paralelo, pues en tales casos la selección natural no ha entrado, o no ha
podido entrar, de lleno en juego, y el organismo ha quedado así en un es-
tado fluctuante. Pero lo que nos interesa aquí más particularmente es
que aquellas partes de los animales domésticos que actualmente están
experimentando rápido cambio por selección continuada son también
muy propensas a variación. Considérense los individuos de una misma
raza de palomas y véase qué prodigiosa diferencia hay en los picos de las
tumblers o volteadoras, en los picos y carúnculas de las carriers o mensa-
jeras inglesas, en el porte y cola de las colipavos, etc., puntos que son
ahora atendidos principalmente por los avicultores ingleses. Hasta en
una misma sub-raza, como en la paloma volteadora de cara corta, hay
notoria dificultad para obtener individuos casi perfectos, pues muchos se
apartan considerablemente del standard o tipo adoptado. Verdadera-
mente puede decirse que hay una constante lucha entre la tendencia a
volver a un estado menos perfecto, junto con una tendencia innata a nue-
vas variaciones, de una parte, y, de otra, la influencia de la continua se-
lección para conservar la raza pura. A la larga, la selección triunfa, y
nunca esperamos fracasar tan completamente que de una buena casta de
volteadoras de cara corta obtengamos una paloma tan basta como una
volteadora común. Pero mientras la selección avance rápidamente hay
que esperar siempre mucha variación en las partes que experimentan
modificación.
Volvamos ahora a la naturaleza. Cuando una parte se ha desarrollado
de un modo extraordinario en una especie, en comparación con las otras
especies del mismo género, podemos sacar la conclusión de que esta par-
te ha experimentado extraordinaria modificación desde el período en
que las diferentes especies se separaran del tronco común del género. Es-
te período poas veces será extremadamente remoto, pues las especies ra-
ra vez persisten durante más de un período geológico. Modificaciones
muy grandes implican variabilidad grandísima, muy continuada, que se
ha ido acumulando constantemente por selección natural para beneficio
de la especie. Pero como la variabilidad del órgano o parte extraordinar-
iamente desarrollados ha sido tan grande y continuada dentro de un pe-
ríodo no demasiado remoto, tenemos que esperar encontrar todavía, por
regla general, más variabilidad en estas partes que en otras del organis-
mo que han permanecido casi constantes durante un período mucho más
largo, y yo estoy convencido de que ocurre así.
No veo razón para dudar de que la lucha entre la selección natural, de
una parte, y la tendencia a reversión y la variabilidad, de otra, cesarán
con el transcurso del tiempo, y que los órganos más extraordinariamente
130
desarrollados pueden hacerse constantes. Por consiguiente, cuando un
órgano, por anómalo que sea, se ha transmitido, aproximadamente en el
mismo estado, a muchos descendientes modificados, como en el caso del
ala del murciélago, tiene que haber existido, según nuestra teoría, duran-
te un inmenso período, casi en el mismo estado, y de este modo, ha llega-
do a no ser más variable que cualquier otra estructura. Sólo en estos ca-
sos, en los cuales la modificación ha sido relativamente reciente y extra-
ordinariamente grande, debemos esperar encontrar la variabilidad gene-
rativa, como puede llamársele, presente todavía en sumo grado, pues, en
este caso, la variabilidad raras veces habrá sido fijada todavía por la se-
lección continuada de los individuos que varíen del modo y en el grado
requeridos y por la exclusión continuada de los que tiendan a volver a
un estado anterior y menos modificado.
Los caracteres específicos son más variables que los caracteres
genéricos
El principio discutido bajo el epígrafe anterior puede aplicarse a la
cuestión presente. Es evidente que los caracteres específicos son mucho
más variables que los genéricos. Explicaré con un solo ejemplo lo que es-
to quiere decir: si en un género grande de plantas unas especies tuviesen
las flores azules y otras las flores rojas, el color sería un carácter solamen-
te específico y nadie se extrañaría de que una de las especies azules se
convirtiese en roja, o viceversa; pero si todas las especies tuviesen flores
azules, el color pasaría a ser un carácter genérico, y su variación sería un
hecho más extraordinario. He elegido este ejemplo porque no es aplica-
ble en este caso la explicación que darían la mayor parte de los naturalis-
tas, o sea: que los caracteres específicos son más variables que los genéri-
cos, debido a que están tomados de partes de menos importancia fisioló-
gica que los utilizados comúnmente para clasificar los géneros. Creo que
esta explicación es, en parte, exacta, aunque sólo de un modo indirecto;
como quiera que sea, insistiré sobre este punto en el capítulo sobre la
clasificación.
Sería casi superfluo aducir pruebas en apoyo de la afirmación de que
los caracteres específicos ordinarios son más variables que los genéricos;
pero, tratándose de caracteres importantes, he observado repetidas veces
en obras de Historia Natural, que cuando un autor observa con sorpresa
que un órgano o parte importante, que generalmente es muy constante
en todo un grupo grande de especies, difiere considerablemente en espe-
cies muy próximas, este carácter es con frecuencia variable en los indivi-
duos de la misma especie. Y este hecho muestra que un carácter que es
131