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LA DECADENCIA SELÉUCIDA
De Antíoco V a Pompeyo (164-64 a.C.)
Durante el siglo posterior a la expedición de Antíoco a Irán, los reyes
seléucidas se vieron en crecientes dificultades para mantener todas las partes de su
reino unidas. La interferencia romana causó una mayor inestabilidad y como el éxito
eludió a un rey tras otro, se convirtieron con más frecuencia en las víctimas de
intrigas cortesanas y de rebeliones de aquellos que, quizá, pensaban que podían
desempeñarse mejor en el puesto.
Al morir Antíoco III en 164, accedió al trono su hijo menor Antíoco V
Eüpátor, con un regente, Lisias. En el mismo año, los embajadores romanos
«aprobaron» las concesiones que Lisias había otorgado a la facción macabea en
Jerusalén, aunque no tenían ningún derecho legal a hacerlo (Mac. II, 11: 34-38); en el
año siguiente ordenaron la destrucción parcial de las fuerzas armadas de Antíoco que
sobraban según los términos del tratado de Apamea. Roma prefería un rey niño a uno
adulto (así especula Polibio, 31. 2. 7), y rehusó ayudar a Demetrio, el hijo de Seleuco
IV destronado en 175 (Polib. 31. 2, Austin 169). Huyó entonces de Roma y tomó el
poder como Demetrio I Soter (r. 162-150), ejecutando a Antíoco y a Lisias.
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Demetrio bregó activamente con las rivalidades internas, cultivó buenas relaciones
con los estados en Asia Menor, recuperó Babilonia y otras satrapías orientales una
vez más para los Seléucidas (Ap. G. sir. 47, cf. Diod. 31. 27 a). Su intervención en
una disputa dinástica en Capadocia fue minada por el senado (158-157) (Ap. G. sir.
Al, cf. Diod. 31. 19. 6-8; 31.3; 32.10). Después parece haber perdido la iniciativa en
Asia Menor y haberse enemistado con Ptolomeo VI al intentar subvertir su dominio
en Chipre (Polib. 31.5).
Con la ayuda ptolemaica y pergamense, Roma (Polib. 31. 18) respaldó con
éxito a otro presunto hijo de Antíoco IV, Alejandro Balas (r. 150-145); también
llamado Epífanes (p. ej., Mac. I, 10: 1), que primero derrotó y mató a Demetrio y
luego derrotó a Ptolomeo VI Filométor, recobrando Celesiria en 145.
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Por primera
vez un rey seléucida era sin lugar a dudas el títere de soberanos extranjeros (que en
146 se convirtieron en soberanos absolutos de Grecia). El reinado de Alejandro vio el
inevitable reconocimiento de Jonatán Macabeo en Judea y la pérdida de otras dos
satrapías: Media para Mitrídates I (Arsaces I) de Partía (r. 171-128), un reino no
griego cuyo poder creció lentamente en el siglo III y comienzos del II,
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y Susiana
para el soberano local de Elimai.
Quizá debido a que Alejandro no era activo en los asuntos externos, sus
aliados en Pérgamo, Capadocia y Egipto no se opusieron a que el joven Demetrio II
Nicátor (r. 145-140, 129-126/125), un hijo de Demetrio I, subiera al trono tras una
campaña de dos años. Ptolomeo VI usó la fuerza para decidir la guerra en su favor
(Diod. 32. 9 c; Mac. I, 11: 1-13; Jos. AJ 13. 109-116), tomando Celesiria y Palestina
como recompensa; pero cuando Ptolomeo murió a causa de las heridas en la batalla,
Demetrio incumplió el pacto, rompió con Egipto y obligó a Jonatán a reconocer su
dominio (Polib. 39. 7; Diod. 32. 9 y 10.1; Ap. G. sir. 67; etc.).
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Pronto se hizo con
una fama de gobernante despiadado (Diod. 33. 4, Austin 170) y se enemistó con
muchos de sus súbditos al desbandar su ejército regular. Estas protestas fueron
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sofocadas con la ayuda de los judíos, pero continuaron bajo la jefatura de un tal
Diodoto, que proclamó rey, como Antíoco VI, al hijo de dos años de edad de
Alejandro (r. 145-142). Diodoto forjó una alianza con los judíos pero cuando triunfó
se libró de ellos y de su real protegido, matando a Jonatán y a Antíoco. Como
Diodoto, Trifón Autócrato (r. 142-139/138) fue el primer soberano seléucida que no
tuvo sangre real.
La muerte de Jonatán dejó el camino libre para que su sucesor como sumo
sacerdote, Simón, consolidara la independencia de Jerusalén con la ayuda de
Demetrio II (142 o 141); la cual fue reconocida por Roma (Mac. I. 14: 40).
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En
140/139 Demetrio invadió Mesopotamia en un intento de recuperar Babilonia, que
había caído en manos de Mitrídates, pero fue apresado en Media. Su hermano
Antíoco tomó la bandera contra Trifón y fue proclamado Antíoco VII Sidetes (r.
139/138-129; apodado así por haber vivido en Sidé cuando era joven) en 139/138.
Con la ayuda de los judíos, derrotó aTrifón, quien se suicidó.
Ahora que Antíoco VII no necesitaba el apoyo de los judíos, invadió Judea y
restableció la soberanía seléucida después de poner sitio a Jerusalén. Trogo señalaba:
«Las fuerzas de este pueblo [judío] fueron tan grandes, que después de esto no
soportaron ningún rey macedonio y, tomando soberanos de su propio pueblo,
asolaron Siria con grandes guerras (Just. 36. 1. 10). Mientras Pérgamo se estaba
convirtiendo en una posesión romana a partir de 133, Antíoco intentaba preservar la
hegemonía seléucida en el oriente contra el sucesor de Mitrídates, Fraates II (r. 138-
c. 128). Organizó una expedición en 131, pero después de reconquistar Babilonia,
Seleucia, Susa y Susiana, fue derrotado y muerto en Media (129). Aunque Demetrio
entonces escapó de la cautividad y reinó durante unos pocos años, el dominio
seléucida en el oriente nunca fue restablecido. El reino quedó reducido a Cilicia y al
norte de Siria. (Los judíos recuperaron su independencia bajo Juan Hircano.)
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Los Seléucidas habían tratado reiteradas veces de recuperar los territorios
perdidos, y más de una vez triunfaron temporalmente. Antíoco VII casi derrotó a los
partos, de modo que es difícil sostener que su fracaso se debió a una debilidad militar
o estructural inherente del imperio. Sin embargo, es posible que por varias décadas la
interferencia de Roma distrajera a los reyes de la urgente tarea de controlar
Mesopotamia. No obstante, llamar a la muerte de Antíoco VII «la catástrofe del
helenismo en Asia continental»,
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es distorsionar la situación. Era realmente un
desastre para los Seléucidas (y las bajas sufridas contra los partos fueron inmensas),
pero se puede cuestionar si ellos consideraban en un sentido más amplio que
estuvieran helenizando Asia, y si cambiaron muchas cosas para los habitantes de
Babilonia cuando sus soberanos cambiaron, puesto que los partos mantuvieron las
estructuras administrativas existentes e incluso extendieron los sistemas de irrigación
seléucidas a las provincias orientales.
Después de la muerte de Demetrio II, presuntamente asesinado por su esposa
Cleopatra Thea (viuda de Antíoco VII), lo que quedaba del reino era disputado entre
diferentes miembros de la familia real. Junto con las fuentes fragmentarias, Apiano
proporciona breves relatos de estos hechos (G. sir. 68-69) y Trogo (Just. 39-40), pero
es difícil separar los hechos de las leyendas.
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El heredero del trono, Seleuco V,
pronto fue asesinado por su madre. Su hermano Antíoco VII Gripo (r. 126/125-96)
primero se libró de ella (121) y después disputó el reino a su medio hermano Antíoco
IX Ciciceno (r. 114/l13-95), hijo menor de Antíoco VII. Aunque el territorio quedó
dividido entre ambos, el largo reinado de Gripo parece haber sido relativamente