enjambres. En el mismo distrito enque una especie de Leptalis imita es-
trechamente a una Ithomia, hay a veces otros lepidópteros que remedan
la misma Ithomia; de manera que en el mismo lugar se encuentran tres
géneros de mariposas ropalóceras y hasta una heterócera, que se aseme-
jan todas mucho a una mariposa ropalócera perteneciente a cuarto géne-
ro. Merece especial mención el que se puede demostrar, mediante una
serie gradual, que algunas de las formas miméticas de Leptalis, lo mismo
que algunas de las formas imitadas, son simplemente variedades de la
misma especie, mientras que otras son indudablemente especies distin-
tas. Pero puede preguntarse: ¿por qué ciertas formas son consideradas
como imitadoras y otras como imitadas? Míster Bates contesta satisfacto-
riamente a esta pregunta haciendo ver que la forma que es imitada con-
serva la vestimenta usual del grupo a que pertenece; mientras que las fal-
sas han cambiado de vestimenta y no se parecen a sus parientes más
próximos.
Esto nos lleva en seguida a investigar qué razón puede señalarse para
que ciertas mariposas tomen con tanta frecuencia el aspecto de otra for-
ma completamente distinta; por qué la naturaleza, con gran asombro de
los naturalistas, ha consentido en engaños de teatro. Míster Bates, indu-
dablemente, ha dado con la verdadera explicación. Las formas imitadas,
que siempre abundan mucho, tienen que escapar habitualmente en gran
medida a la destrucción, pues de otro modo no podrían existir forman-
dotales enjambres, y actualmente se ha recogido un gran cúmulo de pr-
uebas que demuestran que son desagradables a las aves y otros animales
insectívoros. Las formas imitadoras que viven en la misma región son,
por el contrario, relativamente escasas y pertenecen a grupos raros; por
consiguiente, han de sufrir habitualmente alguna causa de destrucción;
pues de otra manera, dado el número de huevos que ponen todas las ma-
riposas, al cabo de tres o cuatro generaciones volarían en enjambres por
toda la comarca. Ahora bien, si un individuo de uno de estos grupos ra-
ros y perseguidos tomase una vestimenta tan parecida a la de una espec-
ie bien protegida, que continuamente engañase la vista experimentada
de un entomóiogo, engañarla muchas veces a insectos y aves insectívo-
ras, y de este modo se librarla muchas veces de la destrucción. Casi pue-
de decirse que míster Bates ha sido testigo del proceso mediante el cual
los imitadores han llegado a parecerse tanto a los imitados, pues encon-
tró que algunas de las formas de Leptalis que imitan a tantas otras mari-
posas varían en sumo grado. En una región se presentaban diferentes va-
riedades, y de éstas, una sola se parecía hasta cierto punto a la Ithomia
común de la misma región. En otra región había dos o tres variedades,
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una de las cuales era mucho más común que las otras, y ésta imitaba mu-
cho a otra forma de Ithomia, Partiendo de hechos de esta naturaleza,
míster Bates llega a la conclusión de que los Leptalis primero varían, y
cuando ocurre que una variedad se parece en algún grado a cualquier
mariposa común que vive en la misma región, esta variedad, por su se-
mejanza con una especie floreciente y poco perseguida, tiene más proba-
bilidades de salvarse de ser destruída por los insectos y aves insectívoros
y, por consiguiente, se conserva con más frecuencia «por ser eliminados,
generación tras generación, los grados menos perfectos de parecido y
quedar sólo los otros para propagar la especie»; de manera que tenemos
aquí un excelente ejemplo de selección natural.
Míster Wallace y míster Trimen han descrito también varios casos ig-
ualmente notables de imitación en los lepidópteros del Archipiélago Ma-
layo y de África, y en algunos otros insectos. Míster Wallace ha descub-
ierto también un caso análogo en las aves; pero no tenemos ninguno en
los mamíferos grandes. El ser mucho más frecuente la imitación en los
insectos que en otros animales es probablemente una consecuencia de su
pequeño tamaño: los insectos no pueden defenderse, excepto, evidente-
mente, las especies provistas de aguijón, y nunca he oído de ningún caso
de insectos de estas especies que imiten a otros, aun cuando ellas son
imitadas; los insectos no pueden fácilmente escapar volando de los ani-
males mayores que los apresan, y por esto, hablando metafóricamente,
están reducidos, como la mayor parte de los seres débiles, al engaño y
disimulo.
Hay que observar que el proceso de imitación probablemente nunca
empieza entre formas de color muy diferentes, sino que, iniciándose en
especies ya algo parecidas, fácilmente se puede conseguir, por los med-
ios antes indicados, la semejanza más estrecha, si es beneficiosa; y si la
forma imitada se modificó después gradualmente por alguna causa, la
forma imitadora sería llevada por el mismo camino y modificada de este
modo casi indefinidamente; de manera que pudo con facilidad adquirir
un aspecto o colorido por completo diferente del de los otros miembros
de la familia a que pertenece. Sobre este punto existe, sin embargo, cierta
dificultad, pues es necesario suponer que, en algunos casos, formas anti-
guas pertenecientes a varios grupos distintos, antes de haber divergido
hasta su estado actual, se parecían accidentalmente a una forma de otro
grupo protegido, en grado suficiente para que les proporcionase alguna
ligera protección, habiendo dado esto base para adquirir después la más
perfecta semejanza.
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