1. LAS ACUMULACIONES TOB ´
ACEAS
y holandeses (Weijermars, Mulder, Wiegers, 1986), chinos (Lu et al., 2000) y tambi´
en espa˜
noles
(Brusi, 1996; Brusi et al., 1997a y 1997b; Guti´
errez Elorza y Sancho, 1997; Sancho et al., 1997;
Andreo et al., 1999; Dur´
an et al., 1988a, 1988b; Dur´
an, 1996, entre otros) hicieron prevalecer el
empleo del t´
ermino travertino, desestimando el de toba para aludir a carbonatos de origen k´
arstico.
A destacar los trabajos que diferenciaron dos tipos de travertinos atendiendo a la procedencia y
temperatura del agua (Pentecost, 1993, 1995b, 2005; Pentecost and Viles 1994; Viles and Pente-
cost, 2007): travertinos mete´
ogenos, en los que el CO
2
proviene de la atm´
osfera o del suelo y la
temperatura del agua no excede 20
ºC y travertinos term´ogenos donde aquel gas tendr´ıa un origen
fundamentalmente hidrotermal y sus aguas ofrecer´ıan valores superiores a 20
ºC (Pentecost, 2005)
2
.
De modo especial, hay que citar aqu´ı a la mayor´ıa de los investigadores norteamericanos, salvo al-
guna excepci´
on (Evans, 1999), que hac´ıan un uso preferencial, entonces y todav´ıa en la actualidad,
del t´
ermino travertino para referirse a cualquier tipo de carbonato originado por aguas termales o
no (Slack, 1967). Sin embargo, autores de aquella nacionalidad asignaron, a mediados del siglo XX
(Dunn, 1953; Scholl and Taft, 1964), toba (tufa) a formas monol´ıticas desarrolladas por aguas m´
as
o menos mete´
oricas en las orillas del hiper salino Mono Lake, en California.
Tampoco faltaron investigadores (Gladfelter, 1971; Geurst, 1976a, 1976b y 1976c; Roglic, 1977;
Adolphe, 1981 y 1986; Thorpe et al., 1981; Emeis et al, 1987; Ordo˜
nez et al., 1979a, 1987a y
1990; Pentecost and Lord, 1988; Lecolle, 1989; Bakalowicz, 1990; Gonz´
alez Mart´ın et al., 1987 y
1989a; Gonz´
alez Amuchastegui y Gonz´
alez, 1989 y 1993; Goudie et al., 1993; Freytet et Plet, 1996;
Vaudour, 1997; C´
amara et al., 1997; Jansen et al., 1997 y 1999; Baker and Simms, 1998; Gurk et al.,
2007; Brusa et al., 2009; Jim´
enez Per´
alvarez, 2012) que usaron Toba y/o Travertino dualmente como
sin´
onimos en muchas de sus publicaciones. Este planteamiento es seguido, con relativa asiduidad,
por autores que trabajan en territorios donde abundan las acumulaciones constituidas a partir
de aguas termales. Suelen aplicar el t´
ermino travertino de modo gen´
erico, o indistinto, a aquellas
rocas carbonatadas sedimentadas cerca de manantiales, r´ıos y humedales (Sanders and Friedman,
1967; Valero Garc´
es et al., 2001; Luque and Juli´
a, 2007) -excluidas las formadas en el interior de
cavernas-
3
, sin atender a la naturaleza de las aguas constructoras, ni tampoco a la tipolog´ıa, abi´
otica
o bi´
otica, de los procesos de desgasificaci´
on del CO
2
. Por su parte, un importante diccionario
geol´
ogico anglosaj´
on considera a las tobas como una variedad de travertino esponjoso (Neuendorf
et al., 2005).
Hace un par de d´
ecadas Pedley (1990) discrimin´
o el uso del t´
ermino toba para aquellos car-
bonatos precipitados a partir de aguas mete´
oricas (cool water ) de origen k´
arstico y, por tanto,
especialmente vinculados a las condiciones ambientales. Presentan una f´
abrica inicialmente porosa
debido a la existencia en su seno de abundantes moldes de restos vegetales no faltando micr´
ofitos,
como diatomeas, velos alg´
aceos, etc. (Pedley, 2009). Los valores t´ıpicos de su se˜
nal isot´
opica de δ
18
O
(PDB) reflejan la relaci´
on existente entre sus carbonatos y las aguas mete´
oricas al encontrarse com-
prendidos generalmente entre -30
-12 (Gand´ın and Capezzuoli, 2008) -12-4 (Andrews,
2006)
4
mientras que los de δ
13
C oscilan entre 11
y 5 (Gand´ın and Capezzuoli, 2008) +2
y -12
(Andrews, 2006). Por el contrario, el t´ermino travertino se reserv´o para los carbonatos,
frecuentemente bien estratificados y laminados, cuya g´
enesis se vincula a la actividad de bacterias
y cianobacterias, desarrolladas en los sectores proximales de sistemas hidrotermales (Whitten and
Brooks, 1972; Riding, 1991; Jones and Renaut, 1996; Guo and Riding, 1994 y 1998; Minissale et al.,
2002; Zentmyer et al., 2008; Gandin and Capezzuoli, 2008); ofrecen menor variedad de facies que
los sistemas tob´
aceos en buena parte debido a que sus aguas impiden el crecimiento de macrofitos
al ofrecer temperaturas por encima de 20
ºC (Pentecost, 2005; Pedley, 2009). Con esta procedencia
2
Dentro de las aguas termales se han establecido (Renaut et al., 2002) diferentes categor´ıas t´
ermicas: calientes
(20
º-40ºC); mesotermales (40º-75ºC) e hipotermales (>75ºC).
3
No obstante, algunos trabajos fueron una excepci´
on ya que asignaron toba y travertino a dep´
ositos carbon´
aticos
desarrollados en el interior de las cavidades k´
arsticas (Viles and Goudie, 1990).
4
En esta s´ıntesis no puede faltar referencias a aportaciones espa˜
nolas llevadas a cabo en determinados cauces del
Sistema Ib´
erico y dedicadas al estudio de los factores medioambientales que controlan las variaciones de los valores
de δ
18
O y δ
13
C en tobas recientes (V´
azquez Urbez et al., 2010 y 2011; Osacar et al., 2013...).
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