analógicos cuando se compara un grupo con otro y den verdaderas afini-
dades cuando se comparan entre sí los miembros de un mismo grupo;
así, la forma del cuerpo y los miembros en forma de aleta son caracteres
sólo analógicos cuando se comparan las ballenas con los peces, pues son
en ambas clases adaptaciones para nadar; pero entre los diferentes
miembros de la familia de las ballenas la forma del cuerpo y los miem-
bros en forma de aleta ofrecen caracteres que ponen de manifiesto afini-
dades verdaderas; pues como estas partes son tan semejantes en toda la
familia, no podemos dudar de que han sido heredadas de un antepasado
común. Lo mismo ocurre en los peces.
Podrían citarse numerosos casos de semejanzas notables, en seres com-
pletamente distintos, entre órganos o partes determinadas que se han
adaptado a las mismas funciones. Un buen ejemplo nos ofrece la gran se-
mejanza entre las mandíbulas del perro y las del lobo de Tasmania o Th-
ylacinus, animales que están muy separados en el sistema natural. Pero
esta semejanza está limitada al aspecto general, como la prominencia de
los caninos y la forma cortante de los molares, pues los dientes en reali-
dad difieren mucho. Así, el perro tiene a cada lado de la mandíbula su-
perior cuatro premolares y sólo dos molares, mien tras que el Thylacinus
tiene tres premolares y cuatro molares; los molares en ambos animales
difieren también mucho en tamaño y conformación: la dentadura del
adulto está precedida de una dentadura de leche muy diferente. Todo el
mundo puede naturalmente negar que los dientes en ambos casos han si-
do adaptados a desgarrar carne mediante la selección natural de variac-
iones sucesivas; pero, si esto se admite en un caso, es para mí incompren-
sible que haya de negarse en otro. Celebro ver que una autoridad tan alta
como el profesor Flower ha llegado a la misma conclusión.
Los casos extraordinarios, citados en un capítulo precedente, de peces
muy diferentes que poseen órganos eléctricos, de insectos muy diferen-
tes que poseen órganos luminosos, y de orquídeas y asclepiadáceas que
tienen masas de polen con discos viscosos, entran en este grupo de seme-
janzas analógicas; aunque estos casos son tan portentosos que fueron
presentados como dificultades u objeciones a nuestra teoría. En todos
ellos puede descubrirse alguna diferencia fundamental en el crecimiento
o desarrollo de las partes y, generalmente, en su estructura adulta. El fin
conseguido es el mismo; pero los medios, aunque superficialmente pare-
cen ser los mismos, son esencialmente diferentes. El principio a que antes
se aludió con la denominación de variación analógica entra probable-
mente con frecuencia en juego en estos casos; esto es, los miembros de
una misma clase, aunque sólo con parentesco lejano, han heredado tanto
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de común en su constitución, que son aptos para variar de un modo se-
mejante por causas semejantes de excitación, y esto evidentemente ten-
dría que contribuir a la adquisición, mediante selección natural, de par-
tes u órganos notablemente parecidos entre sí, independientemente de
su herencia directa de un antepasado común.
Como las especies que pertenecen a clases distintas se han adaptado
muchas veces mediante pequeñas modificaciones sucesivas al vivir casi
en las mismas,circunstancias -por ejemplo, a habitar los tres, elementos:
tierra, aire, agua-, podemos quizá comprender por qué se ha observado a
veces un paralelismo numérico entre los subgrupos de distintas clases.
Un naturalista impresionado por un paralelismo de esta clase, elevando
o rebajando arbitrariamente el valor de los grupos en las diferentes clases
-y toda nuestra experiencia demuestra que su valor hasta ahora es arbi-
trarlo-, podría fácilmente extender mucho el paralelismo, y de este modo
se han originado probablemente las clasificaciones septenarias, quinar-
ias, cuaternarias y ternarias.
Existe otra curiosa clase de casos en los que la gran semejanza externa
no depende de adaptación a costumbres semejantes, sino que se ha con-
seguido por razón de protección. Me refiero al modo maravilloso con
que ciertas mariposas imitan, según míster Bates describió por vez pri-
mera, a otras especies completamente distintas. Este excelente observa-
dor ha demostrado que en algunas regiones de América del Sur, donde,
por ejemplo, una Ithomia abunda en brillantes enjambres, otra mariposa,
una Leptalis, se encuentra con frecuencia mezclada en la misma banda-
da, y esta última se parece tanto a la Ithomia en cada raya y matiz deco-
lor, y hasta en la forma de sus alas, que míster Bates, con su vista aguza-
da por la recolección durante once años, se engañaba de continuo, a pe-
sar de estar siempre alerta. Cuando se coge y se compara a los imitadores
y los imitados, se encuentra que son muy diferentes en su conformación
esencial y que pertenecen, no sólo a géneros distintos, sino con frecuenc-
ia a distintas familias. Si este mimetismo ocurriese sólo en uno o dos ca-
sos, podría haber sido pasado por alto como una coincidencia extraña.
Pero si salimos de una región donde una Leptalis imita a una Ithomia,
podemos encontrar otras especies imitadoras e imitadas, pertenecientes a
los dos mismos géneros, cuya semejanza es igualmente estrecha. En con-
junto se han enumerado nada menos que diez géneros que comprenden
especies que imitan a otras mariposas. Los imitadores y los imitados vi-
ven siempre en la misma región: nunca encontramos un imitador que vi-
va lejos de la forma que imita. Los imitadores son casi siempre insectos
raros; los imitados, en casi todos los casos, abundan hasta formar
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