fajas y otras señales, y cuando una casta cualquiera toma por simple var-
iación color azulado, estas listas y señales reaparecen invariablemente,
sin ningún otro cambio de forma o de caracteres. Cuando se cruzan las
razas más antiguas y constantes de diversos colores, vemos en los híbri-
dos una poderosa tendencia al color azul y a la reaparición de las listas y
señales. He sentado que la hipótesis más probable para explicar la reapa-
rición de caracteres antiquísimos es que en los jóvenes de las sucesivas
generaciones existe una tendencia a presentar el carácter perdido desde
hace mucho tiempo, y que esta tendencia, por causas desconocidas algu-
nas veces, prevalece. Y acabamos de ver que en diferentes especies del
género caballo las rayas son más manifiestas, o aparecen con más frec-
uencia, en los jóvenes que en los adultos. Llamemos especies a las razas
de palomas, algunas de las cuales han criado sin variación durante si-
glos, y ¡qué paralelo resulta este caso del de las especies del género caba-
llo! Por mi parte, me atrevo a dirigir confiadamente la vista a miles y mi-
les de generaciones atrás, y veo un animal listado como una cebra, aunq-
ue, por otra parte, construido quizá de modo muy diferente, antepasado
común del caballo doméstico -haya descendido o no de uno o más tron-
cos salvajes-, del asno, del hemión, del cuaga y de la cebra.
El que crea que cada especie equina fue creada independientemente
afirmará, supongo yo, que cada especie ha sido creada con tendencia a
variar, tanto en la naturaleza como en domesticidad, de este modo espec-
ial, de manera que con frecuencia se presente con rayas, como las otras
especies del género, y que todas han sido creadas con poderosa
tendencia -cuando se cruzan con especies que viven en puntos distantes
del mundo- a producir híbridos que por sus rayas se parecen, no a sus
propios padres, sino a otras especies del género. Admitir esta opinión es,
a mi parecer, desechar una causa real por otra imaginaria, o, por lo me-
nos, por otra desconocida. Esta opinión convierte las obras de Dios en
una pura burla y engaño; casi preferiría yo creer, con los antiguos e igno-
rantes cosmogonistas, que las conchas fósiles no han vivido nunca, sino
que han sido creadas de piedra para imitar las conchas que viven en las
orillas del mar.
Resumen
Nuestra ignorancia de las leyes de la variación es profunda. Ni en un
solo caso entre ciento podemos pretender señalar una razón por la que
esta o aquella parte ha variado; pero, siempre que tenemos medio de es-
tablecer comparación, parece que han obrado las mismas leyes al
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producir las pequeñas diferencias entre variedades de una especie y las
diferencias mayores entre especies del mismo género.
El cambio de condiciones, generalmente, produce simples variaciones
fluctuantes; pero algunas veces produce efectos directos y determinados,
y éstos, con el tiempo, pueden llegar a ser muy acentuados, aun cuando
no tenemos pruebas suficientes sobre este punto.
La costumbre, produciendo particularidades de constitución; el uso,
fortificando los órganos, y el desuso, debilitándolos y reduciéndolos, pa-
recen haber sido en muchos casos de poderosa eficacia.
Las partes homólogas tienden a variar de la misma manera y tienden a
soldarse. Las modificaciones en partes externas influyen a veces en par-
tas blandas e internas.
Cuando una parte está muy desarrollada, quizá tiende a atraer subs-
tancia nutritiva de las partes contiguas; y toda parte del organismo que
pueda ser economizada sin detrimento será economizada.
Los cambios de conformación en una edad temprana pueden influir en
partes que se desarrollen después, e indudablemente ocurren muchos ca-
sos de variaciones correlativas cuya naturaleza no podemos comprender.
Los órganos múltiples son variables en número y estructura, qüizá de-
bido a que tales órganos no se han especializado mucho para una fun-
ción determinada, de manera que sus modificaciones no han sido riguro-
samente refrenadas por la selección natural. Se debe probablemente a la
misma causa el que los seres orgánicos inferiores en la escala son más va-
riables que los superiores, que tienen todo su organismo más
especializado.
Los órganos rudimentarios, por ser inútiles, no están regulados por la
selección natural, siendo, por tanto, variables.
Los caracteres específicos -esto es, los caracteres que se han diferencia-
do después que las diversas especies del mismo género se separaron de
su antepasado común- son más variables que los caracteres genéricos, o
sea aquellos que han sido heredados de antiguo y no se han diferenciado
dentro de este período.
En estas observaciones nos referimos a partes u órganos determinados
que son todavía variables, debido a que han variado recientemente y, de
este modo, llegado a diferir; pero hemos visto en el capítulo segundo que
el mismo principio se aplica a todo el individuo, pues en una región don-
de se encuentran muchas especies de un mismo género -esto es, donde
ha habido anteriormente mucha variación y diferenciación, o donde ha
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trabajado activamente la fábrica de esencias nuevas-, en esta región y en
estas especies encontramos ahora, por término medio, el mayor número
de variedades.
Los caracteres sexuales secundarios son muy variables y difieren mu-
cho en las especies del mismo grupo. La variabilidad en las mismas par-
tes del organismo ha sido generalmente aprovechada dando diferencias
sexuales secundarias a los dos sexos de la misma especie, y diferencias
específicas a las diversas especies de un mismo género.
Un órgano o parte desarrollada en grado o modo extraordinario, en
comparación de la misma parte u órgano en las especies afines, debe ha-
ber experimentado modificación extraordinaria desde que se originó el
género, y así podemos comprender por qué muchas veces hayan de ser
todavía mucho más variables que otras partes, pues la variación es un
proceso lento y de mucha duración, y la selección natural, en estos casos,
no habrá tenido aún tiempo de superar la tendencia a más variación y a
reversión a un estado menos modificado. Pero cuando una especie que
tiene un órgano extraordinariamente desarrollalo ha llegado a ser madre
de muchos descendientes modificados -lo cual, según nuestra teoría, tie-
ne que ser un proceso lentísimo que requiere un gran lapso de tiempo-,
en este caso, la selección natural ha logrado dar un carácter fijo al órga-
no, por muy extraordinario que sea el modo en que pueda haberse
desarrollado.
Las especies que heredan casi la misma constitución de un antepasado
común y están expuestas a influencias parecidas tienden naturalmente a
presentar variaciones análogas, o pueden a veces volver a algunos de los
caracteres de sus antepasados. Aun cuando de la reversión y variación
análoga no pueden originarse modificaciones nuevas e importantes, es-
tas modificaciones aumentarán la hermosa y armónica diversidad de la
naturaleza.
Cualquiera que pueda ser la causa de cada una de las ligeras diferenc-
ias entre los hijos y sus padres -y tiene que existir una causa para cada
una de ellas-, tenemos fundamento para creer que la continua acumula-
ción de diferencias favorables es la que ha dado origen a todas las modi-
ficaciones más importantes de estructura en relación con las costumbres
de cada especie.
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