Moluscos – Phyllum mollusca


Tortugas Marinas - Filo CHORDATA, Clase REPTILIA, Órden Chelonia



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Tortugas Marinas - Filo CHORDATA, Clase REPTILIA, Órden Chelonia

Félix Guillermo Moncada Gavilán

Centro de Investigaciones Pesqueras, Ministerio de Industria Pesquera

5ta. Ave. y Calle 246, Barlovento, Santa Fé, Playa. Ciudad Habana. Telef: (537) 209-7875, Fax: (537) 204-5895.



fmoncada@cip.telemar.cu, felimonca@yahoo.es
Las tortugas marinas constituyen un grupo primitivo y singular, con características anatómicas únicas que no han cambiado prácticamente desde que aparecieron en la Tierra. Su característica más representativa es la presencia de un caparazón protector de forma hidrodinámica adherido a las costillas; compuesto por una parte superior, que es el caparazón en si, y una parte inferior llamada peto o plastrón, que se encuentran unidos mediante un puente óseo. Está formado por escudos o placas corneas, excepto en la tortuga tinglado, en la que esta formado por placas óseas recubiertas de piel. Presentan los miembros modificados en forma de aletas, lo cual les facilita el desplazamiento en el ambiente marino con gran habilidad. La cabeza es relativamente grande y al igual que las aletas no pueden retraerlas dentro del caparazón. Tienen la piel cubierta de escamas. Los machos adultos difieren en apariencia de las hembras en que poseen la cola mas larga.

Como todos los reptiles, son de sangre fría (poiquilotérmicos), es decir que la temperatura de su cuerpo está regulada por la temperatura ambiental. Poseen pulmones y por tanto deben salir a la superficie para respirar. Realizan migraciones entre sus áreas de alimentación y reproducción, las cuales efectúan cada 2 ó 3 años. Los machos y hembras se aparean en las cercanías de las playas donde desovan y después de la fertilización las hembras salen durante la noche a la playa para depositar sus huevos. Una hembra desova varias veces en la temporada de reproducción con un intervalo de unos 15 días entre cada ovo-posición. Un nido contiene alrededor de 100 huevos como promedio.

Estos organismos juegan un papel importante en los ecosistemas marinos porque reciclan nutrientes e inciden en la distribución y abundancia de los organismos en los pastos marinos y arrecifes coralinos. Cuando llegan a las playas fertilizan las costas de muchas islas y de los continentes (Frazier, 1999). Debido a sus hábitos alimenticios, la tortuga verde incrementa la productividad de los pastos marinos y la tortuga carey contribuye a mantener la dinámica de los arrecifes coralinos al alimentarse de esponjas que en ocasiones pueden encerrar y asfixiar el arrecife, considerándosele un controlador biológico (Chacón et al., 2000).

En la actualidad se reconocen en el mundo siete especies de tortugas marinas, las cuales se encuentran agrupadas en dos familias: Cheloniidae y Dermochelydae. La primera familia comprende a las especies Caretta caretta (tortuga caguama), Eretmochelys imbricata (tortuga carey), Lepidochelys olivacea (tortuga golfina), Chelonia mydas (tortuga verde), Natator depressus (tortuga kikila) y Lepidochelys kempii (tortuga lora). La segunda familia comprende solo a la especie Dermochelys coriacea, (tortuga baula, laud o tinglado). Muchos especialistas consideran a la tortuga negra del Pacifico Oriental (Chelonia agassizii) como una octava especie; sin embargo otros la consideran como una sub-especie de Chelonia mydas, basados en investigaciones sobre su morfología, genética y composición bioquímica que confirman la existencia de solo siete especies (Bowen y Karl, 1997 y Meylan y Meylan, 2000). De estas, seis habitan en el Mar Caribe: la caguama, el carey, la tortuga verde, la tortuga golfina, la tortuga lora y el tinglado.

Las tortugas marinas se distribuyen en todo el trópico y en aguas de temperaturas cálidas. Habitan en aguas poco profundas a lo largo de las costas y alrededor de las islas y pueden ser encontradas en mar abierto debido a sus migraciones.

La tortuga verde tiene una amplia distribución tropical y subtropical en las plataformas continentales y cerca de las islas. Es rara en aguas templadas (Pritchard y Mortimer, 1999). Sus limites geográficos se encuentran dentro de la isoterma de 20°C y sus migraciones se efectúan dentro de ésta durante las estaciones del año (Márquez, 1996). Sus principales colonias reproductivas se localizan en Australia, Costa Rica, las Islas de Aves (Venezuela), Cabo Verde, Malasia, Sarawak y Borneo (Márquez, 1996).

El carey es la especie más tropical de todas las tortugas marinas (Witzell, 1983). Se encuentra solitaria o en pequeños grupos en casi todas las costas continentales e insulares, dentro del cinturón tropical. Por lo general su área de distribución no va más allá de las latitudes 25°N y 35°S y es común observarlos en zonas rocosas, de arrecifes coralinos, o con mantos de algas marinas (Márquez, 1996). Las áreas de anidación más importantes en el Caribe se encuentran en la Península de Yucatán, Isla Mona (Puerto Rico), Barbados y Cuba.

La caguama se encuentra ampliamente distribuida en los mares templados, subtropicales y tropicales de los océanos Atlántico, Pacífico e Indico. En el océano Atlántico han sido vistas en lugares tan al norte como la Isla de Terranova (Squires, 1954) y norte de Europa (Brongersma, 1972), y tan al sur como en Argentina (Frazier, 1984). Durante sus migraciones realiza largas travesías, cruzando grandes extensiones oceánicas (Musick y Limpus, 1997). En las aguas del Gran Caribe se encuentra principalmente en las áreas de anidación y forrajeo de esta región.

El tinglado es una especie esencialmente pelágica distribuida en todos los mares del mundo. Se encuentra en lugares tan al norte como Escandinavia, Terranova, Columbia Británica, Japón y Liberia y tan al sur como en las aguas de Chile, Argentina, Sudáfrica, Tanzania y Nueva Zelandia.

En Cuba se han reportado cinco especies: la tortuga verde, la caguama y el carey que son las más frecuentes, se encuentran generalmente en sitios de anidación o alimentación, mientras que el tinglado y la golfina, son observadas de manera esporádica o en raras ocasiones respectivamente (Carrillo y Moncada, 1998). Estas especies se distribuyen prácticamente en toda la plataforma cubana donde existen pastos marinos, arrecifes coralinos y playas arenosas adecuadas para su alimentación y reproducción. La tortuga verde tiene como su principal hábitat los pastos marinos formados por la fanerógama Thalassia testudinum y varias especies de algas que constituyen el principal alimento de esta especie (Hirth, 1997). Este hábitat cubre aproximadamente el 70 % de la plataforma cubana (Buesa, 1974; Jiménez y Ibarzabal, 1982; Suárez y Cortes, 1983; Jiménez y Alcolado, 1990).

Los Cayos de las Doce Leguas (eco-región surcentral), donde existen numerosas playas arenosas adecuadas para la anidación y donde abundan los arrecifes coralinos, constituyen la zona principal de reproducción del carey (Moncada et al, 1999) y es además la zona de alimentación más importante para esta especie en toda la plataforma cubana (Anderes y Uchida, 1994).

La caguama presenta su mayor abundancia al norte de Pinar del Río. Sus principales áreas de reproducción se encuentran en la región suroccidental, principalmente en la Península de Guanahacabibes y en las islas y cayos del Archipiélago de los Canarreos (Playa el Guanal, al sur de Isla de la Juventud, que es el sitio más importante de anidación de esta especie en el Archipiélago Cubano; Cayos de San Felipe, Cayo Largo del Sur y Cayo Rosario). Existen también algunas anidaciones en la costa norte de la isla, en los cayos exteriores del Archipiélago Sabana – Camagüey, como es el caso de Cayo Cruz, y anidaciones aisladas en la región suroriental en los Cayos de las Doce Leguas.



La disposición y número de las placas del carapacho permiten la identificación rápida de las cinco especies de tortugas marinas registradas en aguas de Cuba.

Hasta el siglo pasado las tortugas marinas fueron muy numerosas en los mares tropicales y subtropicales. Sin embargo, en las últimas décadas, factores como la sobrepesca, la captura incidental, la destrucción de los hábitats de alimentación y anidación (por actividades de desarrollo turístico, urbano e industrial), y la contaminación de los mares que causa la muerte de muchas tortugas debido a la ingestión de petróleo, plásticos y otros desperdicios, han diezmado considerablemente y pueden continuar diezmando sus poblaciones a nivel mundial. En Cuba la principal amenaza es la pesca furtiva, la cual se trata de reducir a través de las medidas y acciones de la Oficina Nacional de Inspección Pesquera.

Las tortugas marinas han sido utilizadas en Cuba desde nuestros aborígenes, aunque a partir de la década de los 60, es que se establecen registros precisos sobre su captura. Los niveles más altos se reportaron entre 1968 y 1975, cuando no existía una veda reproductiva, llegándose a alcanzar una captura máxima de alrededor de 1 000 toneladas entre las tres especies. A partir de 1976 y hasta 1990 se aplicó una veda durante el período de reproducción, que se modificó en 1987 para brindar mayor protección a los periodos reproductivos de cada especie. En esos años la captura promedio fue de unas 800 TM anuales. A partir de 1991 se aplicó una reducción progresiva del esfuerzo pesquero, hasta establecerse, en 1994, una captura máxima de 50 toneladas.

Todas las especies de tortugas marinas están consideradas en la actualidad como especies en peligro de extinción en el Libro Rojo de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza y de los Recursos Naturales (Groombridge, 1982), y también se encuentran registradas en el Apéndice I de la Convención sobre el Comercio Internacional de Especies Amenazadas de la Fauna y Flora Silvestre (CITES).

Las primeras actividades de conservación de las tortugas marinas en Cuba se iniciaron en la década del 70 por parte del Centro de Investigaciones Pesqueras (CIP) y por pescadores amantes de esta actividad, mediante la protección de los nidos y las crías en algunas playas de anidación en Cayo Largo del Sur, Playa Larga, (Cardona y De la Rua, 1972). Posteriormente el CIP comenzó a llevar a cabo investigaciones sobre la biología de estas especies, lográndose incrementar el conocimiento sobre las mismas en la plataforma cubana. Con el tiempo se han incorporado otras instituciones como el Centro de Investigaciones Marinas (CIM) y la Facultad de Biología de la Universidad de la Habana.


Arriba: caguama, Careta careta y tortuga verde, Chelonia mydas (fotos: Erich Escobar); abajo: tortuga carey, Eretmochelys imbricata (foto: Félix Moncada) y tinglado, Dermochelys coriacea (foto: Erich Escobar)

Los estudios realizados en las diferentes zonas de Cuba han estado dirigidos principalmente a conocer el estado de las poblaciones anidadoras de la tortuga carey a partir de los monitoreos realizados en los Cayos de las Doce Leguas, donde se ha observado una tendencia al incremento desde los años finales de la década del 90 (Moncada et al., 1998; 1999). Igualmente, se han estudiado las poblaciones de la tortuga verde y la caguama en el sur de la Isla de la Juventud (Nodarse et al., 2000) y en la Península de Guahanacabibes (Martín et al., 1999; 2002). Los estudios han tenido también como objetivos, conocer sobre los movimientos de estas especies en las aguas cubanas y áreas adyacentes (Moncada, 1992, Moncada et al., 1996; 1998; 2002; Moncada et al., en preparación) y sobre la mezcla y aislamiento de las poblaciones de carey en la plataforma cubana a partir del DNAmt (Espinosa et al., 1994; Díaz- Fernández et al., 1999), así como la identificación de colonias anidadoras para la tortuga verde en la región occidental mediante la misma técnica (Espinosa et al., 1999). También se han realizado estudios sobre la alimentación (Acevedo et al., 1980, Anderes, 1998; Anderes y Uchida, 1994), las pesquerías (Carrillo et al., 1998; Moncada, 1998) y la captura incidental (Moncada et al 2003).

Las acciones instrumentadas en Cuba durante años a través de un programa de manejo han permitido, el control y el uso racional de las tortugas marinas y su dinámica poblacional. Actualmente se capturan bajo un estricto control en solamente dos sitios tradicionales de pesca: Cocodrilo, Isla de la Juventud (costa sur) y Nuevitas (costa norte), en cada uno de los cuales se permite una captura limitada de hasta 25 TM, o sea, 50 TM en total entre las tres especies y dentro de esa cifra una cuota máxima de 500 careyes (aproximadamente 25 toneladas) y las otras 25 TM de tortuga verde y caguama.

Otros elementos del Plan de Manejo son los siguientes:


  • Veda durante el período reproductivo y talla mínima de captura,

  • Monitoreo de la captura en los sitios de pesca tradicional (obtención de datos biológico-pesqueros). En el caso del carey se toma además información sobre sus conchas (número y peso total).

  • Monitoreo en playas de anidación (obtención de datos sobre la anidación, tales como: número y densidad de nidos por playa, número de huevos por nidos, porcentaje de eclosión de los nidos, tamaño de las hembras anidadoras).

  • Monitoreo en áreas de alimentación (densidad en determinadas áreas y tamaño de los careyes juveniles y subadultos).

  • Estimación y control de la captura incidental.

  • Control de las conchas (para evitar el comercio ilegal de las conchas que provienen de la pesca autorizada. Estas son almacenadas teniendo en cuenta los requerimientos de CITES, en caso que puedan ser exportadas si se aprueba una propuesta cubana de cambio de apéndice para el carey).

  • Criadero Experimental para investigación y como contribución al medio natural.


Mamíferos- Clase MAMMALIA

Heidi Pérez Cao

.Acuario Nacional, Ave.1ra. y 60, Playa, Ciudad de la Habana, Cuba.

Direccion actual: Curator. Zoomarine, EN 125, Km.65, Guia-8201-864 Albufeira, Portugal.

E-mail: heidipcet@yahoo.es, heidipc@zoomarine.pt
El término “mamíferos marinos”, no implica relaciones taxonómicas o sistemáticas, es utilizado para designar un grupo de especies no relacionadas filogenéticamente, que ha recolonizado el ambiente acuático total o parcialmente, a partir de ancestros terrestres diferentes, y cuya fuente de alimentación se encuentra en este medio.

Como mamíferos, presentan las características anatómicas y fisiológicas típicas asociadas a esta clase de organismos, como son: temperatura corporal constante, presencia de pelos (al menos en los estadios embrionarios), y glándulas mamarias para amamantar a sus crías. Algunas modificaciones estructurales que les permitieron adaptarse a los hábitats acuáticos y que fueron tomadas en cuenta para considerar a los mamíferos marinos como un grupo, incluyen un gran tamaño corporal, forma fusiforme o hidrodinámica, esqueleto apendicular modificado, resultando en la reducción y transformación de los apéndices en aletas natatorias. Cetáceos y sirenios no presentan extremidades posteriores, en su lugar muestran una aleta caudal que facilita la propulsión en el agua y en los primeros, la mayoría exhibe una aleta dorsal, ambas constituidas por tejido fibroso, sin ningún sostén óseo. La protección térmica está dada por la presencia de una capa de tejido adiposo que varía en espesor en dependencia de la especie, además de una densa capa de pelo en los carnívoros marinos. Los sirenios (órden Sirenia: manatíes y dugones) y carnívoros (órden Carnívora, suborden Pinnipedia: leones y lobos marinos, focas y morsas; carnívoros fissipedios: osos polares (familia Ursidae) y nutrias marinas (familia Mustelidae) presentan los orificios nasales en la región frontal de la cabeza, y en los cetáceos (órden Cetacea, suborden Mysticeti; ballenas y suborden Odontoceti: delfines, cachalores, zifios, marsopas, belugas y narvales) se encuentran en la parte superior de esta. Los mamíferos marinos también poseen adaptaciones fisiológicas para el buceo, la termorregulación, la osmo-regulación, la comunicación y la orientación; y un sinnúmero importante de adaptaciones conductuales (Reynolds y Rommel, 1999).

La principal característica morfológica que divide a ballenas (Misticetos) y delfines (Odontocetos), en subórdenes diferentes, es la presencia o ausencia de barbas o dientes, aunque hay otras diferencias como la forma del cráneo (simétrico en las ballenas y asimétrico en los delfines), el tipo de orificios respiratorio, dos aberturas nasales externas en las ballenas, y una en los delfines (lo que pudiera estar relacionado con la asimetría del cráneo); y la forma de las costillas y el esternón. Las ballenas poseen filas de unas delgadas placas de queratina en la boca, que constituyen el aparato filtrador del agua para atrapar el alimento, y carecen de dientes funcionales, excepto como vestigios embrionarios, los delfines y odontocetos en general presentan dientes, aunque en algunas especies no atraviesan las encías, como es el caso de algunos zifios (Bryden, 1991). Muchas personas llaman ballenas a los grandes cetáceos, sin embargo, las orcas y los cachalotes presentan dientes, por lo que no pertenecen a este subórden.

Esta diferencia entre los dos grupos, también ha determinado diferencias en el tipo de alimento que consumen, estrategias alimentarias y reproductivas, migraciones estacionales muy bien definidas con delimitación de áreas para la alimentación y reproducción en el caso de las ballenas entre otras muchas.

En los ecosistemas marinos, los niveles tróficos superiores o depredadores tope, están integrados mayoritariamente por peces carnívoros y aves marinas, no obstante, los mamíferos son también considerados entre los consumidores más importantes, en determinadas regiones geográficas. Los mamíferos marinos probablemente contribuyan de forma trivial a la dinámica de los ecosistemas en términos de su impacto a gran escala en el flujo de energía y el ciclo del carbono; pero el efecto que esta dinámica puede tener sobre su abundancia, dispersión, reproducción y supervivencia, está muy lejos de ser trivial. Si se analiza con profundidad, puede contener información útil acerca de las tendencias a largo plazo y los cambios drásticos naturales o antropogénicos que ocurren dentro de estos ecosistemas, por lo que se les considera especies centinelas (Wells, 1993).

El hombre ha utilizado algunas de estas especies históricamente, sobre todo las de hábitos costeros, para consumir su carne, emplear su grasa con múltiples propósitos, así como las barbas de las ballenas, la piel, el pelaje, el espermaceti y el ámbar gris del cachalote. También han sido utilizadas como carnada, lo que ha conllevado en muchos casos a su reducción drástica. Algunos odontocetos (cetáceos con dientes), pinnípedos, y sirenios, han sido mundialmente empleados para su exhibición en delfinarios y parques afines; para programas interactivos turísticos en cautiverio y en el medio natural (en esta última modalidad están incluidas las ballenas), actividades bélicas; y para el tratamiento alternativo de niños autistas, con retardo sicomotor y otras patologías o trastornos conductuales.

En el ambiente marino, los mamíferos no pueden considerarse como un grupo diverso, si los comparamos con otros táxones sin embargo, el hecho más destacable de los cetáceos es su diversidad morfológica, fisiológica, conductual y genética. La morfología externa, las estrategias reproductivas y alimentarias, los modelos migratorios e incluso el comportamiento social, varían notablemente de una especie a otra, reflejando su larga historia evolutiva y la pluralidad de ambientes en que viven.

En Cuba, los avistamientos de cetáceos se han caracterizado por la escasa información fidedigna y las dificultades en la identificación de las especies, lo que puede haber conllevado a que varias de las citadas en la literatura actual, cuyo rango de distribución comprende nuestra región geográfica, no aparezcan registradas en los listados cubanos, como es el caso del delfín Lagenodelphis hosei y Peponocephala electra, descritas como comunes para el Golfo de México (Wynne y Schawartz, 1999; Wursing et al., 2000). Algunas especies, como los delfines del género Delphinus, citados en los listados cubanos de principios del siglo XX, constituyen errores de identificación (Rice, 1998), por otras especies del género Stenella, especialmente Stenella clymen, que no aparece registrada como de presencia confirmada. Ha existido también ausencia de investigaciones ecológicas, excepto para el caso de la tonina (Tursiops truncatus); que ya se ha venido estudiando en determinadas áreas del Archipiélago Sabana-Camaguey (Pérez-Cao, 2004).

Los mamíferos marinos están representados en Cuba por los órdenes Cetacea y Sirenia, y hasta hace pocas décadas, por un integrante del suborden Pinnipedia, dentro del órden Carnivora. De las 126 especies vivientes de mamíferos marinos que han sido clasificadas a nivel mundial, solo 22 especies están confirmadas para aguas cubanas, lo que representa un 17,5% de diversidad relativa. Si son consideradas las especies de posible presencia, el número aumentaría a 29, lo que equivaldría a una diversidad relativa de 23% (ver lista de especies registradas en este CD-ROM)...

Algunas especies de delfines avistadas en aguas cubanas. La familia Delfinidae presenta 36 especies, dentro de la cual también está incluida la orca (Orcinus orca). En Cuba solo han sido registradas 10 especies de presencia confirmada y 7 de posible presencia.

La gran mayoría de las especies de cetáceos referidas para Cuba y el área del Gran Caribe, presentan una distribución pantropical o cosmopolita y en las diferentes áreas específicas, está relacionada fundamentalmente con la disponibilidad de las presas y las condiciones oceanográficas (Jefferson et al., 1993). En Cuba, la única especie considerada residente permanente es la tonina o delfín Tursiops truncatus. Es posible observarla durante todo el año en todas las zonas de la plataforma, especialmente aquellas asociadas a la desembocadura de ríos o escurrimientos terrestres, lagunas costeras y bahías cerradas. Otras especies de presencia confirmada pueden entrar ocasionalmente en aguas de la plataforma como las orcas (Orcinus orca) y el delfín moteado (Stenella frontalis,y/o Stenella attenuata), así como ser frecuentes en el borde de la misma, tal es el caso del cachalote (Physeter macrocephalus), el calderón de aleta corta (Globicephala macrorhynchus) y la ballena jorobada (Megaptera novaengliae). La presencia de algunas especies esencialmente oceánicas se ha confirmado a partir de varamientos, como los zifios (Mesoplodon europaeus y Ziphius cavirostris Varona, 1974), el calderón gris o delfín de Risso (Grampus griseus), el delfín de dientes rugosos (Steno bredanensis) y capturas de estas y otras especies, como el cachalote pigmeo (Kogia breviceps) y el enano (Kogia sima) (Aguayo, 1954; Aguayo y Rivero, 1954; Varona, 2002).

Las ballenas comprenden 14 especies, pertenecientes a cuatro familias (Perrin et al., 2002). En general, se alimentan de organismos marinos relativamente pequeños, a través del aparato filtrador altamente especializado, que constituyen las “barbas” aseguradas a las encías de la mandíbula superior, y presentan un gran tamaño corporal, siendo la ballena azul (Balaenoptera musculus), el animal más grande conocido, con más de 30 metros y un peso de más de 170 toneladas (Bannister,2002). La familia Balenopteridae es la única que ha sido registrada en aguas cubanas y de esta la especie Megaptera novaengliae (ballena jorobada) es la más común Otras cuatro especies de esta familia han sido registradas, aunque con un solo reporte de varamiento, y de identificación dudosa.


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