reproductores, produce su aborto; pero esto difícilmente puede ser la
causa única, pues en algunas compuestas son diferentes los frutos de las
florecillas interiores y exteriores, sin que haya diferencia alguna en las
corolas. Es posible que estas varias diferencias estén relacionadas con la
desigual afluencia de substancias nutritivas hacia las florecillas centrales
y las externas; sabemos, por lo menos, que, en flores irregulares, las que
están más próximas al eje están más sujetas a peloria, esto es, a ser anor-
malmente simétricas. Puedo añadir, como ejemplo de este hecho y como
un caso notable de correlación, que en muchos geranios de jardín
(Pelargonium) los dos pétalos superiores de la flor central del grupo
pierden mucnas veces sus manchas de color más obscuro, y, cuando esto
ocurre, el nectario contiguo está completamente abortado, haciéndose de
este modo la flor central pelórica o regular. Cuando falta el color en uno
solo de los dos pétalos superiores, el nectario no está por completo abor-
tado, pero se encuentra muy reducido.
Respecto al desarrollo de la corola, muy probablemente es justa la idea
de Sprengel de que las florecillas periféricas sirven para atraer los insec-
tos, cuyo concurso es sumamente ventajoso, o necesario, para la fecunda-
ción de estas plantas; y si es así, la selección natural puede haber entrado
en juego. Pero, por lo que se refiere a los frutos, parece imposible que sus
diferencias de forma, que no siempre son correlativas de diferencias en la
corola, puedan ser en modo alguno beneficiosas; sin embargo, en las um-
belíferas estas diferencias son de importancia tan visible -los frutos son a
veces ortospermos en las flores exteriores y celospermos en las flores
centrales-, que Ang. Pyr. de Candolle basó en estos caracteres las divisio-
nes principales del orden. Por consiguiente, modificaciones de estructu-
ra, consideradas por los sistemáticos como de gran valor, pueden deber-
se por completo a las leyes de variación y correlación, sin que sean, hasta
donde nosotros podemos juzgar, de la menor utilidad para las especies.
Muchas veces podemos atribuir erróneamente a variación correlativa
estructuras que son comunes a grupos enteros de especies y que, en rea-
lidad, son simplemente debidas a la herencia; pues un antepasado remo-
to puede haber adquirido por selección natural alguna modificación en
su estructura, y después de millares de generaciones, otra modificación
independiente, y estas dos modificaciones, habiéndose transmitido a to-
do un grupo de descendientes de costumbres diversas, se creería, natu-
ralmente, que son correlativas de un modo necesario.
Otras correlaciones son evidentemente debidas al único modo como
puede obrar la selección natural. Por ejemplo: Alph. de Candolle ha se-
ñalado que las semillas aladas no se encuentran nunca en frutos que no
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se abren. Explicaría yo esta regla por la imposibilidad de que las semillas
lleguen a ser gradualmente aladas por selección natural, sin que las cáp-
sulas se abran, pues sólo en este caso las semillas que fuesen un poco
más adecuadas para ser llevadas por el viento pudieron adquirir ventaja
sobre otras menos adecuadas para una gran dispersión.
Compensación y economía de crecimiento
Etienne Geoffroy Saint-Hilaire y Goethe propusieron, casi al mismo
tiempo, su ley de compensación o equilibrio de crecimiento, o, según la
expresión de Goethe, «la naturaleza, para gastar en un lado, está obliga-
da a economizar en otro». Creo yo que esto se confirma, en cierta medi-
da, en nuestros productos domésticos: si la substancia nutritiva afluye en
exceso a una parte u órgano, rara vez afluye, por lo menos en exceso, a
otra parte; y así, es difícil hacer que una vaca de mucha leche y engorde
con facilidad. Las mismas variedades de col no producen abundantes y
nutritivas hojas y una gran cantidad de semillas oleaginosas. Cuando las
semillas se atrofian en nuestras frutas, la fruta misma gana mucho, en ta-
maño y calidad. En las aves de corral, un moño grande de plumas va
acompañado generalmente de cresta reducida, y una barba o corbata,
grande, de barbillas reducidas. Para las especies en estado natural, difí-
cilmente se puede sostener que esta ley sea de aplicación universal; pero
muchos buenos observadores, botánicos especialmente, creen en su exac-
titud. Sin embargo, no daré aquí ningún ejemplo, pues apenas veo medio
de distinguir entre que resulte que un órgano se ha desarrollado mucho
por selección natural y otro contiguo se ha reducido por este mismo pro-
ceso, o por desuso, y los resultados de la retirada efectiva de substancias
nutritivas de un órgano debido al exceso de crecimiento de otro
contiguo.
Sospecho también que algunos de los casos de compensación que se
han indicado, lo mismo que algunas otros hechos, pueden quedar com-
prendidos en un principio más general, o sea: que la selección natural se
está esforzando continuamente por economizar todas las partes de la or-
ganización. Si en nuevas condiciones de vida una estructura, antes útil,
llega a serlo menos, su diminución será favorecida, pues aprovechará al
individuo no derrochar su aliento en conservar una estructura inútil. So-
lamente así puedo comprender un hecho que me llamó mucho la aten-
ción cuando estudiaba los cirrípedos, y del que podrían citarse muchos
ejemplos parecidos; o sea que cuando un cirrípedo es parásito en el inter-
ior de otro cirrípedo, y está de este modo protegido, pierde más o menos
por completo su propia concha o caparazón. Así sucede en el macho de
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