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sólidamente y si las entradas del río se mantienen tan limpias como sea
posible y si en general están en buenas condiciones.
Durante vuestra gira de inspección, tratad de animar a todos y de
hacerlos sentir felices; debéis hacer esto no sólo con palabra, sino
también si alguno de ellos tuviera alguna queja contra los escribas de la
aldea o los comarcas sobre cualquier cosa relacionada con la agricultura,
debéis investigar el asuntu y poner un fin a tales incidentes en tanto sea
posible.
(Austin 256, BD 85, Burstein 101)
En el resto del fragmento del documento preservado se le dice que debe
supervisar la cosecha y el transporte de frutos, censar el ganado real y privado,
inspeccionar los lavaderos de lino, los talleres de hilo y las fábricas de aceite, auditar
las cuentas del tributo de la aldea y regular la siembra de árboles. Ha de preservar
catastros de las propiedades reales, mantener en orden a los soldados y marineros y
en general impedir el crimen y la extorsión.
El documento vuelve una y otra vez a algunos de estos temas, sugiriendo una
serie de adiciones y revisiones a un texto estándar a lo largo de muchos años. Refleja
las formas y el lenguaje tradicionales de los escribas,
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y la última sección incluye
una exhortación formulaica al ecónomo a «comportarse de un modo ordenado y
correcto en vuestro distrito, evitar las malas compañías, a alejarse de toda
connivencia vergonzosa, a creer que si os mostráis irreprochable en estos asuntos se
os considerará digno de puestos más altos». Estos sentimientos forman casi un
género literario. El documento no es tanto la descripción de lo que un ecónomo típico
hacía realmente a diario, como una especie de documento contractual que cada nuevo
responsable recibía al ser designado. Las prescripciones detalladas en el papel no
eran siempre cumplidas, y pueden haber sido parcialmente expresiones de las
piadosas esperanzas del superior para una efectiva gestión y la buena conducción del
pueblo. Debe recordarse que estos funcionarios tenían enormes privilegios y estaban
a una gran distancia social de sus súbditos; por ejemplo, tenían la posibilidad de
requisar grandes cantidades de productos de la población local para sus gastos y
alojamiento cuando viajaban por negocios (Austin 254, de 225 a.C, lista los
suntuosos preparativos para la inminente visita de un dieceta;
100
mientras que P.
Tebt. 758, de inicios del siglo II, contiene una fulminante reprimenda de un superior
a un funcionario local, implicando no sólo el deseo de frenar una opresión excesiva,
sino al mismo tiempo la relativa libertad de acción disfrutada por los administradores
en el ámbito comunal).
101
Otro documento famoso, el papiro que contiene las llamadas «leyes de
rentas» de Ptolomeo II, escrito en 259/258, podría parecer a primera vista que revela
nada menos que una economía centralizada y planificada, pero hay buenas razones
para pensar que ese no era el caso. Una sección comienza:
[En el reinado] de Ptolomeo (II) hijo de Ptolomeo [y su hijo]
Ptolomeo, año 27, [... el] sexto del vino [producido ...], y de los [clerucos]
que están cumpliendo con el servicio militar y que han plantado sus
[propias] tierras, y de la tierra [en la] Tebaida que necesita irrigación
especial y de [... el] décimo.
(Austin 235, BD 95, P. Rev. col. 24; otra parte en Burstein 94)
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Siguen prescripciones sobre cómo la vendimia
debe ser organizada y vigilada,
cómo los viñateros deben registrar sus negocios y vender vino, cómo deben dirimirse
las disputas, y cómo los diezmos o sextos deben ser entregados a la hacienda real.
Los viñedos y huertos debían ser censados y llevadas las cuentas. Un documento
anterior, datado en 263, fue entonces copiado en el mismo papiro.
[El rey] Ptolomeo (II) [a todos los] generales, [comandantes de
caballería], oficiales, nomarcas, [toparcas], oikonomoi, controladores,
[escribas] reales, Libiarcas, y alguaciles, saludos. Os hemos enviado
copias de la [ordenanza que] requiere el pago del sexto a [Arsínoe]
Filadelfo. [Tened cuidado por tanto] de que estas instrucciones se
cumplan.
(Col. 37)
Estos textos fueron una vez considerados testimonios de una economía estatal
racional y se les dio títulos en consecuencia; las interpretaciones más recientes
subrayan que sólo tratan una pequeña parte de la economía.
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El rey no trata de
«gestionar» la viticultura en el sentido moderno, sólo asegurar que toda la propiedad
y el producto imponible fuera declarado y se recaudara la renta. Esta regulación tenía
un propósito particular: garantizar las finanzas del nuevo culto de la divinizada
Arsínoe Filadelfo desviando la apomoira, el impuesto sobre frutales y huertas hacia
ese culto (fin de la col. 33).
103
De modo que hay evidencias de centralización y
control, pero no de una economía planificada. (Un punto que vale la pena indicar
además es que a los clerucos se les cobraba una tasa menor, el diezmo en vez del
sexto.) De modo semejante, la otra sección de las «Leyes de renta» (Austin 236, BD
95, columnas 38-56),
104
aunque trata de los monopolios del aceite y su renta para el
tesoro (antes que para el culto de Arsínoe), no es prueba de una economía
planificada, sino de un intento de usar una organización central para asegurar
ingresos.
Otros documentos (como el de Austin 253, BD 87, del invierno de 239-238)
se refieren al calendario de siembra preparado cada año después de la inundación del
Nilo, que establecía cuánto de cada producto debía sembrar un terrateniente. Tales
regulaciones no deberían ser equiparadas a los planes económicos de los estados
modernos; sino que eran estimaciones anuales para ser comunicadas a los superiores
desde el nivel local. Como señala Austin, «muestran también claramente la
reluctancia del campesinado egipcio a ser limitado a los productos prescritos y las
dificultades para hacer cumplir el calendario en la práctica».
105
En otras palabras, la
producción no estaba organizada como el tesoro real, que por la mayor parte estaba
preocupado sólo con especificar cómo las rentas de los impuestos debían ser
maximízadas e impedir la evasión. Los métodos precisos para cumplir con esta
exigencia eran organizados localmente.
Esto explica por qué los funcionarios reales escribían tan frecuentemente a
sus subordinados para exhortarlos a maximizar el cultivo. Entre los textos
preservados en los archivos de Zenón hay una carta de un médico al servicio de
Apolonio al antecesor de Zenón en su puesto de administrador de la propiedad:
Artemidoro a Panacestor, saludos. Cuando estaba viniendo de
Boubastis a Menfis, Apolonio me ordenó visitarte si era posible... Pues ha
oídtfíque los diez mil arourai no estaban siendo sembrados por entero.