Ninguna
sociedad puede existir, si no impera en algún grado el respeto a
las leyes; pero es el
caso que lo que da más seguridad para que sean respetadas las leyes, es que sean
respetables. Cuando la ley y la moral se encuentran en contradicción, el ciudadano se
encuentra en la cruel disyuntiva de perder la noción de lo moral o de perder el respeto a la ley,
dos desgracias tan grandes una como la otra y entre las cuales es difícil elegir.
Hacer reinar la justicia está tan en la naturaleza de la ley, que ley y justicia, es todo uno en el
espíritu de la gente. Todos tenemos una fuerte inclinación a considerar lo legal como legítimo,
hasta tal punto que son muchos los que falsamente dan por sentado que toda justicia emana
de la ley. Basta pues que la ley ordene y consagre la expoliación, para que ésta parezca justa y
sagrada para muchas conciencias. La esclavitud, la restricción, el monopolio, encuentran
defensores no solamente entre los que de ello aprovechan, sino aún entre los que por ello
sufren.
SE CONDENA A LOS DISIDENTES
Si alguien pone en duda la moralidad de aquellas instituciones se dirá: "Sois un innovador
peligroso, un utopista, un teórico, despreciáis las leyes; conmovéis la base sobre la cual reposa
la sociedad".
Si uno dicta cátedra sobre moral o economía no tardan en aparecer instituciones oficiales que
hacen llegar al gobierno peticiones como las siguientes:
"Que en adelante se enseñe la ciencia, no ya desde el único punto de vista del libre
intercambio (de la libertad, la propiedad y la justicia) como hasta ahora ha ocurrido, sino que
también y sobre todo, sea enseñada desde el punto de vista de los hechos y de la legislación
(contraria a la libertad, propiedad y justicia) que rige la industria nacional.
"Que en las cátedras públicas, remuneradas por el Tesoro, el profesor se abstenga
rigurosamente de llevar el menor ataque al debido respeto a las leyes en vigor".
De manera que si existe una ley que consagra la esclavitud o el monopolio, la opresión o la
expoliación en una forma cualquiera, no se podrá siquiera hablar de ella; porque ¿cómo podría
hablarse de esa ley, sin conmover el respeto que inspira? Más aún, habrá que enseñar moral y
economía política desde el punto de vista de aquella ley, es decir basándose en el supuesto de
que es justa, sólo por ser ley.
Otro aspecto de la deplorable perversión de la ley, es el que da una preponderancia exagerada
a las pasiones y luchas políticas, y en general a la política propiamente dicha.
Podría probar mi afirmación de mil maneras. Me limitaré por vía de ejemplo a relacionarla con
el asunto que recientemente ha ocupado el espíritu de todos: el sufragio universal.
¿QUIEN DEBE JUZGAR?
Piensen lo que piensen al respecto los afectos a la escuela de Rousseau -que se dice muy
avanzada y que para mí tiene un atraso de veinte siglos- el sufragio universal (tomando la
palabra en su aceptación rigurosa) no es uno de esos dogmas sagrados, con respecto a los
cuales el examen y la duda misma constituyen crímenes.
Pueden oponérsele graves objeciones.
Para empezar, la palabra universal oculta un sofisma grosero. Hay en Francia treinta seis
millones de habitantes. Para que el derecho de sufragio fuera universal, tendría que serle
reconocido a treinta y seis millones de electores. En el sistema más amplio, no se le reconoce
sino a nueve millones. Luego, quedan excluidas tres de cada cuatro personas, y lo que es más
importante, quien excluye a los otros es la cuarta persona. ¿Sobre qué principio se funda tal
exclusión? Sobre el principio de la incapacidad. Sufragio universal quiere decir: sufragio
universal de los que tienen capacidad. Quedan en pie estas cuestiones de hecho: ¿Quiénes
son capaces? ¿Acaso la edad, el sexo, o las condenas judiciales, son los únicos signos por los
que puede reconocerse la incapacidad?
RAZON PARA RESTRINGIR EL VOTO
Si se mira de cerca, muy pronto se percibe el motivo por el cual el derecho de sufragio se basa
en la presunción de capacidad y a ese respecto el sistema más amplio no difiere del más
restrictivo, sino en la apreciación de los signos por los cuales puede reconocerse la capacidad;
lo cual no constituye una diferencia de principio sino de grado.
El motivo está en que el elector al votar no compromete sólo su interés sino el de todo el
mundo.
Si, como lo pretenden los republicanos de tipo griego o romano, nos estuviera conferido el
derecho de sufragio junto con la vida, sería inicuo que los adultos impidieran votar a mujeres y
niños. ¿Por qué se les excluye? Porque se les presume incapaces. ¿Y por qué la incapacidad
es motivo de exclusión? Porque al elector no le toca a él sólo la responsabilidad de su voto;
porque cada voto compromete y afecta a la comunidad entera; porque la comunidad bien tiene
el derecho de exigir algunas garantías en cuanto a los actos de los cuales depende su
bienestar y su existencia.
LA SOLUCION ESTA EN RESTRINGIR LA FUNCION DE LA LEY
Sé lo que puede contestarse. También sé lo que se podría replicar. No es éste el lugar para
agotar tal controversia. Lo que quiero hacer observar es que esa misma controversia (como
también la mayor parte de las cuestiones políticas) que agita, apasiona y trastorna los pueblos,
perdería casi toda su importancia si la ley hubiera sido siempre lo que debía ser.
En efecto, si la ley se limitara a hacer respetar a todas las personas, a todas las libertades y
todas las propiedades, si no fuera más que la organización del derecho individual de legítima
defensa, el obstáculo, el freno y el castigo opuesto a todas las opresiones y a todas las
expoliaciones, ¿puede creerse que hablamos de disputar mucho, entre conciudadanos, a
propósito del sufragio, más o menos universal? ¿Se cree que por eso se pondría en cuestión el
mayor de los bienes, la tranquilidad pública? ¿Se cree que las clases excluidas no habrían de
esperar tranquilamente que les llegará su turno? ¿Se cree que las clases admitidas al voto,
estarían muy celosas por conservar su privilegio? ¿Y acaso no es claro que siendo idéntico y
común el interés, los unos actuarían sin causar inconvenientes a los que no votan?
LA FATAL IDEA DE LA EXPOLIACION LEGAL
Pero si llega a introducirse el principio funesto de que so pretexto de organización,
reglamentación, protección y apoyo, la ley puede quitar a los unos para dar a los otros, echar