United States, del doctor Asa Gray, se enumeran 260 plantas naturaliza-
das, y éstas pertenecen a 162 géneros. Vemos en este caso que estas plan-
tas naturalizadas son de naturaleza sumamente diversa. Además, difie-
ren mucho de las plantas indígenas, pues de los 162 géneros naturaliza-
dos, no menos de cien géneros no son indígenas allí, y de este modo se
ha añadido un número relativamente grande a los géneros que viven act-
ualmente en los Estados Unidos.
Considerando la naturaleza de las plantas y animales que en un país
han luchado con buen éxito con los indígenas y que han llegado a acli-
matarse en él, podemos adquirir una tosca idea del modo como algunos
de los seres orgánicos indígenas tendrían que modificarse para obtener
ventaja sobre sus compatriotas, o podemos, por lo menos, inferir qué di-
versidad de conformación, llegando hasta nuevas diferencias genéricas,
les sería provechosa.
La ventaja de la diversidad de estructura en los habitantes de una mis-
ma región es, en el fondo, la misma que la de la división fisiológica del
trabajo en los órganos de un mismo individuo, asunto tan bien dilucida-
do por Milne Edwards. Ningún fisiólogo duda de que un estómago
adaptado a digerir sólo materias vegetales, o sólo carne, saca más ali-
mento de estas substancias. De igual modo, en la economía general de un
país, cuanto más extensa y perfectamente diversificados para diferentes
costumbres estén los animales y plantas, tanto mayor será el número de
individuos que puedan mantenerse. Un conjunto de animales cuyos or-
ganismos sean poco diferentes apenas podría competir con otro de orga-
nismos más diversificados. Puede dudarse, por ejemplo, si los marsupia-
les australianos, que están divididos en grupos que difieren muy poco
entre sí y que, como Mr. Waterhouse y otros autores han hecho observar,
representan débilmente a nuestros carnívoros, rumiantes y roedores, po-
drían competir con buen éxito con estos órdenes bien desarrollados. En
los mamíferos australianos vemos el proceso de diversificación en un es-
tado de desarrollo primitivo e incompleto.
Efectos probables de la acción de la selección natural, mediante diver-
gencia de caracteres y extinción, sobre los descendientes de un antepa-
sado común
Después de la discusión precedente, que ha sido muy condensada, po-
demos admitir que los descendientes modificados de cualquier especie
prosperarán tanto mejor cuanto más diferentes lleguen a ser en su con-
formación y sean de este modo capaces de usurpar los puestos ocupados
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por otros seres. Veamos ahora cómo tiende a obrar este principio de las
ventajas que se derivan de las diferencias de caracteres, combinado con
los principios de la selección natural y de la extinción.
El cuadro adjunto nos ayudará a comprender este asunto, algo compli-
cado. Supongamos que las letras A a L representan las especies de un gé-
nero grande en su propio país; se supone que estas especies se asemejan
entre sí en grados desiguales, como ocurre generalmente en la naturaleza
y como está representado en el cuadro, por estar las letras a distancias
desiguales. He dicho un género grande porque, como vimos en el capítu-
lo segundo, en proporción, varían más especies en los géneros grandes
que en los géneros pequeños, y las especies que varían pertenecientes a
los géneros grandes presentan un número mayor de variedades. Hemos
visto también que las especies más comunes y difundidas varían más
que las especies raras y limitadas. Sea A una especie común muy difun-
dida y variable, perteneciente a un género grande en su propia región.
Las líneas de puntos ramificados y divergentes de longitudes desiguales,
procedentes de A, pueden representar su variable descendencia. Se su-
pone que las variaciones son ligerísimas, pero de la más diversa natura-
leza; no se supone que todas aparezcan simultáneamente, sino, con frec-
uencia, tras largos intervalos de tiempo; ni tampoco se supone que per-
sistan durante períodos iguales. Sólo las variaciones que sean en algún
modo ventajosas serán conservadas o naturalmente seleccionadas. Y en
este caso aparece la importancia del principio de la ventaja derivada de
la divergencia de caracteres, pues esto llevará, en general, a que se con-
serven y acumulen por selección natural las variaciones más diferentes o
divergentes, representadas por las líneas de puntos más externas. Cuan-
do una línea de puntos llega a una de las líneas horizontales y está allí
marcada con una letra minúscula con número, se supone que se ha acu-
mulado una cantidad suficiente de variación para constituir una varie-
dad bien marcada; tanto, que se la juzgaría digna de ser registrada en
una obra sistemática.
Los intervalos entre las líneas horizontales del cuadro puede represen-
tar cada uno un millar de generaciones o más. Después de un millar de
generaciones se supone que la especie A ha producido dos variedades
perfectamente marcadas, que son a1 y m2. Estas dos variedades estarán,
por lo general, sometidas todavía a las mismas condiciones que hicieron
variar a sus antepasados, y la tendencia a la variabilidad es en sí misma
hereditaria; por consiguiente, tenderán también a variar, y, por lo co-
mún, casi del mismo modo que lo hicieron sus padres. Es más: estas dos
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variedades, como son sólo formas ligeramente modificadas, tenderán a
heredar las ventajas que hicieron a su tronco común A más numeroso
que la mayor parte de los otros habitantes de la misma región; participa-
rán ellas también de aquellas ventajas más generales que hicieron del gé-
nero a que perteneció la especie madre A un género grande en su propia
región, y todas estas circunstancias son favorables a la producción de
nuevas variedades.
Si estas dos variedades son, pues, variables, las más divergentes de sus
variaciones se conservarán, por lo común, durante las mil generaciones
siguientes. Y después de este intervalo se supone que la variedad a1 del
cuadro ha producido la variedad a2, que, debido al principio de la diver-
gencia, diferirá más de A que difirió la variedad a1. La variedad m1 se
supone que ha producido dos variedades, a saber: m2 y s2, que difieren
entre sí y aun más de su antepasado común A. Podemos continuar el
proceso, por grados semejantes, durante cualquier espacio de tiempo:
produciendo algunas de las variedades después de cada millar de gene-
raciones sólo una variedad, pero de condición cada vez más modificada;
produciendo otras, dos o tres variedades, y no consiguiendo otras pro-
ducir ninguna. De este modo, las variedades o descendientes modifica-
dos del tronco común A continuarán, en general, aumentando en núme-
ro y divergiendo en caracteres. En el cuadro, el proceso está representa-
do hasta la diezmilésima generación, y en una forma condensada y sim-
plificada, hasta la catorcemilésima generación.
Pero he de hacer observar aquí que no supongo yo que el proceso con-
tinúe siempre tan regularmente como está representado en el cuadro -
aunque éste es ya algo irregular-, ni que se desarrolle sin interrupción; es
mucho más probable que cada forma permanezca inalterable durante
largos períodos y experimente después otra vez modificación. Tampoco
supongo que las variedades más divergentes, invariablemente se conser-
ven; con frecuencia, una forma media puede durar mucho tiempo y pue-
de o no producir más de una forma descendiente modificada; pues la se-
lección natural obra según la naturaleza de los puestos que estén desocu-
pados, u ocupados imperfectamente, por otros seres, y esto dependerá
de relaciones infinitamente complejas. Pero, por regla general, cuanto
más diferente pueda hacerse la conformación de los descendientes de
una especie, tantos más puestos podrán apropiarse y tanto más aumenta-
rá su descendencia modificada. En nuestro cuadro, la línea de sucesión
está interrumpida a intervalos regulares por letras minúsculas con nú-
mero, que señalan las formas sucesivas que han llegado a ser lo bastante
distintas para ser registradas como variedades. Pero estas interrupciones
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