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basada en la transmutación del aire inhalado en «
pneuma vital» (literalmente
«aliento») y finalmente en sangre, aunque se creía que la sangre ocupaba sólo las
venas, no las arterias. El mismo modelo fue empleado para explicar las
enfermedades, incluidas las de las mujeres (que no se creía que fueran específicas de
ellas). Erasístrato es notable por su disposición a llevar a cabo experimentos,
disecando animales y humanos para comprobar sus teorías.
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Tanto Herófilo como Erasístrato pertenecían al grupo de los llamados
«dogmáticos» (el nombre fue una invención posterior), que afirmaban el valor de la
disección; en efecto, los dos eran los únicos médicos antiguos de los que se sabe que
realizaron disecciones sistemáticamente. Los «empíricos», por su parte, sostuvieron
que los doctores debían evitar la teorización sobre el cuerpo o las enfermedades y
considerar sólo los síntomas.
Aunque solían dedicar gran esfuerzo a la investigación del organismo
humano, los escritores médicos usualmente interpretaban lo que veían sólo de modo
que respaldara el modelo existente de cómo funcionaba el cuerpo. La principal
diferencia entre la medicina y las demás ciencias era que la mayoría de los escritores
médicos eran doctores practicantes, de modo que la mayor parte de la investigación
médica fue realizada por hombres que dependían de su arte para su subsistencia. Con
frecuencia eran receptores de honores públicos, y su categoría social era elevada,
como se puede suponer. En Cirene su independencia política estaba garantizada en la
carta de refundación de Ptolomeo I:
Quienquiera del cuerpo ciudadano que esté sirviendo en un cargo
oficial como doctor, entrenador de gimnastas o maestro de arco, de
equitación o lucha hoplítica, o como heraldo en la cámara del consejo, no
se le permita participar en los oficios propios de los Diez Mil
(ciudadanos). Todos estos hombres serán escogidos por sorteo y
renunciarán a su oficio.
(Austin 264, Harding 126, SEG ix. 1, líneas 42-45)
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Es posible que esta sea una restricción para las profesiones de los estratos
bajos, pero la palabra clave es dêmosiâi, «en un cargo oficial», que quizá implicaba
que se trataba de evitar un potencial conflicto de intereses, o que se exceptuaba a
estos grupos del servicio público como reconocimiento de la contribución que ya
estaban haciendo.
La investigación médica continuó en el nivel superior de la sociedad, junto
con otras ciencias. La protección ptolemaica se deduce del enciclopedista médico
romano Celso, que conserva buena parte de nuestro conocimiento de la ciencia
helenística, sin sensacionalismo:
Además, ya que los dolores y varios tipos de enfermedades
surgen en las partes internas, piensan [aquellos que practican la medicina
fundados en la razón] que nadie puede remediarlos si no conoce las
mismas partes, y que por tanto es necesario abrir los cuerpos de los
difuntos y examinar las visceras y los intestinos. Consideran que Herófilo
y Erasístrato lo hicieron de la mejor manera posible, al recibir de los
reyes hombres inicuos sacados de la prisión, para abrirlos vivos mientras
aún respiraban; examinaron los órganos que la naturaleza había antes
ocultado, su ubicación, color, forma, tamaño, disposición, dureza,
suavidad, sus puntos de contacto, también las protuberancias y
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hendiduras de cada uno, y si uno estaba insertado en otro o recibe parte
de otro en sí... No pensaban que fuera cruel (como la mayoría de la gente
piensa) buscar en el castigo de los inicuos, y sólo unos pocos para este
efecto, los remedios para personas inocentes de todas las futuras
generaciones.
(Celso, De medicina, proemium, 23-24, 26)
Celso desaprueba la vivisección, pero su tono desapasionado le da
credibilidad. De modo más sensacionalista, aproximadamente en 200 d.C, el autor
cristiano Tertuliano, probablemente siguiendo a Sorano, se refirió a Herófilo como
«ese doctor o carnicero que abrió a innumerables seres humanos de modo que
pudiera estudiar la naturaleza», y que específicamente defendió la vivisección (De
anima, 10. 4).
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Aunque este testimonio está marcado por el prejuicio antipagano, el de Celso
hace probable que la disección científica de personas fuera practicada, quizá por
primera vez, y posiblemente la vivisección.
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Uno puede preguntarse si los diferentes
agrupamientos ideológicos entre los doctores reflejarían de algún modo una diversa
accesibilidad al patrocinio regio; no sería sorprendente que aquellos para los cuales
el material anatómico no era accesible afirmaran la primacía de la observación
externa. La protección real puede haber tenido incluso el efecto de crear
controversias en la profesión médica.
Hubo nuevos descubrimientos importantes, la mayoría atribuidos a Herófilo y
a Erasístrato. En el sistema nervioso los nervios sensores y motores,
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los tendones y
ligamentos, fueron primero diferenciados por estos dos hombres. Los escritores
actuales con frecuencia sacan a relucir los errores de la medicina griega; pero dado el
punto de vista teórico accesible a los antiguos, sus conclusiones con frecuencia eran
completamente razonables, como cuando Erasístrato, siguiendo a los doctores
antiguos, concluyó que las arterias (por oposición a las venas) no estaban llenas de
sangre sino de aire. Erasístrato también investigó el sistema digestivo con gran
inteligencia, mientras Herófilo creó un sistema elaborado para evaluar la salud del
paciente por el pulso.
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El deseo de sistematizar el conocimiento en un esquema que
pudiera ser aplicado a casos reales revela que la medicina no estaba más presa de la
teoría que cualquier otra ciencia.
La medicina y la religión se entrecruzaban en varios puntos. Ya en el siglo IV
la popularidad del dios sanador Asclepio había comenzado a aumentar, como lo
testimonia su santuario del siglo IV en Atenas. Su culto no era un centro del
ceremonial cívico, sino más bien un culto al que el individuo recurriría con la
esperanza de obtener orientación personal dada por la deidad.
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Una persona que
sufría una enfermedad o herida que no respondiera al tratamiento dormiría en el
santuario (un proceso llamado incubación), esperando que se le transmitiera una cura
por medio de un sueño. La eficacia médica del culto es difícil de evaluar a partir de
los documentos que quedan. El patrocinio ptolemaico del santuario de Asclepio en la
isla de Cos, donde había una escuela médica (según se dice fundada por Hipócrates),
es bien conocido y es atribuido a la gratitud del rey a su isla natal, adonde su madre
fue enviada en el 309/308 cuando estaba embarazada de él (Mármol de Paria [FGH
239], B 19, Austin 21).
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El patrocinio real de la medicina no debe atribuirse a un
deseo de mejorar la salud de los súbditos del rey, aunque éste podía disfrutar del