2. DEP ´
OSITOS TOB ´
ACEOS: PRINCIPALES MORFOTIPOS
1. En aquellas donde resaltan notables farallones es frecuente advertir conjuntos compuestos
por delgados cuerpos de musgos parietales, desarrollados en saltos de agua m´
etricos o de-
cam´
etricos. Ofrecen, a pesar de la violenta turbulencia, un lento crecimiento, salvo al pie de
las cascadas, reflejo de un balance sedimentaci´
on/erosi´
on algo favorable a la precipitaci´
on de
carbonatos frente a unas p´
erdidas ocasionadas por cortos episodios de caudalosa descarga de
los acu´ıferos.
2. En laderas donde la pendiente no es tan acentuada, se conforman dispositivos cuyo progreso
va a estar muy condicionado por el valor del desnivel existente entre la altura de los puntos
de surgencia y el fondo del valle. Si los manantiales se ubican en el segmento superior o
medio de las laderas, los procesos de precipitaci´
on evolucionan hasta originar una serie de
replanos definidos por una superficie cimera horizontal delimitada por taludes verticalizados
por donde desflecan numerosos flujos de agua que engendran m´
ultiples penachos briof´ıticos.
La funcionalidad de los saltos depende de una alimentaci´
on h´ıdrica controlada por factores
naturales (precipitaciones) y/o antr´
opicos (desviaci´
on de flujos para fines agr´ıcolas u otros).
De igual modo, la elevada permeabilidad de las estructuras tob´
aceas permite la apertura
de numerosos conductos endokarsticos en su seno donde con frecuencia se generan distintas
variedades de espeleotemas.
3. Si la surgencia de agua se dispone en el segmento inferior de la vertiente, las tobas precipitadas,
ahora, en tan tendido perfil suelen adoptar un irregular perfil c´
oncavo, roto por peque˜
nas
grader´ıas poco propicias para la colonizaci´
on de las briofitas. Adem´
as, la escasa pendiente y
el crecimiento de algunas peque˜
nas crestas carbon´
aticas favorecen la instalaci´
on de reducidas
´
areas palustres cubiertas por hep´
aticas, mientras que las briofitas suelen adaptarse a terracitas
de salto centim´
etrico y m´ınima anchura.
Muy frecuentemente edificios de esta naturaleza, y drenando acu´ıferos colgados, se yuxtaponen
en forma de grandes pelda˜
nos unos a continuaci´
on de otros (Fig. 2.3). Su escalonamiento en algunos
valles es el resultado del consecutivo desajuste de los niveles de base k´
arsticos inducidos por el
encajamiento de los cauces. Esta desarticulaci´
on implica la disfuncionalidad de los edificios m´
as
altos (Ordo˜
nez y Gonz´
alez, 1979 y Ord´
o˜
nez et al., 1979b; Gonz´
alez Mart´ın et al., 1989a; Delannoy
et al., 1993 y 1997...) y la conformaci´
on de nuevos conjuntos en cotas altim´
etricas inferiores.
Figura 2.3: Edificios adosados en grader´ıa pertenecientes al complejo del Puente de San Pedro (Alto Tajo).
El crecimiento de los dispositivos de musgos es, como ya se ha comentado, relativamente r´
apido:
as´ı, en los a˜
nos ochenta fueron considerados valores de 3-4 cm a
-1
en edificios de surgencia en la
23
LAS TOBAS EN ESPA ˜
NA
Alcarria (Ordo˜
nez y Gonz´
alez, 1979), m´
as o menos coincidentes a los establecidos (Pedley et al.,
2003), en a˜
nos posteriores (1-2 mm registrados durante tres meses en el tr´
ansito primavera-verano).
No obstante, tasas m´
as elevadas, en condiciones muy favorables, fueron advertidas, como se ha
mencionado en un apartado anterior, en las parameras del Alto Tajo con crecimientos diferenciales
en funci´
on del musgo que actuaba como soporte biol´
ogico. As´ı, aplicando tasas medias de unos
4,2 cm a
-1
se determin´
o c´
omo las facies de musgos, en este paraje, hab´ıan podido conformar un
edificio de 6400 m
3
en unos 2000 a˜
nos aproximadamente (Weijemars et al., 1986). Tambi´
en desde
entonces se conoce que este crecimiento sigue un ritmo estacional ya que las tasas de precipitaci´
on
carbon´
atica en los musgos se incrementar´ıan a partir de la primavera y empezar´ıan a decrecer
con la llegada del oto˜
no, siendo m´ınima durante los meses de invierno (Weijermars et al, 1986),
interpretaci´
on que ha sido confirmada con notorio rigor en posteriores trabajos experimentales
(V´
azquez Urbez et al., 2004 y 2010; Arenas et al., 2012a. . . .).
Para finalizar este ep´ıgrafe debe hacerse alusi´
on a las singulares morfolog´ıas originadas por la
descarga de aguas asociada a surgencias k´
arsticas del acu´ıfero pirenaico de Areny-Monsec, pero que
fueron inicialmente consideradas como termales (I.G.M.E., 1953). Consisten en una serie de domos
y mont´ıculos tob´
aceos de tama˜
no decam´
etrico, emplazados en las inmediaciones de los humedales
de Basturs y Mont de Conques y con espesores en algunos casos de unos 40 m. A ellos se asocian
otras manifestaciones carbon´
aticas (peque˜
nas barreras, terracillas, microgours. . . ) de morfolog´ıa
muy similar a otras desarrolladas a partir de manantiales termales (Linares et al., 2010).
2.
MORFOTIPOS TOB ´
ACEOS ALUVIALES
Consisten en acumulaciones desarrolladas en los fondos de numerosos valles y cuyo progreso exi-
ge la coincidencia de agentes complejos en el seno de los hidrosistemas (Casanova, 1981; Weisrock,
1981). Ofrecen una cierta variedad de formas que pueden evolucionar con el paso del tiempo modi-
ficando los ambientes de fondo valle desde circunstancias propiamente fluviales a otras con aguas
retenidas t´ıpicas de ambientes palustres y/o lacustres. Sus morfolog´ıas espec´ıficas, y las diversas
facies carbon´
aticas
2
que las componen, est´
an condicionadas por los factores plurales que convergen
en cada tramo fluvial y, dentro de cada uno de ellos, por los de car´
acter local manifestados en cada
paraje y que fueron denominados “ecomorfol´
ogicos” hace alg´
un tiempo (Adolphe, 1986).
Estos conjuntos pueden ocupar dos posiciones geomorfol´
ogicas:
unos revisten un car´
acter relicto al hallarse colgados a diferentes cotas sobre los cauces ac-
tuales. Suelen correlacionarse con las etapas pleistocenas id´
oneas ambientalmente para la
precipitaci´
on de carbonatos, a veces favorecidas por procesos estructurales propensos a la
agradaci´
on. De modo general, sus materiales, estructuras y espesores ofrecen una visibilidad
accesible que facilita la toma de muestras y su estudio. Sin embargo, las etapas de enca-
jamiento presentan mayor indefinici´
on gen´
etica pues se han invocado multitud de motivos
en la incisi´
on de las acumulaciones tob´
aceas aluviales en funci´
on de su localizaci´
on regional:
tect´
onicos, eust´
aticos (Garc´ıa et al., 2003; Schulte et al., 2008. . . ..) pero, sobre todo, clim´
ati-
cos aunque con matices contrastados; con frecuencia se responsabiliza a cambios con fr´ıo
y/o sequedad proclives de la sedimentaci´
on detr´ıtica y, a veces, a etapas de mayor humedad
(Glover et al., 1998).
otros se alojan en el mismo fondo de valle y casi siempre coincidentes con dispositivos de
edad finipleistocena-actual; en ellos, la observaci´
on se hace m´
as dificultosa, o casi imposible
all´ı donde se han registrado secuencias de agradaci´
on. Es entonces cuando las posibilidades de
conocer su estructura interna –distribuci´
on y geometr´ıa de las litofacies- exigen la introduc-
2
Como se ha comentado en p´
aginas anteriores, la descripci´
on y peculiaridades de los m´
ultiples tipos de facies
tob´
aceas desarrolladas en cauces fluviales, as´ı como sus caracter´ısticas (texturales, geometr´ıa de los dep´
ositos, estruc-
turas sedimentarias, contenido biol´
ogico, medios sedimentarios, etc.) pueden seguirse en Arenas et al., 2007 y 2010b;
V´
azquez Urbez et al., 2010 y 2011a), etc.
24