3. LAS ACUMULACIONES TOB ´
ACEAS: EXIGENCIAS GEOAMBIENTALES Y
DISTRIBUCI ´
ON ESPACIO-TEMPORAL
Alberta
Jones and Renaut, 2010; Rainey and Jones, 2007
Valle del r´ıo Yuk´
on
Geurst et al., 1992 y 1994
Estados Unidos
Aspectos generales
Ford and Pedley, 1996
Australia
Extremo Suroccidental
Forbes et al., 2010
Nueva Gales del Sur
Carthew and Drysdale, 2003
3.2.
LAS ACUMULACIONES TOB ´
ACEAS EN LAS REGIONES SEMI- ´
ARI-
DAS Y ´
ARIDAS (TABLA 3.2)
En los dominios secos, la mayor´ıa de los dispositivos tob´
aceos identificados presentan un car´
acter
f´
osil debido a los inconvenientes que la ausencia de flujos continuos de agua y una escasa presen-
cia de CO
2
, imponen para su desarrollo. Por ello, casi todas las formaciones relictas se vinculan
gen´
eticamente a momentos paleoclim´
aticos de cierta humedad (Nicod, 2000). No ocurre as´ı con la
existencia de travertinos termales, muy numerosa, al proceder su origen del aporte de este gas en los
numerosos manantiales geotermales que abundan en muchos ´
ambitos ´
aridos: unas veces vinculados
a grandes accidentes extensionales y otras, asociados a la fracturaci´
on que delimita los elevados
relieves alzados en etapas tect´
onicas recientes y que, muy frecuentemente, son responsables de la
actual ausencia de humedad oce´
anica en estos territorios.
3.2.1.
LOS DEP ´
OSITOS DE TOBA EN LAS VASTAS REGIONES DES ´
ERTICAS
DE ´
AFRICA Y ASIA
En el continente africano, los dep´
ositos de tobas se ci˜
nen especialmente a los corredores de
numerosos ouads, depresiones intramonta˜
nosas y piedemonts de Marruecos (Martin, 1981; Rognon,
1987; Ahmamou et al., 1989; Akdim and Juli´
a, 2005; Rousseau et al., 2006). Entre ellos sobresalen
los emplazados en el valle del Fouarat, afluente del Sebou (Nafaa, 1998), en el ouad del Ain-Lahjar
–Tiddai-Maaziz- (Belhilali, 1998), en los flancos de la cadena de Bou-Khovali, al este del pa´ıs
(Chaker et Laouina, 1998) y en el macizo de Bai-Iznassen (Merzhab et al., 1998). Tambi´
en m´
as al
sur en el valle del Dad`
es, entre Ouarzazate y Skoura -Anti-Atlas- y con aguas de influencia termal
(Gauthier et Hindenmeyer, 1953; Akdim, 1986). En el piedemont del Alto Atlas (Weisrock, 1981;
Weisrock et al., 1986; Adolphe et al., 1986) destacan las espectaculares cascadas de Imouzzer, en su
mayor parte no funcionales debido a las moderadas precipitaciones actuales (422 mm/a˜
no). Junto a
estas manifestaciones existen otros dep´
ositos tob´
aceos al pie de los sinclinales colgados de la cuenca
de Tasroukht (Bouchaou et al., 2002). Distintos conjuntos se insertan en el macizo de Aures (Ballais
et Cohen, 1981) y en los alrededores de Hodna (Bellion et Magagnosc, 1981), aunque se trata de
reducidos afloramientos diseminados pertenecientes a las postrimer´ıas del Pleistoceno superior e
inicios del Holoceno.
Tampoco se hallan ausentes en ´
areas hoy des´
erticas, tanto del Sahara occidental (Rognon, 1996;
Boudad et al., 2003; Weisrock et al., 2008) como del Central –Libia- (Cremaschi et al., 2010) y del
oriental. En este ´
ultimo ´
ambito sobresalen algunos importantes humedales egipcios (Butzer and
Hasen, 1968; Crombie et al., 1997; Brook et al., 2003; Osmond and Dabous, 2004) y, sobre todo,
el famoso oasis de El-Kharga donde las tobas alcanzan una notable extensi´
on y un espesor cercano
a 20 m (Said, 1990; Nicoll et al., 1999; Smith et al., 2004a y 2004b) aunque, l´
ogicamente, con un
car´
acter f´
osil vinculado a las etapas pluviales cuaternarias.
En la otra punta continental, tobas fluviales fueron abordadas en el Transvaal, Sud´
africa, (Mar-
ker, 1973) y en el Desierto del Kalahari –Botswana- (Butzer et al., 1978) asociadas, tambi´
en, a
climas pluviales. Posteriormente se localizaron en las ´
aridas monta˜
nas de Namibia (Brook et al.,
1999), donde peque˜
nas barreras se han desarrollado a lo largo de un tributario del r´ıo Tsondab
53
LAS TOBAS EN ESPA ˜
NA
(Viles et al., 2007). Por su parte, los carbonatos son muy abundantes en los numerosos lagos del
Rift, pero casi todos coinciden con travertinos (Renaut et al., 2002) debido al ingente predominio
de los manantiales termales en este gran accidente.
En Asia, la mayor´ıa de los dispositivos tob´
aceos emplazados en sus regiones ´
aridas se ubican en
Pr´
oximo Oriente. En el L´ıbano (Nahr el Arka) han sido analizadas acumulaciones que sobrepasan
los 50 m de espesor (Vaumas, 1967) y, tambi´
en, en Siria donde se concentran en la cubeta del oasis
de Palmira, en los confines del Desierto Ar´
abigo y al W de la cuenca del Eufrates: se depositaron
durante breves pulsaciones de humedad (Vaudour et al., 1997) que jalonaron los tiempos del MIS-2;
otros dispositivos han sido observados en Israel, en el valle del Hula (Heismann and Sass, 1989),
en el de Arava (Livnat and Kronfeld, 1985) y Bet Shean (Kronfeld et al., 1988), estos ´
ultimos
desarroll´
andose tambi´
en en fases m´
as h´
umedas que las actuales, siendo coet´
aneos de los niveles
m´
as elevados de la l´
amina de agua en el Lago Lisan.
3.2.2.
LAS ACUMULACIONES TOB ´
ACEAS EN LOS TERRITORIOS ´
ARIDOS
DE AM ´
ERICA Y AUSTRALIA
En Arizona sobresalen las tobas y travertinos detectados en el Ca˜
n´
on del Colorado (Szabo, 1990;
Ford and Pedley, 1997), as´ı como las barreras tob´
aceas identificadas en los cauces de sus extensos
alrededores (Fuller et al., 2011); entre ellos, el famoso valle del r´ıo Havasu (Black, 1955) donde dichas
represas conocieron una etapa de notable actividad tob´
acea en torno al 7.400 B.P. coincidiendo,
tambi´
en, con precipitaciones m´
as elevadas que las actuales (O
´Brien et al., 2006). Tambi´en aparecen
en ´
ambitos californianos semi-´
aridos con lluvias que alcanzan unos 350 mm anuales (Slack, 1967).
Adem´
as, son famosas las construcciones carbon´
aticas, termales y mete´
oricas
4
, emplazadas en el
conocid´ısimo Mono Lake (Rieger, 1992) y en el Lago Searles, donde cerca de 500 torres carbon´
aticas
se alzan sobre su fondo seco y son modeladas por la acci´
on del viento (Guo and Chafetz, 2012).
En Nevada, y en semejantes contextos hidroqu´ımicos, destacan tambi´
en los conjuntos del Big Soda
Lake (Goff, 1987; Rosen et al., 2004) y Pyramid Lake (Benson, 1994 y 1996). Por su excepcional
valor paleolimnol´
ogico sobresalen las tobas sitas en diferentes posiciones en las remotas orillas del
inmenso lago pleistoceno Bonneville y que han permitido seguir la evoluci´
on temporal de su l´
amina
de agua en determinadas etapas paleoclim´
aticas (Wood, 2003; Hart et al., 2004; Nelson et al., 2005).
En Am´
erica del Sur, dep´
ositos de tobas pleistocenas han sido identificadas en el ´
ambito noro-
riental brasile˜
no que se vincularon, una vez m´
as, a etapas m´
as h´
umedas del Cuaternario reciente y
medio (Auler et al., 2001).
Por su parte, las tobas no son nada frecuentes en las vastas regiones extremadamente secas del
z´
ocalo australiano. No obstante, han sido reconocidas en el entorno de la Cordillera Napier (NW
del continente) donde la evaporaci´
on potencial juega un papel notorio en la precipitaci´
on de los
carbonatos al superar su valor cinco veces al de las precipitaciones anuales (Wright, 2000).
Tabla 3.2: Localizaci´
on de las acumulaciones tob´
aceas en las regiones semi-´
aridas y ´
aridas y autores que las han
estudiado.
AFRICA
Marruecos
Depresiones
intramonta˜
nosas y
piedemonts
Ahmamou,et al., 1989; Akdim and Juli´
a, 2005; Belhilali, 1998; Chaker
et Laouina, 1998; Martin, 1981; Merzhab et al., 1998; Nafaa, 1998;
Rognon 1987; Rousseau et al., 2006
Valle del Dad`
es,
-Anti-Atlas-
Akdim, 1986; Gauthier et Hindenmeyer, 1953
4
En opini´
on de algunos autores, estos dispositivos, generalmente asociados a morfolog´ıas acastilladas, deben ser
considerados m´
as bien travertinos, aunque se ha propuesto para ellos la denominaci´
on de Saline Tufas (Ford and
Pedley, 1996).
54