notable memoria, míster E. Ray Lankester, quien ha establecido una im-
portante distinción entre ciertas clases de casos considerados todos igual-
mente como homólogos por los naturalistas. Propone llamar homogéne-
as las conformaciones que se asemejan entre sí en animales distintos, de-
bido a su descendencia de un antepasado común, con modificaciones
subsiguientes, y propone llamar homoplásticas las semejanzas que no
pueden explicarse de este modo. Por ejemplo: míster Lankester cree que
los corazones de las aves y mamíferos son homogéneos en conjunto, esto
es, que han descendido de un antepasado común; pero que las cuatro ca-
vidades del corazón en las dos clases son homoplásticas, esto es, se han
desarrollado independientemente. Míster Lankester aduce también la es-
trecha semejanza que existe entre las partes derecha e izquierda del pe-
cho, y entre los segmentos sucesivos de un mismo individuo animal, y
en este caso tenemos partes, comúnmente llamadas homólogas, que no
tienen relación alguna con el descender especies distintas de un antepa-
sado común. Las conformaciones homoplásticas son las mismas que las
que he clasificado, aunque de un modo muy imperfecto, como modifica-
ciones analógicas o semejanzas. Su formación ha de atribuirse, en parte, a
que organismos distintos o partes distintas del mismo organismo han va-
riado de un modo análogo y, en parte, a que para el mismo fin general o
función se han conservado modificaciones semejantes; de lo cual podrían
citarse muchos casos.
Los naturalistas hablan con frecuencia del cráneo como formado de
vértebras metamorfoseadas, de los apéndices bucales de los crustáceos
como de patas metamorfoseadas, de los estambres y pistilos de las flores
como de hojas metamorfoseadas; pero en la mayor parte de los casos se-
ría más correcto, como ha hecho observar el profesor Huxley, hablar del
cráneo y de las vértebras, de los apéndices bucales y de las patas como
habiendo provenido por metamorfosis, no unos órganos de otros, tal co-
mo hoy existen, sino de algún elemento común y más sencillo. La mayor
parte de los naturalistas, sin embargo, emplea este lenguaje sólo en senti-
do metafórico; están lejos de pensar que, durante un largo transcurso de
generaciones, órganos primordiales de una clase cualquiera -vértebras en
un caso y patas en otro- se han convertido realmente en cráneos y apén-
dices bucales; pero es tan patente que esto ha ocurrido, que los naturalis-
tas difícilmente pueden evitar el empleo de expresiones que tengan esta
clara significación. Según las opiniones que aquí se defienden, estas ex-
presiones pueden emplearse literalmente, y en parte queda explicado el
hecho portentoso de que los apéndices bucales, por ejemplo, de un can-
grejo conserven numerosos caracteres que probablemente se habrían
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conservado por herencia si se hubiesen realmente originado por meta-
morfosis de patas verdaderas, aunque sumamente sencillas.
Desarrollo y embriología
Es éste uno de los asuntos más importantes de toda la Historia Natu-
ral. Las metamorfosis de los insectos, con las que todos estamos familia-
rizados, se efectúan en general bruscamente, mediante un corto número
de fases; si bien en realidad las transformaciones son numerosas y grad-
uales, aunque ocultas. Cierta efémera (Chlöeon) durante su desarrollo,
muda, como ha demostrado sir J. Lubbock, unas veinte veces, y cada vez
experimenta algo de cambio; en este caso, vemos el acto de la metamor-
fosis realizado de un modo primitivo y gradual. Muchos insectos, y espe-
cialmente algunos crustáceos, nos muestran qué portentosos cambios de
estructura pueden efectuarse durante el desarrollo. Estos cambios, sin
embargo, alcanzan su apogeo en las llamadas generaciones alternantes
de algunos de los animales inferiores. Es, por ejemplo, un hecho asom-
broso que un delicado coral ramificado, tachonado de pólipos y adherido
a una roca submarina, produzca primero por gemación y luego por divi-
sión transversal una legión de espléndidas medusas flotantes, y que éstas
produzcan huevos de los cuales salen animalillos nadadores que se adh-
ieren a las rocas y, desarrollándose, se convierten en corales ramificados,
y así sucesivamente en un cielo sin fin. La creencia en la identidad esenc-
ial de los procesos de generación alternante y de metamorfosis ordinaria
se ha robustecido mucho por el descubrimiento, hecho por Wagner, de
una larva o gusano de un díptero, la Cecidomyia, que produce asexual-
mente otras larvas, y éstas, otras, que finalmente se desarrollan convir-
tiéndose en machos y hembras adultos que propagan su especie por hue-
vos del modo ordinario.
Conviene advertir que cuando se anunció por vez primera el notable
descubrimiento de Wagner me preguntaron cómo era posible explicar el
que la larva de este díptero hubiera adquirido la facultad de reproducir-
se asexualmente. Mientras que el caso fue único, no podía darse respues-
ta alguna. Pero Grimm ha demostrado ya que otro díptero, un Chirono-
mus, se reproduce casi de la misma manera, y cree que esto ocurre frec-
uentemente en el orden. Es la pupa, y no la larva, del Chironomus la que
tiene esta facultad, y Grimm señala además que este caso, hasta cierto
punto, «une el de la Cecidomyia con la partenogénesis de los cóccidos»;
pues la palabra partenogénesis implica que las hembras adultas de los
cóccidos son capaces de producir huevos fecundos sin el concurso del
macho. De ciertos animales pertenecientes a diferentes clases se sabe que
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