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giraba alrededor del sol cada año, entonces las estrellas parecerían moverse de un
extremo a otro conforme cambiara nuestro punto de vista (fenómeno actualmente
llamado paralaje estelar). Aristarco era consciente de esto, pero explícitamente
asumió que las estrellas estaban infinitamente lejos de la tierra de modo que no tenía
que defenderse de este argumento. Sin embargo, dado el bajo nivel de exactitud
disponible en la medición direccional, habría sido imposible demostrar el paralaje
estelar.
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En efecto, Préaux atribuye el rechazo a las hipótesis de Aristarco
principalmente a la falta de una medición precisa; pero no sabemos que nadie
pensara comprobarla de este modo. Antes bien, los términos del discurso
prevaleciente estaban tan abrumadoramente en contra de Aristarco que no había
razones de peso por las que otros astrónomos debieran sentirse obligados a refutar su
teoría con datos observados; había muchos otros fundamentos para disentir.
Este es un caso en que los científicos griegos se «equivocan» por razones
perfectamente correctas, lo que quiere decir que no deberíamos acusarlos de error.
Ya que la teoría existente parecía explicar los fenómenos, no había incentivos para
corregirla. De ningún modo el caso de Aristarco implica una falta de racionalidad, o
un deseo de distorsionar los hechos y oscurecer la verdad. Revela que era difícil
escapar de una visión del mundo existente, lo que quizá Aristarco ni siquiera se
proponía hacer.
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Tenemos también que considerar quiénes eran los usuarios de la
astronomía.
Consideraciones similares se aplican a la teoría de los epiciclos y los círculos
excéntricos que eran utilizados para explicar las irregularidades en los movimientos
observados del sol, la luna y los planetas. Este modelo fue adoptado de preferencia a
la anterior teoría de Eudoxo de que los cuerpos celestes se movían en esferas fijas
con la tierra en el centro. Implicaba atribuir al sol, la luna y los planetas un
movimiento complejo formado por una combinación de movimientos circulares y
diferentes velocidades de rotación. La teoría es mejor conocida a partir de Ptolomeo
pero fue probablemente enunciada primero con detalle por Apolonio de Perge (activo
en Alejandría en la segunda mitad del siglo III), la otra figura dominante de la
astronomía helenística. Sabemos ahora que las irregularidades se debían a la forma
de las órbitas planetarias, que no son circulares sino elípticas; pero en su época la
teoría era flexible y podía dar «versiones sintéticas y de una exactitud tolerable de
algunos fenómenos astronómicos sumamente complejos».
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Eran excelentes razones
para que se mantuviera como el modelo dominante de los cielos por muchos siglos,
siendo mejorado por Hiparco y después adoptado por Ptolomeo, convirtiéndose
entonces en la ortodoxia medieval hasta la época de Tycho Brache.
Han de decirse unas pocas palabras sobre la astrología, la ciencia de
interpretar los movimientos de los cuerpos celestes y su influencia en las cosas
humanas. No había una firme división entre la astrología y la astronomía; la función
de la segunda era con frecuencia servir a la primera, y los practicantes eran muchas
veces los mismos. Los estudiosos modernos coinciden en ver la astrología, en tanto
se convirtió en un cuerpo sistematizado de pensamiento, como un fenómeno
intrínsecamente postclásico, y señalan la ausencia virtual de ideas astrológicas en la
Grecia del siglo IV. Si, como sostiene Préaux, era también una intrínseca creación
griega, una extensión lógica de la ciencia clásica, antes que (como anteriores
estudiosos la consideraban) un préstamo «oriental», es menos claro. Probablemente
debería ser considerada como una combinación de diferentes materiales. La
astrología sistemática como tal estaba totalmente en armonía con otros aspectos de la
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ciencia griega. Por otra parte, un estímulo considerable fue ofrecido por los nuevos
datos astronómicos procedentes de Babilonia, que no habrían sido fácilmente
accesibles a los antiguos griegos,
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y por los nuevos datos que continuaron llegando
de allí. En Babilonia se levantaban horóscopos que contenían datos astronómicos u
otros datos para el día del nacimiento de una persona desde inicios del siglo iv a.C.
Se puede apreciar una contribución egipcia en el sistema de calendario utilizado en la
astrología griega. Aunque una sola cultura no creó la astrología, la astrología griega
probablemente tomó forma en Alejandría, donde los datos babilónicos y la
metodología astrológica fueron sistematizados por los científicos griegos.
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Una distinción entre dos tipos de procedimiento aparece explícitamente en
Ptolomeo al inicio de su obra astrológica
Apotelesmatika (
Influencias) o
Tetrabiblos
(Los cuatro libros):
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Los agricultores y los pastores más observadores conjeturan, en
efecto, a partir de los vientos que predominan en la época de la
fecundación y de la siembra de la semilla, la calidad de lo que se
producirá; y en general, vemos que las más importantes consecuencias
representadas por las estrellas son usualmente conocidas de antemano,
incluso por aquellos que investigan, no por medios científicos (physikós,
«por (las leyes de la) naturaleza»), sino sólo por medio de la
observación».
(Ptolomeo, Tetrabiblos, 1. 2. 4)
La distinción de Ptolomeo entre la investigación naturalista y la mera
observación no debe confundirnos. No está afirmando que los datos tangibles son de
importancia secundaria —en comparación, por ejemplo, con el razonamiento
abstracto—, sino puede haber una astrología científica y una menos científica. La
mejor combina la pericia filosófica y un amplio conocimiento empírico, la peor
abarca tanto la observación casual de los plebeyos como los asertos de los
charlatanes. Lanza una invectiva contra los que cultivan la astrologia irracional,
quienes «por hacer dinero, buscan la respetabilidad para otro arte —en efecto, se
refiere a la astrología de bajo nivel— en el nombre de ésta, [y engañan a los plebeyos
dando a entender que predicen muchas cosas, incluso i las que no tienen posibilidad
material —physis, literalmente "naturaleza"— de ser pronosticadas», puesto que
todos saben cuáles pueden serlo (1. 2. 6). Esta distinción, como entre el predecir los
movimientos de los cuerpos celestes y el predecir su influencia en los
acontecimientos, estaba formulada —y sólo podía ser formulada así, en efecto— en
términos de su relativa precisión, no en términos de la falta de cualquier base
racional para la astrología.
El pasaje anterior a éste ilustra esta distinción. Ptolomeo señala que todos
saben que el sol y la luna influyen en la vida de la tierra. En el pensamiento griego,
se creía ampliamente que la luna influía en el clima y el comportamiento de ciertas
plantas y animales, y Posidonio correctamente la vincula a las mareas.
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Ptolomeo
nota la relación (1. 2. 4), señalando que ciertas plantas y animales son afectadas por
la luna.
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De esto no hay más que un corto paso a inferir que los cuerpos celestes
inferiores tiene una influencia, aunque más sutil. Para Ptolomeo entonces hay una
astrología científica, aun cuando hay también una irracional. Incluso hoy se oyen
racionalizaciones de la astrología —por ejemplo, en términos de los supuestos
efectos de las minúsculas fuerzas gravitatorias ejercidas por los planetas sobre el