Y
al igual que el jardinero, que para efectuar la poda de los árboles, necesita hachas,
serruchos, sierras y tijeras, el público necesita para el arreglo de su sociedad fuerzas que sólo
puede encontrar en las leyes; la ley de aduana, ley de impuestos, ley de seguridad social y ley
de instrucción.
LOS SOCIALISTAS PRETENDEN SUPLANTAR A DIOS
Tan cierto es que los socialistas consideran a la humanidad como materia destinada a
combinaciones sociales, que si por casualidad no están muy seguros del éxito de aquellas
combinaciones, reclaman por lo menos una porción de humanidad a titulo de material de
experimentación: es bien sabido cuán popular es entre ellos la idea de experimentar todos los
sistemas, y se ha visto a uno de sus jefes llegar a la asamblea constituyente a pedir con toda
seriedad que se le diera una comuna con sus habitantes, para realizar su ensayo.
Así procede todo inventor que fabrica su máquina en pequeño antes de realizarla en grande.
Así el químico sacrifica algunos reactivos, y el agricultor sacrifica ciertas semillas y un rincón de
su terreno para ensayar una idea.
¿Pero qué distancia separa al jardinero de sus árboles, al inventor de su máquina, al químico
de sus reactivos, al agricultor de sus semillas?
El socialista cree de buena fe que la misma distancia es la que lo separa a él de la humanidad.
No hay que asombrarse de que los escritores del siglo XIX consideren la sociedad como una
creación artificial salida del genio del legislador.
Tal idea, producto de la educación clásica, ha dominado a todos los pensadores y a todos los
grandes escritores de nuestro país. Han visto entre la humanidad y el legislador la misma
relación que existe entre la arcilla y el alfarero.
Mucho más aún; si han consentido en reconocer que hay en el corazón del hombre un principio
de acción y en su inteligencia un principio de discernimiento, han pensado que con ello Dios les
ha hecho un don funesto y que la humanidad, bajo la influencia de aquellos dos motores, iba
fatalmente hacia su degradación. Han señalado como un hecho cierto el de que abandonada a
sus inclinaciones la humanidad no se ocupará de la religión más que para desembocar en el
ateísmo; de la enseñanza sino para llegar a la ignorancia y del trabajo e intercambio más que
para extinguirse en la miseria.
DESPRECIO DE LOS SOCIALISTAS POR LA ESPECIE HUMANA
Felizmente, según aquellos mismos escritores, existen algunos hombres, llamados
gobernantes y legisladores, que han recibido del cielo tendencias opuestas, para beneficio no
solamente de ellos sino para el de todos los demás.
Mientras la humanidad se inclina al mal, ellos se inclinan al bien; mientras la humanidad
camina hacia las tinieblas, aspiran ellos a la luz; mientras la humanidad es arrastrada al vicio, a
ellos los atrae la virtud.
Y ya eso dado por sentado, reclaman la fuerza a fin de que les dé la posibilidad de sustituir sus
propias tendencias a las tendencias del género humano.
Basta con abrir un libro de filosofía, de política o de historia, más o menos al azar, para advertir
cuán fuertemente se encuentra arraigada aquella idea en nuestro país, hija de los estudios
clásicos y madre del socialismo, según la cual la humanidad es materia inerte, que recibe del
poder público la vida, la organización, la moral y la riqueza; o lo que es aún peor, que por sí
misma la humanidad tiende hacia su propia degradación, y no es detenida en esa pendiente
sino por la mano misteriosa del legislador.
El convencionalismo clásico siempre nos dice que detrás de la sociedad pasiva, un poder
oculto, bajo el nombre de ley, legislador o usando una expresión más cómoda y vaga, mueve,
anima, enriquece y moraliza a la humanidad.
DEFENSA DEL TRABAJO COMPULSIVO
Bossuet, Tutor del Delfín en la corte del Rey Luis XIV enseñaba: "Una de las cosas que eran
inculcadas (¿por quién?) con más fuerza en el espíritu de los egipcios, era el amor a la
patria... No era permitido ser inútil al Estado; la ley asignaba a cada uno su función, que
se perpetuaba de padres a hijos. No se podía tener dos (funciones) ni cambiar de profesión...
Pero había una ocupación que debía ser común, y era el estudio de las leyes y de la sabiduría.
La ignorancia de la religión y de las reglamentaciones del país no se toleraba en ninguna clase
social. Por otra parte, cada profesión tenía su cantón que le era asignado (¿por quién?). Entre
las buenas leyes lo mejor que había era que todo el mundo era adiestrado (¿por quién?) en el
espíritu de su observancia... Sus artífices han llenado a Egipto de invenciones maravillosas, y
no lo han dejado ignorar casi nada de lo que podía hacer la vida más cómoda y más tranquila".
Es así que los hombres, según Bossuet, nada sacan de sí mismos: patriotismo, riqueza,
actividad, sabiduría, invenciones, labranza, ciencias ' todo , les llegaba por el funcionamiento
de las leyes o por intermedio de los reyes. Para ellos sólo se trataba de dejarse manejar.
DEFENSA DEL GOBIERNO PATERNALISTA
Se llega hasta tal punto, que cuando Diodoro acusa a los egipcios de no ser afectos a la lucha
y la música, Bossuet se lo reprocha: "¿Cómo es eso posible, dice él, ya que aquellas artes
habían sido inventadas por Trimegisto, el Canciller del Dios Osiris?"
Lo mismo entre los persas. "Uno de los primeros cuidados del príncipe era el de hacer florecer
la cultura." " . tal como existían cargos establecidos para la conducción de los ejércitos, los
había también para velar por los trabajos rústicos... El respeto que era inspirado a los persas
por la autoridad real llegaba hasta el exceso".
"Los griegos, aún cuando llenos de ingenio, no resultaban menos extraños a su propio destino,
hasta el punto de que por sí mismos no se habrían elevado, como los perros y los caballos,
hasta la altura de los más sencillos juegos. Clásicamente, es cosa convenida que todo les
viene a los pueblos desde afuera".
"Los griegos, naturalmente llenos de ingenio y de valor habían sido cultivados desde
temprano por reyes y colonos llegados de Egipto. De ahí es de donde habían aprendido los
ejercicios corporales, la carrera a pié, a caballo y en carros... Lo mejor que les habían
enseñado los egipcios era volverse dóciles, a dejarse formar por leyes, para el bien público... ".