilla de presidentes –por ejemplo, hubo seis en quince meses entre junio de 1948 y setiembre de 1949– afecta gravemente al país, que aún en su precariedad mantiene un nivel respetable de producción.

“Según los datos del Banco Central (Departamento de Estudios Económicos) la producción de artículos alimenticios en 1953 alcanza a: maíz, 106.990 toneladas; mandioca, 990.000 toneladas; poroto, 22.959 toneladas; batata, 78.990 toneladas; naranjas, 950.000 toneladas. Y entre los rubros exportables: algodón, 37.793 toneladas; tabaco, 9.419 toneladas. No se ha introducido otro aporte importante, fuera del arroz, cuyo cultivo repuntó desde 1940 llegando en el año 1953 a 16.000 toneladas. Como cultivos industrializados figuran la caña de azúcar y el maní; en menor escala las semillas oleaginosas y la mandioca. La producción yerbatera ha venido a menos debido a la competencia argentina y brasileña. Las exportaciones experimentaron aumentos en los renglones de madera, frutas, oleaginosas y en menor escala productos de la caña dulce, algodón y cueros vacunos”, escribe Justo Pastor Benítez. (7)

“En 35 años, de 1913 a 1948, el promedio de los principales productos ha sido: algodón, que alcanzaba de 1913 a 1918, 83.000 kilogramos, subió a 31.917.300 en el quinquenio de 1943-1948. El tabaco, en los mismos quinquenios, de 10.560.429 bajó a 8.149.060. El maíz, de 27.594.340 pasó a 54.428.500. El arroz, de 1.780.270 a 6.221.700. La caña de azúcar, de 160.250.000 a 281.607.000. El algodón comenzó a adquirir volumen hacía 1924”, señala Benítez. (8)

En 1953 la renta nacional tiene su mayor apoyo en la agricultura, que representa el 32,9%, seguida por la ganadería, con el 18,9%. (9)



http://tierra_y_conocimiento.inbio.org.py/imagenes/lenta_3.pngLa promoción del algodón como rubro de renta del campesino
“Bajo una situación política no muy estable, la cosecha de algodón del año 1952 fue una de las más abundantes, mediante el respaldo de una intensa campaña publicitaria encarada por el gobierno de entonces”, señala Efraín Martínez, pero agrega que al año siguiente los agricultores abandonaron masivamente este cultivo por no haberse dado los precios necesarios según el volumen. (10)
En 1950 y 1951 la producción algodonera fue de 43.870 y 45.000 toneladas respectivamente. El primer año pagado a 800 guaraníes la tonelada y el segundo a 1.500 guaraníes por el mismo volumen, lo que marca una tendencia a la alza en el precio. A mediados de los años 50 hay un paulatino incremento del área de siembra y alienta al Gobierno a importar 550.000 kilos de semilla de renovación de los EE.UU. para la respectiva multiplicación, a cargo del Ministerio de Agricultura.
“La exportación de los años 1954, 1955 y 1956 arrojó un total de 11.645; 9.469 y 10.342 toneladas, respectivamente, por un valor de US$ 6.848.000 en 1954, US$ 5.499.000 en 1955 y US$ 5.604.000 en 1956. En esos años se comercializaron, además, importe de 118 millones de guaraníes semillas, linters, afrecho y cascarilla”, informa Efraín Martínez. (11)

El censo agropecuario de 1956 dice que el tamaño promedio de cultivos de algodón era de 1,2 hectáreas y que había 53.584 explotaciones agrícolas de algodón, de un total de 146.287 de explotaciones rurales. Ese año se sembraron 66.012 hectáreas de algodón en el país.


“La superficie de siembra en 1957 fue de 50.000 hectáreas; en 1958, 58.000 hectáreas y en 1959, 65.000 hectáreas, con una producción de 32.900 toneladas, 25.600 y 13.000 toneladas, respectivamente, de algodón en rama, lo que evidencia que el rendimiento era todavía muy bajo (568, 395 y 325 kilos por hectárea, respectivamente)”, afirma Martínez. (12)

Censos de 1944 y de 1950
“El Servicio Técnico Interamericano de Cooperación (STICA) levantó en 1944 el censo agrícola del Paraguay, con datos obtenidos en los años 1942-1943 y 1943-1944. Es el censo agrícola más completo realizado hasta aquel año, y sus resultados fueron elaborados y presentados con métodos científicos y técnicas modernas”, señala Pastore, quien califica el trabajo de excepcional importancia en el estudio de la historia social del Paraguay. (13)

El STICA, habilitado en 1942 en Paraguay, censó 94.498 chacras, de las cuales 2.748 se hallaban en las jurisdicciones de los pueblos, 63.713 en las compañías y 27.547 en las colonias oficiales y privadas. El total de chacras censadas corresponde a igual número de lotes agrícolas existentes entonces en todo el país, que cubrían una superficie de 1.549.785,5 hectáreas, de una a más de mil hectáreas cada lote.

“Los instrumentos de producción agrícola al alcance del campesino de mejor posición económica eran en 1944 el arado de hierro, el arado de madera, la carreta, los bueyes y otros elementos menores. En aquel año, existían en las chacras censadas 31.372 arados de hierro, 33.296 arados de madera, 27.062 carretas, y 32.520 otros elementos (machetes, azadas, rastrillos, etc.). Pero en el 71,8% de las chacras no había arado de hierro, el 54,7% no tenía ninguna clase de arado y el 48,6% no disponía de arado y carreta, señala Pastore. (14)

“El STICA calcula el número de agricultores en 550.000, comprendiendo varones y mujeres, sobre una población de aproximadamente 1.000.000 de personas. El censo de 1950 dio una cifra más alta para la población. La distribución por chacras es la siguiente: Propietarios, 20.700; Prop. arrend. y ocupantes, 14.000; simples ocupantes, 59.000”, dice Pastore. (15)

“Así se llegó a 1950, cuando el censo de ese mismo año registró como población rural al 65% de la población total del país. Si se considera como población rural a la residente en localidades de menos de 2.000 habitantes, ésta alcanzaba en 1950 al 74% de la población total. Según el censo agropecuario realizado poco después, más del 70% de la población rural vivía y trabajaba en pequeñas explotaciones agrícolas, menores de 10 hectáreas y, lo que es más importante, más del 60% de esos pequeños campesinos eran ocupantes precarios de tierras no propias”, cuenta Justo Pastor Benítez. (16)

Corrientes migratorias en los años treinta
Durante la década del 30 y en particular durante los años de la confrontación en el Chaco (1932-35), el flujo de inmigrantes no cesa, incluso se incrementa a partir de 1935 hasta 1938-39. En la Ley de Colonización del 28 de noviembre de 1935, el Poder Ejecutivo en pro de la reforma agraria nuevamente ofertó tierras aptas para el cultivo, las que tenían más de 1.000 hectáreas y que no fueran razonablemente explotadas por los propietarios y se encontraran o no ocupadas por los mismos, explica el sociólogo Tomás Palau. (17)

“Una nueva Ley de Inmigración se promulgó el 29 de marzo de 1937, la cual seleccionaba a los inmigrantes según las profesiones. Estos fueron diferenciados entre los inmigrantes privilegiados que constituyeron los agricultores, artesanos e industriales, y entre los inmigrantes no privilegiados, aquellos con profesiones liberales, los comerciantes, empleados y obreros no calificados”, comenta Pastore. (18)



Japoneses
El Decreto-Ley del 24 de febrero de 1925 promovió la inmigración japonesa, que se concretó en 1936 con la llegada de un importante contingente con intenciones de emprender una colonización agrícola, apuntando a la exportación de los productos al Japón. Los decretos Nº 1.026 y 7.248 de 1.936, permitieron el ingreso de 1.100 familias; y para los siguientes cinco años, el ingreso de 250 familias, como máximo, por año. Esta ley prohibía a los japoneses a residir en los núcleos o centros de población nacionales. El Gobierno paraguayo se comprometió a albergar a 85.000 japoneses en 30 años, y se encargó de ubicarlos en zonas agrícolas apropiadas.

“Los japoneses llegados se ubicaron inicialmente en La Colmena (1946), en 1.493 hectáreas de tierra agrícola. En 1939 vivían en la colonia 79 familias japonesas, cultivando 580 hectáreas de tierra en total. En 1939 vivían un total de 622 japoneses en el Paraguay. Luego de la Segunda Guerra Mundial, el Paraguay abrió sus puertas a todo tipo de inmigración, con este hecho se reinició la inmigración japonesa”, escribe Palau. (19)



Menonitas
La inmigración menonita al Paraguay se realizó en varias corrientes migratorias de diferentes países de procedencia. De Canadá llegó el primer grupo en el año 1927 y fundó la Colonia Menno (centro Loma Plata) en el Chaco. Veinte años más tarde, en el año 1948, vinieron otros grupos que fundaron las colonias Sommerfeld y Bergthal en el departamento de Caaguazú, en la Región Oriental. En el año 1930 se estableció en el Paraguay otro grupo de refugiados procedente de Rusia, que fundó la Colonia Fernheim (centro Filadelfia), de la cual una parte se desprendió para fundar la Colonia Friesland (1937), en el departamento de San Pedro.

Notas
1 BENíTEZ Fernández, Aníbal, y otros, “Crónica Histórica
Ilustrada del Paraguay”,
2 PASTORE, Carlos, “La lucha por la tierra en Paraguay”,
Editorial Antequera, Montevideo, 1972, p 322.
3 Ibid p 348.
4 Ibid p 350.
5 Ibid p 360.
6 Ibid p 401.
7 BENíTEZ, Justo Pastor, “Formación Social del Pueblo Paraguayo”,
Editorial El Lector, Asunción, 1996, p 143.
8 Ibid p 144.
9 Ibid p 149.
10 MARTíNEZ Cuevas, Efraín, “Los eslabones del oro blanco. La
historia del algodón en el Paraguay”, La Rural Ediciones,
Asunción-Paraguay, 1984, p 212.
11, 12 Ibid p 214.
13 PASTORE, ibid p 402.
14, 15 Ibid p 403, p 404.
16 Benítez, ibid p 143.
17 PALAU, Tomas, y otros, “Inmigración y Emigración en el
Paraguay 1870 – 1960”, BASE Investigaciones Sociales,
Asunción, 1997. (texto extraído de la Biblioteca Virtual del
Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales)
18 PASTORE, ibid p 326.
19 PALAU, ibid.

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La agricultura entre 1954 y 1989


Inversiones y mecanización

El período anterior a la instalación de Alfredo Stroessner en el poder trajo consigo un relativo crecimiento productivo en el agro, a pesar de los múltiples conflictos políticos. En 1939 se crea la Escuela Nacional de Agricultura, base para la posterior Facultad de Agronomía y Veterinaria, que empezó a funcionar en 1956. El Servicio Técnico Interamericano de Cooperación (STICA), creado como parte de las políticas de apoyo del gobierno del presidente norteamericano Franklin Roosevelt hacia América Latina, funcionó de 1943 a 1955, brindando respaldo a la experimentación agrícola; fue luego transferido al Ministerio de Agricultura y Ganadería (1). El STICA impulsó la investigación del trigo y en los años 50 el gobierno paraguayo implementó el “Plan Familiar del Trigo” debido a que el país importaba todo lo que consumía de este cultivo y sus derivados, como la harina y otros productos. (2)

Como el cultivo de trigo era mecanizado, el campesinado inició paralelamente los programas de Algodón y Tabaco. Con apoyo de técnicos franceses, el algodón adquiere nuevas variedades de gran rendimiento y calidad de fibra, lo cual pone al país entre los mayores productores de fibra y mejor cotizados. (3)

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El plan familiar de trigo
“El inicio del Plan Familiar del Trigo fue muy difícil por la falta de técnicos y extensionistas familiarizados con el cultivo y la falta de infraestructura de los agricultores. Para facilitar la asistencia técnica y el uso de ciertos equipos —como trilladoras estáticas y más tarde las cosechadoras combinadas adquiridas por el Crédito Agrícola de Habilitación— se organizó a los productores en colonias, una en Piraretá, jurisdicción de Piribebuy, otra entre San Ignacio y San Juan Bautista en Misiones y la otra en Apere´a (Colonia Fram), Itapúa. (4)

La siembra del trigo es de 2.408 hectáreas en 1955, una cantidad insignificante a pesar de los esfuerzos del Gobierno por impulsarla, teniendo en cuenta que en 1938 su cultivo había alcanzado 3.000 hectáreas, que luego fue decayendo. “La falta de variedades de buena adaptación en el país, así como la falta de técnicos y la escasa producción de genotipos del exterior, hicieron que no pudiera crecer el área del cultivo”. (5)

Luego, la presencia de técnicos extranjeros de alto nivel ayudó a la evolución del trigo y, contra viento y marea, el área empezó a crecer. “Para 1957 ya se contaba con 8.000 hectáreas, llegando a 16.000 en 1959, que fue el tope para el Plan Familiar de Trigo, que luego empezó a decaer nuevamente”. El problema principal del Plan Familiar del Trigo eran las limitaciones de los pequeños productores para la preparación del suelo, la cosecha, la trilla, el secado y el almacenamiento de la producción. (6)

El Gobierno buscó estimular la producción de trigo por medio del Decreto Nº 12.833, del 25 de octubre de 1960 y fijó el precio del trigo sano, seco y limpio en 8,5 guaraníes el kilogramo puesto en molinos. Este precio fue establecido en base a la recomendación de la Comisión Nacional del Trigo, la cual fijó también las normas de comercialización de acuerdo a los requisitos de calidad determinados. Además, recomendó que para abaratar los costos, los granos fueran procesados en los molinos más cercanos a las zonas de producción (7).

El Plan Familiar del Trigo siguió unos años, luego se amalgama con el Programa Nacional de Trigo, pero paulatinamente fue abandonado por la falta de sustentabilidad del cultivo en pequeña escala y en forma manual. (8)

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La “marcha hacia el Este”
“Entre 1956 y 1981 pareció que algo cambiaría en el campo. El Gobierno promovió un proceso de colonización y de expansión de la frontera agrícola, desordenado e incompleto, pero que mejoró ciertos indicadores agrarios. La proporción del territorio nacional destinado a la agricultura pasó del 2% al 7%. Donde predominaba una gran proporción de explotaciones agrícolas minifundistas, radicalmente incapaces de proporcionar sustento a una familia, apareció una faja de campesinos que explotaban lotes de 10 a 20 hectáreas. Entre 1956 y 1981, el número de este tipo de explotaciones sufrió más que una duplicación. Sobre todo se incrementó, en el mismo período, el número y la superficie cubierta por explotaciones de 20 a 99,9 hectáreas, que pasó de 15.819 a 50.018, y de 524.204 hectáreas a 1.419.437”. (9)

La frontera agrícola se expande hacia el Este de la Región Oriental del Paraguay: Amambay, Canindeyú, Alto Paraná, Caaguazú e Itapúa, son los departamentos que comienzan a recibir altas tasas de inmigración de la zona central del país. Canindeyú fue parte de Alto Paraná antes de separarse, así como otros departamentos, bajo el gobierno de Morínigo.

“La sola colonización pública repartió en esos años más de 18.000 lotes agrícolas, la mayoría en superficies de 8 a 20 hectáreas, beneficiando a cerca de 90.000 personas. Por otro lado, los movimientos de población vinculados con el cultivo de la menta no introducían capitales ni maquinarias en forma intensiva. Era un cultivo realizado familiar y manualmente, que no implicaba un cambio radical en las pautas de cultivo vigentes en la población paraguaya” (10).

http://tierra_y_conocimiento.inbio.org.py/imagenes/inver_3.pngNuevo Estatuto Agrario y creación del IBR
Con miras a repensar la situación social, territorial y productiva del país, se realizó el Primer Seminario Nacional de Reforma Agraria y Bienestar Rural, y ello trajo la revisión de las leyes y disposiciones administrativas vigentes, particularmente del Estatuto Agrario, cuyas sucesivas modificaciones de algunas disposiciones lo habrían convertido en un instrumento legal inconveniente e ineficaz, según indica Pastore. “En realidad, el Estatuto Agrario era el obstáculo legal para el traslado de los campesinos en la Zona Central de 360 hectáreas por 211.440 campesinos, el 52,3% de éstos con caracteres de simples ocupantes. Las 217.513 hectáreas restantes de la Zona Central, forman parte del patrimonio de los terratenientes…” (11)
Así, tras cinco años de discusión, es sustituido el Estatuto Agrario de 1940 por el de 1963, y el Instituto de Reforma Agraria por el Instituto de Bienestar Rural (IBR). Con este texto legislativo se pasó de la reforma agraria a la colonización. (12)

“Al mismo tiempo que se creaba el Instituto de Bienestar Rural, era sancionado el nuevo Estatuto Agrario para “estimular y garantizar la propiedad inmobiliaria rural que cumpla una función social económica”, mediante la explotación eficiente de la tierra ajustada a las normas de conservación y reposición de los recursos naturales, con el fin de asegurar el bienestar rural, que sería conquistado con la transformación de la estructura agraria del país mediante un sistema de distribución de tierras, asistencia técnica y social, organización de la producción y colocación de las cosechas. Pero al mismo tiempo, la ley considera latifundios, únicamente a los inmuebles de más de 10.000 hectáreas de superficie ubicados en la Región Oriental y de más de 20.000 hectáreas en el Chaco, que no sean racionalmente explotadas…” (13)

Son beneficiarios de la política del bienestar rural, según el nuevo Estatuto, los nacionales y extranjeros, varones y mujeres de 18 y más años de edad que habitualmente se dedicaren a la producción agropecuaria o se propusieren dedicarse a esta actividad; las cooperativas rurales; los agrónomos y veterinarios titulados; y los licenciados del servicio militar obligatorio que hayan recibido en los cuarteles cursos intensivos de adiestramiento agropecuario. (14)
“En diecisiete disposiciones agrupados en cinco títulos, el Estatuto legisla sobre parques nacionales, viviendas rurales, asistencia directa e indirecta de los productos agrícolas, la mayor parte de cuyas disposiciones corresponde a la reglamentación de la ley por el carácter transitorio y explicativo de las mismas”. (15)

La normativa establece que el Instituto de Bienestar Rural tenga a su cargo la realización de la política colonizadora del Estado, basada en el programa de “lograr la mejor distribución de la población rural”, la “transformación de las tierras incultas en explotaciones racionales” y el aumento de la producción agropecuaria mediante la colonización de sus propias tierras y la colonización privada. (16)

“Las colonias serán en lo sucesivo agrícolas granjeras, agrícolas forestales y ganaderas, promoviendo en las zonas suburbanas la formación de quintas. Las primeras tendrán lotes coloniales de un mínimo de veinte hectáreas, de cincuenta hectáreas mínimas las agrícolas forestales, y las ganaderas del Chaco de 1.500 a 8.000 hectáreas, y las ubicadas en la Región Oriental de 300 a 1.500 hectáreas. Las quintas no podrán ser de superficie mayor de dos hectáreas y menor de media hectárea”. (17)

El auge de la soja y el algodón
La situación en el campo cambia drásticamente con los cambios en el mercado internacional de granos y la irrupción en la región del cultivo de la soja, “como una ola gigantesca que sobrepasó montañas, estados y fronteras nacionales”. Durante la primera mitad del siglo XX, se consolida el mercado de la soja en EE.UU., como parte de un compuesto para raciones alimentarias de animales, lo cual tiene su efecto en el sur del Brasil, donde en 1970 la cosecha alcanzó casi un millón de toneladas en Río Grande do Sul. Esta fuerte expansión derivó en la expulsión de muchos pequeños agricultores, de los cuales un alto porcentaje migró al Paraguay.

“Así las cosas, ocurrió algo en el mercado internacional que transformó radicalmente la situación. En 1974, los Estados Unidos de América prohibieron las exportaciones de soja en grano y derivados al Mercado Común Europeo. Aun cuando la producción estadounidense había ya superado las 40 millones de toneladas, no daba abasto para satisfacer simultáneamente al mercado interno y a la exportación”. (18)

“En la segunda mitad de los setenta los niveles de crecimiento del Paraguay llegaron a ser los más altos de América Latina. En 1977 se llegó al 11,8% y en 1978 al 10,3%. En el período 1975-1980, la tasa promedio anual de crecimiento acumulativo llegó al 9,7%, señala Carlos Martini, quien luego cita a Carlos Miranda. “Entre 1971 y 1975, la producción del maíz, la mandioca, los porotos, el algodón, la soja, el arroz y el tabaco aumentaron considerablemente, disminuyendo solamente la del trigo. En algunos casos, las cifras fueron sorprendentes: la producción de soja subió de 75.253 toneladas en 1971 a 220.086 toneladas en 1975 y la de algodón de 17.461 toneladas en 1971 a 99.615 para 1975. El precio de exportación de la soja aumentó un 71,7% de 1970 a 1974”. (19)
Martini señala que el desarrollo de las infraestructuras de la década del 60 generó oportunidades para el sector empresarial, la colonización permitió la expansión de la economía campesina y la capitalista, se adoptaron incentivos tributarios y se facilitó la concesión de préstamos para el sector privado. “Como resultado de esta circunstancia creció aceleradamente la agricultura mecanizada y la comercial. Fueron los años del gran éxito de la soja y el algodón (…) Las recaudaciones de la exportación se duplicaron entre 1976 y 1979”. (20)

Con el desarrollo del algodón tipo REBA P – 279 se consolida el Programa Nacional del Algodón y permite al país, por primera vez en la historia, una identidad propia en los mercados internacionales, con lo que se obtienen cotizaciones mayores a los algodones similares de otras áreas de producción. Según el Censo Agropecuario, ejecutado por el Gobierno Nacional, para 1981 estaban dedicadas 132 mil familias campesinas en la siembra de este renglón; el 10% de las dos millones de hectáreas cultivadas en el Paraguay están ocupadas desde 1980 por el algodón. (21)

Sin embargo, la dependencia del algodón trae problemas al campesino, no así al colono extranjero que producía trigo, pero incorporó la soja como cultivo alternativo que en poco tiempo superó al trigo. Por otro lado, “el campesino fue perdiendo gradualmente su capacidad de productor de autoconsumo, y al tener muy pocos rubros de producción, se volvió muy frágil”, sumando a esto su fragilidad en la comercialización del producto al estar dominado por el acopiador. (22)

El esplendor económico finalizó en 1981 abruptamente, según detalla Martini, ya que dejó de crecer en conjunto, señalando que entre 1982 y 1988 el crecimiento promedio fue de solamente el 1,7% anual y el ingreso real per cápita disminuyó en un 1,5% al año (23).



Inicios de la inmigración brasileña
“Ambos movimientos se encontraron, tanto la marcha hacia el Este dentro del Paraguay como la marcha al Oeste en el Brasil, a partir de los años ‘70, en la zona situada en la margen derecha del río Paraná. Los inmigrantes brasileños, algunos de ellos grandes propietarios, otros agricultores tipo “farmer” y otros “poseiros” llegaron en gran número a ubicarse del lado paraguayo de la frontera. Ambos flujos migratorios venían derribando y quemando bosques”. (25)

El censo del año 1972 registra a unos 30.000 afincados en Amambay, Canindeyú y Alto Paraná, teniendo siempre en cuenta los recuentos censales afectados por el subregistro, los años de mayores contingentes de llegada de brasileños fueron desde 1973 hasta 1992 (24). “Lo más probable es que en el momento de mayor presencia brasileña en el Paraguay, hacia fines de los años ‘80, la cifra de nacidos en Brasil no superara los 200.000, a los que habría que sumar sus descendientes, ya nacidos en el Paraguay” (26).

La incorporación de productores brasileños experimentados en la explotación de la soja hace que la agricultura mecanizada en el país comience a desarrollarse rápidamente, a pesar del poco apoyo estatal (27).

Llega tercer grupo de japoneses
En este período llega la tercera oleada de migrantes japoneses, cuyos pioneros colonos fueron los que fundaron “La Colmena”, en 1936 y luego otro segundo grupo llega a comienzos de 1950 y se instalan en la colonia “Federico Chávez”. Recordemos que el Gobierno paraguayo había firmado un acuerdo de inmigración que permitía, entre 1959 y 1989, la entrada de 85 mil agricultores japoneses.

“El tercer grupo de inmigrantes que llegó bajo este acuerdo se estableció en las colonias de Pirapó e Yguazú, ambas ubicadas en el sureste de Paraguay. Se dedicaron a la producción de poroto, soja y de trigo, a cultivar frutos de huerto y a la engorda de ganado.” (28).



Notas
1 ALARCóN López, Emiliano, “Análisis de la agricultura campesina en Paraguay y otros temas”, Arandura Editorial, Asunción, 2008, p 27.
2 Ibid p 28.
3 Ibid p 30.
4 ALARCóN López, Emiliano, “El cultivo del trigo en el Paraguay”, El Lector, Asunción, 2011, pp 83.
5 Ibid p 84.
6 Ibid p 85
7 Ibid p 87.
8 Ibid
9 CARRóN, Juan M., y Marcia Regina da Silva, y otros, “Población y Desarrollo, Número 33”, Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad Nacional de Asunción y Fondo de Población de las Naciones Unidas, Año XVIII, p 9. www.eco.una.py/publicaciones.htm.
10 Ibid, p 13.
11 PASTORE, Carlos, “La Lucha por la tierra en Paraguay”,
Editorial Antequera, Montevideo, 1972, p 441.
12 Ibid.
13 Ibid p 465.
14 Ibid p 467.
15 Ibid p 468.
16 Ibid pp 468-469.
17 Ibid p 469.
18 CARRON, ibid p 13.
19 MARTINI Escolar, Carlos Federico, y otros, “Crónica Histórica Ilustrada del Paraguay”, Tomo III, Distribuidora Quevedo de Ediciones, Buenos Aires-Argentina, 1997, p 905.
20 Ibid.
21 MARTíNEZ Cuevas, Efraín, “Los eslabones del oro blanco. La historia del algodón en el Paraguay”, La Rural Ediciones, Asunción-Paraguay, 1984, p 225.
22 ALARCóN, “Análisis de la agricultura campesina en Paraguay y otros temas” ibid, p 30.
23 MARTINI, ibid p 908.
24 CARRóN, ibid p 10.
25 Ibid p 12.
26 Ibid p 15.
27 ALARCóN, ibid.
28 http://www.discovernikkei.org/wiki/Migration_Historical_ Overview_Paraguay_ES.
29 CARRóN, ibid p 15.

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La producción aumenta en cantidad y calidad (1989-2011)


El tiempo del gran salto

Tras la salida de Alfredo Stroessner del poder, surge una nueva visión de país en cuanto a la agricultura y el campo, en la medida en que rubros importantes, como la soja, se van consolidando y ganando terreno en el mercado internacional con rapidez. Una crítica interesante sobre esta nueva era en la agricultura paraguaya la hace el ingeniero agrónomo y reconocido catedrático Emiliano Alarcón López en su último libro publicado.



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“Así llegamos a la caída del régimen dictatorial. Muchos creyeron que la situación del campesino iba a mejorar con el cambio de régimen. Sin embargo, la situación empeoró, lo primero que hizo el nuevo gobierno fue eliminar los precios mínimos, en nombre del libre mercado y la libre competencia. Esta política había ayudado bastante al pequeño productor. El aumento de los insumos y los bajos precios de los productos agrícolas trajo una retracción de la producción. Hay que recordar que los países altamente desarrollados subsidian fuertemente su agricultura” (1).

Alarcón detalla que cuando se presentaron problemas de plagas como el picudo y la baja cotización del algodón, muchos productores no tuvieron forma de protegerse económicamente y fueron empobreciéndose gradualmente, y sin otra alternativa que vender sus derecheras o propiedades y emigrar a las ciudades.

“La agricultura tecnificada, con algunos altibajos, creció rápidamente, pues estaba en condiciones de adoptar nuevas tecnologías de alta eficiencia como la siembra directa y el uso intensivo de fertilizantes y agroquímicos. La organización en cooperativas de los productores, les permitió comercializar a mejores precios sus productos y comprar a precios más convenientes sus insumos. Inclusive empezaron a industrializar parte de sus productos dándoles valor agregado”. (2)



Política y campo
Alarcón señala como factor altamente negativo la excesiva politización del país tras la caída de la dictadura, lo cual creó una gran inestabilidad en la administración de Gobierno, perjudicando directamente al pequeño productor. Recuerda que los cambios de ministros de Agricultura fue una constante y hasta duraban no más de seis o siete meses algunos, cambiando así continuamente el estilo y objetivos en cada nueva administración. Esta práctica es sintetizada por el autor cuando comenta que en aquellos años se llegó a decir que un ministro de Agricultura era ministro fusible porque se quemaba cuando subía la tensión del país. (3)

“Así llegamos al último gobierno, en el cual el asistencialismo politizado a los campesinos llegó a su máxima expresión. Desafortunadamente este asistencialismo dependía de la influencia de los políticos de cada zona. La Itaipú fue la encargada, sin ser su responsabilidad, la que brindaba y financiaba las ayudas, construía o reparaba los colegios y centros de salud”, señala. (4)



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Aumento de la producción de soja
El éxito de la soja en el mercado internacional provocó el aumento de la producción, sobre todo de los grandes productores, quienes aumentan los niveles de explotación y exportación de la soja al mundo. Las cifras manejadas por la Cámara Paraguaya de Exportadores de Cereales y Oleaginosas (CAPECO) señalan el crecimiento del área de siembra que aumenta, como lo señala José Nicolás Morínigo, en un 61% entre los años 1996 y 2003, ya que ese año se cultiva un área de 960.000 hectáreas y en el último señalado llega a 2.227.426. (5)

“Según estos datos, el cultivo de soja en los departamentos de Alto Paraná y Amambay fue prácticamente duplicado en el lapso de una década. En Canindeyú se cultivó cinco veces más, en Caaguazú casi siete veces más y el departamento de Caazapá alcanzó un área ocho veces mayor en el año 2003 en comparación con la zafra del año 1991. Sin embargo, de acuerdo con estas cifras, en el departamento de Itapúa, el área cultivada ya alcanzaba una cifra similar a la actual, habiéndose incrementado en un poco menos del doble. De todas formas, precisar este fenómeno explicará la razón por la cual en este departamento no se ha verificado un proceso acentuado de migración o estancamiento en la población rural”. (6)

Sobre los departamentos y sus diferenciaciones, Morínigo también los distingue en modelos de producción, señalando que los que siguen utilizando el modelo tradicional campesino son Guairá, Caazapá y Paraguarí, mientras que Alto Paraná, Itapúa y Canindeyú predomina el modelo de producción extensivo. (7)

Ley Nº 1.863
Un avance importante en términos de políticas para el sector rural durante toda la transición democrática que siguió a la caída de la dictadura, en 1989, fue la aprobación en el 2002 de la Ley Nº 1.863 del Estatuto Agrario, considerada como una herramienta legislativa necesaria para el desarrollo rural.

Este Estatuto introdujo nuevas reglas de juego, que además de incorporar la tecnología al proceso de producción agrícola, introdujo prácticas de manejo sustentable de los recursos naturales, que no riñen con la rentabilidad buscada por los productores.

El uso del bosque nativo, que hasta el año 2001 era considerado improductivo y objeto de expropiación por parte del Instituto de Bienestar Rural, se convirtió en una figura productiva. Esto, sumado a la apertura de caminos y tendidos eléctricos, renovó el impulso de la actividad agropecuaria y redundó en un avance de la frontera agrícola.

Conceptos como eficiencia, racionalidad, medio ambiente y Reforma Agraria ya no aparecen reñidos con el aprovechamiento económico de la tierra.



La producción agrícola desde la década del 90
Por el Ing. Agr. Gerardo López (a)

El total del área cultivada en la agricultura nacional en los 80 no alcanzaba 1.000.000 de hectáreas. A partir de los años 90 hubo una clara definición del crecimiento de la agricultura mecanizada, en la zona Este del país fue aumentando la superficie alrededor de un crecimiento anual del 10%, siendo la soja el cultivo que ocupó la mayor área, seguido por el maíz, el trigo, el girasol, la canola, la cebada y otros de menor expansión. Comenzó una disputa por la tierra agrícola con la ganadería moderna, lo que elevó los costos de las mismas en la zona Este del país hasta unos 150 Km. de la frontera con Brasil. La venida de gran cantidad de inversores extranjeros, especialmente del Brasil, inclusive empresas colonizadoras de origen extranjero, trajo consigo una mayor tecnificación tanto de la agricultura como de la ganadería. Se instalaron algunas multinacionales, se consolidaron todas las cooperativas como Colonias Unidas, Fernheim, Chortitzer, Neuland, Yguazú, La Colmena, Pirapó, Friesland, Volendam, Copasaú, Raúl Peña, Coronel Oviedo y otras, consolidándose una producción agroganadera destinada a la exportación de granos y carne.

La producción láctea también fue creciendo a niveles extraordinarios en Caaguazú, con la Cooperativa La Holanda y Colonias Unidas en Itapúa, así como también la gran expansión de la leche en las cooperativas menonitas del Chaco y del departamento de San Pedro. En la misma década, con la apertura de rutas asfaltadas como la ruta 6ª y la Supercarretera de Ciudad del Este a Saltos del Guairá, facilitó el transporte de los productos hacia los mercados; en esta época también se construyeron numerosos silos que acopiaban los granos de la región, así como molinos que industrializaban la materia prima, especialmente soja, trigo y maíz. Esto posibilitó no solo el crecimiento agropecuario sino también de la agroindustria en un área que abarca desde Pedro Juan Caballero hasta Encarnación.

Socialmente también hubo un éxodo poblacional hacia el Este en busca de fuentes de trabajo de la población residente en otras partes del país, que se mudaron hacia la frontera con el Brasil, con el consecuente incremento de la población de Ciudad del Este, Encarnación, Saltos del Guairá y Hernandarias, que hoy día son grandes ciudades del país. El primer trabajo que muchas personas encontraban en la zona ha sido en el campo agropecuario como tractoristas, choferes de camiones, empleados de aceiteras y silos, molinos harineros e industrias lácteas y frigoríficos, acoplándose a lo que hoy es el activo comercio fronterizo y todos los servicios que generaron otras fuentes de empleo al país.

El valor de la tierra fue creciendo desde el inicio de la década desde unos 500 dólares por hectárea hasta lo que es hoy, en que la cotización podría llegar a los 10.000 dólares por hectárea. Este fenómeno ocurrió especialmente sobre las rutas o caminos fronterizos al Brasil que hicieron de esta región la mayor fuente de la producción agropecuaria en volumen producido de soja, maíz, trigo, carne, leche, madera. Se calcula que hoy se producen más de 12.000.000 de toneladas de granos y cereales. En la década del 90, con la apertura de caminos internos, se crearon nuevas colonias agrícolas cuyas poblaciones impulsaron el desarrollo de los rubros tradicionales de la canasta familiar como la mandioca, el maíz, poroto, la cría de animales menores, y en general todo tipo de productos de granja como frutas y hortalizas, sin dejar de mencionar la significativa importancia que tuvo el cultivo del algodón en la ocupación del pequeño productor.

En este período, en el campo de la fruticultura, la única industria de gran porte también se desarrolló en el Este con el nombre de Frutika, que hasta hoy se dedica a la producción de jugos de frutas y concentrados para el mercado local y para la exportación. A partir de los años 90 la agricultura familiar generó industrias de menor porte como la industrialización de la mandioca (fábrica de almidón), fabricación de dulces, chacinados, etc. En el rubro mandioca, en Cnel. Bogado y en Caaguazú se instalaron las fábricas de almidón de mayor tamaño para la época con miras a la exportación y que para la fecha se han multiplicado considerablemente. Concluyendo, se puede considerar que la década fue exitosa por haber alcanzado un desarrollo global en todos los aspectos de la producción de los rubros de exportación que siguen aumentando a la fecha con la apertura de nuevos mercados. De igual forma, cabe destacar también el éxito de la agricultura familiar campesina, que en gran medida, a pesar de algunos bajones en ciertos períodos del año, tiene protagonismo en la producción de alimentos.

Durante este tiempo, también se crearon la CADELPA (Cámara Algodonera del Paraguay) y la CAPECO (Cámara Paraguaya de Exportadores y Comercializadores de Cereales y Oleaginosas), entidades de carácter gremial que aúnan a sus empresas asociadas para cooperar integralmente en el desarrollo de sus intereses, ejerciendo la representación legal en gestiones de beneficio colectivo.



Notas
(1) ALARCóN López, Emiliano, “Análisis de la agricultura
campesina en Paraguay y otros temas”, Arandura Editorial,
Asunción, 2008, p 31.
(2) Ibid
(3) Ibid p 33.
(4) Ibid p 34.
(5) MORINIGO, José Nicolás, “Producción Rural y crisis campesina”,
Asunción, 2008, p 40.
(6) Ibid p 47.
(7) Ibid p 51.

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