En los últimos veinte años, el auge de Internet y la telefonía móvil multiplicó
grandemente el volumen de las comunicaciones, y eso generó preocupaciones nue-
vas, por los posibles efectos de las ondas electromagnéticas en el ambiente, y en
los seres vivos. Pero en realidad, y a pesar de ese aumento en el uso de la radiote-
lefonía, la irradiación electromagnética disminuyó, gracias a que una buena parte
de las comunicaciones por aire
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se realiza mediante la telefonía celular.
Celular significa concerniente o relativo a una célula. Y célula, en latín, es una
celda pequeña, un compartimiento, como el de un monje en un monasterio, una
celda de un panal de abejas, o una casilla en el tejido de un vegetal o un animal.
La palabra la introdujo el biólogo Robert Hookes en 1665, para nombrar los com-
partimientos de los tejidos vivos que veía al microscopio.
Antes de la telefonía celular, los aparatos móviles tenían que tener un alcance
muy grande, porque la central telefónica podía estar a decenas de kilómetros de
distancia. Empleaban para eso una gran potencia eléctrica, provista por baterías
grandes y pesadas, que se llevaban en una valija. En consecuencia, la radiación
electromagnética que recibía el usuario, y sus vecinos, era importante.
Actualmente, la telefonía inalámbrica requiere una potencia mucho menor,
porque el aparato se comunica nada más que con la torre que corresponde a su
célula, que raramente está a más de cuatro o cinco cuadras de distancia. Las torres
se comunican entre sí, directamente, o por intermedio de satélites, hasta alcanzar
el destino. Esas estaciones usan potencias mayores, pero no representan peligro,
E l e c t r i c i d a d y e l e c t r ó n i c a
244
Electrónica
y medio ambiente
Las antenas de tele-
fonía celular, debida-
mente instaladas a
más de doce metros
de distancia de un
lugar habitable, no
afectan la salud. Pero
son feas. Quizás ésa
sea, en el fondo, la
razón por la que las
critican individuos y
organizaciones.
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Izquierda, celdas de un antiguo monasterio. Centro: celdillas (o células) vegetales, vistas al
microscopio. Derecha: mapa de la telefonía celular en una ciudad. Cada punto representa una
torre, y los polígonos, sus respectivas zonas de influencia, de uno o dos kilómetros.
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En la jerga de las comunicaciones, por aire se entiende el espacio público abierto, aunque se trate del vacío, o del
agua en una comunicación submarina. Por ejemplo, en la transmisión de TV, se dice canal de aire, por oposición a un
canal de cable, o de fibra óptica. A la direct TV no se la suele llamar de aire, a pesar de que sus ondas viajan por el
espacio vacío y por la atmósfera, porque esa señal es reservada, y no pública.
Teléfono móvil de
1978, con su pesada
batería en la valija, y el
más compacto “ladri-
llo” de 1995. Abajo, un
pequeño celular de
2007. A medida que
aumenta la cantidad
de torres, disminuye
la potencia necesaria
para la comunicación.
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porque están en lugares elevados, y alejados del público. La potencia eléctrica de
la comunicación disminuye, así, centenares de veces.
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Los usuarios de aparatos
móviles, y las personas que los rodean, reciben una radiación electromagnética
mucho menor que la de los transmisores portátiles de gran alcance, que se usaban
hace veinte o treinta años.
Radiaciones ionizantes y no ionizantes
Recordemos que ionizar significa cargar partículas con electricidad; por ejemplo
quitarle electrones a un átomo; o, al contrario, dárselos en exceso. También se io-
niza la materia cuando se desarma una molécula, en partes de carga opuesta.
Hay varias clases de radiaciones de efectos ionizantes; por ejemplo partículas
aceleradas en un acelerador, partículas alfa y beta emitidas por un cuerpo radiac-
tivo, y ondas electromagnéticas de longitud de onda menor de medio micrón,
como la radiación ultravioleta del Sol, y los rayos gamma de la radiactividad.
Las radiaciones electromagnéticas cuyas longitudes de onda son mayores de
medio micrón (o frecuencia menor que 610
15
Hz), no son ionizantes; o lo son
en muy pequeño grado. Son ejemplos la luz visible, los rayos infrarrojos, la radia-
ción de los hornos de microondas, las ondas de telefonía, televisión, radio FM y
AM, y los campos de las líneas eléctricas. En cambio, los rayos ultravioleta, X,
gamma, y cósmicos, sí ionizan. Para expresar la intensidad de las radiaciones ioni-
zantes se usan índices basados en su poder de ionización.
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E l e c t r ó n i c a y m e d i o a m b i e n t e
Cabeza de muñeco,
que imita la humana,
junto a un celular que
emite 125 mW. En rojo,
cero decibel, corres-
pondiente a 9,5 W/kg.
En anaranjado, casi
diez veces menos. El
aparato cumple los lí-
mites higiénicos euro-
peos, de 2 W/kg, y los
norteamericanos, de
1,6 W/kg; pero sólo en
relación con los órga-
nos internos, ya que la
piel y el hueso están
excedidos (el capítulo
16 explica el concepto
de decibel, o décimo
de la unidad logarít-
mica).
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Dos watt por kilogra-
mo elevan la tempera-
tura del tejido vivo en
un tercio de grado, por
cada minuto de expo-
sición. La leyenda de
que se puede freír maíz
con cuatro celulares,
es falsa; hay truco.
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La potencia irradiada disminuye con el cuadrado de la distancia. Si en vez de enviar una señal a una central que está
a 20 kilómetros, se la dirige a una antena que dista sólo medio kilómetro, como la relación entre esas distancias vale
40, la potencia necesaria para la comunicación se reduce en un factor 1600; eso ahorra un poco de energía; pero
además, economiza mucho tamaño y peso de las baterías.
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Resumimos, para posibles consultas futuras, las principales unidades relacionadas con las radiaciones ionizantes. Una
actividad de una desintegración por segundo, es de un becquerel (Bq). Un curie (Ci) equivale a 3,7
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Bq; ésa es, apro-
ximadamente, la actividad de un gramo de radio. Una dosis de irradiación de un rem (roentgen equivalent man), genera
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10
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joule de energía, y una carga de 258
C, por cada kilogramo de aire que atraviesa. Un sievert (Sv) equivale a
100 rem. Cuando la radiación es gamma, o de rayos X, la unidad rem toma el nombre de roentgen, a secas. Una dosis
de absorción de un rad, genera 0,01 J por kg de agua. Un gray (Gy), equivalente a 100 rad, genera un joule por kg de
agua. Un sievert (Sv) equivale a un gray, pero corregido por la diferente sensibilidad de diversos tejidos y órganos a la
radiación. La dosis de irradiación que recibe una persona por parte de las fuentes naturales es del orden de 1 ó 2 milirems
por semana. El límite higiénico para los que trabajan con materiales radiactivos, u otras fuentes ionizantes, es de 200
milirems semanales, ó 100 veces la dosis de fondo o ambiental. Una radiografía irradia con 500 milirems. Con más de
dos de ellas por mes, excederíamos el límite higiénico establecido por las autoridades. La dosis promedio que recibimos
de los equipos de rayos X de uso médico es decenas de veces superior a la proveniente de las centrales nucleares, y de
cualquier otro uso pacífico de la energía nuclear. Tanto la radiación de uso médico, como la proveniente de las centrales
nucleares, son menos intensas que la radiactividad natural del ambiente. Una placa común de tórax implica, para el pa-
ciente, una dosis de 0,02 veces la milésima parte de un sievert, es decir, 0,02 mSv. Esto equivale a la radiación de fondo
que todo ser humano recibe durante unos tres días, como consecuencia de las fuentes naturales (Reiteramos que las
ondas de radio, TV, telefonía móvil, microondas y mandos infrarrojos, no son ionizantes; y si mencionamos aquí esa ra-
diación, es para distinguirla de las ondas que emiten los equipos eléctricos y electrónicos.)
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