1. LAS ACUMULACIONES TOB ´
ACEAS
construcci´
on tob´
acea al ser aquellas responsables de la localizaci´
on de las surgencias y, con ello, de
la sedimentaci´
on carbon´
atica asociada. Por ello, incontables conjuntos tob´
aceos se adosan a l´ıneas
de fallas donde, adem´
as, la actividad tect´
onica registrada durante diversas fases del Pleistoceno, ha
deformado sus estructuras, modificado el trazado de los flujos de agua, o ha incrementado brusca-
mente las pendientes de los sistemas tob´
aceos. Ello ha motivado su uso como veh´ıculo metodol´
ogico
para conocer la evoluci´
on sismo-tect´
onica de numerosos territorios (Julian et Martin, 1981; Arl-
hac et al., 1988 y 1994; Altunel and Hancock, 1993; Chaker et Laouina, 1998; Mart´ınez D´ıaz y
Hern´
andez Enrile, 2001; Soligo et al., 2002; Comerci et al., 2003; Garc´ıa et al., 2003; Dipova and
Doyuran, 2006a), o para establecer las tasas de levantamiento vertical que han conocido determi-
nadas regiones (Delannoy et al., 1989; Guendon et al., 1997b; ...). Buenos ejemplos lo suministra el
sistema de fracturas que afecta a una generaci´
on bioh´
ermica de naturaleza lacustre (Kershaw and
Guo, 1996), o a dos (Andrews et al., 2007), emplazada/s en los confines occidentales de la pen´ınsula
de Pechora y desarrollada/s en momentos del Pleistoceno medio cuando el Golfo de Corinto era
un lago; su posici´
on alzada a varias decenas de metros sobre el nivel del mar ha permitido evaluar
levantamientos isost´
aticos pr´
oximos a 0,3 mm a
-1
(Kershaw and Guo, 1996). Tasas de alzamiento
semejantes, entre 0,3 y 0,7 mm a
-1
se han establecido en el corredor alpuj´
arride desde el Pleistoceno
medio a la actualidad (Garc´ıa et al., 2003) o incluso superiores (1,4 mm a
-1
)(Schulte et al., 2008).
Tampoco faltan ejemplos de c´
omo la actividad tect´
onica puede ser responsable de la disfuncionali-
dad de ciertos edificios al desencadenar procesos de incisi´
on (Heimann and Sass, 1989) u otros de
diferente naturaleza –colapsos, hundimientos- (Pareyn et Salimeh, 1990).
En Espa˜
na, la correlaci´
on entre la deposici´
on de tobas y los factores neotect´
onicos ha sido
se˜
nalada con cierta asiduidad en numerosos valles pertenecientes a distintos dominios peninsulares.
Entre ellos, los modelados en los roquedos de la Cordillera Ib´
erica: Jiloca (Gracia y Cuchi, 1993);
Guadalaviar (Sancho et al., 1997) y Mijares donde los movimientos m´
as recientes (Pleistoceno
superior – Holoceno) ser´ıan responsables de los notables espesores ofrecidas por las tobas en el
fondo de su ca˜
n´
on (Pe˜
na et al., 2000). Tambi´
en en distintos dominios b´
eticos: Sierra de Alcaraz
(Gonz´
alez Mart´ın et al., 2000a y Fidalgo, 2011), cuenca de Cordobilla (Rodr´ıguez Pascua et al.,
2008, 2009 y 2012) y otras m´
as o menos pr´
oximas –Mula- (Rodr´ıguez Estrella y Navarro Herv´
as,
2001).
Otro aspecto geomorfol´
ogico de inter´
es se orienta hacia el conocimiento de los procesos de
agradaci´
on o incisi´
on de los cauces y redes hidrogr´
aficas, objeto de indudable atracci´
on geomor-
fol´
ogica desde hace alg´
un tiempo (Tebbens et al., 1999; Maddy et al., 2000; Van der Ver and Van
Hoft, 2001. . . ) y donde la presencia de dispositivos tob´
aceos puede contribuir a un conocimiento
m´
as preciso. Sus desarrollos fluviales siempre son controladas por las tendencias tect´
onicas hacia
el alzamiento o el hundimiento, as´ı como por procesos inducidos por las fluctuaciones clim´
aticas.
Adem´
as, la posible dataci´
on de las tobas permite abordar, con cierto ´
exito, el estudio de las tasas
de acumulaci´
on o de encajamiento aluvial, protagonizadas por los lechos a lo largo de su historia
cuaternaria. Todav´ıa no son muchos los datos disponibles y el contraste de sus valores no deja
de plantear problemas al haber sido obtenidos en ´
ambitos morfotect´
onicos muy distintos. Entre
algunos de ellos destacan los siguientes par´
ametros de encajamiento fluvial, algunos establecidos
en ciertos valles espa˜
noles:
1,6 mm a
-1
sobre travertinos termales en el borde meridional de la plataforma tibetana
(Zentmyer et al., 2008).
Entre 4 y 8,7 mm a
-1
en el ´
area de Ca˜
nete la Real, en Andaluc´ıa (Cruz Sanjuli´
an, 1981).
Entre 3 mm a
-1
y 7 mm a
-1
en el valle del Mijares, en el borde oriental de la Cordillera Ib´
erica,
y para distintos momentos del Cuaternario (Pe˜
na et al., 1997).
Aproximadamente de 0,4 mm a
-1
en el valle del J´
ucar, en la provincia de Albacete, durante
los ´
ultimos 200.000 a˜
nos (Fern´
andez Fern´
andez et al., 2000).
17
LAS TOBAS EN ESPA ˜
NA
Otras consideraciones acerca de la incisi´
on fluvial han sido obtenidas a partir del estudio de
las formaciones tob´
aceas de la cuenca francesa del r´ıo Allier (Veldkamp et al., 2004) a lo largo
de una prolongada evoluci´
on de unos 200.000 a˜
nos.
Los datos referidos a las tasas de agradaci´
on, con dominancia de materiales tob´
aceos, no abun-
dan. Como excepci´
on podr´ıan se˜
nalarse algunos ejemplos europeos -Valle del Alto Korana- cuyo
fondo, en Plitvice, est´
a colmatado por m´
as de 20 m de carbonatos fluvio-lacustres acumulados desde
los “tiempos postglaciares” (Emeis, 1987). Tasas de este par´
ametro han sido estimadas, tambi´
en,
en algunos valles de la Pen´ınsula Ib´
erica. Entre ellos sobresale: el entorno de la Laguna de A˜
navieja,
donde los espesores holocenos se aproximan a los 20 m (Arenas et al., 2010a; P´
erez et al., 2010 y
Luz´
on et al., 2011); o en el ´
ambito de las Lagunas de Ruidera donde las tobas sobrepasan los 40
m, e incluso superan el medio centenar, en ciertos tramos del Alto Guadiana (Pedley et al., 1996;
Gonz´
alez Mart´ın et al., 2004; Ordo˜
nez et al., 2005). En tobas pleistocenas se han detectado espeso-
res muy sobresalientes en algunos corredores fluviales del Sistema Ib´
erico como en el de A˜
namaza,
70 m (Arenas et al., 2012b). En valles b´
eticos se ha responsabilizado a los factores tect´
onicos de los
procesos de agradaci´
on/incisi´
on de las redes fluviales siendo marginal la influencia de los fen´
omenos
clim´
aticos en el comportamiento de aquellas tendencias (Garc´ıa et al., 2003).
CONSIDERACIONES FINALES
Toba y travertino son t´
erminos que han sido aplicados en el ´
ultimo siglo como conceptos ambi-
guos: unas veces como sin´
onimos y otras de modo restrictivo para aludir a formaciones carbonatadas
de diferente origen –met´
eorico/termal-, grado de porosidad y litificaci´
on, etc.
En este libro, dedicado a las tobas en Espa˜
na y a sintetizar sus principales caracter´ısticas
geomorfol´
ogicas, se utilizar´
a mayoritariamente su acepci´
on como dep´
ositos originados por aguas
de origen mete´
orico. As´ı pues, en un sentido gen´
erico, estas acumulaciones carbon´
aticas, ricas en
improntas vegetales, y no exclusivas de sustratos k´
arsticos, se precipitan en manantiales, r´ıos y
humedales donde conforman dep´
ositos consistentes en calcita con bajo contenido en magnesio y
generalmente poco estratificados; adem´
as, ofrecen una notable anisotrop´ıa al estar formados por
cuerpos de irregular distribuci´
on, escasa continuidad lateral y con distintas facies petrogr´
aficas, cuyo
car´
acter, poco o muy litificado, depende de una evoluci´
on diagen´
etica favorecida por factores locales
y/o temporales. No obstante, tambi´
en en ciertos casos se adoptar´
a una posici´
on que contemple
toba y travertino como an´
alogos, o diferenciados por algunos matices, para respetar las opiniones
particulares de los autores a la hora de abordar las acumulaciones en sus respectivos cap´ıtulos.
La sedimentaci´
on de los carbonatos tob´
aceos acontece, casi siempre, en flujos de agua liberados
desde acu´ıferos k´
arsticos, aunque no faltan excepciones. Tras a˜
nos donde la precipitaci´
on bioqu´ımica
–o biomediaci´
on- fue invocada por numerosos autores como un proceso decisivo en la g´
enesis de las
tobas, datos obtenidos m´
as recientemente, a trav´
es de una m´
as o menos prolongada monitorizaci´
on,
han pasado a conferir a la precipitaci´
on inorg´
anica un papel trascendental al establecer que la
p´
erdida de CO
2
se vincula, en numerosos parajes y tipos de acumulaciones, a los procesos de
turbulencia sobrevenidos en los flujos de agua. A considerar, de igual modo, las altas tasas de
crecimiento vertical anual que conocen las formaciones tob´
aceas pues sus valores figuran entre los
m´
as elevados en el ´
ambito de las rocas sedimentarias: fluct´
uan entre 1 mm a
-1
y 42 mm a
-1
en
funci´
on de las facies, as´ı como de las caracter´ısticas ambientales de los lugares donde se desarrollan
las tobas; en algunos musgos calc´ıcolas se han constatado crecimientos de hasta 110 mm a
-1
.
A parte de su enorme valor paleoambiental y cronol´
ogico, las formaciones tob´
aceas aportan un
estimable inter´
es geomorfol´
ogico que no s´
olo deriva de su propia inserci´
on en los paisajes k´
arsticos
sino que, adem´
as, permiten indagar la evoluci´
on regional de los entornos donde se emplazan: unas
veces, conservando en sus secuencias estratigr´
aficas testigos residuales de un cortejo de formaciones
superficiales eliminadas por la erosi´
on, y por tanto, del registro geomorfol´
ogico; otras, por los
estrechos v´ınculos que su g´
enesis y desarrollo determinan con respecto a los comportamientos
tect´
onicos y/o las tendencias hacia la agradaci´
on o incisi´
on de las redes fluviales.
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